Edward Munch. Obreros volviendo a casa. 1913-1915 |
El cierre de la refinería de Ventanas, ha sido el festín de
los medios del sistema. Acusar de incumplimientos e inconsecuencias por parte
del gobierno; ruptura con su base de apoyo y contradicciones en su interior con
el claro objetivo de debilitar las posiciones de izquierda en una coyuntura
caracterizada por el fin del ciclo de gobiernos neoliberales y la recuperación
de las posiciones de izquierda en todo el continente, es un libreto conocido.
La manifestación del crisol de contradicciones del sistema neoliberal
que son las zonas de sacrificio no es algo nuevo. Que una administración
comprometida con el pueblo y los trabajadores; con el medioambiente y el
desarrollo del país, se haga cargo de ellas para dar una solución definitiva
que armonice los intereses nacionales para proyectarlos en el largo plazo, sí.
Ese es el problema de Ventanas y el cierre de la fundición.
En este sentido, las causas que inspiraban a la izquierda y
el movimiento obrero en el siglo XX, si bien siguen siendo las mismas, son hoy
por hoy muy diferentes. Se trata de contradicciones de clase determinadas por
las transformaciones del capitalismo, un capitalismo que emerge cada vez más
claramente como una forma de relación del hombre, la tecnología y
consecuentemente, de las clases y movimientos sociales con la naturaleza, que
extiende las relaciones basadas en la apropiación privada de todo lo real a
todos los ámbitos de la vida. Ello como nunca antes en la historia y producto
de su propio desarrollo y contradicciones.
Para un punto de vista histórico y revolucionario, es
precisamente en la apreciación de este carácter complejo, determinado y
cambiante en donde radica la forma auténtica de lo real y la explicación de su constante
transformación. No es la identidad sino la diferencia la que lo define.
Lo contrario, el doctrinarismo pedante que reemplaza, como
decía Lenin, “el análisis concreto de la situación concreta” por unas cuantas
fórmulas sociológicas y filosóficas o la acumulación de ejemplos históricos, es
un punto de vista conservador, que se expresa en un maximalismo inspirado en un
"deber ser" que alude a una incierta noción de la identidad, más que
en las contradicciones de la realidad o en una integración chapucera de temas
corrientemente denominados “emergentes” sin ninguna coherencia política.
Pero no es solamente el maximalismo una de sus expresiones.
Borrar la riqueza y diversidad de contradicciones que genera el capitalismo
consiste también en la asimilación de la pura reivindicación económica y
específicamente la sindical, a la totalidad de lo real. Efectivamente en
la producción es donde en forma primaria se expresa la contradicción interior
entre el carácter social de la vida del hombre y la apropiación privada de la
misma para transformarla en mercancía. Sin embargo, ésta se refiere a la
totalidad de lo social.
Entonces, como sucedáneo del auténtico clasismo, e
ignorando el carácter de totalidad de la
vida social, esta posición política
adopta un lenguaje, unas formas de organización y lucha que le sirven para
diferenciarse de posiciones políticas progresistas o que incluso se definen
"de izquierda" aun cuando no se reconozcan clasistas pues no apuntan
a la transformación de dicha totalidad sino a sus manifestaciones.
Este punto de vista, tan pequeñoburgués como el maximalismo
es el obrerismo. Es igual que el maximalismo, un punto de vista conservador
porque armado de una más “realista” apreciación de las circunstancias, no se
hace cargo de la totalidad, de la riqueza de lo real. La lucha sindical, ni
siquiera la lucha obrera, para este punto de vista lo es todo.
Es un punto de vista conservador además porque no construye
movimiento social y simplifica de manera grosera, la complejidad y riqueza de
las contradicciones reales, en primer lugar, las contradicciones de clase.
Esa riqueza y complejidad es la que explica que
históricamente sectores de la clase media -pequeñoburgueses- hayan sido parte
del movimiento popular y levantaran las banderas del socialismo y la
democracia. Entre otros, los estudiantes y el movimiento juvenil en general;
los profesionales, los trabajadores del arte y la cultura.
Se trata de grupos sociales que producto de las
modernizaciones neoliberales de los últimos treinta años, se han privatizado y
encontrado un nicho para reproducirse como clase y como cultura, en centros de
estudio y ONG’s, fundaciones y productoras que le venden servicios al Estado,
realizan asesorías a organizaciones sociales y se vinculan con los temas
corrientemente llamados “ciudadanos” y que en realidad son las viejas contradicciones
de clase determinadas de diversas maneras y por diversas circunstancias
también.
Hay problemáticas que expresan el carácter de la
contradicción principal del período, como la recuperación de la educación
pública; el acceso a la cultura y la entretención; las luchas contra el
armamentismo y la defensa del medioambiente; los derechos políticos y civiles,
sociales y culturales de todos los ciudadanos y que no son consideradas por el
“obrerismo” o lo son sólo de manera parcial y secundaria.
Finamente, el obrerismo es una desviación pequeñoburguesa
porque debilita las posiciones de la clase trabajadora, porque desprecia la
realidad, las fracturas que la constituyen y donde se libran las luchas de miles y millones todos los días
en contra del sistema neoliberal y por la democracia y que en el fondo aportan
a la construcción de la gran corriente popular y democrática que va a conducir
a la construcción de un nuevo Chile. En resumidas cuentas, es lo menos
leninista que hay.
Por el contrario, el sindicalismo de clase, pues está en una privilegiada
posición para comprender la totalidad de lo real, asumir, comprender y dar
sentido histórico y de largo plazo a las luchas de todos los sectores
interesados en el cambio social, integró históricamente en su táctica y
discurso las más diversas problemáticas, no solamente laborales.
No es sin embargo una responsabilidad de las organizaciones sindicales sino de
los partidos de izquierda que así sea. El obrerismo no es un vicio de la
organización sindical sino una deformación doctrinaria y una desviación
política.
Nunca el obrerismo ha sido una tradición de la izquierda
chilena. Muy por el contrario, la izquierda chilena integró siempre en su
concepción del movimiento popular a los sectores medios, a los intelectuales y los
artistas, técnicos y profesionales y no como fuerza secundaria o auxiliar sino
en la especificidad de sus reivindicaciones y luchas, como contradicciones con
el carácter clasista de la sociedad capitalista.
Durante la lucha contra la dictadura de Pinochet, la
Asamblea de la Civilidad en otras circunstancias y con otros objetivos
ciertamente, señala que es precisamente la amplitud, la integración de los más
diversos intereses y reivindicaciones la clave para construir una fuerza
mayoritaria capaz de producir las transformaciones que Chile necesita.
Hoy por hoy, la articulación del conjunto de las luchas y
demandas populares que se expresan en el objetivo de enterrar definitivamente
la Constitución de Pinochet y que la derecha intenta salvar con su promesa de
elaborar una nueva Constitución llamando a rechazar en el plebiscito de salida.
Ventanas es sólo una más de las expresiones del tamaño de las tareas del
movimiento popular y el carácter que tienen las transformaciones que Chile
necesita.
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