Andy Warhol Campbell's Soup Cans, 1962 |
Ya están inscritas las listas
para el Consejo Constitucional que va a terminar de redactar la nueva
Constitución. La imagen que proyectan es la de una aparente dispersión. El
rechazo en tres listas y el apruebo en dos sin
considerar una enorme apatía al respecto entre la población .
Un primer antecedente importante
a tomar en cuenta, es el agotamiento de Socialismo Democrático.
La decisión del PPD de ir con la DC y los
radicales, demuestra que sectores que históricamente se ubicaron junto a los
otros partidos de izquierda, se colocan voluntariamente en otro espacio
político. Uno que ocupó en el pasado, y actualmente con enormes limitaciones y
dificultades intenta ocupar, la DC. Se trata de un centro indefinido en lo político
y lo doctrinario por ahora y con pretensiones reformistas que no dan cuenta de
lo que el país demanda en la actualidad.
Así las cosas, lo más probable es
que la desaparición de este sector se siga profundizando y el PPD asimilándose
en él, para terminar en posiciones más parecidas a lo que podría ser una
centroderecha. Ni qué hablar de Amarillos y Demócratas, quienes han hecho ya
ese recorrido mucho más velozmente.
Esta lamentable circunstancia, en todo caso, le pone fin definitivamente a la Concertación o sepulta para siempre las pretensiones de quienes la añoraban.
Como contrapartida, emerge una nueva
izquierda constituida por los históricos partidos que la conformaron y nuevas
agrupaciones surgidas en los últimos años, como resultado de fenómenos nuevos,
propios de esta etapa del capitalismo, e incluso por las propias transformaciones de la izquierda.
Una izquierda en que se combinan
viejas generaciones de luchadores que vienen de la Unidad Popular, la lucha
contra la dictadura; contra la exclusión y la profundización de la desigualdad
en los últimos treinta años, con generaciones de cuadros que provienen de las
luchas del movimiento estudiantil; el subcoontrato; por la defensa del
medioambiente y las disidencias sexogenéricas.
Un segundo antecedente es que la
lucha por la hegemonía en la derecha, se pospuso porque finalmente decidió -tal
vez a contrapelo o a lo menos no por un acuerdo voluntario de todos quienes la
conforman- por hacer de la elección de consejeros la coyuntura apropiada
para resolverla. La derecha tradicional lleva a un elenco de carcamanes que
parece más bien un vestigio de los últimos treinta años -lo mismo que la lista
en que van juntas la DC, los radicales y el PPD- que la proyección al futuro
que promete una nueva Constitución.
Republicanos y Partido de la
Gente, por muy burdos que sean sus razonamientos y propuestas, representan en
cambio fielmente el sentido común formado en ese mismo lapso de tiempo y por
consiguiente, el producto cultural del neoliberalismo, no sólo su promesa.
Mezcla de arribismo, fe en el emprendimiento individual, la competencia y el
mercado, como promesa de un porvenir de prosperidad personal que se resume en
el concpeto de "meritocracia", tienen aparentemente mucho mejores
perspectivas.
La paradoja de la elección de
consejeros constituyentes, es que tratándose de un combate entre el sentido
común -la ideología dominante- y las aspiraciones de una sociedad por derechos
y libertades garantizadas por la Constitución como expresión de un pacto social que
incluya a todos y todas -resumidas en el concepto de "dignidad"-
hasta ahora solamente genera desconfianza e indiferencia.
Lucha que se da incluso en la
intimidad de conciencias fracturadas por una ideología que ha hecho del consumo
y la competencia, los comportamientos, los hábitos naturales de la convivencia
social. Y por otra parte, unas aspiraciones por la igualdad, la justicia social
y auténtica libertad que se expresan como estallidos sociales, luchas dispersas
y esporádicas y que eventualmente sintetizaría una nueva Constitución, si es
que el pueblo se sintiera realmente convocado y representado en el proceso
constituyente, pese al corset que le puso el acuerdo de diciembre.
La tarea no está fácil, pero sí
menos complicada de lo que parecía hasta hace una semana atrás. La momentánea
dispersión de la derecha; el decantamiento de las posiciones en la
centroizquierda; la recuperación parcial de la iniciativa por parte del
gobierno; la irrupción de nuevos cuadros y dirigentes en la lista a consejeros
de la izquierda, son buenas noticias.
Pero no hay que confiarse.
El fascismo asecha en todo el mundo; pero no es inevitable su triunfo. La
reacción del pueblo peruano a la destitución del Presidente Castillo; el
resultado del reféredum en Ecuador; haber detenido la intentona golpista en
Brasil; la reconstitución de UNASUR son señales de que el fascismo es
derrotable, como lo fue la dictadura.
Pero para eso, es necesario
llenar de contenido esas luchas; convocar al pueblo al proceso constituyente
sobre la base de sus reivindicaciones más sentidas, demostrando unidad y
consecuencia; "bajarse del ponny" y no volver a subestimar al pueblo
y no confiarse en que la derecha, y especialmente la ultraderecha, no
representan una alternativa de poder para Chile.
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