miércoles, 22 de junio de 2022

Ventanas, la nueva Constitución y los desafíos de la clase trabajadora en la actualidad

 


Edward Munch. Obreros volviendo a casa. 1913-1915


El cierre de la refinería de Ventanas, ha sido el festín de los medios del sistema. Acusar de incumplimientos e inconsecuencias por parte del gobierno; ruptura con su base de apoyo y contradicciones en su interior con el claro objetivo de debilitar las posiciones de izquierda en una coyuntura caracterizada por el fin del ciclo de gobiernos neoliberales y la recuperación de las posiciones de izquierda en todo el continente, es un libreto conocido.

La manifestación del crisol de contradicciones del sistema neoliberal que son las zonas de sacrificio no es algo nuevo. Que una administración comprometida con el pueblo y los trabajadores; con el medioambiente y el desarrollo del país, se haga cargo de ellas para dar una solución definitiva que armonice los intereses nacionales para proyectarlos en el largo plazo, sí.

Ese es el problema de Ventanas y el cierre de la fundición. 

En este sentido, las causas que inspiraban a la izquierda y el movimiento obrero en el siglo XX, si bien siguen siendo las mismas, son hoy por hoy muy diferentes. Se trata de contradicciones de clase determinadas por las transformaciones del capitalismo, un capitalismo que emerge cada vez más claramente como una forma de relación del hombre, la tecnología y consecuentemente, de las clases y movimientos sociales con la naturaleza, que extiende las relaciones basadas en la apropiación privada de todo lo real a todos los ámbitos de la vida. Ello como nunca antes en la historia y producto de su propio desarrollo y contradicciones.

Para un punto de vista histórico y revolucionario, es precisamente en la apreciación de este carácter complejo, determinado y cambiante en donde radica la forma auténtica de lo real y la explicación de su constante transformación. No es la identidad sino la diferencia la que lo define.

Lo contrario, el doctrinarismo pedante que reemplaza, como decía Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta” por unas cuantas fórmulas sociológicas y filosóficas o la acumulación de ejemplos históricos, es un punto de vista conservador, que se expresa en un maximalismo inspirado en un "deber ser" que alude a una incierta noción de la identidad, más que en las contradicciones de la realidad o en una integración chapucera de temas corrientemente denominados “emergentes” sin ninguna coherencia política.

Pero no es solamente el maximalismo una de sus expresiones. Borrar la riqueza y diversidad de contradicciones que genera el capitalismo consiste también en la asimilación de la pura reivindicación económica y específicamente la sindical, a la totalidad de lo real. Efectivamente en la producción es donde en forma primaria se expresa la contradicción interior entre el carácter social de la vida del hombre y la apropiación privada de la misma para transformarla en mercancía. Sin embargo, ésta se refiere a la totalidad de lo social.

Entonces, como sucedáneo del auténtico clasismo, e ignorando  el carácter de totalidad de la vida social, esta  posición política adopta un lenguaje, unas formas de organización y lucha que le sirven para diferenciarse de posiciones políticas progresistas o que incluso se definen "de izquierda" aun cuando no se reconozcan clasistas pues no apuntan a la transformación de dicha totalidad sino a sus manifestaciones.

Este punto de vista, tan pequeñoburgués como el maximalismo es el obrerismo. Es igual que el maximalismo, un punto de vista conservador porque armado de una más “realista” apreciación de las circunstancias, no se hace cargo de la totalidad, de la riqueza de lo real. La lucha sindical, ni siquiera la lucha obrera, para este punto de vista lo es todo.

Es un punto de vista conservador además porque no construye movimiento social y simplifica de manera grosera, la complejidad y riqueza de las contradicciones reales, en primer lugar, las contradicciones de clase.

Esa riqueza y complejidad es la que explica que históricamente sectores de la clase media -pequeñoburgueses- hayan sido parte del movimiento popular y levantaran las banderas del socialismo y la democracia. Entre otros, los estudiantes y el movimiento juvenil en general; los profesionales, los trabajadores del arte y la cultura.

Se trata de grupos sociales que producto de las modernizaciones neoliberales de los últimos treinta años, se han privatizado y encontrado un nicho para reproducirse como clase y como cultura, en centros de estudio y ONG’s, fundaciones y productoras que le venden servicios al Estado, realizan asesorías a organizaciones sociales y se vinculan con los temas corrientemente llamados “ciudadanos” y que en realidad son las viejas contradicciones de clase determinadas de diversas maneras y por diversas circunstancias también.

Hay problemáticas que expresan el carácter de la contradicción principal del período, como la recuperación de la educación pública; el acceso a la cultura y la entretención; las luchas contra el armamentismo y la defensa del medioambiente; los derechos políticos y civiles, sociales y culturales de todos los ciudadanos y que no son consideradas por el “obrerismo” o lo son sólo de manera parcial y secundaria.

Finamente, el obrerismo es una desviación pequeñoburguesa porque debilita las posiciones de la clase trabajadora, porque desprecia la realidad, las fracturas que la constituyen y donde se libran  las luchas de miles y millones todos los días en contra del sistema neoliberal y por la democracia y que en el fondo aportan a la construcción de la gran corriente popular y democrática que va a conducir a la construcción de un nuevo Chile. En resumidas cuentas, es lo menos leninista que hay.

Por el contrario, el sindicalismo de clase, pues está en una privilegiada posición para comprender la totalidad de lo real, asumir, comprender y dar sentido histórico y de largo plazo a las luchas de todos los sectores interesados en el cambio social, integró históricamente en su táctica y discurso las más diversas problemáticas, no solamente laborales.

No es sin embargo una responsabilidad de las organizaciones sindicales sino de los partidos de izquierda que así sea. El obrerismo no es un vicio de la organización sindical sino una deformación doctrinaria y una desviación política.

Nunca el obrerismo ha sido una tradición de la izquierda chilena. Muy por el contrario, la izquierda chilena integró siempre en su concepción del movimiento popular a los sectores medios, a los intelectuales y los artistas, técnicos y profesionales y no como fuerza secundaria o auxiliar sino en la especificidad de sus reivindicaciones y luchas, como contradicciones con el carácter clasista de la sociedad capitalista.

 

 

Durante la lucha contra la dictadura de Pinochet, la Asamblea de la Civilidad en otras circunstancias y con otros objetivos ciertamente, señala que es precisamente la amplitud, la integración de los más diversos intereses y reivindicaciones la clave para construir una fuerza mayoritaria capaz de producir las transformaciones que Chile necesita.

Hoy por hoy, la articulación del conjunto de las luchas y demandas populares que se expresan en el objetivo de enterrar definitivamente la Constitución de Pinochet y que la derecha intenta salvar con su promesa de elaborar una nueva Constitución llamando a rechazar en el plebiscito de salida. Ventanas es sólo una más de las expresiones del tamaño de las tareas del movimiento popular y el carácter que tienen las transformaciones que Chile necesita.

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