Pandemonium. Georg Grosz |
Ciertamente motivos por los cuales protestar sobran y es
difícil- ha sido difícil- para todos los interesados en el cambio social y
político, determinar por cuál partir. Como era de esperar, aunque demoró un
poco más de lo que todos suponían el 2011, el tema de las pensiones se
convirtió en la segunda bandera de masas descontentas con el abuso y la
desigualdad, tras la consigna no más AFP.
Bajo el gobierno de Piñera las grandes movilizaciones estudiantiles, como siempre ha sido,
abrieron las compuertas para la aparición de muchos otros malestares y
alimentó, simultáneamente, la gran ola de protesta y descontento, por diversos
temas: la destrucción del medioambiente en beneficio de grandes proyectos energéticos,
las privatizaciones, los bajos salarios y la precariedad laboral, en el sector
público y también en el privado. A inicios del gobierno de la Presidenta
Bachelet, por el fin de las concesiones hospitalarias.
Lo más interesante de todo, es que pese a la desconfianza y las
vacilaciones de sectores que han preferido esperar a ver cómo evolucionan las
reformas impulsadas por el gobierno, éstas han abierto un escenario de
contradicciones difíciles de resolver mediante un acuerdo que deje a todos,
aunque sea parcialmente, satisfechos: en educación escolar y superior, en
materia laboral, en energía; en materia constitucional.
Efectivamente, el deterioro de las expectativas y la
legitimidad del sistema son el problema principal de nuestra sociedad hoy por hoy
y esta enorme ola de descontento social que la atraviesa subterráneamente, está
triturando la herencia de la transición, entre ellas el sistema previsional.
Ese es el motivo por el cual, salen a protestar miles y miles de
personas.
Difícil de predecir, ciertamente; pero se trata del resultado
de años de crítica al sistema de pensiones por parte de la izquierda y las
organizaciones sindicales, del estado de crispación de la sociedad originadas
por las contradicciones del modelo, no de un rayo en un cielo despejado.
Se trata de una ola de descontento que, tal como ocurrió bajo
el mandato de Piñera, está alimentado por diversos motivos y reivindicaciones
que se cruzan unas a otras: movilización estudiantil por la reforma
educacional; procesos constituyentes de base; dos paros nacionales convocados
por la CUT en el marco de la reforma laboral; movilización de los profesores y
profesoras por la carrera docente; debate ideológico agudo motivado por las
leyes de inclusión y desmunicipalización del sistema escolar; la
despenalización del aborto en tres causales y el Acuerdo de Unión Civil.
Ni la derecha ni los liberales, realizan alguna reflexión
acerca de las causas de este descrédito de sus ideas y su obra de los noventa,
lo que sería negarse como clase e ideología. Por el contrario, insisten en las
mismas recetas de entonces; introducir regulaciones muy acotadas al
funcionamiento del modelo y buscar afanosamente un acuerdo en torno a ellas.
A inicios del gobierno de la Nueva Mayoría, un connotado
intelectual liberal, presidente del CEP por ese entonces, Arturo Fontaine
Talavera, lo resumió en una frase: "el diablo esté en los detalles".
Sin pronunciarse acerca de los objetivos de una reforma al sistema de
pensiones, excepto un enunciado de buenas intenciones, el problema para la
derecha y los liberales como Velasco y otros, está en cómo realizar ciertos
ajustes en su funcionamiento.
Esta obsesión por los detalles, los intersticios y los matices,
que caracterizó por ejemplo la dirección de la DC durante todo el período de
Ignacio Walker y el de sus senadores, aunque no sólo de este partido ni de esa
bancada, es lo que expresan las sinuosas maniobras del ex ministro Jorge
Burgos, el debate por la candidatura presidencial de Ricardo Lagos, y todo lo
más granado del liberalismo concertacionista.
Ponerse por encima del debate de los objetivos de la reforma y
las contradicciones sociales y de clase, para reducir todo a una crisis de las
instituciones y no de los valores, los principios que inspiran al modelo,
preparando así una solución superficial que los deje intactos.
Los anuncios hechos por la Presidenta de la República en
materia previsional y su llamado a un gran acuerdo nacional al respecto, no van
a resolver el problema en forma definitiva. Ni siquiera es tan claro que al
aumento en un 5% de la cotización con cargo al empleador, deje a todo el mundo
conforme porque se sigue y se seguirá debatiendo, si el sistema de
capitalización individual es compatible con algún grado de reparto y por
consiguiente qué hacer con él.
Es exactamente contra lo que se han planteado ya la derecha,
las organizaciones empresariales y Libertad y Desarrollo.
Es el mérito de los anuncios presidenciales; la resolución
definitiva al problema de las pensiones en el país, va a ser cuando tengamos un
sistema solidario y de reparto, para lo cual necesitamos otra constitución,
sindicatos más fuertes y politizados; un parlamento realmente representativo de
la voluntad popular y especialmente partidos de izquierda poderosos, con capacidad
de movilizar y conducir grandes masas en forma unitaria.
Una marcha, dos, tres marchas para acusar a otros de no hacer
lo que nosotros quisiéramos, no bastan para derrotar definitivamente al sistema
de AFP, como la han llamado algunos "la caja negra del modelo", y lo
que es peor, puede pavimentar la vuelta de los nostálgicos de la transición
pactada y los años gloriosos de la globalización neoliberal.