miércoles, 4 de octubre de 2017

La persistencia de la clase media

Peter Bruegel. Boda campesina



Hablar  de “clase media” ha sido, siempre un asunto difícil. Y pese a eso, pretender que se la representa, algo muy frecuente en nuestra historia política.

En efecto, ha habido muchas organizaciones y partidos que se definen como agrupaciones de clase media o representativas de ésta.  El Partido Radical, la Democracia Cristiana, algunas corrientes del Partido Socialista durante el siglo XX.

También de “sectores medios” que no se definen por cuestiones de clase: ambientalistas; feministas y estudiantes, pero que dada su situación de incierta ubicación en las confrontaciones de clase entendidas en un sentido estricto, suelen ser clasificados como “parte de”, “afines a”; “próximos”, etc.

El PPD, el PH y otras agrupaciones menores son un ejemplo, que suele ubicarse en ese espacio político, bajo el rótulo de “progresismo”.Pero además, hay organizaciones de izquierda –más radical, por cierto- que por su rechazo a las posturas “dogmáticas” de la izquierda, pese a reivindicar ciertas banderas y símbolos de ésta, terminan en el mismo punto que este progresismo o radicalismo de “clase media”. 

Sin embargo, la clase media en los últimos treinta años ha sufrido transformaciones tan profundas como las sufridas por la clase obrera. El resultado de esta transformación es que la clase media es una franja mucho más amplia e incierta de lo que fue en el pasado, involucrando desde segmentos de clase obrera calificada, profesionales, pequeños empresarios, trabajadores de servicios y por cuenta propia, etc.

También que no tenga reivindicaciones propias o suficientemente relevantes para todos aquellos sectores sociales que se reivindican como tales o a los que las ciencias sociales reconocen. Desde derechos en tanto consumidores; habitantes de la ciudad; usuarios de algún servicio. Activistas de alguna causa específica. 

A diferencia del siglo XX, en la actualidad este vago, amplio y diverso segmento social, se manifiesta esporádicamente en luchas sectoriales y en confrontaciones políticas coyunturales.

Esta dispersión se manifiesta también en la política y especialmente en la izquierda que en el pasado tuvo una expresión en el PS, en el MIR, el MAPU y otras agrupaciones políticas más pequeñas. En la actualidad se halla, entre otros, en colectivos territoriales, movimientos “ciudadanos” e incluso agrupaciones políticas emergentes como las que forman el FA, aparte de sus clásicas representaciones como el radicalismo o el socialismo tradicional.

En la coyuntura actual con el fin del binominalismo y la denominada “democracia de los acuerdos”, es posible reconstruir una izquierda plena y un movimiento popular sobre las ruinas que dejaron las políticas neoliberales.

Para ello, sin embargo, es necesario que la dispersión y diversidad que se manifiestan en la sociedad no se reproduzcan mecánicamente en lo político sino que se transforme en éste en una fuerza transformadora. Es esto y no sólo la derrota que, con toda seguridad, va a sufrir la derecha,  lo que está en juego en las próximas elecciones presidenciales.