sábado, 17 de diciembre de 2016

En las postrimerías

Francois Millet. El angelus
El tiempo de la actual administración se está acabando. Le quedan seis meses y la hora de los balances ya está llegando.

Hay avances importantes en este período e insistir en que fue un quinto gobierno de la Concertación, con la única diferencia de que en la NM estaban los comunistas es de una ingenuidad pueril. Es de una simplicidad tan grande que borra de un plumazo todas las determinantes concretas; las contradicciones; los matices y distinciones que hacen de cada momento una realidad histórica y no el cumplimiento de unas leyes o principios metafísicos que guiarían supuestamente su desarrollo.

Hay elementos que sería muy mezquino desconocer. La reforma al sistema electoral binominal; el comienzo de la gratuidad de la educación superior; la ley de inclusión escolar; la desmunicipalización de la educación pública y el proceso constiuyente -el que por lo demás todavía no ha concluido-; la reforma al Código Laboral; el Acuerdo de Unión Civil y la despenalización del aborto en tres causales y la reforma tributaria.

Se podrían enumerar también algunas otras medidas en ámbitos específicos. ¿Se podría haber avanzado más? Probablemente. Pero no fue así y las razones son varias, las que es necesario determinar para proyectar la política de la izquierda en el próximo período. 

En primer lugar, la acción implacable de toda la maquinaria comunicacional y cultural de la derecha, la reacción católica, el empresariado y las transnacionales. En esto el Gobierno fue débil y aunque el programa no lo planteara entre sus prioridades, fue una omisión que hizo más dificultoso de lo deseable el proceso de reformas. 

Dicha máquina generadora de sentido común, valores, aspiraciones y costumbres fue la caja de resonancia que ha hecho aparecer a los partidarios del sistema, -tanto de los liberales como los conservadores de derecha-  como la fuerza determinante de los últimos dos años, pese a su condición de minoría política y social.

Es evidente que ello es posible sólo por el conservadurismo que ha influido al interior de la NM a la hora de movilizar a sus electores y base social en el sentido de las reformas y delegarlas a los funcionarios, excepto en casos muy  puntuales.

También por la ausencia de un discurso y acciones que señalen que este proceso de reformas al sistema, si bien tiene su componente primordial en la regulación (no es una retroexcavadora para remover las bases del sistema, como declaraba con tanto entusiasmo, en sus inicios, el senador Quintana) también debe proponer al país, otros fines, otros valores. De eso ha carecido el discurso de gobierno y especialmente el de los parlamentarios de izquierda excepto en algunos temas, especialmente en lo que se refiere a la promiscua relación entre negocios y política en el sistema actual.

Esta desmovilización tiene además otro componente que viene de la desconfianza y vacilaciones de sectores de izquierda y dirigentes sociales a la hora de defender el programa de gobierno e ir a la disputa con la derecha, los propietarios y controladores de los medios, las encuestadoras, las universidades privadas y las administradoras de fondos de pensión. 

Esta ambigüedad, esta falta de iniciativa; estas vacilaciones propias del reformismo pequeñoburgués, le abrieron un espacio enorme a sectores que tanto desde dentro como fuera de la NM, reclamaban un retorno a la política de los consensos. Esto ya ocurriría en el segundo año del período de la Presidenta Bachelet y se ha seguido profundizando.

Sin embargo, tampoco lo suficiente como para decir que la restauración conservadora está a la vuelta de la esquina. Los partidarios del sistema, los nostálgicos de la transición pactada tampoco están en condiciones de disputar el poder hoy en día, pese a que no han renunciado ni renunciarán a ello. Los intrascendentes niveles de respaldo a la candidatura de Ricardo Lagos y el cada vez más complicado panorama de Piñera son su mejor demostración. 

Un tercer elemento es la profunda brecha que existe entre el movimiento de masas y la política. Y esto también es una parte de los factores subjetivos y no el resultado de condiciones naturales "estructurales e inmodificables". 

Movilizaciones de masas enormes en contra de las AFP´s, O las que critican -con justificados fundamentos- la insuficiecia de las reformas del Gobierno en educación superior o por reivindicaciones específicas, no se manifiestan en un fortalecimiento de las posiciones de izquierda -tanto de la que está dentro de la NM como la que empieza a surgir en algunas elecciones gremiales y sindicales, como en la última municipal-.

No se trata este último fenómeno de una cuestión transitoria y superficial. Por el contrario, se trata de uno de los que se va a a proyectar en el largo plazo y que es expresión de otro de los factores que explican las marchas y contramarchas, las contradicciones y dificultades que ha tenido la actual administración de la NM de avanzar más. Se trata de la dispersión de las fuerzas de izquierda. 

El surgimiento de una "nueva izquierda" representada por RD o el Movimiento Autonomista,y muchos colectivos que se manifiestan enfrentes de masas y territorios, es también una expresión de las contradicciones propias del proceso de reformas de este período.

En esta izquierda confluyen antiguos miristas, socialistas de izquierda, dirigentes sociales, sectores de la cultura y las artes, movimientos denominados muy imprecisamente "ciudadanos" y de la clase media y que ya no se sienten representados por los partidos de izquierda de la Concertación o que desde posiciones de izquierda fueron críticos y opositores a sus gobiernos.

Estos sectores se expresan de una manera inorgánica y muy difusa en elecciones sindicales y gremiales y también en muchos casos de manera sectaria y oportunista; pero sin compartir todavía o por ahora, un programa, una línea política, símbolos, excepto esas mismas que muchos reivindican de avanzar más y más rápido en las reformas que comenzaron en este período. 

No se trata de que nadie renuncie a su línea y programa, a su concepción de las alianzas políticas, a su historia y tradiciones. Se trata de empezar a recuperar a la izquierda; de recuperar presencia y protagonismo en las organizaciones sociales y de masas; comprender al movimiento social actual adecuadamente  en función de disputarlo al sentido común, a la ideología dominante; profundizar la unidad del pueblo y proyectar las reformas que con muchas dificultades comenzaron en el período de la Presidenta Bachelet pero que son, debemos hacer, irreversibles. 








miércoles, 16 de noviembre de 2016

Córtenla con Trump, plis


Jasper Johnes. Thrre flags



En estos días, el resultado de las elecciones en los Estados Unidos ha ocupado un espacio importante en los medios. No es para menos. Sin embargo, predominan los análisis seudosociológicos, teñidos de psicologismo; una sarta de lugares comunes y frases hechas, como "la insatisfacción con la clase política"; "la dictadura del duopolio", etc.  y manifestaciones de preocupación que rayan en el histerismo más pequeñoburgués.

¿Qué importancia tiene hablar de las elecciones en los Estados Unidos? Que, tal como está pasando en América Latina y Europa, la derecha más reaccionaria gana posiciones. 

Sin embargo, respecto de lo que estos análisis basados en las teorías de la "ciudadanía" y "la·clase política" no se pronuncian es el malestar con un sistema económico y social basado en la privatización, la concentración de la riqueza, la superexplotaciòn de la mano de obra, la subordinación del Estado y los gobiernos de todo el mundo a los intereses de las transnacionales y la gran empresa.

El que la derecha avance, significa precisamente que el gran empresariado y las transnacionales siguen hegemonizando, y lo seguirán haciendo, nuestras pálidas democracias para seguir profundizando esas características del modelo y que son precisamente las que despiertan insatisfacción, protesta social y desafecciòn con el sistema político. 

Una manera elegante y muy intelectual de hacerle el quite a tomar una posición frente a la situación política. Lo grave de todo esto es que a la crisis del neoliberalismo que se viene manifestando desde el 2008 -y de la que, como en el cuento del lobo, todos los años se anuncia su  resolución definitiva- con resultados como el de Estados Unidos lo mas probable es que solamente le abra paso al surgimiento de los populismos de derecha lo que va a profundizar sus aspectos màs retrògrados.

O ¿es que alguien piensa  que como Trump gano por la insatisfacción de los norteamericanos con el sistema, los tradicionales clanes como los Clinton o los Bush y por la pérdida de empleos, va a ser un gobierno progresista? Eso es tan absurdo que nadie se atrevería a sostenerlo aún cuando diga al mismo tiempo que gano el descontento. No. Ganaron los mas reaccionarios, gano el gran empresariado, los militaristas y las corporaciones.

Tal como hace poco ganaron Macri en Argentina y el impechment en Brasil, el NO en la consulta por los acuerdos de paz en Colombia; como intentan hacerlo con el referèndum revocatorio en Venezuela. 

Como intenta hacerlo la derecha en Chile boicoteando desde un principio las reformas del Gobierno de la Presidenta Bachelet, lo que era lógico y esperable, contando eso sì con sus propias contradicciones; las vacilaciones al interior de su coalición que fue de "la retroexcavadora" a la "responsabilidad fiscal".

Las tareas de la izquierda, como titulò su columna el compañero Miguel Crispi en El Mostrador, consisten en darle una direcciòn a esta crisis, señalar objetivos y tareas al movimiento democràtico; no conformar un tercer referente distinto al "duopolio", que es lo que insistentemente plantea el diputado Boric a travès de su cuenta en twiter. 

Si es necesario formarlo, será una conclusión de las tareas políticas que la izquierda y el movimiento social se planteen




viernes, 28 de octubre de 2016

Antecedentes que es necesario considerar

Hernán Ramírez Necochea




“Después de las elecciones de 1925, continuó funcionando la Asamblea Nacional de Asalariados de Chile y se estimó que en ella debía surgir una especie de coalición o frente popular permanente –para el que surgió el nombre de Unión Social Republicana de Asalariados de Chile (USRACH)- encargado de encabezar la lucha unitaria de la clase trabajadora; a este respecto en el periódico ‘Justicia’ se señaló que las elecciones habían dejado una experiencia al proletariado: habían demostrado el valor de su unidad y la necesidad de impulsarla y profundizarla; ‘su acción ahora debe encaminarse a la USRACH para oponer a la represalia política, de un extremo al otro del país, una organización fuerte y respetada’. Siguiendo esta línea, el 11 de noviembre el Comité Ejecutivo Nacional de la Asamblea Nacional de Asalariados puntualizó en un manifiesto que la USRACH ‘ya es una fuerza y ha de ser cada vez más poderosa hasta que no deje ni vestigios del poder burgués’.






Sobre la base de estas ideas expuestas (…) un grupo de elementos de las capas medias (…), formuló el propósito de crear la USRACH con el carácter de un partido que integrara elementos obreros dispersos que había en el país con elementos de las capas medias y de la pequeña-burguesía. El Partido Comunista, en cambio, sostuvo que debía ser una especie de alianza, frente o coalición de fuerzas populares que, sin fusionarse, tuvieran un alto grado de cohesión. No fue posible conciliar ambos criterios. Así la USRACH nació como un nuevo partido político popular.






La USRACH surgió con los caracteres inconfundibles de una agrupación reformista. Descalificaba concepciones de origen liberal-burgués con tintes socialdemócratas como los que servían de sustento ideológico al Partido Demócrata, desconocía o hacía caso omiso del marxismo, que inspiraba al Partido Comunista; en cambio, preconizaba un ideario fuertemente impregnado de anarco-sindicalismo(…). Eugenio González Rojas, entonces joven ideólogo del movimiento, afirmaba: ‘Somos, pues, enemigos declarados e irreductibles de las Cámaras Políticas, del actual sistema de sufragio y de los partidos existentes, desde el Conservador al Comunista. No queremos que se continúe la práctica mentirosa de elegir ‘representantes del pueblo’…El pueblo como fuente suprema de derecho público no existe. Lo que existe, en realidad, es un conglomerado viviente de fuerzas sociales, que es necesario coordinar en provecho de la prosperidad nacional, en una agrupación permanente de intereses que es imprescindible encauzar dentro de una severa justicia. Es por eso por lo que propiciamos la constitución de una Cámara Funcional, formada por delegados de todas las actividades vitales de la sociedad, elegidos por las respectivas organizaciones sindicales.’






En acuerdo con estos principios, la USRACH estableció en la Convención celebrada entre el 26 y el 29 de septiembre de 1926, que su finalidad era ‘combatir el régimen capitalista de producción y organización actual del Estado y procurar el advenimiento de una sociedad fundada en la cooperación y el sindicalismo. Propicia la liberación económica de los asalariados mediante la socialización de los medios productores y la transformación de las instituciones políticas y administrativas del Estado en organismos funcionales a base gremial. Sostiene que la realización de estas aspiraciones no será posible mediante la dictadura de una clase en la dirección del Estado, sino por la organización sindical de las fuerzas productoras y por la capacidad técnica y moral de los individuos. Consecuentemente con estas declaraciones, el Partido de los Asalariados propiciará la integridad del sindicato.’






De las descritas posiciones, la USRACH derivó hacia una posición política cada vez más coincidente con el ideario fascista, con lo que en Chile se dio un fenómeno similar al de otros países. De ahí que en un manifiesto publicado el 5 de marzo de 1927, su directiva expresara: ‘Repudiamos las Cámaras Políticas por ser organismos retardatarios e ineficaces. No es posible esperar que los partidos y los parlamentos modifiquen sus procedimientos ajustándose a la moral social y a la convivencia pública. La podredumbre afecta las raíces mismas del sistema. Es necesario ir francamente a la organización corporativa del Estado.’






En la práctica la USRACH coincidió con la argumentación básica manejada por Carlos Ibáñez entre octubre de 1926 y mayo de 1927, con lo cual -de hecho- concurrió a pavimentar el camino a la dictadura; se negó a hacer causa común con el Partido Comunista y el movimiento obrero para enfrentar los peligros representados por la instauración de un régimen dictatorial. Pero no sólo eso: en mayo de 1927 contribuyó a la elección de Ibáñez como Presidente de la República.






La USRACH tuvo, en realidad, una vida efímera y muy escasa significación; representó la tentativa de un conjunto de elementos pertenecientes especialmente a las capas a medias, por constituir un partido de trabajadores de carácter francamente reformista, inspirado en una ideología anarcosindicalista con fuertes ingredientes ideológicos fascistizantes. Su importancia radica en que constituyó una de las raíces –relativamente lejanas- del Partido Socialista de Chile; en efecto, muchos de sus militantes concurrieron, con posterioridad al 26 de junio de 1931, a formar diversas agrupaciones que se fusionaron entre sí (…) para fundar, en 1933, el Partido Socialista de Chile.”







Hernán Ramírez Necochea. Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Editorial Progreso. Moscú 1984. Capítulo VI: Fracaso del reformismo burgués y dictadura (1924-1931). 4. Desarrollo de tendencias reformistas en el movimiento obrero. Págs. 182 a 185.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Elecciones municipales. Mucho ruido, ¿pocas nueces?



Francisco Goya y Lucientes. El aquelarre


El fin de semana se llevaron a cabo las esperadas elecciones municipales. ¿Cuáles son los datos que deja? 

Primero, una altísima abstención; en segundo lugar, el triunfo de la derecha en municipalidades importantes del país, y especialmente de la RM; la superioridad de la NM en la elección de concejales frente a la derecha; la aparición de nuevos lideres y referentes, tanto en concejales como alcaldes en comunas emblemáticas como Macul y Valparaíso.

Ante este resultado, las reacciones han sido profundamente destempladas. Ello, probablemente, por la ansiedad que provoca la cercanía de la elección presidencial y parlamentaria y el significado que todo el mundo le atribuyó a esta elección desde ese punto de vista.

En efecto, la elección municipal fue puesta como un hito para definir lo que muchos llamaban “un cambio de rumbo”, un “giro político” y términos por el estilo. 

En resumidas cuentas, toda la alharaca en torno al resultado de las elecciones municipales, tiene su explicación en que debía haber determinado las condiciones en que todos los sectores políticos enfrentarían lo que resta del actual período presidencial y la fuerza que tienen para proyectarse.

La derecha celebra el triunfo en comunas importantes, como Punta Arenas, Santiago y Providencia pero omite que en concejales apenas subió tres o cuatro puntos y que todavía está lejos del cincuenta por ciento que necesitaría para disputar el gobierno en una próxima elección presidencial. 

Dichos triunfos se dan, como han señalado dirigentes de la NM y del Gobierno, por desorden e indisciplina de la coalición oficialista, errores en la conducción del gobierno y en su relación con la coalición. Pero también por una incapacidad de generar recambios y por el contrario, presentar candidatos deagastados, más identificados con la política de los años noventa que dirigentes jóvenes y con  ideas nuevas; ex ministros, ex diputados o alcaldes octogenarios que iban a la reelección.

Ciertamente Piñera aparece como el articulador del supuesto triunfo y si como dice el viejo y conocido refrán “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, aparentemente, no tiene contendores de peso en su sector. Para RN y la UDI ser los partidos más votados, es un balón de oxígeno que probablemente los va a mantener unidos y con vida por un tiempo más, pero es difícil predecir todavía lo que vaya a pasar con ellos.

En el caso de la NM, la interpretación del resultado del domingo tiene que ver con las disputas por su dirección en lo que resta del período de la presidenta Bachelet. Todo el coro de liberales y viudas de la transición pactada se ha levantado para llamar al orden; poner freno al ímpetu reformista, volver a la moderación, las reformas bien hechas -o sea, inocuas- y dedicarse a administrar en lo que resta de este gobierno.

Rossi, Walker, Zaldívar, Ottone y Tironi; el conocido columnista de El Mercurio Carlos Peña, todos lo han hecho con un entusiasmo que raya en la sobreactuación, considerando los resultados del domingo.

Sin embargo, tampoco las fuerzas de izquierda y más comprometidas con la implementación del programa y el éxito del Gobierno de la Presidenta Bachelet ha logrado un triunfo que le permita imponerse en la dirección del gobierno.

La explicación más probable está en los ochocientos mil electores que no asistieron a las urnas. Es ese el fenómeno que más debiera preocupar a los partidos, dirigentes sociales y políticos comprometidos con los cambios. De hecho, su resultado en concejales tampoco es bueno.

Esto es probablemente expresión de un descontento que no tiene dirección política; de una desafección con la institucionalidad vigente que no se expresa en objetivos ni propuestas y que no se identifica con ninguno de los partidos de la NM. 

El surgimiento de fuerzas y liderazgos políticos de izquierda fuera de la NM, como en el caso del triunfo del Movimiento Autonomista en Valparaíso es una excelente noticia. Pero tampoco logra capitalizar esta desafección y como en el resto del espectro político, esta elección debiera servirle para sacar conclusiones.

De hecho, poco antes de la elección, el académico de la Universidad de Chile, Carlos Ruiz E., se había separado del sector del diputado Boric, precisamente por su apreciación de que incursionar en la lucha política e institucional era un error o incluso una deformación del proyecto autonomista original. 

Claramente se equivocó a menos que pretenda seguir reuniéndose en pequeños círculos de intelectuales y de activistas sin capacidad de incidir en nada. En el caso del Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, algo parecido, con el agravante de que lo hace en un lenguaje tan soez que se descalifica a sí mismo.

Entonces qué deja la elección municipal. Ciertamente un escenario de mucha dispersión. La expresión de un descontento vago y abstracto.

Un escenario peligroso ciertamente, de mucha incertidumbre a no ser que se le de una dirección. La que no es otra que la de completar las reformas pendientes de esta administración. En segundo lugar, la unidad de la izquierda y de todas las fuerzas comprometidas con dichos cambios: tanto la que está dentro como más allá de la NM.



jueves, 6 de octubre de 2016

La cultura dominante y la lucha política





Hieronymus Bosch, El jardín de las delicias

En la cultura es donde radica, hoy por hoy, el mecanismo más poderoso del sistema dominante para impedir su reforma.

Dicha cultura se manifiesta a través del individualismo, que es una de las características más importantes del liberalismo imperante desde los años noventa. 

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el apoliticismo; la búsqueda de la satisfacción inmediata a partir de la iniciativa individual, nunca colectiva. 

Aun planteándose problemas compartidos por cientos y miles de individuos, la búsqueda de dicha satisfacción no es vista más que como la posibilidad de que esos cientos y miles y millones de individuos la obtengan, en el mejor de los casos, simultáneamente pero nunca como resultado de una acción motivada en un proyecto común de sociedad.

En sus versiones posmodernas se expresaba por una parte en el repertorio de problemáticas comúnmente denominadas, en los noventa del siglo pasado, "emergentes", las que no tendrían vínculos orgánicos o estructurales entre sí. De esa manera, la politización de esas luchas estaba sujeta, y lo sigue estando, a la buena intención de algún actor político.

El discurso y propuesta autonomista ha tratado de llenar este vacío transformando esta característica estructural del modelo de dominación vigente, en una forma de construir movimiento social

Sin embargo, a más de veinte años, parece que esos intentos solamente han servido para la reproducción y sobrevivencia de pequeños colectivos de izquierda y ni un solo sujeto social.

De hecho, movimientos sociales se seguirán formando y desapareciendo espontáneamente, por las innumerables contradicciones que va generando el capitalismo como forma de dominación y cultura, en todos los ámbitos de la vida social.

En efecto, la primacía de lo individual por sobre lo colectivo, conlleva una permanente conflictividad y opone constantemente al individuo o a grupos de individuos particulares, con el orden social vigente generando movimientos sociales autónomos por todas partes.

Difícilmente algún sector político podría arrogarse su paternidad y representatividad. Hacerlo, de hecho, constituye una contradicción en esencia del planteamiento autonomista y podría explicar también las dificultades de este sector de incursionar en la lucha política e incidir más decisivamente en ella.

En tercer lugar, el nomadismo cultural, como se le ha llamado, que no es otra cosa que la primacía de la “particularidad” por sobre lo colectivo, lo que se expresaría en desarraigo, falta de identidad y débiles vinculaciones con cualquier grupo. Luego, por ese permanente deambular de los individuos entre diversas identidades culturales, lo difuso de las fronteras entre una y otra, y por su inestabilidad. 

Esta característica de la subjetividad bajo el neoliberalismo, ha sido reivindicada incluso por las estéticas posmodernistas, por el diseño, la publicidad y los medios de comunicación de masas. Al mismo tiempo, sin embargo, se presentan como un verdadero dolor de cabeza para el diseño de políticas educacionales y de inclusión social en los marcos del sistema neoliberal.

Carlos Marx, hace ya casi doscientos años, señalaba que la contradicción fundamental de la sociedad capitalista es la que existe entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de lo producido por el trabajo humano. Los seres humanos entran en relación por lo tanto sólo en función de intercambiar lo que unos poseen y otros necesitan y no poseen. Luego, por la primacía del valor de cambio por sobre el valor de uso. 

Esto bajo el predominio del neoliberalsimo, ha llegado a extenderse hasta el paroxismo y a todos los ámbitos de la vida social y la cultura. Desde la producción de bienes materiales, productos tecnológicos y manufacturas de gran sofisticación hasta conocimiento, ciencia, tecnología y obras de arte.

Todo lo producido en nuestras sociedades no se concibe sino sólo como resultado del esfuerzo individual, o el de colectividades particulares, una etnia; un grupo etario o generación; pequeñas identidades regionales, culturales y sobre todo clases sociales, que intercambian entre sí todo tipo de productos:  materiales, estéticos, tecnológicos, informaciones y así hasta el infinito.

O que entran en conflicto por la contradicción inherente a la sociedad y que consiste en su tendencia inevitable a integrar y socializar en función de valores privados o de una clase social, con exclusión de los de toda la sociedad, obligando, a su vez, a los individuos y a dichos grupos sociales a entrar en una relación exclusivamente mercantil.

Ello, generando desigualdad, exclusión, desarraigo y conflictividad social en forma permanente.

La lucha contra el modelo, es finalmente una lucha contra esa cultura que pone el interés privado por sobre el colectivo; que desarticula, que hace de la vida social, la reunión de un montón de fragmentos; una cultura que se basa en el intercambio entre individuos o grupos de individuos única y exclusivamente motivados por la satisfacción de sus necesidades particulares y no por el interés colectivo.

Difícilmente, eso se puede hacer a partir, precisamente, de la reivindicación de la autonomía de lo particular; ignorando las complejas relaciones entre lo particular y lo general, la lucha social y la lucha política o poniendo entre ambas, una barrera infranqueable y reivindicando precisamente esas fronteras entre lo local y lo nacional, lo particular y lo general, lo social y lo político como naturales.

Colocando las reivindicaciones más maximalistas y radicales  como las únicas consecuentes y legítimas pues el sistema, de acuerdo a este naturalismo de lo social, impediría la realización de cualquier conquista social o política. Obviamente, más de cien años de historia de luchas obreras y populares desmienten esta visión tan ingenua.

Tampoco se puede hacer sembrando la desconfianza en quienes intentan organizarse, plantearse proyectos colectivos de cambio global e incursionar en la lucha política, sean sindicatos, centros de estudiantes, partidos, colectivos y/o juventudes políticas. 

Para que haya un verdadero cambio cultural debe haber un cambio en nosotros mismos y combatir desde lo que somos esa desconfianza, esa desesperanza aprendida por décadas de dominación política, social y cultural. 





viernes, 16 de septiembre de 2016

A propósito de Salazar



Arturo Gordon. "La huelga"


Por estos días, el premio nacional de historia, Gabriel Salazar, ha vuelto a estar en titulares de diarios electrónicos de izquierda.

Esta vez por declaraciones que podrían interpretarse como un dislate de intelectual distraído u ocupado de cosas más sublimes que la contingencia.

Pero como dice el compañero Nicolás Valenzuela, de RD y que publica una opinión critica de Salazar en eldesconcierto.cl, precisamente porque se adentra en la coyuntura y da opiniones políticas, sus afirmaciones generan polémica incluso entre sus epígonos y admiradores.

Pero ¿se puede hacer esta diferencia? ¿Son efectivamente las opiniones académicas y teóricas tan inocuas o diversas en relación con la coyuntura y los acontecimientos políticos? ¿No se deducen de ellas consecuencias, actuación práctica o inciden en la contingencia?

Incluso, ¿no son en sí mismas juicios acerca de la realidad actual, aun cuando traten de temas pasados, como la formación del Estado y los movimientos sociales, conflictos políticos y sociales que han incidido en la conformación de la actualidad también?

Obviamente que no, excepto para el pensamiento conservador.

Lo que Valenzuela llama el "aspecto binario del planteamiento de Salazar" es en realidad su núcleo. Toda su concepción de la historia de Chile gira en torno al binomio movimiento social/clase política.

El primer término representaría la pureza, la esencia de lo popular, en última instancia, de la verdad del pueblo y el segundo, una suerte de coartada de oportunistas que provienen de la oligarquía devenida en clase media, que indefectiblemente traiciona al pueblo.

Todo ello como si se tratara de dos extraños que se topan de manera fortuita en alguna esquina de la historia y no como sujetos conformados mediante interacciones entre clases, instituciones y movimientos sociales, a través de contradicciones, acuerdos, rupturas y transacciones de diverso tipo.

Este "aspecto binario" entonces, no es solamente una característica de sus opiniones políticas. Es lo que él piensa y difunde a través de libros, charlas e intervenciones políticas también.

Sus recetas, por todo lo dicho hasta aquí, no son entonces desaciertos que se puedan despachar rápidamente como una extravagancia o un error disculpable por su condición de historiador.

Decir que lo que se necesita es que autónomamente el movimiento social se conforme en poder constituyente desde abajo -que según él es lo que estaría pasando en la actualidad para desgracia de la “clase política”-  en función de producir los cambios reales algún día, no constituye ninguna posición ni propuesta.

En el mejor de los casos expresa una aspiración o incluso, la esperanza de que alguien lo esté haciendo por él, lo que además es de un oportunismo supino. 

Ahora bien, el que se despachen tan rápidamente sus opiniones políticas como errores comprensibles o tolerables por sus aportes historiográficos pasa por alto, justamente, el sentido de la historia y las ciencias sociales.

Pues ¿qué sentido tienen si dichas teorías no son aplicables a la realidad, pues no nos permiten ubicarnos en ella ni definir una posición y actuar en conformidad? 

En realidad, expresan posiciones conservadoras en tanto se justifican a si mismas y no tienen otra finalidad que encajar formalmente en un cuerpo de ideas muy bien entrabadas lógicamente. 

Este conservadurismo puede manifestarse, por ejemplo, en una visión romántica de lo social, del pueblo o lo popular que siempre ha devenido en posiciones reaccionarias y manifestaciones de fanatismo irracional.

O en un oportunismo doctrinario que consiste en asignarle a la teoría un rol de mero legitimador de posiciones políticas, en este caso sectarias y maximalistas.

Obviamente, no se puede endosar a Salazar la responsabilidad por el sectarismo y el anticomunismo de algunos sectores políticos presentes en el movimiento social, pero las legitiman académicamente y leyendo sus entrevistas e intervenciones en los medios, ya casi ni siquiera se preocupa de expresarlas en un lenguaje académico.

Decir que la movilización social no ha servido de nada o que son todos iguales; que un dirigente social cuando se hace "diputadito" se convierte en un tránsfuga o criticar a quienes están haciendo esfuerzos por constituir alternativas políticas, como RD o el Movimiento Autonomista, es una irresponsabilidad política y también teórica.

No se pueden defender posiciones de izquierda, y al mismo tiempo disculpar el oportunismo, diciendo que las opiniones políticas son distintas que las argumentaciones teóricas, como si fueran verdades puras ubicadas en el un más allá de ideas trascendentes.












sábado, 13 de agosto de 2016

Sistema de AFP y crisis institucional

Pandemonium. Georg Grosz



Ciertamente motivos por los cuales protestar sobran y es difícil- ha sido difícil- para todos los interesados en el cambio social y político, determinar por cuál partir. Como era de esperar, aunque demoró un poco más de lo que todos suponían el 2011, el tema de las pensiones se convirtió en la segunda bandera de masas descontentas con el abuso y la desigualdad, tras la consigna no más AFP. 

Bajo el gobierno de Piñera las grandes movilizaciones estudiantiles, como siempre ha sido, abrieron las compuertas para la aparición de muchos otros malestares y alimentó, simultáneamente, la gran ola de protesta y descontento, por diversos temas: la destrucción del medioambiente en beneficio de grandes proyectos energéticos, las privatizaciones, los bajos salarios y la precariedad laboral, en el sector público y también en el privado. A inicios del gobierno de la Presidenta Bachelet, por el fin de las concesiones hospitalarias.

Lo más interesante de todo, es que pese a la desconfianza y las vacilaciones de sectores que han preferido esperar a ver cómo evolucionan las reformas impulsadas por el gobierno, éstas han abierto un escenario de contradicciones difíciles de resolver mediante un acuerdo que deje a todos, aunque sea parcialmente, satisfechos: en educación escolar y superior, en materia laboral, en energía; en materia constitucional.

Efectivamente, el deterioro de las expectativas y la legitimidad del sistema son el problema principal de nuestra sociedad hoy por hoy y esta enorme ola de descontento social que la atraviesa subterráneamente, está triturando la herencia de la transición, entre ellas el sistema previsional. Ese es el motivo por el cual, salen a protestar miles y miles de personas. 

Difícil de predecir, ciertamente; pero se trata del resultado de años de crítica al sistema de pensiones por parte de la izquierda y las organizaciones sindicales, del estado de crispación de la sociedad originadas por las contradicciones del modelo, no de un rayo en un cielo despejado.

Se trata de una ola de descontento que, tal como ocurrió bajo el mandato de Piñera, está alimentado por diversos motivos y reivindicaciones que se cruzan unas a otras: movilización estudiantil por la reforma educacional; procesos constituyentes de base; dos paros nacionales convocados por la CUT en el marco de la reforma laboral; movilización de los profesores y profesoras por la carrera docente; debate ideológico agudo motivado por las leyes de inclusión y desmunicipalización del sistema escolar; la despenalización del aborto en tres causales y el Acuerdo de Unión Civil.

Ni la derecha ni los liberales, realizan alguna reflexión acerca de las causas de este descrédito de sus ideas y su obra de los noventa, lo que sería negarse como clase e ideología. Por el contrario, insisten en las mismas recetas de entonces; introducir regulaciones muy acotadas al funcionamiento del modelo y buscar afanosamente un acuerdo en torno a ellas.

A inicios del gobierno de la Nueva Mayoría, un connotado intelectual liberal, presidente del CEP por ese entonces, Arturo Fontaine Talavera, lo resumió en una frase: "el diablo esté en los detalles". Sin pronunciarse acerca de los objetivos de una reforma al sistema de pensiones, excepto un enunciado de buenas intenciones, el problema para la derecha y los liberales como Velasco y otros, está en cómo realizar ciertos ajustes en su funcionamiento. 

Esta obsesión por los detalles, los intersticios y los matices, que caracterizó por ejemplo la dirección de la DC durante todo el período de Ignacio Walker y el de sus senadores, aunque no sólo de este partido ni de esa bancada, es lo que expresan las sinuosas maniobras del ex ministro Jorge Burgos, el debate por la candidatura presidencial de Ricardo Lagos, y todo lo más granado del liberalismo concertacionista. 

Ponerse por encima del debate de los objetivos de la reforma y las contradicciones sociales y de clase, para reducir todo a una crisis de las instituciones y no de los valores, los principios que inspiran al modelo, preparando así una solución superficial que los deje intactos.

Los anuncios hechos por la Presidenta de la República en materia previsional y su llamado a un gran acuerdo nacional al respecto, no van a resolver el problema en forma definitiva. Ni siquiera es tan claro que al aumento en un 5% de la cotización con cargo al empleador, deje a todo el mundo conforme porque se sigue y se seguirá debatiendo, si el sistema de capitalización individual es compatible con algún grado de reparto y por consiguiente qué hacer con él.

Es exactamente contra lo que se han planteado ya la derecha, las organizaciones empresariales y Libertad y Desarrollo.

Es el mérito de los anuncios presidenciales; la resolución definitiva al problema de las pensiones en el país, va a ser cuando tengamos un sistema solidario y de reparto, para lo cual necesitamos otra constitución, sindicatos más fuertes y politizados; un parlamento realmente representativo de la voluntad popular y especialmente partidos de izquierda poderosos, con capacidad de movilizar y conducir grandes masas en forma unitaria.



Una marcha, dos, tres marchas para acusar a otros de no hacer lo que nosotros quisiéramos, no bastan para derrotar definitivamente al sistema de AFP, como la han llamado algunos "la caja negra del modelo", y lo que es peor, puede pavimentar la vuelta de los nostálgicos de la transición pactada y los años gloriosos de la globalización neoliberal.

viernes, 27 de mayo de 2016

La lenta agonía de la transición

Theodor Guetricault. La balsa del Medusa



En 1992, el entonces Presidente de la República, Patricio Aylwin Azócar, decretó el fin de la transición. Poco más de diez años después, en su particular estilo, el ex presidente Ricardo Lagos, firmó la reforma constitucional que acabó con los senadores designados y vitalicios, con el Consejo de Seguridad Nacional y modificó la composición y atribuciones del Tribunal Constitucional, también como si fuera el fin de la transición.

Pese a ello, la democratización del país y la superación de las desigualdades siguen siendo materias pendientes en nuestro país e incluso más urgentes que entonces. En materia de Derechos Humanos, el Informe Rettig y la Mesa de Diálogo, tampoco pusieron fin a la búsqueda de verdad, justicia y reparación de las víctimas de la represión y sus familiares.

Los acontecimientos recientes del país, desmienten efectivamente que la transición haya terminado. El fallo del Tribunal Constitucional que echó por tierra la reforma laboral aprobada por el Congreso, aparentemente sin posibilidad de volver a ser repuesta a no ser que se cambie la Constitución -es decir después de la transición- así lo demuestra.

El que recién veinticinco años después de la dictadura haya partido el proceso la desmunicipalización de la educación escolar; que el sistema de AFP’s sea apenas objeto de una pequeña regulación que es la creación de una AFP estatal -lo que está lejos de resolver el carácter mercantil del sistema de pensiones que nos rige; el que no haya sido derogada aún la Ley reservada del cobre; que esté pendiente aún el enjuiciamiento de los violadores de Derechos Humanos y el que, paradójicamente, los que se encuentran cumpliendo penas por sus atroces crímenes,  sean  objeto de peticiones de clemencia y consideraciones humanitarias, también lo confirman.

Son muchas más las tareas pendientes de la transición, dependiendo del punto de vista político y el lugar que se ocupe en la sociedad desde el que se la evalúe, por cierto. Pero lo que resulta indesmentible, es que la posibilidad de que las instituciones políticas, económico sociales, la cultura y valores sobre las que se constituye nuestra sociedad, puedan cambiar en el marco de lo acordado a fines de la dictadura militar, es imposible.

Es precisamente esa la razón para que haya sido el enorme movimiento de masas que se desarrolló durante el gobierno de Piñera, el que abriera las puertas a una transformación. Y es aparentemente, lo que está pasando en la actualidad.

Esta enorme ola de descontento social que atraviesa subterráneamente a la sociedad, está triturando silenciosamente la herencia de la transición; sus primeras víctimas propiciatorias fueron la Concertación y la Alianza por Chile, y en la actualidad los partidos que las conformaban. Bajo el mandato de la Presidenta Bachelet, el sistema binominal mayoritario, piedra angular del acuerdo que sostuvo la estabilidad política de los noventa.

Los casos de corrupción conocidos; la relación promiscua entre los negocios y la política, entre intereses empresariales y el poder, comienzan además a corroer la escasa legitimidad de la que gozaba. Financiamiento ilegal de campañas; de partidos políticos, cohecho en la aprobación de leyes que benefician a un puñado de empresas y que perjudican a millones de chilenos, comienzan a pasarle la cuenta a la transición.

Lo que presenciamos, se asemeja mucho al gobierno de Piñera; descontento social por doquier; desprestigio de las instituciones; dispersión política; todo ello en el marco de una situación de desaceleración de la economía y el retroceso de procesos de cambio en América Latina que hacían augurar un mejor futuro para nuestros pueblos; y por el contrario, el avance de la derecha en todo el continente.

Ciertamente, el escenario es delicado y uno de los riesgos más grandes, hoy por hoy, es el aventurerismo político, hijo putativo del diletantismo y las excentricidades teóricas. Los estertores de la transición son el resultado de sus propias contradicciones, contradicciones de clase que la institucionalidad política, económico social; educativa y cultural se demuestran incapaces de procesar y resolver en un sentido progresista.

La ola de descontento, no significa necesariamente que la transición vaya a tener un final feliz. Sobre toda América Latina se cierne el peligro de la reacción. Las primeras medidas tomadas por los gobiernos de Macri en Argentina y Temer en Brasil no dejan dudas de su carácter de clase y la agresividad de su ofensiva.

Chile no es, no será la excepción. Y el descontento no es sinónimo de progreso o revolución. Puede ser incluso el caldo de cultivo para el surgimiento de los populismos de la peor especie. La espontaneidad, un aliado del irracionalismo y la consigna “que sea vayan todos” la excusa perfecta para el fascismo.  






domingo, 24 de abril de 2016

El lugar del arte en la escuela

Pieter Brueghel el viejo. El baile nupcial

“El juego no es la vida corriente o la vida propiamente dicha. Más bien consiste en escaparse de ella a una esfera temporaria de actividad que posee su tendencia propia (….) El juego se aparta de la vida corriente por su lugar y su duración. Su estar ‘encerrado en sí mismo’ (…) agota su curso y su sentido dentro de sí mismo (…) Dentro del juego existe un orden propio y absoluto. He aquí otro rasgo positivo del juego: crea orden, es orden.”

Johan Huizinga

En más de una ocasión se ha señalado la similitud o el paralelismo entre el juego y la fiesta con el arte. Durante el siglo XX, poniendo el énfasis en su carácter supralógico, irracional, imaginativo, todo ello como una manera de enfatizar su carácter libre, creativo, singular.

Las investigaciones acerca del arte primitivo e infantil apuntaron precisamente en esta dirección y sirvieron de argumentación a estéticas expresionistas, como el informalismo, el action-painting, el Grupo Cobra y en los años ochenta del siglo pasado al posmodernismo representado en movimientos como la transvanguardia italiana.

En la pedagogía, estas estéticas sirvieron de fundamento a una concepción de la enseñanza que valora el carácter singular de la creación infantil y la libertad como fuente de la creatividad, liberando las didácticas de la pesada carga de academicismos y moldes prestablecidos.

En este sentido, dichas estéticas tienen el valor de haber relevado al niño y al adolescente como sujeto creador y sus derechos. Los estudios de Víctor Lowenfeld, por ejemplo, dan cuenta de este enfoque de derechos basados en dichas estéticas.

La extensión de este expresionismo pedagógico, por llamarlo de algún modo, llevaron a la enseñanza de las artes hasta un punto en el que, como todo es creación, libertad, ausencia de reglas prestablecidas y moldes estéticos y del gusto, lo social desaparece; también el curriculum y finalmente el mismo arte.

La didáctica se limita a la facilitación de ciertas condiciones físicas que reducen el tiempo y el espacio a un individualismo radical para el despliegue de una creatividad supuestamente inmanente que encuentra explicaciones en una filosofía de tipo fenomenológica, y que invisibilizan el carácter social de los procesos creativos en arte y en educación.

El parentesco entre juego y arte, sin embargo, también es importante porque en su analogía, podemos encontrar los fundamentos de una pedagogía artística entendida como el momento en que se releva un espacio y un tiempo particular para la creación y la elaboración de sus propias reglas. Por lo tanto, para la elaboración  de unas convenciones acerca de lo conocido; una toma de posición frente al mundo expresada en creaciones visuales, sonoras, literarias y kinestésicas.

Se trata de un acontecimiento que aun conteniendo en sí la totalidad de lo social y la concepción del mundo dominante en su época y espacio, se actualiza en la singularidad de un momento y un lugar determinado en la que el sujeto creador dialoga con la sociedad y consigo mismo; pone a prueba las convenciones sociales; entra en contradicción con ellas o las ajusta a su propia cultura, valores y concepción del mundo o el de su grupo social de origen.

No hay ni puede haberlos fuera de lo social, o sea fuera de la escuela así como no los hay si no existen instituciones como centros de extensión cultural; museos y galerías; un debate, una problematización como el que desarrollan las escuelas de filosofía y estética y la crítica especializada.

Ni hay arte ni hay educación artística fuera de ese espacio y tiempo singular. De ahí que el arte y los procesos de creación artística ocupen un lugar cada vez más importante en el curriculum escolar durante el siglo XX y se le asigne unos contenidos y un tiempo determinados en el Plan de Estudios  .

La creatividad no es una carrera solitaria del sujeto creador en medio de la nada y que no tiene propósito alguno. Es algo que han señalado incluso muchos artistas en sus diarios, entrevistas y hasta en  escritos teóricos de gran interés. Kandinsky, Mondrian, Matisse, Tapies, entre otros. La estética y la historia del arte, por lo demás, relevan cada vez más los aspectos lingüísticos y comunicativos en los procesos creativos.

Es algo a tomar en cuenta en la reforma educacional en curso. 




martes, 29 de marzo de 2016

La situación actual ¿Qué es lo que está pasando?





Mario Sironi. Paisaje urbano con chimeneras




Todos los artículos, columnas de opinión, declaraciones de dirigentes políticos de derecha y liberales, líderes empresariales e intelectuales conservadores, tratan la desconfianza y el deterioro de las expectativas y legitimidad como el problema principal de nuestra sociedad hoy por hoy. En estos días, a través de un documento suscrito por cincuenta personalidades entre las que se cuentan ex ministros del gobierno de Piñera y también de la Concertación.

Ello en medio de los escándalos por los casos de colusión de las empresas que entre otros han tenido como efecto, la salida de Eliodoro Matte del CEP, del directorio de la CMPC y la CPC y de Hernán Büchi, del de SQM. Hay que agregar a esto, el escándalo que protagoniza el otrora prohombre de la UDI Pablo Longueira quien habría actuado en el trámite de la ley del royalty como recadero de dicha empresa en la redacción de la ley.

Los líderes en cuestión, precisamente los responsables del diseño y construcción de nuestra sui generis democracia y el sistema económico y social que nos rige desde inicios de los años noventa, señalan a grandes rasgos, la desconfianza en las instituciones; en la empresa privada; las críticas al lucro -ergo, de la competencia- como factor del crecimiento y la creación de empresas y por tanto de fuentes de trabajo; del mercado como asignador de bienes y servicios.

Lo que estos diagnósticos señalan entonces, es un desajuste entre el sentido común dominante o lo que es lo mismo, la ideología dominante y la subjetividad del chileno promedio: entre lo que dice el discurso público y lo que siente el ciudadano de a pie. Prueba de ello es la masiva movilización convocada por la CUT el 22 de marzo. Cien mil personas marchando por las calles de Santiago, según cifras entregadas por la central, unas quinientas mil a nivel nacional. El silencio de la prensa al respecto, incluidos medios supuestamente “alternativos”, fue escalofriante.

Escalofriante es además que no se diga nada acerca de los motivos de esta movilización: por el contrario, en los medios abundan las campañas de educación previsional a cargo de las mismas empresas -las AFP’s- cuestionadas por toda la ciudadanía y contras las cuales marcha. O que la derecha, representada por Chile Vamos, referente en el que e halla lo más granado de los políticos coimeados por PENTA y SQM -aunque no los únicos- tenga la impudicia de acusar politización del proceso constituyente y muy sueltos de cuerpo, declarar que no participarán de dicho proceso. Cuando las encuestas y la calle el día 22, señalan que el país entero quiere otra constitución y que ese es precisamente un tema político.

Ciertamente ni la derecha ni los liberales, realizan alguna reflexión acerca de las causas de este descrédito de sus ideas y su obra de los noventa, lo que sería negarse como clase e ideología, aunque sí señalan tibiamente la necesidad de castigar los comportamientos impropios, reñidos con la moral y la fe pública -¿cuál moral? ¿cuál fe pública?, obviamente la misma que los llevó a hacer la vista gorda con los crímenes de Pinochet pero no tener escrúpulos para señalarlo con el dedo por sus latrocinios-.

Solución: buscar una salida de tipo bonapartista, un líder que esté por sobre el bien y el mal; por sobre las rencillas de clase, carismático y con autoridad (o sea, autoritario), que no es otro que Ricardo Lagos por el momento. Quizás no el único aunque sí el mejor posicionado. El senador Ossandón tal vez. El piñerismo está golpeado y sus vínculos con los negocios lo hacen un rival muy débil en cualquier escenario electoral.

El punto para la izquierda es cómo hacer de este desajuste entre el sentido común y las aspiraciones de cambio de nuestra sociedad una fuerza política y de masas con capacidad de disputar el poder, de producir reformas y ponerse a la cabeza de un proceso que reponga los cambios en América Latina mientras el imperialismo y la derecha hacen lo posible por retrotraer la situación a los oscuros años noventa del siglo pasado.

Y si el problema que señalan correctamente los liberales y los conservadores a través de sus dirigentes intelectuales, empresariales y políticos es una crisis cultural, es porque sus medios, pese a la capacidad que todavía ostentan de invisibilizar cualquier cuestionamiento político por tibio que sea a su sistema, cualquier atisbo de protesta social, son incapaces de seguir modelando la opinión pública y determinando el comportamiento social, a lo menos no en el largo plazo.

La solución bonapartista depende pues sólo de la capacidad o incapacidad que tenga la izquierda de movilizar grandes masas. Y si para ello no cuenta con medios de comunicación que le permitan llegar a los millones que llega la televisión, la radio, internet, la prensa escrita que inunda con sus titulares todas las esquinas, es la conversación cara a cara; el volanteo; el mitin relámpago que intentan dar forma y dirección al descontento y la rabia contenida que en otras circunstancias puede terminar en fascismo puro y duro.

Pero para ello se requieren partidos; grandes contingentes de militantes de izquierda que realicen esos volanteos, esas asambleas en barrios y oficinas, las pocas fábricas que quedan. Salir del enclaustramiento.