martes, 19 de diciembre de 2017

¿Por qué ganó la derecha?


David Alfaro Siquiiros. 

El resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales nos obliga a todos quienes estamos interesados en el cambio social, a opinar y tomar una posición política en este nuevo escenario. 

Su resultado en gran parte desmiente muchas de las expectativas creadas tras la primera vuelta.

En efecto, todos estábamos contentos pese a que la derecha triunfó en esa ocasión. Eso, porque la votación obtenida  por Piñera, resultó  menor a lo pronosticado por las encuestas y lo que esperaba la derecha para asegurar su triunfo.

En segundo lugar, por la virtual consolidación de un sector nuevo en la izquierda que vendría a fortalecer las posiciones que propugnan reformas al sistema económico social y la institucionalidad política.

En tercer lugar, porque se vislumbraba un electorado más politizado  y que se manifestaba en esa ocasión a favor de las posiciones que propugnaban continuar y profundizar lo comenzado en la actual administración.

Sin embargo, tan sólo un mes después,  la derecha vuelve a ganar y  no -como todo hacía suponer- en un resultado estrecho sino con una ventaja  de casi diez puntos porcentuales, unos cuatrocientos mil votos y en trece de las quince regiones del país.

¿Cuál es la razón o las razones de un cambio tan inesperado de la situación política en tan poco tiempo? Cambio que por lo demás nadie previó.

La derecha ganó porque lo hizo mejor. Primero porque actuó con una gran unidad de propósito y coherencia política. 

Sus diferentes tendencias se dieron tregua en función de un objetivo táctico y pese a que semanas antes se recriminaban mutuamente, todos se cuadraron con el fin de recuperar la presidencia.

Esta coherencia no solamente es expresión de una capacidad orgánica o como dicen ahora, de "gestión política" sino estratégica y de principios: sus objetivos, retomar el crecimiento económico que no es más que las tasas de ganancia de las grandes empresas a costa de los derechos de los trabajadores y el pueblo, y como ellos dicen "corregir" las reformas llevadas a cabo por la actual administración.

Por el contrario, la centroizquierda, pese a que matemáticamente fuera más en la primera vuelta, no tuvo capacidad de remontar su dispersión y esto es expresión de una divergencia que se arrastró incluso durante todo el mandato de la Presidenta Bachelet y que fue subestimado permanentemente.

Esto es sólo el resultado de las transformaciones neoliberales operadas en las últimas décadas y la incapacidad -especialmente de la izquierda- de proponer una síntesis programática de reivindicaciones inmediatas -como la gratuidad de la educación; reforma laboral y tributaria y al sistema electoral- con las consignas generales de transformación estructural del modelo.

La derecha ganó además, porque fue capaz de movilizar a grandes contingentes de masas. 


Esta capacidad de movilización de la derecha es el resultado de un permanente martillar en la opinión pública, las consignas del emprendimiento y la competencia; del individualismo y el consumo como valores supremos de la convivencia social.


La derecha tuvo política cultural. Usó su prensa y medios audiovisuales, estudios de opinión, no solamente en la campaña sino durante todo el mandato de la Presidenta Bachelet. 

Su majadera retórica individualista, que promueve el apoliticismo; el corporativismo; la desconfianza fue el caldo de cultivo ideal para el clientelismo y el discurso y propuestas populistas y reaccionarias. Es lo que resume su apelación a la clase media, que no es ora cosa que la masa de consumidores en que el sistema ha convertido a los ciudadanos. 


El triunfo de Piñera, es una derrota de proporciones para el pueblo. Pues no se trata solamente de la posibilidad de que la derecha de marcha atrás en las reformas aprobadas bajo el actual gobierno, lo que depende de sus propios problemas y diferencias internas además de la capacidad del pueblo de defenderlas.

Se trata además y sobre todo, de que las condiciones para profundizarlas y emprender otras  son ahora mucho más difíciles. 


El nuevo ciclo del que hablamos tantas veces en estos últimos cuatro años no se va a detener ni volver atrás. El tema es qué posición política adoptaremos todos quienes reclamamos profundización de la reforma laboral y educativa; cambios al sistema de pensiones y Nueva Constitución en este nuevo contexto de gobierno derechista y siendo oposición.


¿Un relevo generacional en la dirigencia de la centro izquierda? ¿Renovación de los estilos y métodos de trabajo? Por supuesto, pero para eso además es imprescindible una recuperación de sus partidos y organizaciones políticas, las que en esta segunda vuelta demostraron su extraordinaria debilidad.

Hacer política de masas. Volcarse hacia los movimientos sociales, para conocer sus demandas pero también -que es lo que la derecha sí supo hacer- para señalar objetivos políticos, razones por las cuales organizarse, movilizarse y luchar. 


Hacer de la diferencia un capital, una fortaleza y no un obstáculo. Ver al aliado no como una competencia sino como un complemento. 


Levantar por ello una oposición parlamentaria unitaria, que es algo que en el primer gobierno de Piñera no tuvimos excepto hacia el final de su mandato. También en los movimientos y organizaciones y sociales.


Con el resultado del domingo, se frustran las esperanzas de cerrar en esta coyuntura el capítulo de la "transición interminable", como la llamó Luis Maira hace años. 


Una de las lecciones que deja esta elección es que para el impulso de las grandes transformaciones que la sociedad reclama, la unidad de la izquierda es una condición imprescindible. Por el contrario, cada vez que la izquierda ha estado dividida, el que ha pagado las consecuencias es el pueblo. 


No se trata de renunciar ni a las banderas ni a la doctrina ni la historia. Se trata de hacer de todo ello una fuerza política y de masas. No es tarde todavía para enmendar el rumbo y para ello solamente se requiere voluntad política.  








martes, 21 de noviembre de 2017

Ganadores y perdedores


Manuel Antonio Caro. La zamacueca



Las elecciones del domingo tienen varios perdedores y sólo ganadores relativos. La derecha sacó más votos pero no logra hacerlo como para declarar inevitable su triunfo.

En la centroizquierda gana Guilier pero por tan pocos votos -120.000- que aunque es quien va a pasar a segunda vuelta, no es una posición lo suficientemente sólida como para conducir por sí solo al sector. Los partidos que lo apoyan bajan su representación parlamentaria o en el mejor de los casos, la mantienen.

El FA es el gran triunfador de las jornadas del domingo pero no lo suficiente como para pasar a la segunda vuelta. Y su magnífico resultado, lo pone en la difícil situación de tener que tomar decisiones políticas y no de principios, las que por definición son siempre más sencillas.

Los perdedores ya han sido señalados con bastante insistencia. Las encuestas de opinión, en primer lugar. Por una razón muy simple. Son un instrumento científicamente diseñado con la finalidad de modelar el sentido común y la opinión pública. Lo fueron durante todo el mandato de la presidenta Bachelet y durante la campaña, trabajaron para Piñera de un modo desembozado. De no ser por eso, su resultado quizás hubiese sido peor.

La DC, que arrastrada por un grupo conservador y anticomunista, emprende una aventura política que se puede interpretar como chovinismo partidario para terminar con el peor resultado electoral de su historia.

Los nostálgicos de la Concertación que durante todo el mandato de la presidenta Bachelet actuaron casi como una quinta columna. 

Pero además hay otros perdedores menos visibles. En el FA, para comenzar, todos los grupos más radicalizados de los que lo conforman. No solamente no eligen sino que además, muchos pierden la legalidad. RD se lleva casi todo y se configura una hegemonía más centrista.

En este momento solamente los mantienen unidos al conglomerado un conjunto de principios muy generales.

Perdieron también los teóricos pop del liberalismo y la autocomplacencia, representados por el columnista mercurial Carlos Peña. Pero también los radicalizados de la autonomía, como Carlos Ruiz, Gabriel Salazar y el prematuro agorero del apocalipsis del sistema Alberto Mayol.

Lo que se expresó el domingo es un anhelo de cambios y de profundización de las reformas emprendidas en este período; un castigo a las posiciones más conservadoras de la NM; una crítica a su parsimonia e inconsistencia para impulsar el programa comprometido en la elección del 2014, no un movimiento antisistémico y autónomo de la “clase política”.

El pueblo entiende y así lo expresó el domingo, que las reformas deben continuar, deben ir más rápido y ser más profundas. Que debe hacerlo hacerlo desde todos los espacios institucionales y al contrario de lo que todos pensábamos hasta el domingo, la ideología dominante no es una barrera impenetrable y estamos ante un pueblo mucho más politizado de lo que parece.

Hoy más que nunca, es necesaria su unidad. Y no solamente para derrotar a Piñera en diciembre. Eso es casi un hecho si se tratara de lógica y sentido común. La unidad es un instrumento imprescindible para consolidar las reformas en curso y terminar de desmantelar el modelo neoliberal y lograr una democracia plena.

En ese sentido, para obtener un triunfo democrático y popular en diciembre lo primero que debemos derrotar todos quienes estamos interesados en el cambio social, es el sectarismo. 

martes, 7 de noviembre de 2017

Lo demás es música

Hans Holbein el joven. La danza de la muerte

Estando casi por terminar el gobierno de la Presidenta Bachelet, se puede afirmar que lo que se anunció como el inicio de un Nuevo Ciclo, es un proceso irreversible.

Dos nuevos fenómenos lo caracterizan.

El primero de ellos, es el fin de la política de los consensos y el acuerdo de dos bloques mayoritarios que actuaron durante todo el proceso de transición a la democracia, como protagonistas exclusivos de lo que se conoció como “democracia de los acuerdos”.

Ello se ha manifestado a lo largo de todo el período presidencial en la tramitación de las leyes enviadas al Parlamento, las que en varias ocasiones han terminado en el TC por la imposibilidad de la derecha de obstaculizarlas en él o en el mejor de los casos, lograr un acuerdo que la favorezca para aprobarlas. 

También por la posibilidad de que sectores políticos emergentes, y otros hasta hoy excluidos, tengan representación parlamentaria, posibilidad que el binominalismo y la política de los consensos frustró por mucho tiempo, lo que constituyó una de las principales banderas del Partido Comunista en los años 90 del siglo pasado.

El segundo es el despliegue de un movimiento de masas y una opinión pública crítica, como no se había visto en los últimos veinticinco años. 

Lo que entonces aparecía incuestionable e incuestionado -en primer lugar la prioridad de lo "técnico" que en realidad era la primacía del neoliberalismo económico por sobre lo político, uno de los tópicos preferidos de los editorialistas de El Mercurio- hoy en día es materia de debate en el sistema político, en la prensa, la academia y las organizaciones sociales. 

Ello gracias a la irrupción de la lucha de masas del 2011 en adelante, y en diversos frentes -educacional, ambiental, laboral, de género-.

El gran debate es acerca de la desigualdad: su origen, sus manifestaciones y la forma de enfrentarla. Hasta la derecha se ve en la obligación de abordarlo.

Otro fenómeno inesperado y que ha servido de acicate para la profundización de estas tendencias características del Nuevo Ciclo, es el público conocimiento de las prácticas abusivas e inmorales de las grandes empresas, así como de las íntimas relaciones entre éstas y conspicuos políticos, especialmente de la derecha y el gobierno de Piñera.

Durante este período estallan los casos CASCADAS, PENTA, CAVAL, SQM; se hace público el rol de las grandes empresas en el trámite de la Ley de Pesca y el royalty minero, entre otros. Los casos de colusión en el mercado de la carne de pollo, las farmacias, la leche, el papel tissue; los abusos que se cometen con las tarjetas de crédito de las casas comerciales. 

A las críticas al lucro en el sistema educativo, se suman ahora, además,  las  grandes movilizaciones en contra del sistema de AFP.

También al marco legal que regula las relaciones entre trabajadores y empleadores. Más allá de las críticas maximalistas por lo acotado de la reforma laboral del Gobierno, ésta provocó un fuerte debate político y académico; dos paros nacionales; un aumento de las huelgas y cambios en las estrategias, tanto empresariales como de los sindicatos, para enfrentarlas.

Por estas razones, hoy en día ni la sociedad ni el sistema político son lo mismo que hace cinco años atrás y quien sostenga que nada ha cambiado, sólo demuestra su ignorancia o sobreideologización.

El Nuevo Ciclo es entonces una intensa lucha por la hegemonía. Por la reforma política, económica y social. Por la dirección del país. No es todavía la superación del neoliberalismo. Pero sí una expresión de su pérdida de legitimidad y del consenso que generaba entre los sectores hegemónicos de la sociedad.

Qué  es lo que lo ha hecho posible. En primer lugar, la crisis del sistema financiero, que en realidad se arrastra desde el 2008 incluso.

En segundo lugar, la ola de movilizaciones que diferentes sectores sociales protagonizan desde el 2006 en adelante.

Las contradicciones que cruzaban internamente desde siempre a las coaliciones que protagonizaron la democracia de los acuerdos y que se manifestaron con mayor fuerza a partir de entonces.

La denuncia permanente por parte de la izquierda y el movimiento sindical del carácter del sistema de pensiones, la entrega de nuestras riquezas básicas a las empresas privadas y transnacionales; la privatización de servicios básicos como el agua potable y la electricidad y derechos sociales como la educación, la seguridad social y la salud.

La convergencia del centro y la izquierda en un programa de reformas mínimas al sistema, proceso que se venía desarrollando incluso antes de que surgiera la NM en el movimiento sindical y la CUT.

La conquista de un Gobierno que se propone reformas postergadas por más de veinticinco años pero que expresan precisamente estas aspiraciones de la sociedad y las contradicciones latentes del sistema político.

El surgimiento de una izquierda que en parte es la prolongación de sectores dispersos en los noventa y que se desgajan de la Concertación de Partidos por la Democracia.

El Nuevo Ciclo se va a prolongar sea quien sea electo en diciembre.

En primer lugar porque el fin del binominalismo demolió las bases para una política basada en el entendimiento de dos bloques. Una vuelta a la política de los consensos es imposible.

En el mejor de los casos, los sectores que la protagonizaron en los noventa podrán tratar de configurar un bloque “liberal” o alguna cosa por el estilo.

Sin embargo, el factor de representación proporcional en el futuro Parlamento va a hacer que sea sólo uno más –incluso aunque fuera mayoritario- entre otros varios.

En segundo lugar porque la movilización de masas presumiblemente se va a incrementar en el futuro. Una, por profundizar lo ya avanzado en este período o en el peor de los casos –que es el triunfo de la derecha-, para defenderlo. Incluso quienes hoy critican su insuficiencia se verán conminados a hacerlo.

En tercer lugar, porque  la posibilidad de una convergencia de la izquierda en el corto plazo, en caso de proyectarse, genera condiciones para profundizar y fortalecer la unidad del pueblo, que ha sido clave en todos los procesos demoratizadores de América Latina en los últimos veinte años. También en Chile.

No es solamente la posibilidad de elegir a un presidente y un nuevo parlamento en la próxima elección. Son las condiciones de continuidad del Nuevo Ciclo inaugurado en el período de la presidenta Bachelet lo que está en juego.

Realizar reformas al sistema de pensiones; lograr una nueva constitución; fortalecer la salud pública; profundizar la reforma educacional y laboral. Diversificar la matriz productiva.

No es necesario esperar la segunda vuelta.  Ni son necesarias tampoco declaraciones aparatosas para comenzar. Sólo voluntad política. Como dijo Lagos respecto del crecimiento económico y su defensa de los intereses empresariales, “lo demás es música".

miércoles, 4 de octubre de 2017

La persistencia de la clase media

Peter Bruegel. Boda campesina



Hablar  de “clase media” ha sido, siempre un asunto difícil. Y pese a eso, pretender que se la representa, algo muy frecuente en nuestra historia política.

En efecto, ha habido muchas organizaciones y partidos que se definen como agrupaciones de clase media o representativas de ésta.  El Partido Radical, la Democracia Cristiana, algunas corrientes del Partido Socialista durante el siglo XX.

También de “sectores medios” que no se definen por cuestiones de clase: ambientalistas; feministas y estudiantes, pero que dada su situación de incierta ubicación en las confrontaciones de clase entendidas en un sentido estricto, suelen ser clasificados como “parte de”, “afines a”; “próximos”, etc.

El PPD, el PH y otras agrupaciones menores son un ejemplo, que suele ubicarse en ese espacio político, bajo el rótulo de “progresismo”.Pero además, hay organizaciones de izquierda –más radical, por cierto- que por su rechazo a las posturas “dogmáticas” de la izquierda, pese a reivindicar ciertas banderas y símbolos de ésta, terminan en el mismo punto que este progresismo o radicalismo de “clase media”. 

Sin embargo, la clase media en los últimos treinta años ha sufrido transformaciones tan profundas como las sufridas por la clase obrera. El resultado de esta transformación es que la clase media es una franja mucho más amplia e incierta de lo que fue en el pasado, involucrando desde segmentos de clase obrera calificada, profesionales, pequeños empresarios, trabajadores de servicios y por cuenta propia, etc.

También que no tenga reivindicaciones propias o suficientemente relevantes para todos aquellos sectores sociales que se reivindican como tales o a los que las ciencias sociales reconocen. Desde derechos en tanto consumidores; habitantes de la ciudad; usuarios de algún servicio. Activistas de alguna causa específica. 

A diferencia del siglo XX, en la actualidad este vago, amplio y diverso segmento social, se manifiesta esporádicamente en luchas sectoriales y en confrontaciones políticas coyunturales.

Esta dispersión se manifiesta también en la política y especialmente en la izquierda que en el pasado tuvo una expresión en el PS, en el MIR, el MAPU y otras agrupaciones políticas más pequeñas. En la actualidad se halla, entre otros, en colectivos territoriales, movimientos “ciudadanos” e incluso agrupaciones políticas emergentes como las que forman el FA, aparte de sus clásicas representaciones como el radicalismo o el socialismo tradicional.

En la coyuntura actual con el fin del binominalismo y la denominada “democracia de los acuerdos”, es posible reconstruir una izquierda plena y un movimiento popular sobre las ruinas que dejaron las políticas neoliberales.

Para ello, sin embargo, es necesario que la dispersión y diversidad que se manifiestan en la sociedad no se reproduzcan mecánicamente en lo político sino que se transforme en éste en una fuerza transformadora. Es esto y no sólo la derrota que, con toda seguridad, va a sufrir la derecha,  lo que está en juego en las próximas elecciones presidenciales.


jueves, 21 de septiembre de 2017

La clase media y el cambio político

John Bratby. Naturaleza muerta



Hubo alguna vez en nuestro país una clase media  formada al ritmo de expansión del Estado de Compromiso.

No es la clase media que proviene de lo que Salazar denomina “mesocratización de la oligarquía” sino lo contrario. Proviene del ascenso social de la clase trabajadora y los empleados en el siglo XX, gracias al crecimiento y democratización del Estado, lo que fue además producto de sus propias luchas.

Esa clase media, gracias a su acceso a la educación universitaria, la literatura, los libros y la música escrita, fue adaptando sus gustos y sus costumbres, gracias –además- a su situación de tránsito entre una y otra clase.

Es lo que definió en el siglo XX esa clase media, como cultura y estilo de vida. Un progresismo político y estético que conjuga la cultura tradicional de raíz europea e ilustrada con las formas de vida del pueblo y los trabajadores. Que se forma en diálogo entre las luchas obreras y campesinas y la cultura de las clases dominantes de la sociedad.

La clase media emergente actual es muy diferente. Ha ascendido socialmente por su posibilidad de consumir. No educa a sus hijos en los mismos colegios que la clase media tradicional ni las clases altas –que era el rol que cumplía la educación pública entonces- sino en colegios especialmente diseñados para ella, donde sólo se juntan con los hijos de otras familias de clase media emergente.

Por esa razón la clase media aspiracional actual sigue conservando códigos culturales muy similares a los de su clase de origen y en buenas cuentas, no presenta ese eclecticismo y complejidad estética propios de la clase media del siglo XX.

Esa es una cultura que ya no existe. Primero por la persecución y la represión a los intelectuales y artistas de izquierda tras el golpe de estado. Éstos tienen que partir masivamente al exilio o sencillamente son asesinados; otros pierden sus puestos de trabajo en la administración y empresas del Estado o el sistema educacional, especialmente las universidades públicas.

En los años ochenta, durante la lucha antidictatorial, simbólicamente, viven la represión como una sensación de pérdida; de cierta injusticia que iba a ser reparada con el retorno de la democracia y el socialismo, que era algo posible en esa época, considerando experiencias como la nicaragüense o la salvadoreña.

Pero no hubo retorno de la democracia ni menos socialismo. Vino lo que se conoce como "transición a la democracia" y el poder -al menos una porción- siguió siendo detentado por las clases que sostuvieron a la dictadura militar. La clase media –empobrecida producto de la represión, las privatizaciones y los despidos-no volvió a ser lo que era y tuvo que recurrir a nuevas estrategias de sobrevivencia.

Las buscó haciendo negocios instalándose en el área de colaboración entre el Estado y la empresa privada; también en las fundaciones, ONG’s, y centros de estudio. Adaptando sus valores y visión de mundo a este nuevo contexto, tratando de conservar los mismos ideales de cambio radical anteriores a la dictadura.

Éste fue un cambio muy profundo para la izquierda y el movimiento popular. Se expresó en la conformación de los partidos, los que -entre otros motivos- por esta razón sufren sucesivas divisiones; cambios en su línea política y composición de clase. 

Se manifiesta en la persistencia de su dispersión y fraccionamiento, desde las postrimerías de la dictadura hasta el día de hoy. En una ausencia notable de discurso y símbolos que la destaquen en el concierto de las fuerzas democráticas y progresistas, en las que conviven socialcristianos, racionalistas laicos, socialdemócratas y liberales.

Ciertamente, una forma muy ingenua de hacerlo es oponerse a todo tipo de acercamiento político y búsqueda de entendimiento. Cuando es precisamente una de las características distintivas de las izquierdas, desde el POS hasta nuestro días, la búsqueda incansable de la unidad del pueblo. 



lunes, 21 de agosto de 2017

La crisis del FA y sus consecuencias

Ben Shahn. La pasión de Sacco y Vanzetti. 1932


Por estos días, todos los medios de comunicación hablan de la crisis del FA, por la inscripción de su lista parlamentaria, concentrándose en el distrito 10. Todo por un supuesto veto a la candidatura de Alberto Mayol, lo que desde el primer día fue aclarado por todos los involucrados: los candidatos de esa coalición ya electos en sus respectivas primarias; la Mesa Electoral del FA y su Mesa Nacional.

Nunca hubo el tal veto y si lo hubo, fue sólo después de una serie de altercados por la prensa y las redes sociales protagonizados por el citado aspirante a candidato.  

Finalmente, tras una serie de rocambolescos malos entendidos, exagerados por medios como La Tercera, El Mercurio, La Segunda y El Mostrador y que han sido por semanas las delicias de opinólogos, cientistas políticos de ocasión, filósofos new age y psicoanalistas, que hacen nata en facebook, twiter y páginas web de distinto signo, todo el entuerto fue resuelto y su resolución aceptada por todos los involucrados en los mismos términos que desde el primer día se habían planteado.

Quedó eso sí desde ese primer día hasta el de su desenlace definitivo un reguero de tinta, páginas y páginas de invectivas y declaraciones rimbombantes, sesudos análisis, apelaciones a los “territorios”,  un vago constructo ideológico denominado “lo social”, las nuevas prácticas, etc. 

Tras ellos, están los que siendo frenteamplistas tratan de poner racionalidad al asunto y los que desde las mismas filas, intentan hacerse un lugar pontificando sobre la moral, los principios y los estilos de hacer política.

Pero los hay también que han festinado de toda esta situación, en la que -siendo francos- el FA no ha colaborado mucho. En primer lugar, por cierto, Chile Vamos que como dijo Piñera, muy suelto de cuerpo, al contrario que el FA y la NM, resolvió sus diferencias en la elaboración de su lista parlamentaria a tiempo y sin tanto drama. Columnistas e intelectuales liberales y de derecha que se refieren con paternalismo cuando no con sorna al FA.

Este, no solamente ha puesto en juego lo que había construido hasta ahora por una minucia en la elaboración de su plantilla parlamentaria y en lo que dice relación solo con un distrito.

Además, ´porque uno de sus principales referentes, el diputado Giorgio Jackson ha sido prácticamente lapidado y el diputado Boric, el único de los dirigentes de la coalición que ha tenido la decencia de proteger a su compañero y colega de los ataques de que ha sido objeto por sus supuestas intenciones de ser “blindado”; de bajar candidaturas o de designarlas a dedo, ha sido puesto en la difícil situación de defender a su coalición y legitimidad por sus erráticas decisiones e incapacidad de mantener cierta coherencia en medio de todo este bochorno.

¿Qué es lo que queda de todo este episodio? No el debilitamiento del FA, por cierto, ni de sus posibilidades en la elección presidencial pues toda esta historia aparentemente a quien interesa es sólo a una pequeña franja de la sociedad más politizada y activa. 

A quienes realmente afecta es a sus principales liderazgos, los que han sido presentados por los medios –lamentablemente contando con el coro de seudo teóricos y fanáticos de las bases y las asambleas-  como autoritarios primero; pusilánimes, erráticos e incapaces después.

¿A quién le conviene? Ciertamente a la derecha, que tiene al borde de la expolsión al FA, un escenario muy favorable para enfrentar una nueva situación política en que el sistema proporcional que reemplazó al binominal obliga a todas las fuerzas políticas –especialmente a las interesadas en el cambio social y político- a buscar alianzas y acuerdos en el futuro parlamento para la aprobación de leyes que continúen y profundicen las reformas que empezaron en este gobierno.

Eso sin considerar lo que vaya a pasar en la segunda vuelta, sea Beatriz Sánchez o Alejandro Guillier quien tenga que enfrentar a Piñera en diciembre. Un escenario de profundización de la dispersión política de los sectores de izquierda y centro izquierda que sólo facilita las pretensiones de la derecha de recuperar el gobierno. 


viernes, 18 de agosto de 2017

Arte en la educación: una tarea para el próximo gobierno

Edgar Degas. Clase de danza en el Teatro de la Opera, 1872


En Chile estudian actualmente en el sistema escolar formal más de tres millones y medio de niños y jóvenes. Poco menos de un millón en la educación secundaria y más de dos millones y medio en la Educación Básica. Es evidente la potencia que tiene un sistema de esta relevancia en la política cultural de cualquier Estado.

Después de la familia, es el primer acceso de los niños al saber, las tradiciones, la cultura -entendida en un sentido amplio- y la historia de su comunidad, de su sociedad. Es lo que expresa el curriculum escolar. 

Desde el año 1990, éste ha sido objeto de numerosas reformas y en todas ellas, sin excepción, las áreas artísticas han disminuido su presencia en los Planes de Estudio, tanto de la enseñanza básica como secundaria. En la Educación Básica, concentrándola entre primero y cuarto, con dos horas semanales de música y arte visual que van disminuyendo progresivamente de quinto en adelante hasta llegar a dos de "educación artística" en 8°. Y dejándolas como asignaturas optativas en la EM; de hecho, en la educación TP desaparece en 3° y 4° Medio.

La implementación de las artes en la actividad escolar ha sido enfrentada de dos maneras: la primera mejorar los programas, actualizando contenidos y objetivos de aprendizaje en relación con las nuevas tecnologías, enfatizando el carácter expresivo y de comunicación de las artes; introduciendo como parte de estos contenidos, lenguajes ausentes hasta entonces del curriculum como el teatro y la danza; el cine y el video. 

Pero hay un problema. A esos nuevos contenidos no se les asigna un tiempo en el Plan de Estudios y por tanto, quedan en muy buenos programas que no se materializan en la actividad escolar. Entonces, se ha tratado de compensar esta carencia, a través de planes y programas "extracurriculares": los ACLE -al principio de la reforma del año 95-; OKUPA y ACCIONA del CNCA; aumentando la oferta, financiamiento y mejorando la gestión de instituciones como Matucana 100 o los Talleres Balmaceda 1215; la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles.

De los más de tres millones de estudiantes que hay en Chile, sin embargo, sólo hasta los  nueve años ellos tienen un acceso -precario por lo demás- a estas manifestaciones de la cultura. De los diez años en adelante, ello depende de la buena voluntad de algún sostenedor; del acceso a financiamientos por la vía de las donaciones; del talento e intuición de buenos docentes y no de su preparación académica lamentablemente.

Es impresionante, sin embargo, como ministros de educación, de cultura, autoridades regionales y parlamentarias y hasta presidentes de la república, hablan de "calidad de la educación" sin tomarse la molestia siquiera de mencionar datos tan brutales: que más de la mitad de nuestros niños y jóvenes no tienen acceso a conocer el patrimonio cultural de su país y de la sociedad; que no tienen derecho a imaginar, a crear, y a expresarse por medio de los lenguajes artísticos.

Ello sin considerar a los miles de talentos innatos que hay en escuelas y liceos pobres de nuestro país pero que no tienen un  profesor de arte, de música o de teatro; una guitarra, una sala de pintura o más grave aún, una escuela artística especializada en su comuna en la cual desarrollarlos, como opción vocacional y hasta laboral.

El arte, en buenas cuentas, está presente en el discurso de la institución escolar y en las políticas públicas, como una ideología. Un adorno o discurso legitimador de la exclusión; de la ignorancia y la desigualdad en el acceso y disfrute de los bienes culturales.

Lamentablemente, durante el actual período presidencial, pese a todos los cambios impulsados al marco regulatorio de la educación privada con subvención estatal, la disminución de las pruebas SIMCE, el impulso de la desmunicipalización escolar y la carrera docente, en esta materia es poco, por no decir nada, lo que se avanzó. Será un próximo gobierno quien tenga que hacerse cargo de ello. 

No habrá una reforma completa de nuestra educación y no se superará definitivamente la pesada herencia neoliberal de abandono, pobreza y desigualdad de nuestra educación mientras así no se haga.


martes, 4 de julio de 2017

Lo que dejan las primarias

   
Equipo Crónica. El entierro del Conde de Orgaz, 1969
   


 Las recientemente realizadas elecciones primarias para determinar a los candidatos de las próximas elecciones presidenciales, no lograron despejar por completo las condiciones en que éstas se realizarán.

        En primer lugar, porque la NM no se midió en esta ocasión y por consiguiente, va a seguir siendo una incógnita la cantidad potencial de electores que votarían por ella, al menos el voto duro como se le llama comúnmente.

        En segundo lugar, porque la novedad de estos comicios que era la elección del abanderado del FA, solamente repitió el archiconocido fenómeno de desafección e indiferencia de los ciudadanos, característico de nuestra sociedad y del sistema político.

En tercer lugar, porque pese a la alta participación que tuvo la primaria de la derecha, los números que obtuvo como conjunto, y la votación de Piñera en particular, no le alcanzan como para presumir su triunfo en noviembre.

Son más dudas que certezas. ¿Cuáles son las incógnitas más importantes que deja esta elección primaria? Primero, cuál es la votación potencial y efectiva de la NM, sumando a sus dos candidatos. ¿Será suficiente la suma como para que Piñera no gane en noviembre? Es más, ¿son sumables ambos guarismos? Quedan varios meses y la campaña, es un espacio de tiempo y un  escenario suficientemente complejo como para sostener que es un ejercicio, al menos, difícil.

Las afirmaciones de los dirigentes del FA después de las primarias, dejan en claro que el resultado no fue el esperado por ellos y que, incluso, es absolutamente insuficiente respecto del propósito declarado insistentemente de “romper el duopolio”. Ello considerando que movilizó a la cuarta parte de lo que fue capaz de movilizar la derecha y no hay cómo comparar esa movilización con la NM.

Su objetivo parece ser, por todo lo que han declarado, crecer hacia el electorado indeciso y/o la abstención, en el entendido de que no lo hizo hacia el electorado de izquierda de la NM.

Ahora bien, si no lo hicieron estos meses, contando con toda la prensa, una coyuntura que puso en tensión toda su capacidad organizativa, posibilidades de conversar con la gente, realizar asambleas, mitines, etc. es difícil que lo logre en los meses que vienen, que son de campaña efectivamente y que ya no van a correr solos.

Si bien escoge al candidato que presenta más flancos y por tanto, el más inconsistente para enfrentar una campaña, la derecha demostró una capacidad de movilización considerable, una disciplina y voluntad de lucha importante y por consiguiente, no es tampoco un adversario despreciable. 

Lo único cierto es que la elección se va a resolver en la segunda vuelta. Que restando todos los votos que no son de derecha, ésta no es mucho más que el tercio histórico o en el mejor de los casos, el 44,01% que sacó Pinochet en 1988. Y que la dispersión que caracteriza a la centro izquierda en este momento es, sin embargo, condición suficiente para que gane en noviembre.

Es más, de proyectarse en el mediano y largo plazo, como para que la derecha gane también en segunda vuelta.

La incógnita principal de esta situación es, entonces, cuál es el significado de esta dispersión.

Junto con el fin de la transición, se acaba el binominalismo que no fue otra cosa que la camisa de fuerza del sistema político y el intento voluntarista de la reacción por imponer un sistema bipartidista en el país. Las cosas simplemente vuelven a ser como históricamente fueron, expresión de una sociedad diversa en términos culturales, sociales e ideológicos.

El punto es que esta diversidad, esta riqueza, se exprese como un factor de progreso social y político, que es precisamente lo que el binominalismo bloqueó por décadas y no una amenaza de retroceso social, político y cultural. 

martes, 27 de junio de 2017

Irracionalismo y política en el Chile actual

Francisco Goya y Lucientes. Capricho


Todos los medios hablan del bochornoso debate de los precandidatos de la derecha en televisión. El presidente de la CPC, el ex ministro de RREE de Sebastián Piñera, dice que “esperaba más” al tiempo que lo comentado por los medios y en las redes sociales, son los improperios, las burlas y ataques, francamente chabacanos por lo demás, que se espetaron mutuamente. 

No hubo ideas, análisis ni propuestas. Una coalición que hace un año, celebraba su "triunfo" en las municipales, hoy día aparece dando un espectáculo televisivo aparentemente insulso. 

Un debate carente de contenido; más parecido a un reality show que a una confrontación política entre quienes aspiran representar a su sector y gobernar el país. 

Sin embargo, lo que en apariencia es un espectáculo insulso es un evento lleno de connotaciones y muy revelador de lo que es la derecha y podría llegar a ser en el gobierno.

En efecto, a la falta de ideas  excepto la archiconocida receta de privatizaciones, flexibilidad laboral, destrucción del medioambiente y apertura comercial, la derecha y la reacción recurre a la irracionalidad; la prepotencia y la violencia -verbal en este caso- para tratar al adversario. 

Es fácil imaginar que si lo hacen entre sí y públicamente, serían capaces de eso y más en caso de gobernar el país con quienes se opongan a su conocido repertorio de eternas "modernizaciones". 

En un país en el que la reflexión y la deliberación democrática de la sociedad ha sido reemplazada por los automatismos del mercado, lo que parece un espectáculo bochornoso es en realidad una operación mediática parecida a la transmisión televisiva de la Guerra del Golfo en 1991. La barbarie convertida en espectáculo.

Una expresión de fascismo puro y duro. Lo aparentemente insulso carga un contenido, un pensamiento, una moral profundamente reaccionaria y violenta.


Lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública y una fuerza electoral considerable. Y es ese, precisamente, el sentido de televisar semejante pantomima.

No hay ningún error de cálculo ni un traspié inesperado. Es el último recurso de la derecha; infundir temor, ira; descalificar al otro -aunque sea de los mismos-.

No hacerse cargo de esto, es como dice Mayol "no entender nada" y una posición muy cómoda para el intelectual de clase media que no arriesga mucho en esta coyuntura, y en su caso además, cuando proviniendo de una familia de derecha y burguesa, no ha tenido que resistir la represión, la persecución, la falta de empleo o los bajos salarios. 

Algo parecido al rol que jugó MEO en las elecciones del 2010. 

En ese caso, las posibilidades de una derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en Argentina, son más altas que hace un par de meses. Y en este caso, eso no depende única y exclusivamente de tendencias históricas ineludibles sino de la voluntad política. 

viernes, 16 de junio de 2017

Actualidad del autoritarismo

Francisco Goya y Lucientes. Capricho 43




En todo el mundo se manifiestan signos preocupantes de surgimiento de autoritarismos y propuestas reaccionarias de diverso signo.

Es el punto de llegada de una cultura que como preconizaba tras la caída del Muro de Berlín el filósofo pop Francis Fukuyama, se concibe a sí misma como el fin de la historia humana.

Este supuesto triunfo definitivo del liberalismo y del individualismo burgués, trajo consigo el presunto fin de las ideologías; el fin de las utopías, de los sujetos sociales, de toda trascendencia y por tanto de las éticas deontológicas. La única posibilidad aparente es retroceder.

Para unos un paisaje desolador; para otros, de un aburrimiento tolerable sólo gracias al buen humor.

En uno y otro caso, manifestaciones de un pesimismo para el que en este mundo el pensamiento no procede.

América Latina no es una excepción. 

Las posiciones reaccionarias, aunque no tengan el mismo peso político que en los noventa, siguen siendo en efecto un factor a considerar y menospreciarlas, una candidez que podría resultar  fatal para nuestros pueblos. 
  
Su último recurso proviene precisamente de la incapacidad de nuestra sociedad de cuestionar los principios del sistema de dominación vigente basado en la privatización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral; el consumo como fuente de toda satisfacción y la competencia, la única manera de obtener mejores posibilidades de desarrollo individual y social.

El recurso a la irracionalidad, al espontaneísmo, a los comportamientos más pedestres como son la desconfianza, la ira y el temor, es a lo que la derecha, en momentos de crisis política y social como la que se está incubando hace tiempo en nuestra sociedad, ha recurrido en ocasiones anteriores. 

Ello, pues ayudan a disimular las verdaderas fuentes de la dominación y facilitan las cosas a las soluciones populistas y reaccionarias.

Esta política cultural, este embate del irracionalismo, mezcla de neoliberalismo decadente, conservadurismo campechano, retórica pseudocientífica y aires de seriedad republicana, es su último recurso hoy por hoy.

Lo que parecen, a primera vista, chistes, demostraciones de ignorancia, comportamientos inconsistentes, mentiras, despropósitos, falacias y demagogia, no son equivocaciones o tropiezos de campaña; son el verdadero contenido de su posición y propuesta. 

Liberales que se manifiestan contra el aborto; que dicen que la homosexualidad es una enfermedad; que visitan a genocidas encarcelados; que evaden impuestos y burlan su propia ley; que justifican la represión en La Araucanía, abominan de los inmigrantes;  legitiman el cobro por la prestación de servicios que son derechos –como la educación, la previsión y la salud-; la entrega de nuestros recursos naturales -mineros, marítimos, forestales, el agua y  la tierra- a un puñado de empresas privadas, son lo mismo que terratenientes católicos. 

Y lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son capaces de movilizar opinión pública; una fuerza electoral considerable; influir en el trámite de leyes trascendentales para el país. 

Lamentablemente, una posibilidad real considerando ese ambiente cultural en el que no hay cabida a la reflexión y el debate, gracias a lo cual el autoritarismo, la reacción moral, social y política todavía tiene posibilidades de disputar el gobierno.