Todos los procesos de tansformación; de profundización de la democracia, los derechos de los trabajadores y trabajadoras y el pueblo, fueron en el siglo XX gracias a la unidad de las fuerzas de izquierda. El Frente Popular que impulso la educación pública y la industria nacional, el Bloque de Saneamiento que terminó con la ley maldita; el gobierno de la UP.
Por el contrario, cada vez que las fuerzas de izquierda han actuado divididas, se han producido retrocesos para la democracia y los derechos sociales, económicos políticos y culturales del pueblo. Hace ya casi cien años, la caída de la efímera república socialista y la restauración conservadora que vino con Alessandri del ’32 en adelante; el golpe de Estado de 1973; la salida pactada de la dictadura militar que estabilizó la dominación neoliberal por treinta años.
La unidad no es una cuestión táctica o de procedimiento; es una cuestión de principios porque asume y le da forma y expresión a la diversidad y amplitud del pueblo, más aún hoy en día en que las trasformaciones neoliberales han hecho más complejas las condiciones de la dominación, y multiplicado las contradicciones que lo mantienen en una constante crisis, que por lo demás puede terminar con las posibilidades de sobrevivencia biológica de nuestra especie.
La unidad de la izquierda, es “un capital"; un instrumento del pueblo y una responsabilidad con la historia.
Pero la unidad no sólo de hace de programas y de ideas; está hecha de millones de actos, experiencias compartidas por quienes la conforman; militantes, dirigentes sociales, activistas; ciudadanos de a pie. También de conversaciones, públicas y privadas. El debate entre las direcciones del PC y el PS en los años sesenta acerca de la tesis de Frente de Trabajadores o Frente Antifascista que culmina en la UP y la candidatura de Salvador Allende Gossens, es un ejemplo elocuente.
La práctica ha ido aclarando, en el último tiempo, muchas cosas y acercado a la izquierda. Las críticas generales a “la clase política”y a las reformas que en su momento y con todas sus limitaciones, impulsó el Gobierno de la Presidenta Bachelet, han dejado su lugar a una consideración más sincera del valor de la amplitud; de la necesidad de realizar reformas parciales mientras no existe la capacidad de emprender cambios estructurales, etc.
La lista de Apruebo Dignidad, las primarias del pacto Chile Digno, expresan precisamente esa madurez; los triunfos en Gobernaciones y alcaldías importantes, presagian un futuro fecundo y exitoso para la izquierda.
Sin embargo, incluso en sus triunfos más importantes, por ejemplo después de la parlamentaria de marzo del 73, en que la UP alcanza un histórico 43%, el éxito no está asegurado, pues el valor de la unidad de la izquierda puede no ser suficientemente incorporada como la expresión de una nueva moral y de la consideración del pueblo como una identidad, un sujeto y no sólo como la suma algebraica de sus componentes.
Esa moral, se manifiesta y se seguirá manifestando en el futuro, en las formas prácticas de vivir y hacer la política, en el sindicato, en la federación de estudiantes, en el comité de allegados o la cooperativa de canalistas, pequeños agricultores y agricultoras; en el colectivo de la comunidad LGBTQ; las comunidades locales, en los barrios. También en la coalición; en la lista parlamentaria o la municipal; en la Convención Constituyente.
Sin personalismo, con liderazgos colectivos, que toman partido y no temen hacerlo por los perdedores, los pobres, los explotados; los excluidos y que el día de mañana, a no dudarlo, serán objeto de la más despiadada oposición de la oligarquía neoliberal que, usando métodos directos y la mayoría de las veces maniobras sinuosas, sibilinas, recurrido sin pudor al dinero y la extorsión, ha gobernado el país en los últimos treinta años.
La unidad de la izquierda, ha sido, es y seguirá siendo, un factor determinante en el desarrollo de los acontecimientos históricos en nuestro país. Pero no es solamente el resultado de un pegoteo de siglas, ni un corta y pega en la elaboración de un programa. Es la manifestación de los valores que resultan de la vida del pueblo en su lucha por la felicidad, por una buena vida libre, justa y soberana.
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