Honoré Daumier. "Somos hombres honestos, abracémonos y acabemos con nuestros desacuerdos. Litografía |
La semana noticiosa ha sido intensa. Quizás tanto como para haber cambiado la situación nacional de modo irreversible.
Primero, porque después del segundo debate televisado, las posibilidades de la derecha en la elección presidencial son casi nulas, de no mediar algún acontecimiento inesperado. Sebastian Sichel es un cadáver político y no deben ser pocos los que se deben preguntar en su sector, seguramente, si no habría sido preferible escoger a Lavín, aunque con toda probabilidad no habría corrido una suerte muy distinta, considerando los manejos oscuros de las finanzas de la municipalidad de la que es alcalde.
La candidatura de Kast no representa de ninguna manera una opción que pudiera tomar el relevo de la prematura defunción de Sichel. Ello porque el electorado al que apela Kast no es el mismo. Se trata de la derecha más dura; más reaccionaria e ignorante. Quién sabe cuánto del electorado del candidato de Vamos por Chile podrá recuperar el candidato ultra, pero obviamente no es la suma de ambos lo que representará en la elección de noviembre. Además, porque su comportamiento ético no es muy diferente al de Sichel, Lavín o Piñera.
Miente, evade impuestos, es grosero y agresivo.
Segundo dato importante, la Acusación Constitucional contra Piñera. La posibilidad de que sea destituido es altamente probable. Esto quiere decir que definitivamente la posibilidad de resolver las contradicciones entre los sectores hegemónicos de nuestro sistema político -o mejor dicho, de quienes los hegemonizaron desde 1990 en adelante- a través de un consenso, se esfumó para siempre. Precisamente, lo que le dio la estabilidad de un túmulo a nuestra interminable transición.
Es, por lo demás, lo que le reprocha la derecha y todos sus ideólogos al "socialismo democrático", recurriendo a todo su arsenal de diatribas anticomunistas, sacadas del baúl de los recuerdos del maccahartisno.
El tercer elemento es la publicación en el Diario Oficial de los reglamentos de la Convención Constitucional. La derecha ni siquiera logró juntar las firmas necesarias para recurrir ante la Corte Suprema, para derribar lo resuelto democráticamente por la Convención. Se ha visto en estos días de esa manera sin las anteojeras ideológicas con las que se apreció y con las que la apreció gran parte de la sociedad en los últimos treinta años. Esto es, quedó en evidencia como un sector minoritario; profundamente reaccionario; ideologizado; hipócrita y clasista.
Muy probablemente, habrá una segunda vuelta entre dos candidatos de oposición y la derecha, como en otras ocasiones, se verá obligada a escoger entre ellos en diciembre. Pero además, su posición minoritaria se verá reflejada en la elección parlamentaria y con suerte, escogerá su mismo veinte por ciento de la Convención. Así las cosas, las relaciones entre la Convención y el Parlamento comenzarán a ser muy distintas y con toda seguridad, estas serán de colaboración y entendimiento, tanto como para acelerar el proceso constituyente y darle sustentabilidad en el largo plazo. Lo mismo respecto del Gobierno.
La movilización social encontrará en el Estado no un obstáculo sino un interlocutor. No será la reedición del Estado de Compromiso seguramente, pero a lo menos sí habrá una mayor porosidad en la relación entre éste y el movimiento social. Esto significa que en lo que dice relación con la recuperación de la economía, el manejo de la pandemia; también en las reformas al sistema de pensiones, el Código del Trabajo; la desmunicipalización de la educación y el fortalecimiento de la salud pública, no serán obra de los "técnicos" que tanto abundaron en los noventa en la definición de las políticas públicas sino de la sociedad civil organizada en diálogo y conflicto con el Estado.
Asimismo, un entendimiento entre la izquierda y el centro será determinante en la proyección de los cambios que traerá consigo la nueva Constitución.
El mismo debate de la Convención va a aclarar hasta dónde ésta determinará las relaciones entre Estado, política y Sociedad Civil. Regulación de los mercados; capacidad del Estado para crear empresas; se cuestionará el absurdo de la autonomía del Banco Central que en estos días ha quedado en evidencia; el reconocimiento constitucional de la titularidad de los derechos colectivos; de las nacionalidades y las culturas; etc. son todas materias que ciertamente exceden el debate sobre el régimen político que a algunos les parece suficiente para hacer posibles reformas que apunten hacia una sociedad democrática y de derechos y es donde probablemente habrá que esforzarse por encontrar soluciones y más debate va a generarse en el seno de lo que actualmente es la oposición.
Ni el centro ni la izquierda son lo mismo de hace cinco años. La Concertación yace en los anales de la historia y es ese, precisamente, uno de los motivos que más lágrimas le ha sacado a la derecha y sus intelectuales. La izquierda en la actualidad es una síntesis en proceso de lo que fue la izquierda histórica y una izquierda emergente.
Sin embargo, la derrota estratégica de la derecha y la crisis global del neoliberalismo -económica, ambiental, sanitaria- posibilitan ese entendimiento que ciertamente no será en torno a lo posible sino a lo necesario.
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