Laura Rodig. Vaciado en yeso de la mano derecha de Gabriela Mistral |
Laura Rodig,
militante comunista, escultora y artista plástica; fundadora del MEMCH y
Gabriela Mistral, profesora normalista, poetisa y ensayista; americanista hasta
la médula, fueron dos eminentes defensoras y promotoras de los derechos de la
infancia; la educación pública y la educación artística en Chile y América.
Ésta existía
en el país desde los albores de la República. En la Academia San Luis, el
Instituto Nacional, el Colegio de Santiago y el Liceo de Chile, ya se impartían
clases de canto y dibujo e incluso baile. Se incluyó su enseñanza en las
escuelas normales desde su fundación. Poco después de la independencia, se
crearon la academia de pintura y el conservatorio. Más adelante, la escuela de
artes y oficios, y en el siglo XX las escuelas de teatro y danza
universitarias.
Sus
principios originales, que ponen el acento en sus facultades
"moralizadoras" y su utilidad en la formación de artesanos, conviven tempranamente
con una preocupación por la estética y la filosofía del arte, a lo menos para
la elite que gobernaba el país. Los planes de estudio del Instituto Nacional,
por ejemplo, incluían estética e historia de la literatura.
Participan de
este esfuerzo intelectuales y políticos de toda América: Bello, Sarmiento,
Simón Rodríguez y muchos más.
En el curso
del siglo XX, se introducen en todo el sistema escolar orientaciones que
incorporan la historia del arte, la semiótica y principios de psicología del
niño y el adolescente que los consideran sujetos de derecho y a las actividades
artísticas, como instrumentos de expresión personal, desarrollo del pensamiento
y de conocimiento de historia de las ideas y la cultura universal y nacional.
Al alero de
la Universidad de Chile, se fue conformando un sistema que incluye además del
conservatorio, el ballet nacional, el teatro experimental y el Museo de Arte
Contemporáneo. También la Universidad Técnica del Estado y las universidades
privadas tradicionales como la Universidad de Concepción y la Católica son
parte de esta empresa, incluyendo la creación de los primeros canales de
televisión.
Las escuelas
normales y el Instituto Pedagógico, por su parte, se orientan a la formación de
docentes para el sistema escolar, que junto a masas de trabajadores y
trabajadores van conformando una cultura en la que se combinan la música
escrita y las vanguardias pictóricas, con la cultura de pueblos indígenas y del
pueblo campesino y trabajador.
La educación
artística siempre acompañó la conformación de la República. Así lo concibieron
los padres de la patria y sus primeros pensadores, como Manuel de Salas, Fray
Camilo Henríquez, Lastarria, Bilbao, Miguel L. Amunátegui, Eusebio Lillo, los
hermanos Matta y otros.La educación artística
es concebida, como parte de ésta no por casualidad. La educación artística es parte del esfuerzo de formación
de un hombre y una mujer libre, ciudadanos y ciudadanas de una república
democrática y soberana.
El programa
de la Unidad Popular también lo consideraba. Pese a las caricaturas de la derecha y de los
conversos, fue concebido como el producto de un amplio consenso político y
social. Expresión de eso fue el Congreso Nacional de Educación del año 1971, no
una comisión de expertos.
La última de
las 40 medidas del Programa de la UP planteaba la creación del Instituto
Nacional de Arte y Cultura, en estrecha relación con el sistema de educación
pública, sistema que por su extensión territorial y su relevancia, podía ser el
lugar de intercambio de toda la diversidad social, cultural y también política
del país.
En los
últimos treinta años, sin embargo, esta amplia experiencia y construcción
histórica y social fue negada. Los discursos refundacionales, propios de la
transición, que hacían ver la globalización como el límite del progreso humano
y al pasado de la Nación, como puro subdesarrollo y como una suerte de estado
pre-moderno, intentaban cubrir con un
manto ideológico, la construcción centenaria del pueblo, de los pueblos de
Chile, en su lucha por la democracia, la soberanía y la justicia social.
El objetivo
de la izquierda; de los trabajadores del arte y la cultura, en la actualidad,
debe ser no resistencia sino la continua reforma cultural, considerando nuevas
realidades y desafíos para la democracia y el pueblo como lo fue en el proceso
de formación de la República y la expansión de la democracia en el siglo XX.
Ésta no es
otra que la formación de una ciudadanía crítica -rebelde, como dijo el
Presidente Boric durante el aniversario de su partido-. Pensar el sentido de la
educación artística de nivel escolar tiene esa importancia, la misma que
Lastarria le daba a la formación de una literatura nacional en el siglo XIX.
Hoy por hoy
es el sentido de la democracia lo que está en juego, en medio de una crisis que
incluye el fin de la globalización; el cambio climático, la recesión y en
nuestro país la posibilidad de profundizarla o sufrir una involución
autoritaria, como la que ya en España experimentan después de las últimas
elecciones municipales.
La derecha,
fiel a su ethos reaccionario y torpe, pretende que es posible volver a los años
noventa. En este propósito la acompañan un par de despistados que se
autoproclaman de "centro". Por eso la derecha es esencialmente
reaccionaria. Porque pretende que los desafíos de la sociedad se resuelven
siempre volviendo al pasado, haciendo de él no la fuente de la experiencia
histórica siempre renovada del pueblo sino la esencia de un origen virtuoso al
que es posible y deseable volver.
De la
resolución de esta contradicción depende el destino de la patria. Así lo
entendieron Laura Rodig, Gabriela Mistral y toda la intelectualidad progresista
de América en los siglos XIX y XX.
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