viernes, 10 de enero de 2020

¿Qué significan las piruetas de la derecha?


 
Honoré Daumier. El vientre legislativo


La vuelta de carnero del senador de RN Andrés Allamand, no dejó indiferente a nadie. En todo caso, tampoco tiene tanta importancia como se le ha atribuido.

Desde hace años, este representante de la derecha dizque “liberal” ha demostrado ser un oportunista sin escrúpulos a la hora de mentir, y actuar siempre con intenciones ocultas. Un muñequero más de los que pueblan los clubes de la derecha, el empresariado y las elites gobernantes.

Lo realmente importante es lo que expresa el gesto: el terror del conservadurismo y las clases dominantes por la incapacidad de detener el descontento, los ímpetus reformistas y las anhelos de cambio social de masas desposeídas, excluídas y maltratadas en los últimos treinta años, a través del formato decidido por ellos -y aceptado, circunstancialmente, por parte de la oposición- para procesarlo.

En efecto, no hay que ser muy sagaz ni desconfiado para apreciar que el que la UDI y el resto de la derecha aceptaran consultar al pueblo la posibilidad de cambiar la actual Constitución, fue solamente por la presión de una movilización y protesta social que entonces sólo tenía como su epílogo más probable la caída del gobierno.

A poco más de un mes, y luego de los conciliábulos, cabildos, reflexiones y sesudos debates acerca de la forma de hacer que este corset sea un poco más flexible, a la hora de expresar la diversidad cultural, ideológica y política de nuestra sociedad –como quien dice encontrar la quinta pata al gato-, la derecha recién muestra su verdadera identidad: la de la reacción que siempre ha sido; la de los que no tienen escrúpulos para condenar los crímenes de Pinochet y sin embargo, justificar sin pudor las más flagrantes violaciones a los Derechos Humanos en la actualidad.

Nadie cambia tanto después de todo. 

¿Qué es lo que hace posible el sinceramiento de la derecha? O mejor aún, ¿qué la motiva a sacarse la careta de manera tan impúdica? El hecho de que la protesta social no ha cedido ni un milímetro a la posibilidad de que el conflicto actual sea resuelto, una vez más, a través de un “consenso”.

La situación nacional es de extrema polarización y por esa razón ésta no necesita actuar ni manifestar su posición abiertamente reaccionaria y violenta con eufemismos. Por eso, tanto RN como la UDI dicen NO a una nueva Constitución después de haberse abrazado con el FA y la Concertación el 15 de noviembre para impulsar la consulta.

Probablemente por esa razón ha resultado tan complicado -primero, a todos los que firmaron el famoso acuerdo- encontrar una solución a la paridad de género, cupos garantizados ´para pueblos indígenas y la participación de los independientes en los estrechísimos límites fijados aquella madrugada.

Y para la derecha en particular, mantener cierto decoro a la hora de honrar su palabra. Pero es que no se trata de una cuestión de buena o mala voluntad. Hay que ser muy ingenuo para creer una paparruchada como esa. Es sólo que lo que defiende es interés de clase y ya ni siquiera disimula. Allamand es un botonazo.

Es por esa razón que el plebiscito de abril, va a generar una nueva situación y en ella se van a jugar, como de hecho ya lo están haciendo, al cien por ciento los beneficiarios del modelo para mantener intactas o con el menor daño posible, las bases de sus extraordinarios beneficios.

El pueblo movilizado ha corrido el cerco una y otra vez y lo seguirá haciendo. En abril quedará claro que el tiempo de la Constitución de Pinochet se acabó y que ningún consenso con quienes la defendieron en el pasado y lo siguen haciendo en la actualidad es posible, porque sus intereses no son los del resto del país. Y en eso no hay términos medios.  

En abril no se habrá ganado la nueva constitución, así como el 5 de octubre de 1988 no se consiguió la democracia. Empieza un proceso. Es un hito, sólo un hito más en la larga lucha por derrotar al neoliberalismo y lograr una democracia plena.

El ensanchamiento de las posibilidades de una movilización permanente y cada vez más profunda, lo más probable es que también se exprese en el formato de Asamblea Constituyente.

Los intentos por limitarla, entonces -como los que ha desarrollado en la actualidad la derecha una y otra vez, muñequeando, inventando acuerdos y enredando - serán tan inútiles como oportunistas.    

En ella se dará el mejor marco posible para la unidad más amplia y diversa del pueblo. Será quizás expresión de la victoria popular más importante desde el 4 de septiembre de 1970.