El libertador Simón Bolívar. Juan Domingo Dávila. 1994 |
En medio de su caída, la derecha tradicional y en nuestro país, los residuos de la democracia de los acuerdos y su bancarrota política y moral, han dado lugar a este pastiche de sentido común, resentimiento; temores a lo desconocido y apelación al orden y la autoridad, muy bien aprovechado por una prensa venal y sensacionalista. Esta explota todas estas manifestaciones de irracionalidad con el fin de lograr audiencias, al mismo tiempo que les da una forma adecuada a sus fines comerciales y de maximización de sus estrafalarias ganancias, expresadas después en el derroche y el lujo faraónico del espectáculo y la farándula. Se forma así una opinión pública zombi, muy bien dispuesta a asimilar las barbaridades más atroces, como si se tratara de meras opiniones.
El resultado de las elecciones en Francia, sin embargo, demuestra que pese a ello y la banalización del genocidio y la tolerancia con la que en muchos casos se ha convivido con éste -transformado incluso en espectáculo televisivo a través de la difusión de bombardeos y ejecuciones en noticieros y prensa digital-, las sociedades de Europa y América, todavía conservan una memoria de lo que fue el fascismo y son receptivas aún al llamado a resistir y combatirlo.
Por esa razón, la derrota de la derecha no ha sido, no fue en el caso de Francia ni lo va a ser en América, un resultado espontáneo ni una obra de pura ingeniería electoral. Esta es de hecho el corolario de procesos de movilización de la opinión pública; de los sindicatos y asociaciones de trabajadores; colectivos defensores de los derechos humanos y de las diversidades sexogenéricas; ambientalistas; los jóvenes, profesores y profesoras e intelectualidad progresista.
El pacto por omisión de las fuerzas del NFP con Ensemble, del Presidente Macron, expresa un contenido, que es la defensa de las libertades y derechos conquistados después de la derrota del fascismo a mediados del siglo XX, bandera que a primera vista parecía una patraña de viejitos que no convocaría a jóvenes formados en los últimos treinta años de globalización del consumismo y la superficialidad de la cultura neoliberal, con sus mensajes de ciento cuarenta caracteres; búsqueda afanosa de "likes" e imágenes efímeras. Flexibilidad laboral e individualismo.
El resultado, en cambio, demostró que los jóvenes no necesariamente votan por la derecha y que su discurso superficial, basado en un par de consignas facilonas y de brutalidades decimonónicas, contiene tantas contradicciones e inconsistencias, como para hacer evidentes las razones para desconfiar de él y movilizarse en su contra. Lo mismo los trabajadores y trabajadoras, ahora reunidos bajo la fantasmagórica categoría de "la clase media", que no solamente aspira a consumir sino también a vivir segura y con dignidad en la vejez, la enfermedad; tener acceso a la cultura y la educación.
Esa es la razón para que Melanchon dijera que el programa de la izquierda no se puede dividir en partes y negociar. La caída de los salarios; la precarización de las condiciones laborales; la pérdida de puestos de trabajo, ha corrido parejo a la acumulación más extravagante de riqueza de la que se tenga memoria; al mismo tiempo que producto del cambio climático desaparecen vastas zonas de riqueza ecológica y del medioambiente, se despliega una cada vez más amplia consciencia acerca de la necesidad de protegerlo y del daño que una economía basada en la búsqueda desenfrenada de las ganancias, produce.
La ampliación de la consciencia y sensibilidad frente a los Derechos Humanos y el respeto por el ser humano, la mujer; la población LGBTQI+; los pueblos indígenas y de la diversidad nacional y étnica de nuestras sociedades actuó también como una motivación para movilizarse para detener a la derecha.
El contenido de la alianza amplia que derrotó al fascismo en Francia, conduce, debe hacerlo, a la profundización de la democracia, las libertades y derechos de sus ciudadanos y ciudadanas. No conformarse únicamente con el triunfo de las parlamentarias recientes. La defensa frente a la amenaza fascista recién comienza. Va a requerir no solamente flexibilidad sino también claridad de propósitos; una continua movilización del pueblo; inteligencia en la dirección para no perderse en debates secundarios ni por los cantos de sirena de demócratas de última hora.
De no ser así, lamentablemente Jean Marie Le Pen va a haber tenido razón y el resultado de estos días, solamente el preludio del triunfo de la ultraderecha, con un costo enorme para toda la humanidad.
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