sábado, 28 de junio de 2025

Fascismo o democracia: La Pugna por el Mundo Post Neoliberal

Pieter Bruegel. La caída de los ángeles rebeldes. 1562



En la hora actual, América Latina y el planeta entero prácticamente son el escenario de una intensa lucha por definir los contornos del mundo pos neoliberal, Uno más excluyente y siempre bajo la tutela de un decadente imperialismo norteamericano, o bien uno más integrado, pacífico, respetuoso con la naturaleza y las libertades y derechos de los seres humanos.

 

Hace apenas unos días, de hecho, el imperialismo norteamericano puso nuevamente en vilo a la humanidad atacando las instalaciones nucleares de Irán. Pocos días antes, en Colombia, el gobierno del Presidente Petro, el movimiento social y sindical -el pueblo de Colombia- se anotaban un logro de la máxima significación con la aprobación de la reforma laboral, resistida por las cámaras empresariales y la derecha en el senado de ese país. El encarcelamiento de la ex Presidenta Cristina Fernández en Argentina, mientras se aprestaba a competir en Buenos Aires por un sillón en la Cámara de Diputados, dejó en evidencia que la ofensiva antipopular de La Libertad Avanza y el empresariado argentino no escatima en recursos para remover cualquier resistencia que se le oponga. La consolidación en México de la reforma judicial bajo el mandato de la Presidenta Claudia Scheinbaum y su digna respuesta a las amenazas y bravuconadas del Presidente de EE.UU. representan, en cambio, una negación a las pretensiones reaccionarias de imponer sus recetas a nuestros pueblos.

 

La Unión Europea, mientras tanto, se interna cada vez más profundamente en una carrera armamentista que tendrá como contrapartida la reducción del gasto social, generando oleadas de protesta, al mismo tiempo que contra el resurgimiento del fascismo en casi todos los países que la componen.

 

En fin, la lista podría seguir alargándose. Las alternativas son que el imperialismo, en su caída, profundice aquellos rasgos que lo llevaron  - junto a sus aliados en el siglo XX- a su posición hegemónica -saqueo de los recursos de países del tercer mundo, militarismo y guerrerismo para resolver problemas políticos; imposición de sanciones económicas y condiciones de intercambio comercial desiguales y que sólo confirman su posición hegemónica; uso descarado de su poderosa industria de las comunicaciones y la información para distorsionar la realidad a su favor, etc.- o bien uno basado en el respeto por la soberanía de las naciones, la paz, el desarrollo sustentable y el respeto de los DDHH.

 

En el mismo corazón de EE.UU. surge una respuesta al fascismo que se ha hecho del control casi total del poder, el que ha descargado contra inmigrantes, minorías sexuales y las mujeres, y que ha hecho de la guerra comercial un lucrativo negocio que hace más ricos a los super ricos, como Trump y su séquito, a costa del resto de la humanidad y de los trabajadores y trabajadoras norteamericanos. La gira nacional del senador Bernie Sanders con la congresista Alexandra Ocasio Cortez, el triunfo en la primaria por la alcaldía de Nueva York del joven representante del ala socialista del Partido Demócrata Zohran Mamdani; las masivas protestas en contra de Trump y la siniestra ICE, gestapo de la inmigración, dan cuenta de una intensa resistencia a sus planes en las mismas entrañas de un imperio incapaz de contener ya la diversidad de un mundo que niega y al que pretende adaptar a su imagen y semejanza.

 

Como siempre, el resultado que vaya a tener esta intensa lucha, no será solamente el producto de un destino escrito de antemano, sino de la voluntad de sus protagonistas de esta trama. El éxito de la ofensiva reaccionaria que amenaza a la humanidad y que en Chile tiene a las derechas disputándose la posibilidad de conducirla, como lo demuestran los acontecimientos recientes del mundo entero, no está garantizado y precisamente por ello, el fascismo trata afanosamente de imponerse a las exhaustas formas tradicionales de la derecha.

 

Como dicta la historia, a pesar de la recurrencia de múltiples obstáculos, serán los ciudadanos y sus organizaciones, los trabajadores, trabajadoras y el pueblo, los que tengan la última palabra. Es el desafío del que tendrá que hacerse cargo la recientemente electa candidata de la izquierda y las fuerzas democráticas, Jeannette Jara en noviembre, junto a un movimiento de masas que como en Colombia, EE.UU., Argentina, Europa y el resto del mundo, resista la ofensiva neofascista que amenaza a la humanidad entera.

Hernán González M.

Profesor

Nelson Soza

Periodista

jueves, 19 de junio de 2025

Primaria política o primaria buena onda

Pablo PIcasso. Mujer llorando. 1937



Ciertamente, el resultado de la primaria oficialista va a ser la que determine los acontecimientos futuros en el país. La candidatura de Matthei ya tiene olor a claveles, que es algo que hace meses se veía venir y el repunte de Kast, a costa de la de Kaiser, es inferior al número de indecisos. El futuro no está escrito en piedra, como se dice. De ahí la vehemencia que por momentos pareciera haberse tomado el comando de Carolina Tohá, que ha rebajado sus argumentos políticos para criticar a los demás candidatos de izquierda -incluido el Gobernador de Valparaíso Rodrigo Mundaca aunque éste no está en carrera- al nivel de la extorsión y la amenaza velada. 

Este estilo no le ha traído ni lo va a hacer en el futuro, más prosélitos. Todo lo contrario. Sería una ingenuidad, por eso, considerarlos meros gestos desesperados de una candidatura perdedora. Eso se va a saber recién el 29 en la noche. Más bien parece uno dirigido hacia un centro político que se dispersa hace años, dando origen a engendros por la derecha que ni siquiera logran ponerse de acuerdo entre sí para salir del closet; un PDC tristemente agónico; restos del liberalismo social de los años noventa y hasta un socialismo, profundamente arraigado en el pueblo allendista, que no logra hacerse un lugar propio en el confuso y volátil espectro político actual. 

Estos días, la candidatura de Carolina Tohá simplemente ha sido más explícita de lo que fue en el pasado para referirse a su concepción política y social, tributaria todavía de una concepción según la cual se pueden realizar reformas y transformaciones dentro de los límites del modelo neoliberal, al que en ninguno de sus discursos se refiere precisamente por esa razón. De ahí que su comando y connotados dirigentes de los partidos que la apoyan incluyendo a retroexcavadora Quintana, se manifiesten tan alarmados por la posibilidad de tener que apoyar a un candidato o candidata abiertamente antineoliberal y como Oscar Landerretche ya los notifiquen de que no lo van a hacer. 

Porque lo que realmente se debate en esta elección es la ruptura con el orden social, económico y cultural que lo caracteriza y contenido en la Constitución de 1980. El centro político, representado hasta hace no mucho por la Concertación de Partidos por la Democracia, no es en la actualidad el centro doctrinario que representaron el Partido Radical y la Democracia Cristiana en el siglo XX, que impulsaron grandes rupturas con el sistema capitalista como la reforma agraria, o el reconocimiento de los pobladores urbanos y su derecho a organización y ciudadanía; la creación de una incipiente industria nacional y sistema nacional de educación; la democratización del sistema político, a través de la creación del Registro Electoral, la Cédula Única y el voto femenino. 

Hoy en día ese centro, su discurso y propuestas, a lo único que tienden, por el contrario, es a contener la profundidad que la hora actual reclama deben tener las reformas políticas, económicas, sociales y culturales que debe impulsar un futuro gobierno de izquierda y progresista. Estas no serán además el resultado de un gobierno ni de una alianza de partidos. Es el pueblo el que las protagonizará y las propuestas que hoy se debaten o debieran debatirse en la primaria, las que lo movilicen o de lo contrario, quedar apenas como un pie de página en los libros de historia del futuro. 


domingo, 15 de junio de 2025

Encuestas y lucha política

Andy Warhol. Mao, 1972

El 13 de junio, el senado aprobó la reforma electoral que constitucionaliza ciertas normas que restringen el pluralismo, la libertad del voto y retrotraen las normas de participación política a las contenidas en el sistema electoral binomimal. Este retroceso contó con el auspicio y el apoyo de la derecha y senadores socialistas y del PPD. Difícil de explicar excepto por la archirepetida y poco creíble cantinela de la estabilidad y los acuerdos.

Ello, en medio de una poco disimulada añoranza de algunos por los viejos buenos tiempos de la Concertación. Ciertamente, una aspiración utópica e irrealizable pero que contiene una pulsión por la moderación que además, pretende ser una suerte de test de seriedad, realismo y finalmente garantía para la gobernalibilidad. 

Un acartonamiento que le viene muy bien a la candidata de la derecha tradicional y que sin duda es visto con condescendencia por los candidatos de ultraderecha, que ven como les adelantan la  pega de conformar un Parlamento dócil en caso de llegar a ganar las elecciones presidenciales, lo que es altamente probable de no mediar una decidida conducta de la izquierda y el progresismo para negarlo. 

En efecto, y como una muletilla a la cual se recurre como supuesta prueba de aquella moderación y vocación por la gobernabilidad -aunque esta no signifique otra cosa que la estabilidad para los negocios y la profunda escición clasista que caracteriza a nuestra sociedad- está el permanente recurso a la denuncia de los excesos, la violencia espontánea y la rebeldía social frente a las instituciones que las resguardaban, de la que la evasión masiva en el metro y la locomoción colectiva; o la destrucción de los portales de cobro de las carreteras interurbanas o las demandas por recuperar una pequeña fracción de la propiedad de trabajadores y trabajadoras esquilmada mensualmente por las AFP´s fueron un pequeño ejemplo el 18 de octubre y posteriores.

Luego, el de denunciar y exigir arrepentimiento por haber osado tratar de cambiar la Constitución, como si el adefesio que actualmente nos rige fuera un monumento al derecho y la razón cuando es precisamente el armazón institucional sobre el que se sostienen. Las explicaciones, no siempre muy bien hilvanadas y sí muy forzadas de los candidatos y candidatas que se creen en la obligación de darlas, solamente demuestran su incapacidad de conducir el nuevo período político que se abrió en el país. 

Lamentablemente no pocos han sucumbido al encanto de las encuestas y la política coyuntural que no tiene otra finalidad que obtener buenos resultados en estas, como si en el país no pasara ninguna otra cosa, como el gol de mediacancha que los sectores conservadores acaban de anotar en el senado y que es de esperar sea revertido en la Cámara de diputados y las organizaciones sociales y sindicales rechacen y lo conviertan en demanda política -pues, entre otras linduras, también los excluye de sus derechos de particiapción política-. 

La encuestomanía que se ha apoderado de muchos, además, profundiza esta característica del neoliberalismo de hacer aparecer sólo números, estadísticas y fenómenos transitorios como si fueran la sociedad real, ocultando al mismo tiempo el conjunto de las contradicciones sociales -de clase, culturales, ambientales, territoriales y de género- que son finalmente las que explican las posiciones de los partidos, coaliciones y candidatos por los que se consulta en ellas. Así, lo que es mera apariencia es presentado por el sistema, incluyendo centros de estudio de opinión pública y medios de comunicación, como el contenido verdadero de la política  y a la sociedad real como una excusa para la demagogia. 

Uno de los resultados más nefastos de esta manera superficial y volátil de comprender la política, es el sectarismo y la dispersión del campo social y popular, representado hoy en candidaturas diversas en la primaria oficialista, como si en ellas estuvieran contenidas la auténticas contradicciónes de la sociedad. Es precisamente lo resuelto en el senado y la manera en que los representantes de la izquierda y el progresismo se comportaron en la ocasión lo que señala el verdadero contenido de lo que debate la sociedad chilena en la actualidad. 

Lo que además, debiera motivar el camino a seguir, que es fortalecer su unidad política y social, más allá de lo que dicen las encuestas y de que circunsatancialmente se exprese en diversas precandidaturas presidenciales. No comprenderlo puede hacer del despertar al encanto de las encuestas y la manipulación de masas que ellas representan una amarga experiencia que profundice la dispersión en lugar de fortalecer la consciencia de la responsabilidad histórica que tiene en la actualidad.   


miércoles, 4 de junio de 2025

Ruptura y unidad

Jorge Tacla. Solución geométrica. 1995

                              



Quedando poco menos de un año al actual gobierno, es el momento de hacer las proyecciones. A estas alturas, y considerando la experiencia adquirida, queda de manifiesto la necesidad que tiene la izquierda de resolver la distancia que la separa de los movimientos sociales, especialmente del movimiento obrero y sindical, factor clave en todos los procesos de reforma social y política en diversos momentos de la historia de Chile.

El período presidencial que termina, fue un período peculiar pues en éste, junto con reformas parciales en materias estratégicas para el país -en lo tributario, lo laboral, riquezas básicas y pensiones- se planteó también la realización del cambio político más ambicioso, que es el cambio constitucional. La historia es conocida. La izquierda, pese a su condición mayoritaria en el órgano que redactaría la nueva Constitución y resueltos en el Parlamento muchos de los límites impuestos por el acuerdo que le dio origen, fue derrotada en el plebiscito de salida. Y aún cuando el programa de gobierno y las políticas específicas comprometidas con el pueblo en principio no dependían de esto, el efecto subjetivo y desmovilizador que tuvo fue devastador, sin que hasta ahora nadie se haya hecho cargo. 

Por consiguiente, de ser la tumba del neoliberalismo, el país pasó a ser una suerte de paréntesis entre un sistema moribundo y un futuro incierto que incluso podría ser la irrupción de un fascismo de nuevo tipo, una suerte de purgatorio. Ello, producto de la desmovilización de la sociedad, de los sindicatos y las organizaciones y movimientos sociales. Las razones pueden ser muchas y determinarlas, la materia de un debate que no se ha dado. La mezcla de economicismo, maximalismo chusco, sectarismo y un pragmatismo determinado circunstancialmente, fueron muy funcionales al propósito de la derecha y los empresarios de evitarlo. 

Las reformas realizadas por la actual administración, de hecho, fueron impulsadas y prácticamente conquistadas, por la burocracia gubernamental y si no fueron más profundas -de lo que tanto ésta como sus beneficiarios en la sociedad civil se quejan- es precisamente por esto. Porque no fueron el resultado de la movilización y la lucha de masas sino del muñequeo y de acuerdos difícilmente conseguidos en un Parlamento donde el gobierno y la coalición de partidos del Presidente, estaba en minoría. 

Deudas importantes del actual período que determinarán la política de cualquier gobierno de izquierda en el futuro, son las que dicen relación con una política internacional que ponga el énfasis en la integración de América Latina, la solidaridad con los procesos de cambio como los de Venezuela, México y Colombia y un discurso enérgico de denuncia del avance del fascismo y las pretensiones del imperialismo norteamericano de someterla en el marco de su bancarrota. 

Otra, el tratamiento de la cuestión indígena, especialmente lo que dice relación con las demandas del pueblo mapuche de reconocimiento como Nación, de su autonomía y reparación por el despojo al que el Estado de Chile lo ha sometido. También, la necesidad de continuar y profundizar las reformas que en materia laboral y previsional se realizaron, especialmente en cuanto a fortalecimiento de la negociación colectiva y derecho a huelga y el fin efectivo del sistema de AFP´s. 

Ciertamente, los avances logrados en materia de igualdad de género y de reconocimiento de los derechos de las divergencias sexogenéricas, están en peligro actualmente por el avance del fascismo en el mundo. Estas, junto a los y las inmigrantes, han sido señalados ya por la reacción como su objetivo en la coyuntura. La mejor resistencia que se puede oponer es no solamente la profundización de legislaciones progresistas sino la constitución de un denso y activo movimiento social que asuma que un retroceso en este frente, es la cabeza de playa que la reacción pretende instalar para ir después por la educación pública y el movimiento juvenil; por los sindicalistas, defensores y defensoras del medioambiente como Julia Chuñil y todos los que le pongan obstáculo a su programa de ajuste y represión. 

Un factor clave de este proceso será la unidad de la izquierda. Construir una dirección compartida que incorpore los organismos de masas, territoriales, sociales y sindicales. No se puede ser unitario para construir una lista parlamentaria y sectario en el sindicato. Eso es oportunismo. El límite de los gobiernos de coaliciones amplias, como los de la Nueva Mayoría y también el actual, lo puso precisamente su incapacidad para construir una dirección que los lleve más allá de lo posible, una ruptura, y ésta dirección siempre será compartida, no el patrimonio exclusivo de un grupo. 


jueves, 29 de mayo de 2025

Entre un Chile que muere y otro Chile que bosteza


Diego Rivera. El hombre controlador del universo. 1934


Si no fuera por los estrambóticos anuncios y propuestas de Kaiser y Kast, la previa de las elecciones presidenciales sería de un aburrimiento supino. Uno que no surge de un consenso sobre las normas de covivencia social, sino sobre la incapacidad de reflexionar acerca de éstas y de hacer propuestas que vayan más allá de las actualmente vigentes. 

Excepto la chimuchina que gira en torno a acontecimientos de la coyuntura, que son las que genera una prensa venal enredada en unas extrañas relaciones con la fiscalía que se ha transformado -como ha ocurrido en toda América Latina- en un instrumento al servicio de los poderes constituidos en los últimos treinta años, las noticias son para bostezar. 

La persecusión judicial en contra del ex alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, así como el caso Sierra Bella, caso inventado para afectar a la alcaldesa comunista Iraci Hassler, por el que allanan la casa de la diputada de la República Karol Cariola e intentan invoucrar al del FA Gonzalo Winter, parecieran ser lo único a que referirse en el debate público. 

Ahora, el abuso de funcionarios públicos con las licencias médicas, lo que por cierto es indignante y motivo para medidas administrativas y penales cuando corresponda. 

Pero excepto la clásica letanía de reducir el tamaño del Estado, lo que con entusiasmo promueve la derecha -del tipo motosierra o tijeras de podar-, nada. No hay un debate acerca del carácter del Estado, de sus funciones y estructura. Aparentemente, después del rechazo a la propuesta de la Convención Constitucional, todos dan por hecho que no hay nada más que decir al respecto o a lo menos no públicamente ni como motivo para disputar la dirección del gobierno y el poder legislativo. 

En el Parlamento, se discute con la misma modorra una reforma del sistema político que no entusiasma a nadie excepto a los incumbentes -ni siquiera a todos- y al empresariado nacional, ansioso por recuperar la estabilidad aparente que predominó en el pasado y que su avaricia y afán de lucro desenfrenado, desenmascaró como la apariencia que es, tirándola al tacho de la basura de la historia. 

Evelyn Matthei, en este sentido, es la candidata de la nostalgia. Lucía Santa Cruz, historiadora y escritora del CEP, ha planteado que una segunda vuelta entre ella y Carolina Tohá sería ideal. Lamentablemente para ellas, ni la Concertación existe, a no ser como una exigua e inconfesable añoranza, ni la derecha de los consensos es muy funcional actualmente, a la hora de aplicar los planes de ajuste brutal que aquellos esperan -como los de Trump y Milei- y necesitan para recuperar las tasas de ganancia obtenidas por un neoliberalismo pujante en la época de oro de la globalización. 

Todo lo contrario. La globalización retrocede en la misma medida que ha resultado incapaz de evitar las recesiones propias de los ciclos descubiertos por la ciencia económica y cumplir su promesa de una era de crecimiento y bienestar permanente e ilimitado garantizada por el mercado. Todo lo contrario, está en su origen. Es la razón por la cual no les queda más remedio que volver atrás y profundizar las razones de su inviabilidad; un capitalismo depredador con la naturaleza, despiadado a la hora de explotar la mano de obra y en el que el Estado no tiene mucho más que hacer que ocuparse de la represión, la seguridad y la administración de justicia.  

Modelo que para ser realizable, debe modelar sociedades más homogéneas social, cultural, racial y nacionalmente. Quimera que niega la historia y el conflicto social precisamente, expresándose en discursos de odio hacia todo lo que lo niega: sindicatos, migrantes;  pueblos indígenas y divergencias sexogenéricas. Ello parece un discurso tan inculto como para no ser tomado en serio y que, sin embargo, ha logrado encantar y movilizar a grandes masas en Argentina, Brasil, los Estados Unidos y en Europa y que seduce también a la derecha tradicional en Chile cuando las demandas por democracia y justicia social apremian. 

Sacar de esta somnolencia a nuestra sociedad es la posibilidad que la coyuntura ofrece. La reacción la aprovecha para hacer tolerable a la misma sociedad su repertorio de ajuste y represión. La izquierda, por el contrario, para negar las condiciones que usan como pretexto para imponerlas como si fueran lo único posible y proponerse la construcción de una nueva sociedad. 

martes, 20 de mayo de 2025

El futuro se define en la primaria oficialista



El Bosco. Las tentaciones de San Antonio. 1501

Las fuerzas democráticas van a asistir a una primaria única para definir el candidato o candidata que va a enfrentar en noviembre a la reacción. Son las que hace más de treinta años lucharon contra Pinochet; las que denunciaron las violaciones a los Derechos Humanos mientras otros se hacían los tontos y se enriquecían en las empresas  privadas favorecidas por la dictadura con subsidios, transferencias de recursos; compra de servicios y tercerización de funciones o tenían responsabilidades en ministerios; municipios y empresas del Estado. 

Dicha elección presidencial no es una confrontación electoral más. Se trata de un combate por la defensa de la democracia y el derecho de la sociedad a definir sus destinos sin la tutela de una autoridad  que pretende hablar por ella y pontificar acerca de lo que le conviene desde el púlpito; la comodidad de sus oficinas en Vitacura; los pasillos de fundaciones pro-familia y centros de estudio; y grandes empresas que esperan apropiarse nuevamente de riquezas básicas; contratos con el Estado y privatizaciones. Los que van por los sindicatos; las minorías sexuales y la población transgénero; por los pobres; los que quieren profundizar el despojo del pueblo mapuche y la tierra, expulsar a los inmigrantes y llenar las cárceles con todos ellos. 

No es una exageración ni una profecía catastrofista; ya Trump lo está haciendo, lo mismo que Milei en Argentina. La elección de noviembre no es una competencia entre demócratas. Es una disputa entre la democracia y el fascismo. 

En la primaria oficialista se debaten las formas de hacerlo y las ideas que van a derrotarlo para comenzar a superar las condiciones de desigualdad, exclusión y autoritarismo que permiten su reproducción. El fascismo es como un parásito que se alimenta de estas hasta coparla, monopolizar sus instituciones, medios, y hasta las conciencias de masas, que como a mediados del siglo XX, aplauden discriminación, persecución, confinamiento forzado y exterminio mientras afectan a otros y hasta que le llega el turno de sufrirlo en carne propia. 

Ya los candidatos de Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático y sus comandos, han señalado sus diferencias de cara al país, mientras la derecha, desde Matthei a Kaiser, oculta sus verdaderas intenciones tras un grupo de consignas facilonas y de anuncios tan rimbombantes como vacíos e irrealizables. Pura demagogia. 

En la primaria oficialista, en cambio, se debaten con la honestidad y la legitimidad que les da haber luchado siempre por la democracia y la defensa de los Derechos Humanos, ideas, proyectos de país. La continuidad de reformas democratizadoras y de justicia social que impulsadas por gobiernos de distinto signo político, se vieron interpeladas por la protesta social y el empuje de masas de jóvenes, estudiantes, mujeres, pueblos originarios, trabajadores y trabajadoras que luchaban por mejores salarios, derechos a la educación, la vivienda y una previsión justa; salud oportuna y de calidad; respeto por el medioambiente y participación; contra las "cocinas" y los arreglines que escamotearon en más de una oportunidad la voluntad popular para reemplazarla por la prédica de los "técnicos".

Aspiraciones que, sintetizadas en la demanda por una nueva Constitución, se mantienen vigentes y que la derecha pretende resolver aplicando las mismas recetas que les dieron origen: privatización, flexibilidad laboral y sobreexplotación; depredación del medioambiente, consumismo y endeudamiento. Ahora, condimentado con aumento del control y la represión hacia los jóvenes y especialmente, de la juventud popular; las organizaciones sociales y de trabajadores  y usando -con el sadismo que ha caracterizado las administraciones de Trump y Milei-a los más vulnerables como chivo expiatorio: la población migrante y las divergencias sexogenéricas, persiguiéndolas, encerrándolas en campos de concentración y realizando deportaciones ilegales y arbitarias.  

La primaria oficialista no es por consiguiente el cumplimiento de un mero formalismo ni de una obligación legal; un acto "republicano" acartonado o de civismo superficial. 

Es la oportunidad para recuperar su conexión con las demandas del pueblo y las tendencias históricas y sociales que provienen de las profundas grietas que el sistema neoliberal ha abierto en las entrañas de nuestra sociedad expresadas en desigualdad, exclusión, abusos, inseguridad y sensación de vulnerabilidad frente a la violencia -tanto la mafiosa como la institucional-. Estas se han manifestado a lo largo de los últimos treinta años más de una vez. En las luchas por verdad, memoria, justicia y reparación frente a las violaciones a los DDHH; las luchas del magisterio por el pago de la deuda histórica y la educación pública y los trabajadores y trabajadoras del Estado por la defenza de la función pública y los del cobre por la defensa de CODELCO. El 2006; el 2011; el 2019, y lo seguirá haciendo mientras no haya cambios de fondo de las condiciones que las originan. 

Por eso, las ideas que se debaten, las que están en juego el 29 de junio, no son solamente respecto de cuestiones técnicas o de procedimiento. Son la expresión de una moral que superará, que debiera hacerlo, la del individualismo; la codicia y el pituto. Los demócratas no vamos a discutir en la primaria qué tanto Estado ni qué tanto mercado necesita nuestra sociedad -como lo ha planteado recientemente Alvaro García, del comando de Carolina Tohá, de una forma por demás simplista- sino para qué los queremos. No qué tan de centro o qué tan de izquierda es el programa que le vamos a proponer al país en noviembre, sino qué contenidos va a tener. 

No si es más "responsable" o si es más "utopista" sino si va a ser un programa de ruptura con el orden neoliberal vigente y las condiciones que han facilitado la irrupción de las fuerzas destructivas que amenazan a la democracia en la actualidad; si va a insistir en la vieja canción de los acuerdos o en las reformas estructurales a favor del pueblo y el medioambiente. 

Candidatos, candidatas, partidos y comandos son instrumentos puestos al servicio de este debate. Es el pueblo excluido, la gente de a pie, la que debiera protagonizarlo y hacer de esta un triunfo que se proyecte en noviembre para propínarle una derrota estratégica y definitiva a la derecha y que logre detener al fascismo en nuestro país. 



lunes, 12 de mayo de 2025

No dormirse en los laureles


Carlos Maturana, Bororo. El calefont. 1985


Afortunadamente, el sentido de realidad y las necesidades del pueblo se han ido imponiendo- más lentamente de lo deseable, en todo caso- de modo que todos los sectores democráticos tienden a agruparse en torno a la primaria oficialista. Los chovinismos de partido y las ambiciones personales han ido cediendo espacio al razonamiento frío y sencillo de que la suerte de todos está atada y que un triunfo derechista en las elecciones de noviembre, significa un retroceso para la democracia y el pueblo.  

A regañadientes, hasta los más escépticos han tenido que reconocer que el significado de la coyuntura histórica a la que ha llevado a la humanidad el neoliberalismo, no sólo en Chile sino en todo el mundo, es extremadamente delicada.  Por la catástrofe ambiental a la que se enfrenta; por la posibilidad de una tercera guerra; los riesgos de una tecnología que se autonomiza del control del ser humano como factor del crecimiento económico; las pandemias; la recesión, con sus consecuencias de desempleo masivo y hambre para cada vez más extensas legiones de seres humanos. 

La derecha se fagocita a sí misma en una guerra desatada entre sus diferentes facciones –de Chile Vamos a Republicanos, libertarios y socialcristianos, de Matthei a Kaiser-, cada cual más reaccionaria y violenta. Pero ojo, es característico de su naturaleza hacerlo, como parte de la inercia propia del sistema que consiste en desatar fuerzas cada vez más destructivas como condición de su regeneración permanente. Destrucción de fuerzas productivas y riquezas acumuladas para crear otras nuevas sin importar su costo social expresado en desempleo, aumento de la pobreza, obsolescencia prematura de adelantos tecnológicos que producen basura y aumento de la contaminación, entre otros.

Esa tendencia inherente del sistema, se manifiesta en la irrupción de la ultraderecha y un fascismo remasterizado, que empuja cada vez más a la derecha tradicional a posiciones morales fundamentalistas y clasistas que incluyen su desprecio por el trabajo y los trabajadores; su rechazo por el pueblo mapuche; codicia y avaricia presentadas en un envoltorio pseudocientífico que pretende legitimar como motivaciones del desarrollo económico. Ello, sin embargo, no sin resistencias, debates y contradicciones que la desorganizan y la hacen presentar ese aspecto zigzagueante, oportunista y tan débil que lo más probable es que finalmente sucumba ante ella.

La suerte no está echada ni mucho menos. Ni siquiera un triunfo electoral de las fuerzas progresistas en noviembre va a detenerla sino sólo si dicho triunfo significa una transformación de las mismas condiciones que han hecho posible su normalización. Es la construcción de una nueva sociedad; de unas relaciones de los seres humanos entre sí y de estos con la naturaleza lo único que podría evitarlo. Relaciones basadas en el reconocimiento del trabajo como fuente de riqueza, bienestar y realización; de la diferencia como fundamento de la identidad de nuestras sociedades; de la democracia y la participación como la forma legítima de resolver las diferencias y de tomar las decisiones que a todos y todas nos afectan.

En pocas palabras, del cambio social. Este debiera expresarse en una representación que diera cuenta de los sectores sociales interesados en dicho cambio  pues su posición subordinada en las relaciones entre las clases, movimientos sociales y de estos con el Estado, los coloca en una situación de vulnerabilidad y exclusión que no es circunstancial sino esencial al neoliberalismo. Asimismo en la unidad de los partidos y movimientos de izquierda comprometidos con impulsarlo.  Movimientos sociales y de masas y no números ordenados y presentados en encuestas para la ocasión sino sujetos sociales y políticos.

No es momento de sacar cuentas alegres sino de prepararse para una larga y dura batalla que va a requerir movilización de masas, unidad de la izquierda y mantener en alto la crítica frente a la autocomplacencia y el falso optimismo que sólo oculta una conformidad conservadora con el mediocre orden de cosas actual.

 


viernes, 2 de mayo de 2025

Socialismo o barbarie

Georg Baselitz. Das letzte Selbsbildnis I. 1982


Todo lo que chilenos y chilenas conocían o a lo que estaban acostumbrados, se deshace ante sus ojos en medio de un ambiente de indiferencia o tedio que oculta una desesperanza en apariencia definitiva; una conformidad más o menos conservadora, más o menos rebelde a veces. 

Predomina una atmósfera cultural de incertidumbre extendida que ni siquiera inspira proyectos de cambio, movimientos de masas, literatura o pensamiento progresistas y que, en cambio, es colmada por los medios de información y las redes sociales dominadas por noticias falsas, difamaciones, un mar de opiniones políticas difícil, si no imposibles, de conocer y ponderar y un hedonismo chabacano y superficial. 

Semejante estado de ánimo fue el caldo de cultivo apropiado para el surgimiento del fascismo a mediados del siglo XX. Lo contrario de la idea progresista que inspiró nobles anhelos de igualdad, libertad, democracia y respeto por los Derechos Humanos y a los movimientos políticos que los han encarnado, tanto en sus versiones clasistas como socialcristianas y socialdemócratas. 

Esto es lo que define culturalmente a la sociedad actual. No es el resultado del ataque de fuerzas malvadas que provienen desde su exterior, o el producto de los delirios de fanáticos, reaccionarios extravagantes, ultraconservadores nostálgicos de valores y formas de vida premodernas ni de teorías conspiranoides. 

Estos surgen de las mismas entrañas de la sociedad neoliberal que vive de un individualismo desenfrenado que incluye una tolerancia más o menos cómplice con la desigualdad, la exclusión, el abuso -con el ser humano y con la naturaleza- y la prepotencia que de naturalizadas que están, se transformaron en sentido común explotado, luego, por demagogos utraderechistas, la industria de la entreteción masiva y sectores que promueven una agenda moral fundamentalista que son sus aliados inseparables. Lo mismo que negociantes del escapismo enajenado de filosofías new age que nada aportan en su comprensión ni en su superación. 

Así surgen personajes tan bizarros como Trump, Bolsonaro, Kaiser o Milei; o nostálgicos del franquismo o de Mussolini en Europa. Estos no representan una anomalía de las sociedades neoliberales sino el producto final de su destilación. 

Es lo que pone a nuestras sociedades justo en el límite respecto del cual no le queda más que retroceder o transformarse en su opuesto, esto es, la recuperación de aquellos valores que las podrían salvar de los desastrosos efectos que ha producido, como la contaminación ambiental; la guerra; el desplazamiento de millones de seres humanos; limpiezas étnicas; aumento de la pobreza; pérdida de libertad y autonomía social e individual. 

El vaciamiento de aquellos valores de la experiencia concreta de los seres humanos en sus trabajos, en sus barrios, en su relación con la naturaleza, reemplazada por un vago ethos que los espiritualizó hasta hacerlos no tener nada que ver con sus vidas, terminó empobreciéndola hasta hacer de ella el repositorio de chartalanería, escapismo enajenado, esoterismo, consumo desenfrenado y violencia, tanto la delictual y mafiosa como la institucional. 

Es por lo tanto el momento en que enfrentar al fascismo y detenerlo, pasa por llenarla de contenido histórico concreto, no puras consignas y buenos deseos. Hacer de lo público no el rincón de los excluidos que no pueden desarrollar sus proyectos de vida libremente por supuestas desventajas materiales o culturales, sino el de libertad social que un republicanismo formal omite en beneficio de unos derechos políticos y civiles que no alcanzan a dar cuenta de ellos. Del trabajo, una garantía de libertad y posibilidad de desarrollarlos, lo que pasa por devolver poder de negociación a los sindicatos y mejorar los salarios, que es la manera más apropiada para redistribuir la riqueza. 

No son meras reivindiaciones. De hecho, convertirlas en eso es la manera más eficiente de hacerlas inocuas. Son la materialización concreta de la nueva sociedad  a la que el progresismo históricamente ha aspirado y la forma más efectiva de detener al fascismo para empezar a construirla. 

martes, 22 de abril de 2025

La primaria que no fue, prefacio del fascismo



Juan Dávila. El café Haití. 1997


La caída de la primaria con la que la derecha tradicional pretendía rodear de un aura de legitimidad y representatividad a su eterna promesa, Evelyn Matthei, terminó como era previsible en el más bochornoso de los fracasos. La confirmación de algo que hace meses se veía venir, el desfondamiento de su candidatura y la intrascendencia política en que su sector ha caído. 

Sus erráticas declaraciones y actuaciones políticas -inconscientes lapsus pinochetistas y fascistoides que dejaban en evidencia su auténtica naturaleza política y de clase reprimida por su sentido de la realidad y su funcional acuerdo con el centro político durante las últimas décadas- han terminado por abrirle las puertas de par en par al fascismo declarado de los grupúsculos ultras que se han desprendido de sus filas y que se preparan para reeemplazarla en la representación del gran capital financiero, la reacción internacional y el consevardurismo religioso, moral y cultural. 

Este relevo no será -no lo ha sido- tranquilo y sin sangre. Ya el mismo día Matthei las emprendió contra Kast, Kaiser y el resto de la SS criolla para culparla de su previsible incapacidad de triunfar en las próximas elecciones presidenciales, al menos en primera vuelta. El ruidoso fracaso de Chile Vamos,  confirma una de las características que hace meses define la situación política, que es la dispersión que reina entre las filas derechistas. Dependiendo de la capacidad de la emergente reacción ultraconservadora, esta situación de dispersión puede proyectarse en el tiempo generando condiciones favorables para las fuerzas democráticas o resolverse a su favor como ocurrió antes en Argentina. 

Dicha capacidad está dada por la fuerza de masas que representa y que silenciosamente se va abriendo paso entre las ruinas de la sociedad civil que han dejado más de cuarenta años de neoliberalismo -más o menos adocenado, más o menos radicalizado-. La fuerza de Kaiser y de Kast, reside precisamente en la destrucción de los vínculos sociales que el individualismo y la competencia desenfrenada ha dejado como resultado. 

También en la transformación cultural que ha hecho de la sociedad una colección de cosas, cosas que se pueden obtener sólo en el mercado; mercancías que son como las cuentas de vidrio de los conquistadores españoles del siglo XVI, fetiches que ocultan relaciones de dominio y subordinación tras la apariencia de su falso brillo. Para el neoliberalismo la sociedad no está conformada por seres humanos concretos que producen herramientas, alimentos, obras de arte, tradiciones, caminos y casas; seres humanos con intereses de clase, cultura, raza, género u orientación sexual diversas, sino consumidores dispuestos a matarse con tal de conseguirlas.  

Es lo que le da la apariencia de representar una energía en movimiento, aun cuando no sea más que la repetición del sentido común; el acatamiento dogmático de las condiciones de la dominación, resumido en frases como "mañana igual tengo que ir a trabajar"; "todos los políticos son iguales"; "la calidad se paga"; "con mi plata no", etcétera.

A ese sentido común autoritario y conservador, no se lo podrá derrotar repitiendo sus mismas frases; sus mismas recetas o tratando de demostrar más afinidad con él, sino desenmascarando su sentido de clase, esto es sus auténticos beneficiarios que son las AFP's, las cadenas del retail, bancos y empresas financieras; conglomerados de la eduación privada e instituciones conservadoras que han hecho de la "colaboración" con el Estado un lucrativo negocio. 

Platearle a la sociedad que las tareas necesarias para superar su frustración frente a los bajos salarios; el alto endeudamiento; el encarecimiento del costo de la vida apenas compensado por políticas focalizadas aun cuando el margen  de sus beneficiarios se amplie, pasa por la recuperación del poder de negociación de los sindicatos y la capacidad del Estado para regular el mercado y ser garante de los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo. Especialmente en lo que respecta al acceso a la vivienda. 

La reacción no tiene complejos para utilizar dicha frustración demagógicamente para volverla contra los mismos sindicatos que hace rato debieran ser la vanguardia de la lucha contra el fascismo; contra el inmigrante; el mapuche; la mujer y las divergencias sexogenéricas con tal de lograr una sociedad más homogénea, más dócil y fácil de domesticar. La izquierda y el auténtico progresismo no puede tenerlos para desenmascararlo, combatirlo y derrotarlo. 





 

martes, 15 de abril de 2025

Caen las caretas


Hannah Höch. Kaiser Guillermo II. 1919-1920


Uno de los efectos de la crisis de la globalización neoliberal ha tenido, es dejar en evidencia el carácter ideológico de la teoría y discurso sobre el que se sostiene y sus falsas pretensiones de infalibilidad científica. A sus nefastos resultados (deterioro del medioambiente; aumento de la desigualdad a niveles intolerables; desarrollo autónomo de la tecnología al punto que ha puesto en cuestión la libertad del ser humano), ya ni siquiera pueden oponer las cifras de crecimiento económico que ostentó en los noventa del siglo pasado, obtenidos precisamente gracias a todas las anteriores. 

En efecto, el peligro de la recesión  vuelve a asolar a la economía mundial y la única respuesta de las derechas y los liberales para enfrentarla, es aplicar las mismas recetas que han dado origen a todas estas características de las sociedades neoliberales y que la han provocado. 

Queda en evidencia, pues, que su pretendida objetividad no es más que un velo que encubre las obscenas ganancias de transnacionales que crecen en relación inversamente proporcional con la libertad y realización del ser humano y los derechos de la naturaleza. Su única manera de sustentarlas es la transformación del Estado en un aparato que no representa la realización de una comunidad racional sino un mecanismo de control, de medición, administración y gestión de dichas cifras que en el fondo no son otra cosa que la expresión de sus ganancias.

Su esfuerzo consiste en hacer coincidir la realidad con sus teorías lo que no es posible sino sobre la base de aplicarle una violencia proporcionalmente equivalente. Es lo que representan los brutales planes de ajuste que ha impuesto Milei en Argentina; la distopia salvadoreña de Bukele; el genocidio de Gaza; la carrera armamentista destada por la UE en medio de su bancarrota moral y política; el reciente fraude de Ecuador o la crisis permanente en la que vive la República del Perú, a lo menos desde la caída de Kuszinski. 

El guaripola internacional de la reacción, sin duda, es el Presidente de los Estados Unidos, a cargo de su propia republica bananera, con planes de ajuste a cargo de un billonario sudafricano, deportaciones ilegales, campos de concentración en Guantánamo y El Salvador, una crisis constitucional en curso que ha puesto en vilo el histórico consenso de republicanos y demócratas sin que ninguno acierte hasta ahora a oponer una resistencia efectiva. Ello tal vez porque es una especie de bonapartismo que tiene como propósito recuperar la posición hegemónica del imperialismo norteamericano en medio de este nuevo contexto, propósito compartido por ambos.

La "crítica" no consiste en elaborar novedosas teorías que expliquen los cambios operados en los últimos treinta o cuarenta años por el capitalismo o en realizar una "renovación", sino descubrir las paradojas propias de su desarrollo y su carácter interiormente incoherente. Al no poder encontrarles solución sin negarse a sí mismo, su única alternativa es inisistir en ellas. En eso consiste el fascismo. No es extraño, en este sentido, que dos de las más importantes renovaciones del marxismo occidental del siglo XX, como son el pensamiento de Gramsci y la teoría crítica, hayan surgido como una respuesta a su surgimiento. 

Este, además, pretende hacer retoceder a nuestras sociedades en relación a derechos conquistados, precisamente a partir de la pretensión de desconocer dichas transformaciones, que son el resultado de su propio desarrollo. A una creciente consciencia del daño que ha provocado al medioambiente que lo hace insostenible o al reconocimiento de las diversidades sexogenéricas; la igualdad de género, la creciente visibilidad que ganan los derechos de las personas mayores o de quienes realizan labores de cuidado, el fascismo les pone la etiqueta de "woke" sin comprender aparentemente que los pueblos del mundo no lo van a tolerar porque desconoce la sociedad real. De hecho, le aplica ya -por lo demás- medidas que implican desconocer sus derechos en Argentina y los Estados Unidos por ejemplo. 

Una mención especial merece el retroceso que propugna en materia de derechos de trabajadores y trabajadoras a sindicalización, huelga, negociación colectiva, seguridad social, educación y salud públicas que sólo brillan por su ausencia en sus documentos, congresos, las propuestas y el discurso de sus representantes. Son simplemente ignorados por el fascismo porque es la misma negación de su necesidad y de su legitimidad moral y cultural, lo que trae aparejada la violencia extrema con la que en el futuro se puede prever que tratará al movimiento sindical y de trabajadores y como de hecho el neoliberalismo ya lo hace aunque con una pátina de consenso y tolerancia. 

El tiempo se le agota. No puede seguir disimulando pretensiones de objetividad ni de racionalidad científica. Se le cae la careta y en la misma medida crece su intolerancia y su violencia. Señal inequívoca de su debilidad y de la posibilidad de derrotarlo. Pero eso depende en todo caso de la voluntad de quienes creen en la democracia, los derechos humanos y la paz. 

 

jueves, 10 de abril de 2025

Los besaculos

Hans Holbein. Retrato de Enrique VIII. 1540
                                            

Haciendo gala del estilo impertinente y soez que lo caracteriza, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, declaró que todos los gobiernos que tras su anuncio unilateral y matonesco de subirle los aranceles solicitaron volver a negociar, ahora se disponen a besarle el culo. Justamente, la receta que propone la derecha para enfrentar el nuevo escenario que, a su pesar y en sus propias palabras, cambia por completo el que había predominado en los últimos treinta años. 

Las diferencias que se pueden apreciar entre sus filas, no van más allá de un matiz sentimental que va de una pantomima de indignación (Matthei) a una abierta satisfacción (Kast), pasando por los llamados a la cautela y la expectativa ante las posibilidades de desarrollo de la nueva situación que motiva su estupefacción (Kaiser). En el colmo de la  abyección a la que la ha arrastrado su defensa de los ricos y los poderosos, todos los candidatos de la derecha coinciden en comportarse como las mascotas que son y hacer lo que su patrón sugiere: besarle el culo y ofrecer al gobierno, incluso, a sus equipos de economistas "expertos" para hacerlo. Se escandaliza porque el presidente Boric, dijo en India que Trump se comporta como un emperador y lo peor, se aterra ante la posibilidad de que se moleste por ello. 

Su falta de dignidad no puede ser más grotesca. Y más grotescos aún, sus arrebatos de molestia con el Presidente, mientras Trump los basurea a ellos y a todos los seguidores de la letanía neoliberal del libre comercio que siempre favoreció a los poderosos, cuestión que ellos, súbitamente, descubren recién cuando empieza a afectar a sus patrones. Esa indignación, en todo caso, no pasa de ser puro sentimentalismo en la medida que su compromiso ideológico y de clase con el imperialismo, les impide ver sus fundamentos materiales y proponer otras soluciones que no sean "besarle el culo". 

Estas obviamente, si es que realmente se propusieran ir más allá de la mera sensiblería, debieran proponerse la recuperación de nuestra soberanía y limitar nuestra dependencia de los vaivenes del mercado internacional. Este, según sus propias declaraciones, comienza a fragmentarse y partiendo por los Estados Unidos, cada país, a cerrar sus fronteras, al menos hasta que los sollozos de las viudas de la globalización comuevan a Trump y su séquito para  volver a abrirlas o en caso contrario, buscar nuevos socios, en caso de que quede alguno disponible en este nuevo escenario. 

Esta transformación que demuele en un abrir y cerrar de ojos las bases materiales de sus convicciones doctrinarias e ideológicas y que deja al desnudo los fundamentos morales, culturales y de clase de su posición política, debe ser una oportunidad para desplegar un proyecto de cambios profundos de la sociedad basados en la recuperación de nuestra soberanía económica; disminuir nuestra dependencia de las materias primas y utilizarlas como fuente de creación y fortalecimiento de la industria nacional y el empleo. Asimismo, la recuperación de los salarios y que sean éstos, y no el endeudamiento -origen de burbujas y fraudes que se urden a costa de los consumidores-, la fuente de donde provenga la dinamización del consumo y el mercado interno. 

En este nuevo contexto en que el imperalismo se saca la careta y la prédica, casi misionera, acerca de las bondades del libre comercio dejan su lugar a la reivindicación de su vocación hegemonista y expoliadora, la integración de los países latinoamericanos se hace más urgente que nunca y por consiguiente, también el combate en contra del neofascismo criollo que insiste en hacerle genuflexiones y dar muestras de su buena conducta servil. Cuando la derecha lo único que ofrece es profundizar las bases excluyentes, inequitativas, y rastreras de su política, lo más patriótico y progresista es la superación definitiva del neoliberalismo político, económico y cultural, sin medias tintas. 



sábado, 5 de abril de 2025

Instrucciones para enfrentar al fascismo


Kurt Schwiters. MZ 318 CH., 1921 (collage)


Si hay algo en lo que prácticamente todos los sectores políticos que no son de derecha coinciden, es en el peligro que representa el fascismo hoy por hoy. Las demostraciones ya son demasiadas y demasiado evidentes como para seguir considerando a sus representantes como Milei, Bolsonaro o la dupla KK, simples radicales o fanáticos que perdieron la chaveta. Eso ya es un paso adelante. La idea de realizar una primaria lo más amplia posible en ese sentido se va abriendo paso, lo que también representa un avance. 

La irrupión del fascismo, además, desordena a la derecha tradicional, de manera tal que deambula entre una más que sospechosa tolerancia con éste, la reivindicación de sus matices y una abierta renuncia a sus pasadas afirmaciones democráticas y de respeto por los Derechos Humanos -por falsas que fueran-. Chile Vamos se mueve entre la "motosierra" y la "podadora", según las circunstancias, el cálculo electoral y los intereses en juego.

Las políticas impulsadas por el jefe internacional de esta banda, Donald Trump, desarman en pocas horas, además, sus antiguas creencias y principios doctrinarios sin que sus epígonos criollos acierten a articular una sola frase para comentarlas -así como el batallón de economistas liberales que cita El Mercurio diariamente- excepto para ver oportunidades en nimiedades que les permitan seguir sosteniéndolas mientras se caen a pedazos o decir "podría haber sido peor". 

Lo único que le queda es su odio por los pobres; su atávico miedo a las clases trabajadoras; a los excluídos y excluidas y su defensa del repertorio de valores más anacrónico posible, que son lo único que sostiene su posición de dominio en nuestras sociedades actualmente a falta de doctrina, propuestas y acciones consistentes. Trump mismo es un ejemplo suficientemente elocuente al respecto.

El fascismo es, pues, no una anomalía del sistema democrático ni una amenaza que proviene del exterior sino el resultado del neoliberalismo, su última trinchera, el único argumento que le queda para sostenerse. En este sentido, el desconcierto que a muchos aqueja en la hora actual no es otra cosa que una manifestación de la naturalidad con la que los pincipios del neoliberalismo fueron asumidos en el pasado: la privatización, la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la flexibilización del trabajo. 

No se puede combatir al fascismo, entonces, sin oponerle al repertorio de reproducciones remasterizadas del neoliberalismo que propone, incluida su obsesión por el control y la seguridad, una alternativa que salga de los bordes que éste implantó en los últimos treinta años, y que por cierto excluyen los derechos de los trabajadores a la negociación colectiva y a una huelga efectiva. También la posibilidad de que la sociedad asuma la organización racional de las vidas de los seres humanos y sus relaciones con la naturaleza, entregadas a la supuesta "mano invisible" del mercado. Los derechos humanos de migrantes, pueblos indígenas, mujeres y disidencias sexogenéricas (primeras víctimas sacrificiales del fascismo según lo han declarado y demostrado prácticamente en todos los países en los que ha llegado al poder). 

Por cierto, no se trata de un debate de "ideas", que se expresarían simplemente en el lenguaje de la amistad cívica y de un consenso que por todo lo dicho es absolutamente imposible; se trata de una intensa lucha política y de masas por la hegemonía cultural, por los valores que debieran inspirar a la sociedad a la que aspiramos todos quienes estamos dispuestos a enfrentar al fascismo. 

El rol del sindicalismo, del movimiento social y los partidos democráticos es precisamente señalar esta inconsistencia de la derecha y movilizar a la sociedad en función de detener esta oleada fascista y llenar de contenido concreto esa oposición -no de valores abstractos de una dudosa moralidad que lo mismo dan para declararse antifascista que para oponerse al derecho a huelga. Restarse en la hora actual de esta lucha política y social puede significar la desaparición de históricos referentes del progresismo y por el contrario, asumirla como el desafío principal de la coyuntura, una oportunidad para empezar a construir el movimiento popular que en el siglo XXI pueda volver a abrir las grandes alamedas. 


miércoles, 2 de abril de 2025

El ladrón persiguiendo al juez


Rembrandt van Rijn. Los sindicos de los pañeros de Staalmeesters. 1662


La situación del Poder Judicial, se caracteriza por un desprestigio que ha descendido a niveles de conventillo, de modo tal que quienes están llamados a administrar justicia aparecen involucrados en truculentas tramas de tráfico de influencias, pago de favores y corrupción. Incluso altos magistrados conceden entrevistas para descartarse, dar explicaciones o señalar su desconocimiento, cuando es precisamente para lo contrario para lo que la sociedad y el sistema político los ha puesto en esa posición. 

La fiscalía se ha transformado en el último tiempo, en epicentro de esta crisis y corazón de la cloaca en que se ha convertido. Es evidente que no trata de la misma manera a todos a los que investiga.  A unos los persigue y expone con los pretextos más inverosímiles, incluyendo sospechosas y "oportunas" filtraciones imposibles de explicar, que contrastan con el secretismo con el que otros y otras son tratados. La colusión entre ésta y los medios es, pues, más que sospechosa, característica esencial de la crisis, y sólo un republicanismo acartonado es capaz de defender todavía estas instituciones decadentes y su hipócrita independencia, sin sonrojarse siquiera.

Así las cosas, no tiene nada de rara la proliferación de hipótesis y recetas de solución que se manifiestan luego en lo que eufemísticamente suele llamarse "dispersión" o "fragmentación" del sistema político, “mal” que pretenden resolver algunos honorables, haciéndolo más restringido, eliminando la competencia y la disidencia que provoca semejante corral, en lugar de reformar las instituciones y remover de las altas responsabilidades para las que han sido asignados, a los responsables de este vergonzoso espectáculo que ya colmó la paciencia de la opinión pública, que por lo demás es sólo uno de sus síntomas más evidentes.

Para la derecha tradicional y también para algunos dizque “progresistas” que le temen más a la transformación que al autoritarismo y burocracia del actual sistema político, el clasismo y arbitrariedad del sistema judicial y el uso y abuso que de él hace la empresa privada, la solución no es otra que reproducir esas mismas características del sistema político, económico e institucional vigente. De esa manera, aparece ante los ojos de cualquiera protegiéndose a sí misma y a la elite económica que se ha beneficiado de esta cuestionada institucionalidad, pese a toda la evidencia disponible de su incapacidad para seguir organizando la vida social.

Luego, no tiene nada de raro que las recetas facilonas de la ultraderecha y el fascismo seduzcan a masas despolitizadas que primero no entienden razonamientos tan abstrusos que pretenden decir que restringir la participación, el pluralismo y la competencia política, van a mejorar la calidad de la democracia y luego, las rechazan como demostración del encapsulamiento del régimen político y la defensa corporativa que de él realizan sus miembros a los que por esa razón se moteja de modo impreciso “clase política”, asignándoles una independencia demasiado benevolente cuando en realidad se trata de simples funcionarios pagados de las grandes empresas, como ha quedado demostrado ya innumerables veces (casos PENTA, CORPESCA, SQM, ISAPRES, etc.).

Quienes tienen la osadía de denunciarlo, son rápidamente acallados; motejados como anárquicos, disolventes, populistas, autoritarios, chavistas, castristas, intolerantes y un rosario de epítetos que sólo demuestran el temor de quienes todavía defienden el orden de cosas actual. Epítetos que procuran dar la impresión de una situación de aparente equilibrio de fuerzas que solo favorece a los fascistas que intentan asimilarse a las fuerzas políticas que legítimamente pretenden disputarse la conducción del gobierno, contando eso sí con la cándida colaboración de un progresismo exánime frente a las tareas de transformación política y social que reclama la hora actual.


martes, 18 de marzo de 2025

Afinar la puntería

Pablo PIcasso. Acróbata y joven arlequín. 1905



La cadena de insultos, prepotencia, violencia verbal y física; desprecio del derecho y las normas más elementales de la convivencia entre los seres humanos que protagonizan  Trump, Milei y la caterva de fascistas que se tomaron la escena política en los últimos cinco años, suma y sigue. Mientras aplican las clásicas recetas de ajuste del neoliberalismo que consisten en rebajar salarios, congelar pensiones, privatizar servicios públicos; realizar despidos masivos; acompañados de represión a la protesta social; burlas y ofensas de sus opositores ; amenazas y persecución, el desconcierto reina entre estos últimos. 

Ellos insultan; los otros ríen nerviosos o simplemente los consideran apenas unos niños con rabieta. Este gesto oculta, en realidad, una tolerancia que raya con una complicidad inconsciente y culpable que sería expresión del retroceso moral, político y cultural al que el neoliberalismo ha arrastrado a la sociedad, asimilado por sectores políticos que alguna vez se identificaron con posiciones de centro e izquierda.

Lo que es fascismo puro y duro, es motejado con una liviandad espeluznante "populismo de derecha", seguramente con el propósito oblicuo de asimilarlo con las críticas que desde la izquierda se vienen haciendo hace más de treinta años a los efectos excluyentes, clasistas y autoritarios que ha tenido. Asume esta "centroizquierda" culposa que la desigualdad, la contaminación, la burocracia y pérdida de autonomía y libertades individuales y colectivas, típicas del neoliberalismo frente a la gran empresa y la red inextricable tejida entre el Estado y el sector ptivado, son apenas "externalidades", no características esenciales del modelo. 

De esa manera, no aciertan a apuntar al enemigo principal que amenaza a las democracias en la actualidad, tanto en Europa como América, de lo que son apenas un par de botones las desafortunadas expresiones de Carolina Tohá o las oportunistas críticas de la Presidenta del PS al Partido Comunista a partir de la sospechosa filtración de una conversación privada entre dos de sus dirigentes que nada dicen acerca del programa de gobierno ni de las tareas de su implementación. 

A partir de su incapacidad o de su resistencia a admitir que el mundo se sigue dividiendo entre quienes están motivados por su afán de lucro y maximización de las ganancias que obtienen de la superexplotación de la naturaleza que nos pertenece a todos y de la fuerza de trabajo estrujada hasta la inanición, disparan de chincol a jote premunidos de una actitud "librepensadora" que los motiva a ocupar más tiempo y esfuerzos en criticar a los aliados que tiene a la izquierda, que denunciar la violencia y el fundamentalismo neoliberal de la derecha en sus diferentes versiones. 

Ya en el pasado, conocimos los resultados que este tipo de confusiones puede llegar a tener. En la actualidad, cuando la marcha de la reacción parece no tener límite en Europa y en América Latina somos testigos de una fuerte disputa por la defensa de la democracia y los Derechos Humanos, afinar la puntería es más necesario que nunca. Los eternos buscadores del "centro" y de principios abstractos que poco tienen que ver con las contradicciones sociales y políticas que agitan al mundo en la actualidad, están siendo absorbidos por los acontecimientos y lo más probable es que terminen siendo o bien una minoría extravagante o masa de maniobra de las posiciones ultraderechistas. En ambos casos, una intrascendencia similar a la que en la actualidad se convirtió Europa, producto del avance de la agenda fascista de Trump. 

miércoles, 12 de marzo de 2025

La marcha de la reacción y la izquierda

Juan Davila. Stupid as a Painter. 1982







La marcha de la reacción continua sin que, aparentemente, tenga resistencia. Ello incluso a pesar de sus chambonadas; la impopularidad de sus recetas; el estancamiento de su potencial de crecimiento electoral y sus profundas contradicciones. Así las cosas, no es descartable que nuevamente llegue al gobierno, esta vez en una versión remasterizada de sus peores abyecciones.

Demostración de su marcha implacable, es la ofensiva que ha desatado contra destacados liderazgos de izquierda usando todos los medios a su disposición: el lawfare, la difusión de noticias falsas y el ocultamiento de las que dejan en evidencia sus actos corruptos; su complicidad con las AFP´s y la gran empresa, así como su disimulado pinochetismo. Ataques tanto en la persona de la ex alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, como en el de Daniel Jadue y ahora último, en el de la presidenta de la Cámara de Diputados, Karol Cariola, caso en el que, al igual que en los anteriores, se hace uso y abuso del poder judicial, por medio de interpretaciones antojadizas de la ley, difundidas por una prensa servil hasta naturalizarlas.

También el bloqueo legislativo, el que le ha servido durante todo el mandato del Presidente Boric para contener las reformas impulsadas por éste; confundir a la opinión pública en medio de la maraña de negociaciones para hacerlas posibles en su situación de minoría en el congreso; dividir a los sectores interesados en sacarlas adelante y haciendo uso y abuso de las atribuciones que tienen sus parlamentarios para avanzar en su promulgación.

Nada muy diferente a lo que hayan hecho las derechas de otros países latinoamericanos, como por ejemplo en la destitución de la Presidenta Dilma Roussef en Brasil, de Pedro Castillo en el Perú; la persecución de Rafael Correa o Cristina Fernández.

Estos ataques a la izquierda, a sus liderazgos y su intento por bloquear toda posibilidad de que estos surjan están motivados por su comprensión del significado de la hora actual. Su necesidad de eliminar toda posible resistencia a sus pretensiones de restaurar lo peor del neoliberalismo; asegurar sus fundamentos y profundizar sus características más funestas -como la reducción de salarios, los despidos masivos; el aumento de la contaminación; la mercantizilización de la educación, la cultura y la salud; todo ello, con tal de garantizar las ganancias de las grandes empresas nacionales y transnacionales y las fortunas de un puñado de magnates.

La búsqueda desesperada de rebuscados argumentos pseudofilosóficos que, por lo demás, le son indiferentes a masas de trabajadores, empleados y profesionales cada vez más golpeados por la inseguridad a la que los condena el neoliberalismo y que es explotada por el fascismo -pretextos para atacarlos o justificar su actitud sectaria- solamente la favorecen y en el fondo ocultan, su incapacidad o su desinterés, para enfrentarla.

miércoles, 5 de marzo de 2025

Un nuevo ciclo

Jean-Michel-Basquiat. Hollywood Africans. 1983

                             


La renuncia de la ministra del interior, Carolina Tohá, y su anuncio de asumir una candidatura presidencial, inauguran una nueva situación política. Lo que hace más de un año ha intentado la derecha, prácticamente, incinerando a fuego lento la candidatura de Evelyn Matthei, y lo que no han podido lograr sus compañeros ultras del Partido Republicano y Nacional Libertario, acontece ante sus barbas y en pocas horas.

 

Es una demostración de la buena salud de la que goza la alternativa de continuar por la senda de las reformas políticas y sociales comenzadas durante el mandato de la Presidenta Bachelet, interrumpida por las torpezas de las mismas fuerzas democráticas que facilitaron el segundo triunfo de la derecha tras el retorno de la democracia. Ello, con los mismos votos de siempre y con los que fue derrotada reiteradamente.

 

No está todo dicho todavía. El anuncio de la Presidenta Bachelet de no presentarse por tercera vez como candidata a la Presidencia de la República, precisamente, llama la atención sobre el carácter abierto y absolutamente novedoso del ciclo que comienza. Se trata de una coyuntura en desarrollo.

 

La precandidatura de la ex ministra del interior representa al sector más centrista de los que fueron sostén político del gobierno del Presidente Boric. Apela a una sensibilidad más tributaria del liberalismo social, anclada como lo ha señalado en sus primeras declaraciones en las ideas de convergencia, progreso y estabilidad. Su entorno, conformado fundamentalmente por militantes y antiguos dirigentes del PPD, así lo confirman. Pero tanto el PS como el PC y el FA han declarado su pretensión de tener nombres que podrían representar al sector. Sumados todos ellos, por cierto, con una altísima probabilidad de propinarle una derrota de proporciones y de carácter estratégico a la derecha.

 

Pero en política, dos más dos no necesariamente son cuatro. No se trata solamente de juntar votos. Se trata de representar efectivamente, como lo reclama este nuevo período que comienza, una alternativa que responda a las necesidades del pueblo y que logre encantarlo y movilizarlo para derrotar a la reacción. Sin pueblo movilizado, no se podrá detener el fundamentalismo ultra de la derecha, para la que la única solución es -como lo han demostrado ya Milei y Trump- favorecer a los ricos, profundizar la desigualdad, seguir destruyendo el medioambiente, echarle la culpa a los "zurdos de mierda"; a los inmigrantes; agudizar la exclusión y las discriminaciones de diverso signo.

 

El país necesita una alternativa que enfrente al fascismo y lo desenmascare frente a la sociedad.

 

Las viejas recetas y la añoranza en un presunto pasado mejor, serán cada vez más extravagantes para generaciones de chilenos y chilenas, nacidos en democracia, que reclaman respuesta a los problemas más urgentes y por lo tanto, los más actuales: el aumento de la desigualdad y las exclusiones de distinto tipo; la incapacidad de servicios y empresas concentrados en manos privadas de proveer soluciones accesibles, oportunas y de calidad a la sociedad -de lo que el reciente megacorte del suministro eléctrico es un botonazo-.

 

Las formas cada vez más sofisticadas de control y la progresiva pérdida de autonomía de los individuos en la nueva forma de imperialismo tecnológico que avanza en todo el mundo; así como el deterioro del medioambiente a niveles que ponen en riesgo incluso su sobrevivencia, no son un juego ni una distopia cinematográfica. Son la realidad fascista a la que se enfrenta la humanidad en la hora actual y ante la cual deben levantarse los demócratas del mundo entero.