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José Balmes. Allende. Serigrafía, 2008 |
Por primera vez
en muchos años, la izquierda va a encabezar una alianza de partidos y
una alternativa presidencial en nuestro país.
Todas las veces
anteriores que lo hizo, fue en el marco de un programa y una alianza en que era
una fuerza más y sus ideas y propuestas, un componente entre otros, si bien
esencial y necesario, siempre dentro de unos contornos más estrechos que sus
aspiraciones. Contornos impuestos circunstancialmente o bien a partir de una
consideración doctrinaria o teórica de su significado, su sentido y
responsabilidad histórica.
Un debate que,
a estas alturas, probablemente a las generaciones más jóvenes les parezca un
asunto del pasado. Lo cierto es que los acontecimientos actuales, en cambio,
han puesto al país en el límite de lo que el neoliberalismo podía dar y
respecto del cual no se puede obtener sino la confirmación de sus efectos
excluyentes, autoritarios e inequitativos. Es la razón, precisamente, para que
en la derecha se imponga un candidato tan abiertamente reaccionario como Kast y
en cambio, Evelyn Matthei parezca estar dando una lucha contra sí misma y lo
que significa el pasado reciente de su sector.
La razón
también para que el centro político, ese lugar tan apetecido y manoseado en el
pasado, haya desaparecido excepto en las quimeras de oportunistas y charlatanes
que tratan de hacerse un lugar en la política sin quedar mal con nadie.
La razón
también para que ganara la primaria la ex ministra del trabajo Jeanette Jara.
Ella representó una alternativa dentro de su sector que precisamente planteaba
traspasarlos y ampliar el ámbito de las posibilidades de lo político en la
construcción de algo nuevo. Sus propias características personales, biografía y
experiencia política la hacen representar fielmente esta aspiración, que es la
de los miles que participaron en la primaria y quienes la estaban observando
con simpatía y/o con la expectativa del cambio que pudiera provocar, así
como de las posibilidades que contiene.
Propuesta que
se enriquece de la experiencia acumulada por el pueblo en sus luchas por la
igualdad, la dignidad y el reconocimiento de sus derechos y lo realizado por
diversas generaciones de chilenos y chilenas, trabajadores y trabajadoras,
defensores y defensoras del medioambiente, laicos y cristianos, chilenos y
pueblos originarios, comprometidos con la democracia y la justicia social, que
es precisamente lo que niega el programa de ajuste excluyente de la derecha.
Su triunfo, por
lo tanto, no es el resultado de la claridad de una organización ni de la capacidad
de movilización de un grupo de incondicionales, que es la tesis que han tratado
de instalar analistas interesados en desacreditarlo, diciendo que en las
primarias del oficialismo votaron solamente los militantes de los partidos y
sus simpatizantes. Ello, como si su resultado fuera la suma algebraica de la
votación de todos quienes participaron en ellas, de los partidos que la
organizaron o de los candidatos que los representaron, cuando es una idea del
país, una aspiración democrática y popular que hoy en día representa Jeanette
Jara.
Ese es
precisamente el sentido de la unidad de la que hablan hoy por hoy moros y
cristanos. Una esperanza no solamente de derrotar a la derecha en las
elecciones de noviembre y de evitar que se haga del gobierno. Es el primer paso
para la construcción de una nueva sociedad. Y por esa razón, en ese empeño
convocar al pueblo, tanto a los que participaron como a los que no lo hicieron
en la primaria. La unidad, por consiguiente, no debe ser una mera coordinación
de partidos. La unidad es la expresión de una idea política, una voluntad
compartida de realizar las transformaciones que sea necesario para devolver su
dignidad al pueblo y que se debe expresar en el barrio, el sindicato, la
universidad, la oficina y la faena.
Por lo tanto,
una práctica política y como históricamente fue en Chile, una responsabilidad
compartida y en la que, como dijo Jeannette la noche de su triunfo, se
involucre a todos y todas para conocer sus aspiraciones y propuestas y derrotar
a la reacción.
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