Honoré Daumier. Gargantúa, 1831 |
La discusión de la Ley Naín-Retamal, tal como lo presentan los medios de comunicación hegemónicos -que es una manera eufemística de decir, "de las clases hegemónicas"- parece ser lo único importante que se debate en el país. Ni la reducción de la jornada laboral; ni la reforma al sistema de pensiones; ni el tema de los salarios ; ni el proceso constituyente, parecen ser noticias importantes ni de interés para ellos.
Es cosa de comparar la cantidad de minutos que le dedican noticieros televisivos, radiales o medios escritos, en papel o en formato digital.
Una sociedad que durante años y décadas se refocilaba en el consumo basado en el endeudamiento como si fuera un farra interminable -y que están en el corazón de la crisis que explotó en el país hace tres años y un poco más y que aún no se resuelve- hoy en día lo hace en el temor, que es una manera de enajenarse de otras desgracias y de las ansiedades de una sociedad tan desigual, tan autoritaria y abusiva.
Un estado de ánimo eficientemente explotado y fomentado por medios de comunicación amarillistas y venales que son un engranaje importante del sistema de dominación actual. Más eficiente que el temor y la represión abierta, es la persuasión de que éste es "el mejor de los mundos posibles" -pretensión ridiculizada por Voltaire hace más de dos siglos- o en el peor de los casos, "el menos charcha". Como los terremotos en un país sísmico como Chile, estas contradicciones y grietas de la sociedad, ocultas por la alegría triste y falsa del mall antes y hoy en día, por el manto de noticias sensacionalistas que preparan un estado de ánimo sombrío, pesimista, temeroso, se hacen evidentes súbitamente, como los terremotos.
Hernán Larraín, miembro de la Comisión de Expertos a cargo de elaborar un anteproyecto constitucional, lo ha expresado muy bien. Ésta es la última oportunidad. En su interpretación clasista y reaccionaria, oportunidad de resolver este desajuste que hay entre la sociedad real -sociedad llena de contradicciones, conflictos latentes, tensiones políticas y sociales, exclusiones y abuso- y el limbo representado por la Constitución actual, que parece más bien un monumento a la "estabilidad", -que no es otra cosa que la representación ideológica de una sociedad perfecta-.
Sociedad perfecta, por cierto, para empresarios, inversionistas, oportunistas que pululan en la oscura zona de la colaboración entre "emprendedores privados" y el Estado en el sector de la infraestructura, la educación, la cultura, las asesorías y las comunicaciones. Sector en el que se ha conformado una emergente clase media de la cota mil implicada en tramas tan sórdidas como el caso relojes y que se presenta y se ve a si misma en los medios como el espejo de nuestra sociedad.
Pero si no hay solución republicana, lo más probable es que deba ser una solución de fuerza la que termine por unir lo que hoy en día no calza, solución a la que ciertamente la derecha no le hace muecas. Una expresión de esto son las obscenas declaraciones de la tristemente célebre "doctora Cordero"; la imposición de una agenda de seguridad pública autoritaria y que pone a los agentes del estado encargados de velar por ella, al nivel de los ciudadanos que debe proteger. Sin embargo, tal como los terremotos en todo caso, puede pasar que antes vuelva a explotar otra ola de indignación popular. La derecha no está tan segura de que éste sea un escenario que pueda sortear con tanta facilidad, como el que se le presentó súbitamente el 2019.
El riesgo más importante para el campo social y popular, en cambio, es que la ola subterránea y sorda de indignación no se exprese en el proceso constituyente, que es precisamente uno de los objetivos de la política de comunicaciones del sistema dominante, por el cual explota con un sensacionalismo nauseabundo la agenda de seguridad y los recientes asesinatos de carabineros y carabineras.
Obviamente, los medios no están de su parte ni van a cubrir con un mínimo de decencia noticias que no sean las que sus mandantes y auspiciadores consideren importantes. Partidos y organizaciones populares y de izquierda deben, pues, asumir la responsabilidad de generarlos, enfrentando las mentiras de la derecha y la reacción, que son quienes imponen la pauta noticiosa hoy por hoy. Denunciando el abuso empresarial; abusos con el medioambiente, los trabajadores y trabajadoras. Y movilizándose en todos los frentes para enfrentar a la reacción.