Honore Daumier. El carro de tercera clase |
Una tendencia global indesmentible de los últimos treinta
años , es la caída sostenida de la participación de los salarios en el
PIB. Según los estudios disponibles, se produce desde al menos la década
de los 80 del siglo pasado.
Las causas, según estos, son el repliegue del Estado en la
economía, la concentración empresarial, la financiarización, el cambio
tecnológico y la pérdida de poder de negociación de los sindicatos y en los
últimos veinte años, la globalización que motiva el movimiento global de
los capitales, buscando mejores condiciones para la inversión -entre ellas,
mano de obra barata-.
Esto significa que en las últimas décadas el salario real
medio ha crecido sistemáticamente por debajo de la productividad y ello en todas
las ramas de la actividad económica.
Esta situación ha sido compensada a través del crédito y el
crecimiento de los empleos informales, que es la estrategia a la que recurren
los trabajadores para enfrentar la pérdida de puestos de trabajo pero que son
consideradas como tales por las encuestas que lo miden.
En el marco de un tipo de capitalismo que transforma
todo -incluidos derechos sociales como la educaciòn, la salud y la
previsiòn social, incluso el agua- en bienes de consumo, la caída de los salarios
se acentúa por la falta de políticas sociales universales del Estado.
Ello, pues los salarios, ya de por si bajos, se hacen todavía mas insuficientes para adquirirlos, transformándose en una de las fuentes principales de la exclusión y la pobreza.
Resulta aparentemente paradójico cuando la ideología
dominante sostiene que es el esfuerzo individual la clave para superar la
pobreza y acceder a mejores condiciones de desarrollo social y personal.
Esta apariencia de paradoja solamente expresa una de las
"aporías" del sistema, que consiste en concebir el desarrollo y el
progreso como el resultado de la competencia aunque la desigualdad sea
precisamente una de sus condiciones necesarias.
El problema es que además de ser el causante de la pobreza y
la exclusión de amplias capas de la población del consumo de bienes y servicios
de calidad, esta precariedad de los salarios que obliga a los trabajadores a
recurrir al crédito, genera además dependencia y sometimiento de quienes
detentan el poder de otorgarlo.
También de los patrones para imponer condiciones aún más
precarias, como nuevas rebajas de salarios; jornadas extralargas; flexibilidad
en la asignación de funciones, horarios, vacaciones, etc.
Esta tendencia inherente del sistema al emprobrecimiento de los trabajadores y a la precarización de las condiciones laborales, es adocenado por la reivindicación del "espíritu emprendedor" que se expresa en un crecimiento hipertrofiado de la "informalidad", esto es del empleo sin contrato ni leyes sociales que protejan al trabajador en la vejez o en la enfermedad.
Todo ello, por lo general, es embellecido por la
retórica del "esfuerzo" y el "espíritu de superación".
Plataformas del tipo Uber, entrega de comida delivery y otros, sólo ocultan
esta pobreza, pérdida de derechos y restricciones a la libertad individual y
colectiva.
De hecho, es tan así que los mismos defensores del sistema
sostienen, por ejemplo, que el problema del sistema previsional -una de las
fuentes principales de generación de pobreza- es la informalidad y los largos
períodos de cesantía que le impiden a los trabajadores cotizar regularmente en
el sistema de capitalización individual.
La solución que proponen ciertamente no es muy creativa pues
generalmente ésta consiste en establecer normas aún más flexibles de trabajo,
con el pretexto de no encarecer la contratación y así poder mantener la
cesantía a raya y tasas que los entusiastas del sistema se han atrevido a
catalogar incluso como "pleno empleo"..
Absurdo. Se trata de un círculo vicioso o lógico que oculta la resistencia del empresariado criollo a renunciar a las pingües ganancias que el sistema les ha garantizado en los últimos treinta años.
Esta característica singular del neoliberalismo como modo de dominación capitalista ha llevado a la concentración de la riqueza más brutal de la que se tenga registro en la historia. Y es tal que inevitablemente se transforma en capital especulativo.
El capitalismo ya no genera industria; fuentes de trabajo; desarrollo ni bienestar. Todo lo contrario. El neoliberalismo ha hecho evidente que es el principal obstáculo para lograrlo.
Este círculo lógico es simplemente expresión de la ideología dominante y por muy lógica que ésta sea, no necesariamente tiene que ver con la realidad. Solamente expresa interés de clase y es precisamente una herramienta de lucha con la que las clases dominantes cuentan para defender sus intereses.
La lucha por mejores salarios por lo tanto no es hoy en día sólo la expresión de un economicismo estrecho y corporativo. Es, debe ser, una centralidad en la lucha contra la desigualdad que está en el corazón del sistema y que es el obstáculo principal para desentrabarlo y comenzar una reforma y democratización efectiva de la sociedad.