La vuelta de carnero del senador de RN Andrés Allamand, no
dejó indiferente a nadie. En todo caso, tampoco tiene tanta importancia como se
le ha atribuido.
Desde hace años, este representante de la derecha dizque
“liberal” ha demostrado ser un oportunista sin escrúpulos a la hora de mentir,
y actuar siempre con intenciones ocultas. Un muñequero más de los que pueblan
los clubes de la derecha, el empresariado y las elites gobernantes.
Lo realmente importante es lo que expresa el gesto: el terror
del conservadurismo y las clases dominantes por la incapacidad de detener el
descontento, los ímpetus reformistas y las anhelos de cambio social de masas
desposeídas, excluídas y maltratadas en los últimos treinta años, a través del
formato decidido por ellos -y aceptado, circunstancialmente, por parte de la
oposición- para procesarlo.
En efecto, no hay que ser muy sagaz ni desconfiado para
apreciar que el que la UDI y el resto de la derecha aceptaran consultar al
pueblo la posibilidad de cambiar la actual Constitución, fue solamente por la presión de una movilización y
protesta social que entonces sólo tenía como su epílogo más probable la caída
del gobierno.
A poco más de un mes, y luego de los conciliábulos, cabildos,
reflexiones y sesudos debates acerca de la forma de hacer que este corset sea
un poco más flexible, a la hora de expresar la diversidad cultural, ideológica
y política de nuestra sociedad –como quien dice encontrar la quinta pata al
gato-, la derecha recién muestra su verdadera identidad: la de la reacción que
siempre ha sido; la de los que no tienen escrúpulos para condenar los crímenes
de Pinochet y sin embargo, justificar sin pudor las más flagrantes violaciones
a los Derechos Humanos en la actualidad.
Nadie cambia tanto después de todo.
¿Qué es lo que hace
posible el sinceramiento de la derecha? O mejor aún, ¿qué la motiva a sacarse
la careta de manera tan impúdica? El hecho de que la protesta social no ha
cedido ni un milímetro a la posibilidad de que el conflicto actual sea
resuelto, una vez más, a través de un “consenso”.
La situación nacional es de extrema polarización y por esa
razón ésta no necesita actuar ni manifestar su posición abiertamente
reaccionaria y violenta con eufemismos. Por eso, tanto RN como la UDI dicen NO
a una nueva Constitución después de haberse abrazado con el FA y la Concertación
el 15 de noviembre para impulsar la consulta.
Probablemente por esa razón ha resultado tan complicado -primero,
a todos los que firmaron el famoso acuerdo- encontrar una solución a la paridad
de género, cupos garantizados ´para pueblos indígenas y la participación de los
independientes en los estrechísimos límites fijados aquella madrugada.
Y para la derecha en particular, mantener cierto decoro a la
hora de honrar su palabra. Pero es que no se trata de una cuestión de buena o
mala voluntad. Hay que ser muy ingenuo para creer una paparruchada como esa. Es
sólo que lo que defiende es interés de clase y ya ni siquiera disimula.
Allamand es un botonazo.
Es por esa razón que el plebiscito de abril, va a generar una
nueva situación y en ella se van a jugar, como de hecho ya lo están haciendo,
al cien por ciento los beneficiarios del modelo para mantener intactas o con el
menor daño posible, las bases de sus extraordinarios beneficios.
El pueblo movilizado ha corrido el cerco una y otra vez y lo
seguirá haciendo. En abril quedará claro que el tiempo de la Constitución de
Pinochet se acabó y que ningún consenso con quienes la defendieron en el pasado
y lo siguen haciendo en la actualidad es posible, porque sus intereses no son
los del resto del país. Y en eso no hay términos medios.
En abril no se habrá ganado la nueva constitución, así como
el 5 de octubre de 1988 no se consiguió la democracia. Empieza un proceso. Es
un hito, sólo un hito más en la larga lucha por derrotar al neoliberalismo y
lograr una democracia plena.
El ensanchamiento de las posibilidades de una movilización permanente
y cada vez más profunda, lo más probable es que también se exprese en el
formato de Asamblea Constituyente.
Los intentos por limitarla, entonces -como los que ha desarrollado
en la actualidad la derecha una y otra vez, muñequeando, inventando acuerdos y
enredando - serán tan inútiles como oportunistas.
En ella se dará el mejor marco posible para la unidad más
amplia y diversa del pueblo. Será quizás expresión de la victoria popular más
importante desde el 4 de septiembre de 1970.