La muerte de Marat. Jacques Louis David |
A dos
años de la revuelta popular que tiró al tacho de la basura de la historia la
Constitución del 80, el país se enfrenta
sin embargo a la posibilidad
cierta de que la ultraderecha, que es el único sector abiertamente partidario
de este bodrio, gane las elecciones presidenciales.
Varios
factores coyunturales podrían explicar esta paradoja aunque ciertamente tiene
explicaciones mucho más profundas, si bien evidentes. ¡Es la lucha de
clases!
Efectivamente.
Las clases dominantes de la sociedad están respondiendo a los embates de
protesta popular que pusieron en jaque sus posiciones de dominio a partir del
18 de octubre de 2019 -el sistema de AFPs y la Constitución de Pinochet-. Para
ello, han recurrido a todos los recursos disponibles de su repertorio mafioso.
Desde la represión abierta, al muñequeo, la desinformación, la mentira, la
difamación y la calumnia.
La
candidatura neofascista de Kast, es sólo uno más de sus ingredientes.
Los
liberales, la derecha social, todos sin excepción se pusieron a disposición de
la reacción moral y cultural, guardando
discretamente en un cajón sus discursos sobre tolerancia, diversidad, libertad,
en tanto que el papel que los fascismos han jugado a lo largo de todo el
último siglo, desde Mussolini a Bolsonaro, no es otro que el de ser la última
barrera de contención del modelo y los intereses de clase que defienden también
liberales y conservadores, aunque con medios menos prosaicos.
Esta
situación ha tenido resultados de proyecciones insospechadas. En primer lugar,
barrió con los partidos del autodenominado "centro político". Partiendo
por la DC, incapaz de dar cuenta de la contradicción que explica la situación
social actual. Otros, simplemente porque tratándose de la defensa de los
intereses de clase a los que sirven, olvidaron rápidamente sus ínfulas
liberales y republicanas. El espectáculo patético de Vargas Llosa
llamando a votar por Kast, el representante más conspicuo de la reacción
católica y nostálgico de la dictadura militar, es suficiente demostración de la
bancarrota doctrinaria, política y cultural de este sector.
Así
las cosas, la segunda vuelta de la elección presidencial resulta determinante,
quizás como ninguna otra antes en los últimos treinta años, para este
sector.
El
buen resultado que obtuvo en las parlamentarias, puede diluirse como agua entre
los dedos si es que no logra su objetivo de ganar la Presidencia de la
República, habida cuenta de que la Convención podría resolver un período de
transición para la instalación de la nueva Constitución y adelantar el llamado
a unas elecciones generales, para lo que
contaría, por cierto, con la colaboración del Poder Ejecutivo. La
experiencia venezolana es bastante elocuente a este respecto y es probablemente
por lo que vino Leopoldo López a Chile.
En
resumidas cuentas, la derecha se juega mucho más que la presidencia en esta
elección y así lo entienden varios de sus dirigentes.
Lo que
está definitivamente en juego, es la posibilidad de detener el
proceso de transformaciones iniciadas el 18 de octubre de 2019. Ante una disyuntiva como ésta, no hay lugar
para exclusivismos ni alternativas de la
alternativa. De eso ya se dio cuenta la
DC con un costo enorme para ella. No es el programa, qué tan radical ni qué tan
amarillo pueda ser el gobierno de Apruebo Dignidad, lo que se define en la
segunda vuelta. De hecho, los esfuerzos de los partidos de centro por
moderarlo, apenas disimulan su incapacidad política. En efecto, el oportunismo
de su actuación no podrá reemplazar, por cierto, las necesidades de
transformación social que son consecuencia de contradicciones reales que han
generado treinta años de neoliberalismo.
Tecnicismos
más, tecnicismos menos, ajustes más o
menos, la sociedad reclama reformas de fondo y sea quien sea electo el 21 de
diciembre tendrá que hacerse cargo de ellas. La movilización de masas va a resultar
decisiva en este sentido pues los hechos de los últimos dos años han demostrado
que la institucionalidad políítica hace rato que no da cuenta de ellas ni es
útil para canalizarlas.
El sentido histórico de la Constituyente es precisamente
ese.
Sin
embargo, los aciagos compromisos en los que el sistema pone a la población, las
hacen más urgentes. Efectivamente, el sistema de AFP’s arroja todos los años a
masas de ancianos y ancianas a la indigencia generando una enorme carga para el
fisco y para sus familias; el endeudamiento de éstas y el encarecimiento del
costo de la vida, combatido paradójicamente por los economistas del sistema
manteniendo en la pobreza a la población, generan un caldo de cultivo propicio para las soluciones
informales y que operan en los márgenes del sistema o fuera de ellos; redes de
tráfico de drogas, incluyendo el microtráfico, venta de especies robadas,
comercio informal, que finalmente terminan golpenado también a nuestro ya
sufrido pueblo en sus barrios y poblaciones convertidos en verdaderos mundos paralelos al oasis neoliberal de los
mall y las carreteras interurbanas.
La
ansiedad y el temor que asola a trabajadores y trabajadoras se manifiesta,
luego, en un esecpticismo que refleja el alto abstebcionismo registrado en la
anterior elección y es aprovechado por el fascismo proponiendo soluciones
facilonas, sin ningún tipo de escrúpulo, diciendo después “….no se preocupen,
todo va a estar bien….” Es a esa enorme masa de chilenos y chilenas que no
reflejan twiter ni instagram a las que es necesario movilizar para detener a la
reacción, derrotar su contraofensiva y hacer efectivas las demandas del 18 de
octubre.
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