miércoles, 5 de marzo de 2025

Un nuevo ciclo

Jean-Michel-Basquiat. Hollywood Africans. 1983

                             


La renuncia de la ministra del interior, Carolina Tohá, y su anuncio de asumir una candidatura presidencial, inauguran una nueva situación política. Lo que hace más de un año ha intentado la derecha, prácticamente, incinerando a fuego lento la candidatura de Evelyn Matthei, y lo que no han podido lograr sus compañeros ultras del Partido Republicano y Nacional Libertario, acontece ante sus barbas y en pocas horas.

 

Es una demostración de la buena salud de la que goza la alternativa de continuar por la senda de las reformas políticas y sociales comenzadas durante el mandato de la Presidenta Bachelet, interrumpida por las torpezas de las mismas fuerzas democráticas que facilitaron el segundo triunfo de la derecha tras el retorno de la democracia. Ello, con los mismos votos de siempre y con los que fue derrotada reiteradamente.

 

No está todo dicho todavía. El anuncio de la Presidenta Bachelet de no presentarse por tercera vez como candidata a la Presidencia de la República, precisamente, llama la atención sobre el carácter abierto y absolutamente novedoso del ciclo que comienza. Se trata de una coyuntura en desarrollo.

 

La precandidatura de la ex ministra del interior representa al sector más centrista de los que fueron sostén político del gobierno del Presidente Boric. Apela a una sensibilidad más tributaria del liberalismo social, anclada como lo ha señalado en sus primeras declaraciones en las ideas de convergencia, progreso y estabilidad. Su entorno, conformado fundamentalmente por militantes y antiguos dirigentes del PPD, así lo confirman. Pero tanto el PS como el PC y el FA han declarado su pretensión de tener nombres que podrían representar al sector. Sumados todos ellos, por cierto, con una altísima probabilidad de propinarle una derrota de proporciones y de carácter estratégico a la derecha.

 

Pero en política, dos más dos no necesariamente son cuatro. No se trata solamente de juntar votos. Se trata de representar efectivamente, como lo reclama este nuevo período que comienza, una alternativa que responda a las necesidades del pueblo y que logre encantarlo y movilizarlo para derrotar a la reacción. Sin pueblo movilizado, no se podrá detener el fundamentalismo ultra de la derecha, para la que la única solución es -como lo han demostrado ya Milei y Trump- favorecer a los ricos, profundizar la desigualdad, seguir destruyendo el medioambiente, echarle la culpa a los "zurdos de mierda"; a los inmigrantes; agudizar la exclusión y las discriminaciones de diverso signo.

 

El país necesita una alternativa que enfrente al fascismo y lo desenmascare frente a la sociedad.

 

Las viejas recetas y la añoranza en un presunto pasado mejor, serán cada vez más extravagantes para generaciones de chilenos y chilenas, nacidos en democracia, que reclaman respuesta a los problemas más urgentes y por lo tanto, los más actuales: el aumento de la desigualdad y las exclusiones de distinto tipo; la incapacidad de servicios y empresas concentrados en manos privadas de proveer soluciones accesibles, oportunas y de calidad a la sociedad -de lo que el reciente megacorte del suministro eléctrico es un botonazo-.

 

Las formas cada vez más sofisticadas de control y la progresiva pérdida de autonomía de los individuos en la nueva forma de imperialismo tecnológico que avanza en todo el mundo; así como el deterioro del medioambiente a niveles que ponen en riesgo incluso su sobrevivencia, no son un juego ni una distopia cinematográfica. Son la realidad fascista a la que se enfrenta la humanidad en la hora actual y ante la cual deben levantarse los demócratas del mundo entero.