Las recientemente realizadas elecciones
primarias para determinar a los candidatos de las próximas elecciones
presidenciales, no lograron despejar por completo las condiciones en que éstas
se realizarán.
En primer lugar, porque la NM no se
midió en esta ocasión y por consiguiente, va a seguir siendo una incógnita la
cantidad potencial de electores que votarían por ella, al menos el voto duro
como se le llama comúnmente.
En segundo lugar, porque la novedad de
estos comicios que era la elección del abanderado del FA, solamente repitió el
archiconocido fenómeno de desafección e indiferencia de los ciudadanos,
característico de nuestra sociedad y del sistema político.
En tercer lugar, porque pese a la alta participación que tuvo
la primaria de la derecha, los números que obtuvo como conjunto, y la votación
de Piñera en particular, no le alcanzan como para presumir su triunfo en
noviembre.
Son más dudas que
certezas. ¿Cuáles son las incógnitas más importantes que deja esta elección
primaria? Primero, cuál es la votación potencial y efectiva de la NM, sumando a
sus dos candidatos. ¿Será suficiente la suma como para que Piñera no gane en
noviembre? Es más, ¿son sumables ambos guarismos? Quedan varios meses y la
campaña, es un espacio de tiempo y un escenario suficientemente complejo como para
sostener que es un ejercicio, al menos, difícil.
Las afirmaciones de los dirigentes del FA después de las
primarias, dejan en claro que el resultado no fue el esperado por ellos y que,
incluso, es absolutamente insuficiente respecto del propósito declarado
insistentemente de “romper el duopolio”. Ello considerando que movilizó a la
cuarta parte de lo que fue capaz de movilizar la derecha y no hay cómo comparar
esa movilización con la NM.
Su objetivo parece ser, por todo lo que han declarado, crecer
hacia el electorado indeciso y/o la abstención, en el entendido de que no lo
hizo hacia el electorado de izquierda de la NM.
Ahora bien, si no lo hicieron estos meses, contando con toda
la prensa, una coyuntura que puso en tensión toda su capacidad organizativa,
posibilidades de conversar con la gente, realizar asambleas, mitines, etc. es
difícil que lo logre en los meses que vienen, que son de campaña efectivamente
y que ya no van a correr solos.
Si bien escoge al candidato que presenta más flancos y por
tanto, el más inconsistente para enfrentar una campaña, la derecha demostró una
capacidad de movilización considerable, una disciplina y voluntad de lucha
importante y por consiguiente, no es tampoco un adversario despreciable.
Lo único cierto es que la elección se va a resolver en la
segunda vuelta. Que restando todos los votos que no son de derecha, ésta no es
mucho más que el tercio histórico o en el mejor de los casos, el 44,01% que
sacó Pinochet en 1988. Y que la dispersión que caracteriza a la centro
izquierda en este momento es, sin embargo, condición suficiente para que gane
en noviembre.
Es más, de proyectarse en el mediano y largo plazo, como para
que la derecha gane también en segunda vuelta.
La incógnita principal de esta situación es, entonces, cuál
es el significado de esta dispersión.
Junto con el fin de la transición, se acaba el binominalismo
que no fue otra cosa que la camisa de fuerza del sistema político y el intento
voluntarista de la reacción por imponer un sistema bipartidista en el país. Las
cosas simplemente vuelven a ser como históricamente fueron, expresión de una
sociedad diversa en términos culturales, sociales e ideológicos.
El punto es que esta diversidad, esta riqueza, se exprese
como un factor de progreso social y político, que es precisamente lo que el binominalismo
bloqueó por décadas y no una amenaza de retroceso social, político y cultural.