Georg Scholz. Arbeit schändet. 1921 |
De cara al plebiscito constitucional del 4 de septiembre, la gran protagonista son las noticias falsas. Sea tanto porque medios serviles a los intereses garantizados por la actual constitución les ofrecen amplia difusión -sin tomarse la molestia siquiera de verificar su contenido- o por las réplicas que éstas provocan. Por donde se mire, siempre salen ganando, generan debate, hechos políticos y abundante cobertura.
¿Significa esto acaso que lo mejor es ignorarlas? Por cierto, eso no cambiaría mucho las cosas, solamente las dejaría tal como están. Las noticias falsas van a seguir hegemonizando titulares, debate y la reflexión de ciudadanos y ciudadanas, acarreando agua al molino del rechazo, de aquí al 4 de septiembre. Ello mientras el monopolio mediático, pieza fundamental del sistema de dominación vigente, no sea objeto de ninguna regulación pública que garantice el pluralismo y la diversidad.
Las encuestas solamente reflejan esta presencia hegemónica de las distorsiones y mentiras hechas circular por la derecha y el empresariado a través de sus medios, pero en ningún caso, como lo han tratado de hacer creer las viudas de la constitución pinochetista y la presunta centroizquierda zombi de los noventa, una expresión de conformidad con el estado de cosas actual, descrito y legitimado por ese texto constitucional pactado en los noventa sin consulta popular mediante.
La caterva del rechazo representa al sentido común. Reitera la jerga dominante de los últimos treinta años, repetida machaconamente hasta convertirse en un repertorio de frases hechas y máximas que le sirven de consuelo a una temerosa clase media que vive de la ilusión de llegar a ser algún día como Eliodoro Matte o incluso de creer que excepto por su fortuna es igual, y temerosa de ser pobre o volver a serlo.
En buenas cuentas, es pura ideología y no representa ningún hecho objetivo. En principio, entonces, no es cierto que el rechazo vaya a ganar en septiembre, sino solamente que tiene más presencia en los medios que el apruebo, por razones obvias.
Las fuerzas democráticas, sin embargo, no pueden desestimar el riesgo que ello implica. El Frente Amplio en Uruguay, desarrolló una exitosa campaña de recolección de firmas para llevar a referéndum la Ley de Urgente Consideración del gobierno de Lacalle Pou, en plena pandemia, y sin embargo fue derrotada luego en él.
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales en las que triunfó el candidato de la izquierda, el entonces diputado Gabriel Boric, el candidato ultraderechista José Kast salió primero y en las elecciones parlamentarias de ese mismo año, la derecha se llevó casi la mitad del Parlamento. Ignorar, por lo tanto, esta presencia de la derecha y su propaganda en los medios, por muy ideologizada que sea, puede resultar fatal.
Excepto los partidos más reaccionarios del espectro político, el rechazo solamente ha logrado atraer a un exclusivo círculo de privilegiados por la transición pactada. Una porción menor del PDC, antiguos militantes del PPD y ex mapucistas; aspirantes a guerrillero devenidos en empresarios y tecnócratas de los gobiernos de la concertación.
Sin embargo, la JDC, importantes alcaldes y parlamentarios de la ex concertación, el PS; -un poco a regañadientes- el laguismo; más toda la izquierda reunida en Apruebo Dignidad, organizaciones sociales y de masas, se han manifestado ya por el apruebo en el plebiscito de salida aun cuando incluso no compartan la totalidad del texto redactado por la Convención. Ello, pues la contradicción que se expresa en el plebiscito es simplemente la de quedarse con la actual Constitución o avanzar hacia la construcción de un nuevo pacto social.
En segundo lugar, el triunfo del apruebo en el plebiscito de salida se basa la constatación de que la Constitución no es, como se ha repetido majaderamente hasta ahora, "la casa de todos". La Constitución es la expresión de un acuerdo -no de un consenso- de la sociedad respecto de las bases de su convivencia, de la tensión de intereses opuestos, de la diversidad y riqueza cultural de nuestra sociedad. Obviamente unos van a quedar más contentos que otros y no todos, por cierto, van a ver reflejadas en ella cada una de sus aspiraciones.
Entre los últimos ciertamente los grandes empresarios que ya han notificado al país su disconformidad con el texto aprobado por la Convención, aunque se cuidan de llamar a rechazar abiertamente.
El resto del país, aspira a una nueva Constitución. La gran mayoría despojada y excluída por la actual Constitución que sólo ha considerado el interés de la gran empresa va a asistir a votar mayoritariamente por el apruebo, a no ser que la propaganda derechista basada en mentiras y distorsiones grotescas la convenza de la inutilidad de sus luchas y de sus votaciones en el plebiscito de entrada y en la elección de convencionales, lo que ya sería mucho decir.
La mentira no se va a derrotar por consiguiente con más propaganda que la que la derecha y los empresarios despliegan en sus medios, contando con la servil colaboración de parte de la DC, ex poetas y escritores venidos a menos; académicos y empresarios del lobby y de la industria de la educación
En la medida que se conozca el texto constitucional elaborado por la Convención, debiera disminuir el pavor infundido por la prédica derechista. Asimismo, en la medida que se acerque el plebiscito de salida, acrecentar la movilización por las demandas populares. Tal como lo ha dicho el ministro Jackson, la actual Constitución, es un cerrojo para la implementación de cualquier programa de transformaciones. Lo fue durante los gobiernos de la Concertación; lo fue durante el gobierno de la Nueva Mayoría y lo seguirá siendo mientras no haya sido derogada.
La unidad de las fuerzas del apruebo en lo posible, debe expresarse en una campaña unitaria. El rechazo es una majamama que solamente expresa una unidad circunstancial basada en la defensa de privilegios, conservadurismo moral y cultural; temores atávicos y una promesa imposible de elaborar una nueva constitución que no podría ser sino una reedición del mismo mamarracho pinochetista en nuevos términos.
Por eso, los pueblos de Chile van a triunfar en septiembre y la mentira va a ser derrotada.