martes, 29 de marzo de 2016

La situación actual ¿Qué es lo que está pasando?





Mario Sironi. Paisaje urbano con chimeneras




Todos los artículos, columnas de opinión, declaraciones de dirigentes políticos de derecha y liberales, líderes empresariales e intelectuales conservadores, tratan la desconfianza y el deterioro de las expectativas y legitimidad como el problema principal de nuestra sociedad hoy por hoy. En estos días, a través de un documento suscrito por cincuenta personalidades entre las que se cuentan ex ministros del gobierno de Piñera y también de la Concertación.

Ello en medio de los escándalos por los casos de colusión de las empresas que entre otros han tenido como efecto, la salida de Eliodoro Matte del CEP, del directorio de la CMPC y la CPC y de Hernán Büchi, del de SQM. Hay que agregar a esto, el escándalo que protagoniza el otrora prohombre de la UDI Pablo Longueira quien habría actuado en el trámite de la ley del royalty como recadero de dicha empresa en la redacción de la ley.

Los líderes en cuestión, precisamente los responsables del diseño y construcción de nuestra sui generis democracia y el sistema económico y social que nos rige desde inicios de los años noventa, señalan a grandes rasgos, la desconfianza en las instituciones; en la empresa privada; las críticas al lucro -ergo, de la competencia- como factor del crecimiento y la creación de empresas y por tanto de fuentes de trabajo; del mercado como asignador de bienes y servicios.

Lo que estos diagnósticos señalan entonces, es un desajuste entre el sentido común dominante o lo que es lo mismo, la ideología dominante y la subjetividad del chileno promedio: entre lo que dice el discurso público y lo que siente el ciudadano de a pie. Prueba de ello es la masiva movilización convocada por la CUT el 22 de marzo. Cien mil personas marchando por las calles de Santiago, según cifras entregadas por la central, unas quinientas mil a nivel nacional. El silencio de la prensa al respecto, incluidos medios supuestamente “alternativos”, fue escalofriante.

Escalofriante es además que no se diga nada acerca de los motivos de esta movilización: por el contrario, en los medios abundan las campañas de educación previsional a cargo de las mismas empresas -las AFP’s- cuestionadas por toda la ciudadanía y contras las cuales marcha. O que la derecha, representada por Chile Vamos, referente en el que e halla lo más granado de los políticos coimeados por PENTA y SQM -aunque no los únicos- tenga la impudicia de acusar politización del proceso constituyente y muy sueltos de cuerpo, declarar que no participarán de dicho proceso. Cuando las encuestas y la calle el día 22, señalan que el país entero quiere otra constitución y que ese es precisamente un tema político.

Ciertamente ni la derecha ni los liberales, realizan alguna reflexión acerca de las causas de este descrédito de sus ideas y su obra de los noventa, lo que sería negarse como clase e ideología, aunque sí señalan tibiamente la necesidad de castigar los comportamientos impropios, reñidos con la moral y la fe pública -¿cuál moral? ¿cuál fe pública?, obviamente la misma que los llevó a hacer la vista gorda con los crímenes de Pinochet pero no tener escrúpulos para señalarlo con el dedo por sus latrocinios-.

Solución: buscar una salida de tipo bonapartista, un líder que esté por sobre el bien y el mal; por sobre las rencillas de clase, carismático y con autoridad (o sea, autoritario), que no es otro que Ricardo Lagos por el momento. Quizás no el único aunque sí el mejor posicionado. El senador Ossandón tal vez. El piñerismo está golpeado y sus vínculos con los negocios lo hacen un rival muy débil en cualquier escenario electoral.

El punto para la izquierda es cómo hacer de este desajuste entre el sentido común y las aspiraciones de cambio de nuestra sociedad una fuerza política y de masas con capacidad de disputar el poder, de producir reformas y ponerse a la cabeza de un proceso que reponga los cambios en América Latina mientras el imperialismo y la derecha hacen lo posible por retrotraer la situación a los oscuros años noventa del siglo pasado.

Y si el problema que señalan correctamente los liberales y los conservadores a través de sus dirigentes intelectuales, empresariales y políticos es una crisis cultural, es porque sus medios, pese a la capacidad que todavía ostentan de invisibilizar cualquier cuestionamiento político por tibio que sea a su sistema, cualquier atisbo de protesta social, son incapaces de seguir modelando la opinión pública y determinando el comportamiento social, a lo menos no en el largo plazo.

La solución bonapartista depende pues sólo de la capacidad o incapacidad que tenga la izquierda de movilizar grandes masas. Y si para ello no cuenta con medios de comunicación que le permitan llegar a los millones que llega la televisión, la radio, internet, la prensa escrita que inunda con sus titulares todas las esquinas, es la conversación cara a cara; el volanteo; el mitin relámpago que intentan dar forma y dirección al descontento y la rabia contenida que en otras circunstancias puede terminar en fascismo puro y duro.

Pero para ello se requieren partidos; grandes contingentes de militantes de izquierda que realicen esos volanteos, esas asambleas en barrios y oficinas, las pocas fábricas que quedan. Salir del enclaustramiento.



jueves, 10 de marzo de 2016

¿Por qué no se avanza más rápido?



Max Ernst. Las tentaciones de San Antonio

La oposición, producto de los escándalos de corrupción que la sacuden, su falta de proyecto, liderazgos y legitimidad, está sumida en sus luchas intestinas. En efecto, la derecha se halla en un estado de postración e intrascendencia como no se veía desde hace unos cuarenta y cinco o cincuenta años. 

Pese a ello, sin embargo, el programa de gobierno ha logrado abrirse paso sólo en medio de una tenaz resistencia y no sin dificultad. 

Esta dificultad de la Nueva Mayoría de avanzar más rápido y más profundamente en la implementación de su programa,  debe tener pues otra explicación también. 

Como ha quedado de manifiesto en el trámite de la reforma laboral, la oposición pertinaz de una parte de los partidos de la Concertación, que se ha resistido a lo largo de estos dos años de Gobierno a impulsarlas y a sus acuerdos con la derecha, acuerdos en los que se basó la transición pactada. 

Ésta supervivencia de las políticas concertacionistas, no sería posible sino por el hecho de que sus partidos, entre otras cosas, no generaron un recambio, con ideas políticas nuevas.

En efecto, todo el país ha sido testigo de cómo la denominada G-90 fue abandonada por sus progenitores y cómo esta generación de recambio de la Concertación, una vez abandonada y culpada de todos los males que aquejan al gobierno o a lo menos de no haberse hecho cargo de ellos -cuyo chivo expiatorio fue Rodrigo Peñailillo-, es incapaz de oponer una respuesta política a este embate. 

Esta generación no presenta nuevas ideas; y es incapaz de disputar la conducción de sus partidos.

Así las cosas, son viejos cuadros de izquierda y que lucharon contra Pinochet quienes en principio protagonizan la política al interior de los partidos de la vieja Concertación y paradójicamente, enarbolan ideas y propuestas que ponen en entredicho su obra de los años noventa del siglo pasado.

Ello obviamente genera una legítima desconfianza en los jóvenes que crecieron entonces; que protagonizaron la revolución pingüina el 2006 y las masivas movilizaciones del año 2011. En muchos casos se trata de jóvenes que provienen de familias concertacionistas además. 

También trabajadores que protagonizaron las huelgas del subcontrato, deudores habitacionales, ambientalistas, empleados públicos y sectores marginados de la sociedad por motivos de género y etnia durante la transición.

Es probablemente esta fractura generacional y cultural y la falta de recambio, el origen de la dificultad del gobierno de la Nueva Mayoría de avanzar más y más rápido en la implementación de su programa.

Ello porque dicha fractura se basa en la desconfianza y el rechazo -lo que se expresa después en resistencia y críticas abstractas- no en propuestas. Expresión de ello es la incapacidad de nuevos referentes de izquierda y liderazgos políticos de abrirse paso en medio de la crisis de legitimidad del sistema político.

También en el discurso facilón de académicos e intelectuales de izquierda que tienen amplia cobertura en los medios y que presentan las contradicciones, marchas y contramarchas propias de cualquier proceso político, como una demostración de la presunta falta de voluntad política del Gobierno de la Nueva Mayoría de realizar las reformas al sistema contenidas en su programa; de su insuficiencia o en el mejor de los casos, de incompetencia o improvisación y finalmente de su imposibilidad.

A dos años de que termine la actual administración; en medio de la crisis de legitimidad de las bases del sistema neoliberal instaurado por la dictadura y sostenido por la denominada democracia de los acuerdos. Cuando el imperialismo en todo el continente está empeñado en hacer retroceder lo que se ha avanzado en los últimos diez años, mientras que en nuestro país, la derecha está en su momento de mayor debilidad,  es precisamente la unidad del pueblo la clave para avanzar en más democracia, más derechos, más libertades individuales y colectivas. 

Fortalecer la unidad en torno a un programa de reformas urgentes y necesarias por mínimas que sean en lo que resta del período presidencial actual. Quedan la reforma laboral en lo inmediato; la ley de educación pública y la de educación superior; el proceso constituyente. Suficientes tareas como para hacerlo.

Fortalecer también la Nueva Mayoría; ampliándola hacia sectores emergentes de la izquierda y el movimiento juvenil. 

Enriqueciendo su programa con las tareas que no se abordaron en este período, como el cambio al sistema de AFP´s; y una política de comunicaciones y cultura.