Juan Domingo Dávila. Ratman, 1980 |
El resultado de la elección de
consejeros constitucionales del domingo, trajo algunas sorpresas aunque no tan
inesperadas como, a primera vista, podría parecer. Las interpretaciones que se
han hecho al respecto, por ahora, son más bien interesadas y no tienen otra
finalidad que incidir en lo que resta del proceso constituyente.
Por ejemplo, que con el resultado
del domingo "el gobierno del presidente Boric se acabó". O de que con
este resultado su programa es impracticable; o que triunfaron las ideas
contenidas en la Constitución del 80, habida cuenta de que el partido más
votado de estas elecciones ni siquiera la quiere cambiar.
Todavía queda la deliberación del
Consejo Constitucional y aunque la derecha tiene la sartén por el mango en él,
considerando que tiene el número suficiente de consejeros para redactar una
Constitución a su antojo, queda el plebiscito de salida y la posibilidad de que
ésta sea nuevamente rechazada.
La elección no va a hacer
desaparecer las contradicciones ni las grietas enormes de desigualdad, abuso y
exclusiones que caracterizan a la sociedad neoliberal. Como decía el histórico
Secretario General del MIR, Miguel Enríquez, las elecciones no resuelven los
problemas, solamente los plantean. Mientras estas contradicciones existan, mal
que le pese a la derecha y los liberales, la política va a seguir siendo
necesaria y con mayor razón, una nueva Constitución.
La paradoja de la elección del domingo es que la Constitución actual, que
sobrevive como un zombi que se ha resistido a morir pese a todos los intentos
realizados, pretende ser la expresión de una sociedad perfecta en el que la
política es innecesaria. Quienes triunfaron el domingo son precisamente los que
sostienen semejante paparrucha en medio de uno de los ejercicios de
deliberación política más impresionantes de nuestra historia.
El triunfo mayoritario del
Partido Republicano, en ese sentido, podría no ser más que circunstancial y si
bien pone cuesta arriba la lucha por una nueva Constitución, no representa ni
con mucho la derrota definitiva de quienes queremos cambiarla para siempre. Es
muy probable que la derecha tradicional se ponga todavía más reaccionaria y que
la caterva de beatos y autoritarios que representa, se envalentonen y griten
más fuerte. Pero también que algunos busquen una solución intermedia al impasse
constitucional en el que quedó metida nuestra sociedad después del plebiscito
del 4 de septiembre, temiendo la posibilidad de un nuevo rechazo.
Lamentablemente ya no cuenta para
ello con una "centroizquierda" moderna con la cual realizar este
propósito. El centro, hoy por hoy, lo ocupa la derecha, si es que quiere ocupar
ese espacio. El despropósito de ir en listas separadas, responsabilidad del PPD
y del laguismo, terminó por sepultar a la Concertación y de pasada, perjudicó
las posibilidades de las fuerzas que votaron apruebo en el plebiscito de
salida. Un "catapilco" posmoderno.
El proceso constituyente continúa,
y lo seguirá haciendo, mientras siga vigente la Constitución actual y el
principio de subsidiariedad que convierte todas las necesidades sociales en un sálvese
quien pueda. Es más, las luchas populares y ciudadanas continuarán
desarrollándose como si fueran independientes y distintas a las que se librarán
en el Consejo Constitucional.
Las luchas por el litio, por el
agua; el derecho a la educación y la salud públicas; por la redistribución del
ingreso y contra la desigualdad no se detienen ahora ni se detendrán mientras
no haya un nuevo pacto social que las considere con un sentido nacional y de
soberanía popular.
La responsabilidad de la
izquierda, en este sentido, es estar alerta a lo que sucede en el Consejo
Constitucional y más que buscar acuerdos, forma eufemística de referirse a la
renuncia, representar los anhelos populares y llevarlos al debate. Involucrar a
la sociedad en él a través de las más variadas formas de movilización popular. Los
llamados a la unidad son necesarios,
pero ésta se construye en las experiencias de lucha que hacen a
socialistas, comunistas, miristas, cristianos de izquierda, ambientalistas,
disidencias sexogenéricas, pueblos originarios, sindicalistas, defensores del
patrimonio, la educación pública y del derecho a la salud, compañeros y
compañeras que comparten el proyecto de una nueva sociedad.
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