Richard Hamilton ¿Qué es lo que hace que las casas de hoy sean tan diferentes, tan atractivas? 1958 |
Después del terremoto que significó para la
derecha el resultado de las elecciones del 15 y 16 de mayo, resulta una
incógnita lo que le queda por hacer. Evidentemente, lo que está en juego es
mucho para el sector y sus representados: "las libertades que con tanto
esfuerzo hemos logrado en los últimos veinte años" dijo el 2011 el
entonces presidente de RN, Carlos Larraín.
Libertad para los empresarios -se entiende-
de explotar inmisericordemente a trabajadores, trabajadoras y al medioambiente,
hasta sacarles la última gota de sudor y savia, con tal de acrecentar sus
extraordinarias ganancias
Por lo pronto, se puede avizorar desde ya que
va a hacer lo que históricamente ha hecho en contextos similares y lo que ha
aprendido de la experiencia de resto de las derechas latinoamericanas en el
pasado reciente: conspirar y preparar su retorno al poder y en lo posible,
evitar que los cambios que con toda probabilidad va a sufrir el país, los
perjudiquen.
Con la sangre fría y el aplomo que les da la
experiencia de haber sido el sector político y de clase hegemónico de este país
desde que se formó como República, no se ha amilanado ni lo hará frente al
histórico revés que sufrió hace un par de semanas atrás. Lo concreto es que a
duras penas, alcanzó un veinte por ciento de la Convención Constitucional lo
que no le alcanza para vetar las transformaciones a las que el pueblo
aspira.
Le faltan catorce votos para eso y se ve
difícil que los logre, por mucha política de alianzas que haga y además, porque
los partidarios de la democracia de los acuerdos que sobreviven en la
oposición, también fueron estrepitosamente derrotados. Eso, sin embargo, ¿es
suficiente como para cantar victoria? Hay cierto optimismo -un poco ingenuo tal
vez- que va desde la indiferencia a lo que pueda la derecha hacer en la
Convención, pese a no tener el tercio, hasta una confianza un poco exagerada en
la mayoría electoral abrumadora de la oposición.
Pero lo cierto es que esa mayoría aplastante,
expresión para algunos de la “multitud” de desposeídos, excluidos,
desheredados, discriminados, endeudados, y explotados chilenos y chilenas, se
manifiesta a través de un diverso y abigarrado conjunto de demandas hacia el
Estado y no en un proyecto de sociedad y modelo de desarrollo.
Justamente, la necesidad de que sea el
conjunto de la sociedad quien lo debata y construya, considerando toda su
riqueza y diversidad, es lo que expresa la convención aún con todas las
limitaciones que se le impuso desde un principio, incluidos los dos tercios.
Pero puede ser también el ecúleo que termine por hacerla trizas.
En efecto, el problema ahora no es la
capacidad de veto de la derecha, ni el riesgo de que pirquineando por aquí y
por allá, consiga los catorce votos que le faltan. El problema ahora, dado el
megaquórum establecido en la ley 21200, es la posibilidad de que éste no se
alcance en lo que tiene que ver con importantes materias y la convención
termine en un aborto constitucional.
Evidentemente, el interés de la derecha es
precisamente el fracaso de la Convención, pese a sus farisaicas declaraciones,
y en ese sentido, el quórum, y no su poder de veto, actúa ahora como un
obstáculo para cualquier cambio. Por cierto, las cuatro quintas partes de la
convención son más que suficientes para derrotarla, pero considerando la
especificidad de intereses representados en ella, la posibilidad de concretarla
no es pan comido. Y también, la posibilidad de que esa mayoría sufra escisiones
que terminen actuando también como un factor de contención.
Las clases medias, como se les ha denominado
comúnmente, en este sentido, serán un campo de disputa cultural e ideológico
privilegiado del conservadurismo político, para lo que cuenta con una potente
maquinaria propagandística y cultural que son los medios de comunicación de
masas. Radio, televisión, prensa escrita, industria de la entretención masiva,
indudablemente se pondrán del lado de los perdedores y serán esenciales a la
hora de legitimar a esa minoría reaccionaria.
En toda América Latina ha sido así. Lo mismo
la movilización de esos sectores permeables de la población a los encantos de
la cultura neoliberal, que en este caso van a ser convocados con toda seguridad
por la derecha, como fue en Bolivia y Venezuela, y más recientemente en
la hermana República Argentina tras la bandera anticuarentenas, para
boicotear la Convención.
En el debate del Reglamento entonces, está
parte importante de las posibilidades que le quedan todavía a la derecha y la
reacción, que con el hipócrita argumento de la sostenibilidad de las reformas,
la unidad, representatividad y la amplitud que deben representar, esconde
precisamente su desprecio por las mayorías. La norma de los dos tercios por lo
demás, no es la única que puede entorpecer la construcción de mayorías y
disimular las componendas que en ciertas materias del debate constitucional,
pudieran intentarse.
Las mayorías, perfectamente, si es que no es
el caso que se expresen en la Convención electa, debieran manifiestarse a
través de mecanismos de democracia directa como plebiscitos para resolver
materias en que ésta no llegue a acuerdo. Además, es una forma eficiente de
salir al paso de los intentos de los sectores conservadores de deslegitimarla a
través de una acción desestabilizadora.
La batalla de la Convención no está ganada
pese a los primeros triunfos del plebiscito y la elección de convencionales.
Hay que asegurar su éxito, que debe ser el resultado de la participación
directa del pueblo y que consiste en superar el corset del reglamento. La
unidad de los demócratas será expresión precisamente de esa movilización
popular y la forma que adopte el nuevo consenso que emerge de las ruinas del
modelo neoliberal y la Constitución pinochetista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario