jueves, 28 de diciembre de 2023

Argentina, la última trinchera del neolibealismo

Antonio Berni.Juanito Laguna dormido.1974



En el siglo XIX, el grupo de los exiliados argentinos que se encontraba en Chile, escapando de la dictadura de Rosas, hicieron un inestimable aporte en la formación de nuestra cultura y de la República. Juan Bautista Alberdi, Sarmiento, Vicente López, hicieron aportes sin los cuales no seríamos lo que somos. 

Al contrario de lo que la academia dominante y la historiografía del sistema han pretendido por décadas, no estuvieron en Chile como observadores imparciales y movidos por un supuesto asombro y adaptación acrítica a la presunta solidez de nuestra naciente República, que comparada con la del resto de las de América Latina, habría sido la que garantizaría el progreso económico, la gobernabilidad y la paz social. 

Los exiliados argentinos en nuestro país, al contrario que muchos de nuestros académicos e historiadores en la actualidad, tomaron partido, ejercieron el periodismo, participaron de las polémicas políticas y culturales que agitaban a la sociedad y a la intelectualidad de la época como si les hubiesen sido propias, siempre desde posiciones de avanzada, críticas de la reacción dominante en el período, producto de la contrarrevolución de 1830; de la preeminencia del conservadurismo de las formas y las costumbres. 

La imagen que ofrece el continente, hoy por hoy, no difiere mucho de la de entonces. Es el escenario de una intensa lucha por el futuro. A la esperanza y el optimismo que se podrían respirar entre el 2003 y el 2015 en toda América, tras los triunfos del comandante Chávez, de Lula, Evo, Correa y en Argentina del Kirchnerismo, le han sucedido gobiernos que han tratado de retrotraer las cosas para devolver sus posiciones hegemónicas a las clases acomodadas y la reacción religiosa en sus diferentes denominaciones. Lasso en Ecuador, Macri, Piñera y Bolsonaro, unido al permanente estado de crisis del Perú, son una demostración elocuente del revanchismo y el interés de clase que inspiró y sigue inspirando a la derecha. 

Y precisamente Argentina, la patria de Sarmiento, López y Alberdi, representa la avanzada de la reacción o visto desde otro punto de vista, la última línea de defensa del sistema. 

Usando como pretexto el descalabro provocado por especuladores, usureros y aliados del capital financiero durante el período de Macri y del que no se hizo cargo el de Fernández, por motivos que debieran ser parte de una profunda autocrítica de la izquierda, Millei promete durante la campaña, y pone en práctica apenas asumido, un megaajuste acompañado, como era de suponer, de un plan represivo y de restricción de las libertades civiles y políticas comparables solamente a los implementados por Pinochet y el resto de las dictaduras militares en los setenta. 

El DNU y la recientemente ingresada al Congreso "ley omnibus" dinamitan la democracia argentina, porque significan transferirle a Millei facultades para gobernar prescindiendo del congreso nacional hasta el 2025. Privatizaciones; endeudamiento del Estado argentino; retroceso en derechos sociales garantizados por el Estado como educación, salud y jubilaciones; desregulación de los mercados son los objetivos tras los que va, con el pretexto archirepetido por todos los gobiernos burgueses y reaccionarios: “no hay plata”.

Defender la democracia argentina es una tarea para toda la izquierda latinoamericana. El experimento de Macri y Millei tiene como objetivo final todo el subcontinente. Tal como fue en el siglo XIX, la solidaridad, la asistencia mutua entre los pueblos latinoamericanos va a ser fundamental. Pero también, y tal como lo comprendieron los exiliados argentinos en Chile, la proposición de un horizonte de transformaciones que pongan en el centro la democracia, la soberanía y al pueblo como protagonistas. 


viernes, 22 de diciembre de 2023

No hay primera sin segunda


Equipo crónica. Aquelarre 1971. Una noche en el museo, 1971


El triunfo por más de un millón de votos del "en contra" en el reciente plebiscito, le colocó una cuota más de incertidumbre a la situación política.

Por ahora, el gran perdedor es Kast y su secta de fanáticos. Ciertamente, que un extremista tan intolerante y fundamentalista haya salido derrotado, representa un alivio para la sociedad. Si bien su propuesta constitucional era la continuidad lógica del neoliberalismo dominante en la actualidad, su combinación con fundamentalismo moral y religioso así como su rancio clasismo, produjeron la reacción  espontánea de la sociedad. 

Las pretensiones presidenciales de Kast y la situación hegemónica que su partido había logrado ir construyendo en los últimos tres años en la derecha, quedaron en cuestión en esta pasada. El resto del sector, con el oportunismo y la deshonestidad que lo caracteriza, ya está haciendo leña del árbol caído después de haberse puesto alegremente tras su figura y la defensa del adefesio constitucional que se sometió a plebiscito. 

Probablemente una de las verdades que salen a la luz tras este resultado, es precisamente la incapacidad moral de este sector. Insistir en otorgarle credenciales democráticas y convertir en "acuerdos" lo que debiera ser el producto de un debate democrático de cara al pueblo, es seguir lavándole la imagen para que en el momento menos esperado, como en esta ocasión, vuelva a dar el zarpazo. 

Es además, legitimar la sopa en la que se ha transformado nuestra sociedad, en la que como resultado de la aplicación del neoliberalismo, todo es más o menos lo mismo.

El pueblo votó en contra de la pérdida de derechos y en principio, por la aparente tranquilidad que otorga una institucionalidad política y un sistema económico y social que le ha permitido no morir por ahora gracias a la tarjeta de crédito. No es gran cosa pero menos malo de lo que podría haber sido si ganaba el "a favor". Es un voto con un aspecto bifronte: por una parte, el rechazo a la profundización del neoliberalismo y de los aspectos más conservadores y clasistas de la sociedad actual; y por otro, la conformidad aparente con las migajas y las apariencias de bienestar, de éxito y realización que se pueden obtener de él por el momento. 

Exactamente la condición social y cultural que ha posibilitado el ascenso meteórico de espantajos de barbarie y atraso cultural como el que condujo el segundo proceso constitucional y por lo que podríamos estar lamentando la asunción de Kast en la Presidencia de la República en las próximas elecciones.

Esta derrota de la ultraderecha hasta cierto punto facilita las cosas a la derecha tradicional y es lo que explica su avidez por sacar ventajas de ella, en lugar de estar lamentándose, incluida la resurrección de antiguas momias que habían pasado a retiro especialmente en la UDI.  

El triunfo del en contra es ciertamente importante y tranquilizador pero no definitivo. Ya están los que, con mano ajena, se aprestan a apropiarse de él para facilitar la sobrevivencia del conservadurismo político y moral, bajo el pretexto de los "acuerdos transversales" para proovocar cambios que no pongan en riesgo la comodidad de la que gozan y las cuotas de poder que todavía ostentan. 

Que eso no suceda, en todo caso, no depende sólo de la acción del gobierno que está haciendo su pega; ni de los representantes de la izquierda en el parlamento al que en esta ocasión van a querer transformar en el escenario de los chamullos y las componendas. Depende del involucramiento de las masas, de los movimientos sociales, las organizaciones del pueblo, en primer lugar sindicales, pero también estudiantiles y juveniles, territoriales, de género, ambientalistas, de pueblos originarios, artistas y trabajadores de la cultura. 

A la rebelión de octubre de 2019, le siguió un reflujo forzado por circunstancias como la cuarentena. Durante ésta, desplegó la solidaridad  y la asistencia mutua en las formas que históricamente lo ha hecho. Las ollas comunes, los comprando juntos. Esa desmovilización y ese retroceso de las luchas del pueblo a la pura sobrevivencia, le facilitó las cosas a la derecha en su trabajo de desprestigiar a la Convención y confundir a la opinión pública acerca del contenido y significado de su propuesta.

Es el momento de que como ha ocurrido siempre, salga de ese reflujo y retome la inicativa. Los partidos progresistas y las organizaciones tienen no solamente la oportunidad sino la responsabilidad de iniciar y darle forma a ese proceso. La experiencia del segundo plebiscito es ese. El pueblo tiene una nueva oportunidad; de la audacia y decisión que muestre la izquierda y el progresismo depende en gran parte no desperdiciarla. 

sábado, 16 de diciembre de 2023

Las razones que no se entienden

Francis Bacon. Estudio del retrato del Papa Inocencio X de Velásquez. 1953



Mañana va a realizarse uno de los momentos culminantes del proceso constituyente y las posibilidades de que gane el "a favor" son tantas como las incomprensiones que la izquierda y el campo social y popular ha demostrado desde el 18 de octubre de 2019. 

La derecha y las fuerzas de la reacción,  tienen a su favor el viento de cola de la realidad. No necesitan hacer mucho esfuerzo para convencer a nadie porque al país que se ha conformado en los últimos famosos y nunca bien ponderados treinta años, es lo que le resulta familiar. Son varias generaciones que se han formado en este "sentido común" y no se podría achacar ignorancia, desidia intelectual o indiferencia con la historia, a esas generaciones. La experiencia es intransferible y el sucedáneo que ofrecen la historiografía y las tradiciones, no alcanzan a completarla porque nadie podría suplantar a otros y otras tratando de hacerles entender racionalmente lo que no ha experimentado con el cuerpo, los sentidos y el corazón. 

Los argentinos acaban de dar un ejemplo elocuente al respecto. Escogieron como presidente a quien siendo candidato les prometió dolor, hambre, incertidumbre y luz al final del túnel. Lo último, un cuento tan viejo que resulta difícil entender que alguien lo pueda creer de buenas a primeras. Pero los argentinos y argentinas lo hicieron. Como dice el  escritor Jorge Alemán, un caso único en el mundo y en la historia. Probablemente sólo comparable al triunfo de Mussolini en los años veinte del siglo pasado y ni siquiera. 

Nadie parece recordar  el corralito, a De la Rúa escapando en heicóptero de la Casa Rosada, el hambre de comienzos del siglo; la recuperación de la industria bajo los gobiernos Kirchneristas, las conquistas sociales de ese período, las políticas de memoria y reparación por las violaciones a los DDHH cometidos por la dictadura militar y sorprendentemente, el desastre del gobierno de Macri. El endeudamiento descomunal que contrajo con el FMI y que le heredó a todos los gobiernos que vengan en el futuro por un siglo al menos, como el contraido en el siglo XIX por Rivadavia, Mitre y Sarmiento que sólo logró extinguirse durante el gobierno de Perón en los años cuarenta del siglo XX. 

Tanto en Chile como Argentina, se han experimentado cambios, en principio, imperceptibles pero profundos. La amnesia corre parejo con ellos. También la intrascendencia a que se ha visto reducida la razón para comprenderlos y ofrecerles una respuesta propia. El resutado de dichos cambios, es la constitución de estos en verdades de hecho, esto es, que no requieren demostración, ni argumentar su necesidad. Simplemente son y precisamente por eso, la razón sale sobrando. 

La prédica de los neoliberales de que la inflación es producto del déficit fiscal que se cubre con deuda y emisión, por ejemplo, ya es parte del refranero popular. Y hasta el más inadvertido transeúnte lo puede recitar de memoria en la calle. Como dijo Millei, "el ajuste es necesario". ¡Puro sentido común! Y a esa pachotada de la ideología dominante, los sindicatos, las organizaciones sociales y populares y la izquierda responden con la defensa de las pocas conquistas ganadas por sus luchas en el siglo XX que aún sobreviven. 

O se conforman con celebrar o acaso comentar el porcentaje del último reajuste de salarios mientras "la regla fiscal" -otra verdad de hecho por la que connotados economistas comparan en los matinales, el manejo del presupuesto de la Nación, con el de un hogar cualquiera- probablemente quede elevada a rango constitucional, lo que se usará por cierto para justificar los recortes de salarios, congelamiento de las pensiones, privatización de empresas del Estado y despidos masivos.

Y todo como si fuera de lo más natural del mundo y con una tolerancia escalofriante. 

Por esto, no se puede esperar obtener un resultado racional de mañana. No es la razón la que está actuando como la fuerza determinante de los acontecimientos sociales y políticos. Ciertamente, el fascismo que en esencia es la negación de la razón, no abjura de este estado de cosas sino todo lo contrario, porque es finalmente el resultado de la evolución del capitalismo, su hábitat natural.

No es posible por eso ni tampoco útil, seguir apostando a una actuación predecible de las masas, hoy día comportandose como electores, el día de mañana quizás como turba. Sus conductas están motivadas por una mezcla de creencias, supersticiones, sentido común dominante y especialmente, por una subjetividad difusa en que todo es más o menos lo mismo, la famosa clase media, y los proyectos se notan más por su ausencia que por su insensatez. 

Lamentablemente, de confirmarse este pronóstico, se vienen tiempos difíciles para el pueblo. Un triunfo del "a favor" en el plebiscito de mañana, le va a abrir las puertas de la Presidencia de la República de par en par a la ultraderecha para realizar sus planes de empobrecimiento de trabajadores y trabajadoras. De saqueo de los recursos naturales a costa del medioambiente; entrega de las necesidades del pueblo a la codicia de las grandes empresas y lo peor de todo, va a fortalecer las posiciones ultraderechistas en la región, a Bolsonaro, Millei y compañía. 

Este resultado, por cierto, tiene explicaciones racionales que se pueden buscar en los cambios en la producción, las clases sociales, en la transformación de los medios; las redes sociales; etc. También en el entreguismo de las políticas que en los noventa le lavaron la cara -y hasta las manos- a la derecha. Pero también a una suerte de confianza ingenua en los mecanismos materiales que determinan los comportamientos sociales y la adopción de una especie de sentido común que adopta esos mismos determinismos como una motivación para su práxis política -lo que va del economicismo más pedestre al esoterismo new age de una agenda que de emergente ya no tiene nada- sin proponerse objetivos ni proponérseos a la sociedad. 





 


martes, 5 de diciembre de 2023

Salir de la trinchera

Otto Dix. Tropa pasando bajo una nube de gas. 1924



Si algo hay que reconocerle a la derecha, es su consecuencia para atacar en forma sistemática y sin tregua al gobierno. Probablemente desde la época de la UP que no se apreciaba una actitud tan beligerante, tan dogmática y agresiva de su parte.

La "democracia de los acuerdos", identificada por el pueblo en las épicas jornadas de octubre de 2019 y posteriores como el origen de una sociedad excluyente y autoritaria, actuó durante la transición de manera que dicha beligerancia fue imperceptible o incluso innecesaria, excepto de parte del pinochetismo más recalcitrante manifestada en los obstáculos que ponía en contra de la búsqueda de la verdad y la justicia respecto de los crímenes de DDHH y su defensa de la impunidad. 

En lo que siguió a las jornadas de octubre, se fue abriendo paso también la seducción de los encantos de este mismo modelo de sociedad contra el que se rebeló entonces. La libertad para elegir; la posibilidad de consumir y tener acceso a bienes necesarios y no tan necesarios aun sin tener dinero para hacerlo. Construirse una apariencia singular que diferencia a los individuos entre sí generando una impresión de diversidad que se manifiesta no sólo en individualismo sino también en comportamientos discriminatorios, competitividad y consumismo. 

¿Cuál de las dos apariencias es real? ¿La del pueblo molesto protestando contra el abuso, la desigualdad y los cambullones o bien la del que vibra con los realitys y sabe todo de la farándula y goza yendo al mall los fines de semana? Este contrasentido es sólo aparente. Ambas dan cuenta del tipo de sociedad que se ha construido en los últimos treinta años. Ambas son parte de sus manifestaciones posibles.

El sólo hecho de referirse a este presunto enigma, devela en sí mismo, que a la sociedad chilena la cruza una enorme contradicción difícil de determinar para algunos y más difícil de admitir para otros, especialmente los que se autodefinen de derecha y algunos vestigios de lo que se autoidentificaba con el "centro" político y que la abrazó con entusiasmo y autocomplacencia. 

La agresividad de la derecha es la negación de esta oposición; es la proscripción de la historia y lo político y la reivindicación de lo idéntico como lo esencial; de lo uniforme como lo verdadero, lo que se denominó consenso por décadas.  

Mientras el gobierno trata de avanzar en la implementación del programa comprometido con el pueblo en las últimas elecciones, la derecha hace todo lo posible por impedirlo. Lo obliga a asumir una posición defensiva y de trinchera que mantiene las cosas más o menos como precisamente aspira dejen de ser. Hace de la acción de gobierno la adaptación de su programa a una realidad de hecho que es la que se quiere transformar.

Es lo que la propuesta constitucional de los republicanos, asumida a regañadientes por algunos y con entusiasmo por otros en la derecha tradicional, va a consagrar jurídicamente impidiendo cualquier intento que en el futuro pudiera hacerse e incluso obligando a que aquello que el empresariado y las instituciones conservadoras requieren para el desarrollo de sus proyectos de inversión y adoctrinamiento de la sociedad, deba ser instaurado con una legitimidad anterior incluso al debate del que debieran ser objeto. 

Fascismo puro y duro. Es la situación de hecho sobre la que se sostiene la confianza de la derecha para enfrentar el plebiscito de la próxima semana. Obviamente no resuelve la enorme contradicción que agita a la sociedad desde el 2019 a lo menos. Pero es que tampoco pretende hacerlo porque en realidad, para la derecha no existe o mejor dicho, se resuelve del lado de la posible, es decir de la realidad.  

Lamentablemente, una de las características de esta sociedad cada vez más preparada para el fascismo, producto de la naturalización de sus valores y la asimilación de la protesta social a mero "estallido" irracional -lo que invierte completamente el sentido moderno de la razón y de los movimientos de masas- es la despolitización y la apatía frente a los asuntos públicos. 

La asimilación de la posibilidad como la categoría dominante que organiza la vida social y política. La que, con la misma indiferencia, entre estallido y estallido, admite todos los programas sociales y políticos como si fueran más o menos lo mismo, meras posibilidades, sin considerar por cierto sus costos sino hasta que los está pagando. Eso mientras se los siga asimilando a una especie de catálogo de buenas intenciones o de medidas y acciones que transcurren en medio, debajo y contra los ataques y los obstáculos que la derecha y las fuerzas de la reacción imponen a los demócratas para realizarlos. 

Salir de esta condición de trinchera es imprescindible si de transformar efectivamente la sociedad se trata. Especialmente considerando lo que va a venir después del plebiscito que se va a realizar el 17 de diciembre. La sociedad no resiste más experimentos y por ahora, aun considerando toda su torpeza y su contenido abiertamente reaccionario, la propuesta de la ultraderecha es la única que se vislumbra en el horizonte. 


lunes, 27 de noviembre de 2023

En tierra derecha

Wolf Vostell. Afasia. 1975




Los últimos cien metros de la carrera por el plebiscito constitucional ya comenzaron. La derecha, envalentonada con el triunfo de Millei en Argentina, apura el tranco y está tirando toda la carne a la parrilla. Endurece el tono de la franja por el "a favor" y pone a trabajar a los encuestadores para que parezca que el plebiscito va a tener un resultado estrecho y lo más probable, a medida que se acerque la fecha, favorable para esa opción. ¿Por qué razón?

Aunque sea una obviedad decirlo, el resultado, sea a favor o sea en contra, no va a resolver el problema constitucional, porque la Constitución que emane de este proceso, no va a resolver las enormes desigualdades y contradicciones sociales, económicas y culturales que agitan a nuestra sociedad. Ninguna Constitución, en principio, podría borrar la realidad concreta. Y mientras así sea, en lugar de ser un instrumento que exprese una comunidad de hombres y mujeres libres o sirva siquiera para constituirla, va a ser vista por ésta como el origen del problema. Especialmente, tratándose de una redactada ex profeso y sin ningún tapujo para mantenerlas e incluso profundizarlas o bien porque la actual tampoco las resuelve y más bien está en el origen de la discusión constitucional actual. 

El problema se llama neoliberalismo y en su versión ultra, libertarismo, que es la tendencia que se empieza a abrir paso en la derecha. Se trata de una versión chapucera y tosca de la misma vieja receta de reducción del Estado -ahora incluso sin siquiera disimular esta tendencia como en el caso del principio de subsidiariedad que lo deja medio muerto aunque en apariencia siga teniendo alguna función- privatización, desregulación de los mercados, persecución de los sindicatos y las organizaciones sociales. 

Nada nuevo bajo el sol. Nada que no se haya hecho desde los años setenta a esta parte, pero ahora con peluca y retórica anarquista que contradice en forma evidente las posiciones beatas y conservadoras del evangelismo y del catolicismo preconciliar que profesan una parte importante de quienes militan tras sus filas. Las  vueltas de carnero de Evelyn Matthei, EVOPOLI y otros representantes de una derecha más laica; y del otro lado del sector, el silencio de Kast y "el filósofo" de esta nueva derecha Axel Kaiser al respecto, dan cuenta solamente de que cuando llega "la hora de los quiubos", están dispuestos a pasar por alto estas inconsistencias doctrinarias para defender lo que realmente importa, el privilegio de clase. 

En un momento caracterizado por profundos cambios a nivel internacional que ponen en cuestión las bases de la hegemonía mundial; en el que la globalización está en franca retirada  y el proteccionismo y los Estados Nacionales están de vuelta, incluso entre los países guaripolas del comercio internacional; de deterioro del medioambiente a niveles críticos para la supervivencia biológica de la especie humana incluso, las respuestas de los poderes constituidos y los informales que representan a la gran empresa, aliada con los medios y una academia servil que solamente produce papers que ocultan la gravedad de la crisis, no puede ser otra que la violencia verbal, cultural y física. 

Para eso se prepara la derecha, no solamente para ganar en diciembre. Ganar el plebiscito, es solamente una posta en la carrera por hacer recaer, como siempre lo ha hecho, en los hombros de los trabajadores, las trabajadoras, los jóvenes y la infancia, las consecuencias de una crisis creada por ellos mismos. Ppor su afán de codicia, su clasismo, las exclusiones sobre las que se ha sostenido desde hace décadas este modelo de sociedad que los ha beneficiado y el deterioro del medioambiente sobreexplotado hasta la rapiña.

Las derecha apura el tranco porque se prepara para una batalla mucho más estratégica. La profundización del modelo neoliberal, que en estas circunstancias es la única manera de salvarlo de su completa bancarrota. Para que siga siendo un modelo de sociedad y un sistema económico viable para las clases dominantes de la sociedad, necesita convertir en negocio y fuente de enriquecimiento todo lo real: la seguridad social, la educación, la salud, los recursos naturales, el medioambiente -incluso como dijo el tontorrón de Millei, los propios órganos-. 

La derecha no va a regalar nada. No estuvo nunca dispuesta a alcanzar un "consenso" con nadie, en treinta años, menos ahora que las bases de su modelo de sociedad están crujiendo. Lamentablemente, no necesariamente para dar paso a una nueva, más justa, más libre, más democrática y diversa. 




miércoles, 22 de noviembre de 2023

¿Quién ganó en Argentina?

Max Beckmann. Bodegón con tres cráneos. 1945

 

El resultado de las elecciones presidenciales en la hermana República Argentina, no dejó indiferente a nadie. Todos los y las demócratas teníamos la esperanza, después de la primera vuelta, de que el candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, derrotaría al ultraderechista y autodenominado "libertario", Javier Millei. 

Lamentablemente no fue así. Las razones van a ser materia de una larga y ojalá profunda reflexión de la izquierda y el progresismo. No para encontrar culpables o para justificar reproches autocompasivos. Ni para potenciar el oportunismo que suele abundar en las derrotas ni moralismos que alientan las visiones sobreideologizadas, sino para proponer una alternativa democrática y popular al país, a los pueblos de Chile. Una alternativa que represente no solamente deseos formados producto de décadas de neoliberalismo sino de los que provienen de la realidad concreta que éste ha producido, caracterizada por una brutal desigualdad, mercantizilización de la vida social; abuso y desequilibrios de poder en las relaciones entre las empresas y los consumidores; entre quienes detentan el poder político y manejan sus redes y los trabajadores y trabajadoras de a pie, denominados eufemísticamente “ciudadanos”.

Ello, sin embargo, al mismo tiempo que la riqueza y los avances científicos y tecnológicos producidos por nuestras sociedades, generan mejores condiciones que quizás nunca antes en la historia, para superarlas.

Para la derecha chilena en todo caso, tampoco pasó inadvertido. Las derechas latinoamericanas, cada vez más impredecibles producto de su ideologismo y desesperación, han sido presa fácil de los discursos protofascistas y las recetas facilonas de personajes como Trump, Bolsonaro o Millei. Ni cortos ni perezosos todos los partidos de la derecha chilena y sus líderes, corrieron a saludarlo. Desde EVOPOLI a los republicanos, todos han competido por hacerse ver cada cual más cercano al pseudolibertario, ignorando de modo vergonzoso sus posturas republicanas, su jerigonza civilista y moderada de antes, las que han quedado en evidencia como puro fariseismo tratándose de la defensa de un sistema que les ha granjeado prebendas y la posibilidad de enriquecerse hasta la obesidad a las grandes empresas que, como ha quedado demostrado una y otra vez, los financian. 

La primera pregunta que corresponde es, entonces, quién es realmente el ganador de las elecciones. Millei ha hecho anuncios de una política de ajuste brutal y sin anestesia, para el que se requiere una amplitud política que en principio tiene gracias al apoyo oportunista y de última hora de la derecha tradicional argentina, caracterizada por el mismo Millei como "la casta" o como parte de ella. El pacto de la vergüenza se selló en la casa que tiene el amigo de Piñera, Mauricio Macri, en Acassuso. 

El mismo Millei declaró en la ocasión que el verdadero objetivo, por esa razón, no era “la casta” sino el kirchnerismo, que desde hace veinte años aproximadamente desarrollaba un proyecto nacional y popular que había devuelto derechos a los trabajadores, restablecido la búsqueda de la verdad y la justicia en materia de DDHH; promovido la integración regional y dado impulso a la educación pública, hasta la desastrosa interrupción del gobierno de Macri, que le entregó a la Argentina al FMI a cambio de unos préstamos pantagruélicos que solamente lo beneficiaron a él y sus amigos, quienes actuaron simplemente como intermediarios para terminar devolviendo el dinero al sistema financiero, no sin antes o en el transcurso de las transferencias, haber cortado la cola.

Ahora vuelven al poder en la Argentina, con la pretensión de realizar una obra muy similar a la que realizó Pinochet en los años setenta en nuestro país. El resto de las clases dominantes de América Latina mira con curiosidad y esperanza lo que pasa en Argentina, para tal como aconteció entonces en todo el continente, derrotar a los proyectos progresistas. El mismo papel de articulador de los acuerdos de la derecha, aun cuando sea para ponerla de vagón de cola del fanatismo ultraliberal y autoritario, es el que cumple hoy por hoy Piñera, el más conspicuo representante de los especuladores y usureros que tienen cautiva a nuestra sociedad desde hace décadas.

Precisamente los ganadores de las últimas jornadas electorales en Argentina.


miércoles, 15 de noviembre de 2023

Entre la motosierra de Millei y el cepo constitucional


Francisco Goya. Hasta la muerte, de la serie Los caprichos


En poco menos de un mes, Chile y la hermana República de Argentina, se enfrentan a definiciones electorales que van a determinar su futuro en el mediano plazo. 

En nuestro país, se consultará al pueblo acerca de la propuesta reaccionaria del Consejo Constitucional y en Argentina por un cambio radical del rumbo que ha seguido el país trasandino en los últimos veinte años, bautizado por Millei como "la motosierra". Ello, para volver a las recetas típicas de Martinez de la Hoz o del menemismo, como si fueran una gran novedad. 

No resultó en Chile bajo la administración de Pinochet que mantuvo al país en una constante recesión desde que comenzó la aplicación de planes de schock como los que quiere aplicar el pseudo libertario ni durante el menemismo en los años noventa que terminó con una crisis que acabó con un presidente escapando en helicóptero de la Casa Rosada y un corralito que le birló sus ahorros a los argentinos y argentinas. 

La propuesta constitucional que se va a consultar un par de días antes al pueblo chileno también es una vuelta atrás. Se trata de un cepo que determinaría el futuro del país en forma inapelable; el intento de legitimar ex ante la aplicación de la misma receta de ajuste violento y antipopular que consiste en más privatizaciones, más mercado y endeudamiento; menos poder de negociación para los sindicatos y más dependencia de los consumidores a los intereses de las empresas. Menos libertades y autonomía para los ciudadanos y ciudadanas.

En uno y otro caso, y como dice el viejo y conocido refrán, "la mona, aunque se vista de seda, mona se queda". Son la manifestación de la ofensiva reaccionaria que pretende arrebatar a los trabajadores y el pueblo, los derechos que aún tienen y entregarle un poder sin contrapesos a la clase empresarial aliada del conservadurismo  moral y cultural que domestica conciencias, a las que intenta hacer más dóciles para la aceptación de estas recetas y legitimar ideológicamente la exclusión, la represión y la explotación que conllevan, como si fuera culpa de los mismos que las sufren.

Gracias a las mismas ideas que Millei quiere aplicar en Argentina y que la dictadura de Pinochet aplicó en Chile, éste terminó entregando un país con una cifra escandalosa de pobreza, desindustrialización; dependencia crónica de los comodities; destrucción de los servicios públicos de salud, vivienda popular, previsión y salud convertidos en lucrativos nichos de negocio para sus financistas; reducción del Estado a niveles que lo mantienen hasta el día de hoy en una postración tal que imposibilita cualquier proyecto de desarrollo soberano y sometido a la extorsión permanente de las empresas privadas que lo tienen de rehén al servicio de sus propios intereses, lo que ha quedado en evidencia en los sucesivos y crónicos casos de corrupción, cohecho y tráfico de influencias en que se han visto involucradas grandes empresas y connotados políticos del sistema (CORPESCA, SQM y PENTA, sin considerar la colusión de farmacias, supermercados, productores de carne y papel, y el abuso de las ISAPRES, que han pasado inadvertidas por años para los organismos reguladores).

Esta ofensiva reaccionaria ha encontrado un caldo de cultivo favorable en sociedades despolitizadas. En la desmovilización de la  opinión pública sometida como un sonámbulo al dictado de los medios controlados por la gran empresa privada; la industria de las encuestas y un sistema de educación superior y escolar, que ha preparado por décadas a jóvenes e infantes como consumidores ingenuos de la industria de la entretención masiva. 

La antigua clase obrera, a través de la masificación del crédito y su acceso al consumo, es un sujeto social cada vez más difuso y la fetichización del concepto de "clase media" -grupo de palabras que dan para un fregado y un barrido-  la coartada perfecta para un fascismo de nuevo tipo, aunque sus representantes, estéticamente, se asemejen bastante a Mussolini.  El resultado de la primera vuelta de Argentina y del plebiscito constitucional del 4 de septiembre pasado en Chile lo demuestran. 

Hay que recuperar el rol político social de los sindicatos y las organizaciones de trabajadores. Su responsabilidad no es solamente asegurar los puestos de trabajo; el salario y las vacaciones. Cuando el sindicalismo se abstiene de intervenir en política, la reacción se abre paso. Lo único que puede oponer al fascismo una resistencia eficaz es un movimiento de trabajadores y trabajadoras que intervenga en la política.

Entre la motosierra de Millei y el cepo constitucional nuestros pueblos podrían retroceder décadas a los años setenta del siglo pasado.  



domingo, 5 de noviembre de 2023

Más allá del mamarracho

Equipo Crónica. Sin título, 1977



Es evidente que la propuesta del Consejo Constitucional genera un amplio rechazo. Todos los partidos democráticos y progresistas han llamado a votar en contra en diciembre. Lo mismo las organizaciones y movimientos sociales. Y de confirmarse la tendencia que marcan las encuestas, esta opción debiera imponerse. Es tan mala, tan clasista, tan reaccionaria, machista y conservadora que es lo que debiera pasar.

El  "en contra" está en la relación inversamente proporcional a la concentración de poder, oportunidades y privilegios que consagra. 

El escenario del día después en todo caso es lo que genera más aprensiones. Las desafortunadas declaraciones del senador Quintana, casi tan torpes como la de la retroexcavadora, no aportan nada a la comprensión de éste ni a la preparación de las fuerzas sociales y políticas que durante más de cuarenta años han luchado por la democracia y por una nueva Constitución. No pasan de ser ocurrencias peregrinas que en nada contribuyen a detener el intento reaccionario de la derecha y el gran empresariado y prepararse para lo que viene después del plebiscito del 17 de diciembre.

Lo único cierto es que de ganar el "en contra", que es de lo que debieran estar preocupados todos los y las demócratas, la elaboración de una nueva Constitución va a seguir siendo una tarea actual, mas allá de que se realice durante este gobierno o en el que eventualmente le suceda. Las fuerzas reaccionarias van a seguir resistiéndolo; los oportunistas de siempre tratando de hacerlo sin pisarle los callos a nadie -pretensión pueril  que pretende ponerse por encima de las contradicciones sociales que la actual Constitución genera- y el campo social y popular, de alcanzar la plena democracia y la justicia social. 

En esta oportunidad no hay caminos intermedios. Demócratas y Amarillos lo demostraron alineándose alegremente con la derecha y su mamarracho constitucional. El triunfo de el "en contra" generaría condiciones nuevas que confirman la necesidad de cambiar la Constitución. Pero al mismo tiempo, el agotamiento de los intentos de hacerlo sin la participación directa y protagónica del pueblo. Ni la Convención ni menos el Consejo Constitucional lo hicieron. Y esto no es una responsabilidad que se le pueda endosar al sistema político, a la instituionalidad o "la clase política". 

Son las organizaciones, movimientos sociales y partidos de izquierda los que deben asumir la responsabilidad de hacerlo, si es que realmente están comprometidos con la promulgación de una Constitución auténticamente democrática. El poder marea y genera una impresión ideologizada de estar por encima de la sociedad y de saber más que el resto. De ser más inteligente que el "facho pobre", que es parte del pueblo trabajador explotado y utilizado por la reacción como masa de maniobra para la mantención del mismo sistema que lo excluye, lo explota y discrimina. 

La unidad de pueblo es fundamental además para enfrentar esta campaña. No es mucho más de un mes lo que falta. La consigna sigue siendo "nueva Constitución", sin apellidos ni condiciones. Va desde sectores socialdemócratas, como el laguismo, hasta la izquierda pasando por un amplio arco de organizaciones sociales y ciudadanas, ambientalistas, de género, DDHH, sindicales, juveniles defensores del patrimonio, artistas, intelectuales y trabajadores de la cultura, pueblos originarios, vecinos, pobladores sin casa, deudores y consumidores; adultos mayores y estudiantes. 

A la derecha y el gran empresariado, los mueve la codicia, el afán de lucro; la exclusión de todo lo distinto, la consciencia de sus privilegios y el conservadurismo moral y cultural, representado por el Opus dei y todas sus fundaciones caritativas e hipócritas que han hecho del dolor del pueblo un pretexto para presumir de superioridad moral y de clase. 

 Nueva Constitución y Unidad del Pueblo, en cambio, son los dos principios que debieran guiar la acción política de la izquierda, el pueblo y el progresismo en este momento. 

viernes, 27 de octubre de 2023

La bancarrota moral de la derecha



Jean August D. Ingres. Napoleón en su traje imperial. 1806

El devenir de los acontecimientos y las necesidades de preparación para los combates que vienen, ha dejado en evidencia los intereses en juego y a cada uno de sus protagonistas. El llamado impúdico y vergonzante de Evelyn Matthei a favor del mamarracho del Consejo Constitucional, después de haber declarado con ínfulas de gran estadista que no iba a poner su capital político a favor de hacerlo, es suficientemente elocuente al respecto.

Muy similar a la performance de Patricia Bulrich llamando a votar ´por Millei en la segunda vuelta de las elecciones de Argentina, después de que éste trapeara el piso con ella, la UCR y Juntos por el Cambio por ser parte de "la casta". Macri, como Piñera, ha actuado todo ese tiempo como el director de orquesta, y en principio lo único que han hecho es dinamitar a la derecha tradicional, en favor de la ultraderecha y las posiciones fundamentalistas de personajes tan bizarros como Kast y Millei, por motivos inconfesados e inconfesables que tienen que ver con la defensa de sus respectivas fortunas y no precisamente por el interés nacional que es lo que proclaman.

Millei, se sacó la careta y de ser, según los medios hegemónicos, el candidato antisistema (sic) se ha transformado en el gran articulador  -o al menos eso pretende- de acuerdos con la odiada derecha tradicional que es parte de la casta. El consejero Luis Silva, por lo menos, ha sido bastante sincero como para reconocer que la propuesta del Consejo es un traje a la medida de los empresarios y la derecha y que, como la motosierra de Millei, tiene como finalidad arrebatar los pocos derechos que todavía tienen los trabajadores, las trabajadoras y el pueblo. 

A medida que se acerca la hora de las definiciones, la derecha muestra su verdadera cara. La de la mentira, la demagogia, la desvergüenza y falta de escrúpulos a la hora de defender los intereses del gran  empresariado,  no de los emprendedores a los que usa como coartada para hacerlo. Los de las AFP´s, las ISAPRES, el retail, las mineras, la agroindustria que se disfraza de "huaso" y el negocio inmobiliario. 

En su desesperación por salvar lo que se pueda de la estantería que hace rato tambalea, la derecha actúa de esa manera inconsistente, oportunista y acomodaticia que la población rechaza como lo típico de "la clase política". Efectivamente, en ese caso se puede hablar de la clase política, si es que existiera algo que pudiera llamarse de esa manera. Es la representante del interés de quienes tienen realmente el poder y sus domésticos.  Ya con ocasión del plebiscito en el que se consultó al país acerca de la propuesta de la Convención, destacaron por su indignidad, los demócratas, los amarillos, la "centroizquierda" por el rechazo y por su silencio cómplice,  "el laguismo" y lo que todavía queda o pretende quedar de la Concertación.  

La bancarrota moral de la derecha, actúa como un hoyo negro que absorbe los residuos de la transición pactada. Sus principios políticos y doctrinarios; sus productos económicos, sociales y políticos;  y los arrastra en su caída hacia lo más bajo moral y culturalmente. En es caída, pretende arrastrar también a la sociedad entera, llevándola hacia una suerte de fascismo posmo, que ciertamente no es lo mismo que fue el del siglo XX, pero que puede tener consecuencias mucho peores aún. 

Que no suceda depende sólo del pueblo y la consecuencia de los demócratas para evitarlo




 

martes, 24 de octubre de 2023

No pasarán!


Antonio Berni. Juanito Laguna remontando su barrilete. 1961



El resultado de las recientes elecciones en Argentina, tiene una gran similitud con lo que está pasando en Chile. Entre las PASO y las recientes elecciones presidenciales, hay un cambio de tendencia en el comportamiento del electorado aparentemente inexplicable o que, en el mejor de los casos, es justificado por razones de superficie, como los errores de Millei y lo tóxico de su performance y discurso; la maquinaria electoral peronista; la idiosincrasia del pueblo argentino, la ausencia de Cristina y la habilidad de Massa, etc.

Si bien todos estos factores puede que tengan alguna incidencia, lo cierto es que estamos frente a movimientos subterráneos que sacuden a la sociedad argentina, tal como lo hacen en Chile, y que tienen que ver con las contradicciones cada vez más radicales que la caracterizan.

El desastre del gobierno macrista, que dejó a Argentina a merced del FMI y determinó la suerte del gobierno de Fernández -llevándose durante su mandato más de nueve mil millones de dólares- y hoy en día, el de su candidata, Patricia Bulrich -quien sucumbió primero ante la retórica ultra de Millei y ahora ante su incapacidad de proponer soluciones al desastre que dejó su antiguo jefe, pese a la incorporación de Melconian a su equipo o quizás por ello- determina y lo seguirá haciendo su destino porque profundizó la desigualdad y las contradicciones sociales haciendo posible que emerjan personajes tan reaccionarios como MiIlei.

En efecto, Millei representa la única salida posible a la crisis en la que dejó el neoliberalismo a la Argentina sin tocar las bases clasistas y excluyentes sobre los que se sostiene: terminar con su soberanía, con la ciudadanía y cualquier ensayo de proyecto nacional para ser una especie de departamento de las transnacionales y los organismos financieros promoviendo con entusiasmo la destrucción de todos los vínculos sociales y culturales posibles detrás de una retórica chartalanesca que postula una concepción rabanera de la libertad que no es más que individualismo y egotismo radical.

El triunfo de Massa en la primera vuelta, es una excelente noticia para los argentinos y argentinas; para América Latina y también para Chile. Es la demostración de que la derecha, las clases dominantes y la reacción tienen al frente un pueblo que no les cree y que mantiene viva la memoria de sus luchas; que valora sus derechos y conquistas y que no está dispuesto a renunciar a ellos voluntariamente. Dos cosas fueron determinantes para obtener este resultado en primera vuelta y probablemente es lo que se deberá reafirmar y profundizar para ganar definitivamente.

La primera es la movilización popular, la organización y la vinculación de partidos, movimientos de masas y organizaciones sociales. El resultado de la derecha es producto de la despolitización; del recurso al sentido común y la emoción, todos factores explotados por Millei, por Kast y los republicanos en Chile y el campeón y gurú de la ultraderecha en América Latina, Donald Trump. Los sindicatos, las cooperativas, los colectivos territoriales y sectoriales, las agrupaciones de distinto signo, deben involucrarse en la política y los partidos de izquierda abandonar sus complejos de inferioridad frente al discurso apolítico, gremialista y autonomista que mete a derecha e izquierda en el mismo saco.

Lo segundo es sostener la unidad y la amplitud en la defensa de los derechos sociales, económicos y culturales conquistados por el pueblo a lo largo de su historia e incluso plantearse su profundización, que es la única manera de triubfar y detener el avance de la ultraderecha.

Argentina deberá enfrentar uina segunda vuelta en poco tiempo. Chile el plebiscito constitucional en el que se consultará al pueblo por la nueva Constitución. Esta vez, no pasarán.


jueves, 19 de octubre de 2023

Lo que está en juego

Eugene Delacroix. La libertad guiando al pueblo. 1830




Los últimos tres años han sido intensos. Históricos referentes políticos, sociales y sindicales que no se han hecho cargo de esto y han insistido en seguir siendo lo que fueron o haciendo lo que hacían hasta poco antes del 2019, han desaparecido progresivamente y no tienen ninguna incidencia salvo la que les da el comportarse como asistente o apéndice de quienes sí la tienen. 

La movilización social y la lucha de masas, que fue el factor determinante en el cambio histórico que hemos presenciado y del que seguimos siendo testigos en el último período, dio paso a una impasibilidad que tolera de modo impresionante los discursos de odio en contra de la izquierda, los inmigrantes, los sindicatos, los indígenas y las mujeres, entre otras linduras.

La derecha y las clases dominantes, después de haber estado contra las cuerdas y hasta obligadas a reconocer la necesidad de realizar reformas profundas que incluían la Constitución, hoy están a la ofensiva; tienen la capacidad de bloquear reformas que se hacen cargo de las necesidades de la población en salarios, pensiones, salud y Derechos Humanos, dentro del mezquino marco que impone ésta y hasta de imputar al país soluciones reaccionarias a los problemas que las generaron.   

Su ofensiva tiene un solo objetivo. Aprobar la propuesta reaccionaria, machista y clasista del Consejo Constitucional.

"La casa de todos", y otros eufemismos que se enarbolaron como coartada ideológica para adormecer a la opinión pública y  facilitar un acuerdo entre los de siempre, ha dado paso paulatinamente al fundamentalismo del mercado, a la defensa del sentido común, esto es de lo existente -las AFP´s, las escuelas particulares subvencionadas, los bajos salarios, la salud privada y el abuso con los consumidores-. 

La desmovilización de la sociedad y de la opinión pública es lo que ha facilitado este estado de cosas que por lo demás, nos pone como país y como sociedad en una condición similar a la de otros países en el mundo que son testigos del avance de la ultraderecha y de los fundamentalismos de mercado que pretenden aparentemente que la solución a la crisis actual del sistema neoliberal, es reventar a los trabajadores y trabajadoras y el medioambiente, incluida toda la diversidad de pueblos y etnias originarias que son los únicos aparentemente que  tienen consciencia de la gravedad de la crisis climática, pese a todas las advertencias del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guetrres. 

La propuesta del Consejo Constitucional es un excelente ejemplo de esta ideología reaccionaria y torpe, que está muy en sintonía con la propuesta y discurso de otros energúmenos como Trump o Millei.  

El resultado del plebiscito del 4 de septiembre del año pasado demuestra que nada está ganado y que sin que haya una voluntad subjetiva, una convicción radical acerca del significado de lo que está en juego, la posibilidad de que la reacción política, moral y cultural no sólo frustre las esperanzas de cambio social del pueblo sino de que le imponga condiciones de vida todavía más precarias. El destino no va a ser el resultado de la evolución natural de las cosas. Nunca lo ha sido. Es el resultado de la práctica, de los anhelos y luchas del pueblo. 

La burguesía así lo ha entendido y lleva tiempo preparándose para enfrentarlo.  






domingo, 15 de octubre de 2023

La ventaja de la derecha

 

Yacinthe Rigaud. Retrato de Luis XIV

La Comisión de Expertos terminó su trabajo sin lograr -como era previsible aunque no improbable por una cuestión exclusivamente lógica- acuerdos para corregir los excesos doctrinarios e ideologismos de la propuesta del Consejo Constitucional en el que la derecha ostenta la mayoría.

La única posibilidad de alcanzarlos descansaba en que ésta hiciera un cálculo político que la llevara a darles el visto bueno, temiendo que, por su radicalidad, por su clasismo y la filosofía intrínsecamente machista y autoritaria que la inspira, pudiera ser rechazada en diciembre. Algo de eso hubo en las expresiones iniciales de algunos de sus más conspicuos representantes, como Evelyn Matthei, candidata presidencial virtual del sector; también de sus concesiones en el borrador del Comité de Expertos.

Pero la clase tira. En efecto, primero en el Consejo Constitucional, la derecha tradicional actuó como vagón de cola de los republicanos y borró con el codo lo que escribió con la mano en el Comité de Expertos prestando sus votos para todas las modificaciones y propuestas de estos que negaban los acuerdos que suscribieron en el susodicho comité y que dejaron la propuesta peor, más clasista y más reaccionaria que la Constitución actual.

Prueba de ello es que, salvo un par de cosas, no hubo acuerdos en prácticamente ninguna cuestión relevante. Lo han dicho Alejandra Krauss de la DC; la presidenta del PS Pauina Vodanovic, los diputados Hirsch e Ibáñez; el presidente del PC Lautaro Carmona, dirigentes de la CUT, la ANEF, la FECH, colectivos feministas, etc.

La derecha, por cierto, ni corta ni perezosa y haciendo gala de su inveterado oportunismo, ya está llamando a aprobar en diciembre, obedeciendo dócilmente al gremio empresarial que ya se está poniendo medio nervioso y tiene ganas de cerrar de una vez por todas el capítulo constitucional y “devolver la certeza jurídica a los inversores”.   

Con esto, la derecha ya demostró que no está ni a medio metro con ningún acuerdo, excepto los que mantengan las cosas como están o incluso las empeoren. Lo que la derecha y la ultraderecha han hecho en el Consejo Constitucional y lo han reafirmado en el Comité de Expertos sin que a nadie aparentemente lo escandalizara, es constitucionalizar su ideología, identificándola con el “sentido común”. Por cierto, cuando la han machacado día y noche por treinta y cinco o cuarenta años y han contado con toda la fuerza del Estado y los medios de comunicación regalados a la empresa privada, para hacerlo, no es raro que se hayan convencido de que es efectivamente lo que siente y piensa el pueblo.

El problema es que esa búsqueda febril y voluntarista de llegar a acuerdos con ella o de demostrarle a alguien que es a la derecha la quien no le interesan, le ha dejado un amplio y cómodo espacio para hacer su política y acumular fuerzas para diciembre.

Ya con ocasión del plebiscito de la propuesta de la Convención Constitucional quedó claro el poder que significa ser clase dominante y de los partidos, los medios y todas las instituciones que la representan. Mal que le pese a muchos, la lucha de clases existe y fue descubierta no por los comunistas, sino por economistas liberales en el siglo XIX.

Eso es lo que se expresa en la actualidad con más radicalidad que nunca en muchos años, lamentablemente con una ventaja enorme para la que defiende sus privilegios y han dado una lucha sin concesiones por mantenerlos. Ya es hora de enfrentarla sin tantos rodeos.

 

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Tejo pasao

Francisco Goya. Tú que no puedes de la serie Los caprichos, 1799

 

 

El rocambolesco proceso constituyente que ha protagonizado nuestro país en los últimos tres años, expresa dos cosas. La primera, que la Constitución actual no es un marco que de cuenta de los anhelos y necesidades de una sociedad que reclama más democracia, igualdad y justicia social. El 18 de octubre fue una expresión de eso; pero no sólo el 18 de octubre:  también la revolución pingüina, la huelga del subcontrato, el estallido del 2011; el 8M; NO + AFP, luchas por vivienda digna y contra el endeudamiento, lo han demostrado en forma persistente a lo largo de los últimos veinte años a lo menos.

Según diversos estudios que no han sido desmentidos por nadie, más de la mitad de los chilenos gana menos de quinientos mil y sólo menos de una quinta parte, más de un millón de pesos. Los chilenos y chilenas en su gran mayoría, somos pobres, una minoría está sobre la línea de pobreza y una minoría aún más ínfima, concentra el grueso de la riqueza producida por millones de trabajadores y trabajadoras.

La segunda es que este nivel obsceno de desigualdad genera una polarización social y política que hace imposible cumplir el anhelo de los “centroalgo”, de lograr una constitución de consenso, anhelo que expresa la famosa frase "la casa de todos". Los resultados de todas las elecciones y plebiscitos realizados en el lapso de estos años lo demuestran, con esa apariencia de una sociedad que anda a los bandazos, votando un día por la izquierda y al siguiente por la ultraderecha, dejando fuera todas las opciones que se tratan de ubicar en el ancho camino de en medio.

La política de la derecha ha sido permanentemente jugar al tejo pasao precisamente porque desde un principio fue muy consciente de esta polarización y del lugar de este panorama político y social en el que se ubica y los intereses que defiende. Precisamente el de la ínfima minoría que concentra la riqueza y los privilegios. Esta táctica también llamada arrancar padelante, consiste en la defensa de principios de su concepción de sociedad, que coincide con la actualmente existente, caracterizada por dicha escandalosa desigualdad que sólo puede sostenerse sobre la base de la exclusión, el abuso y el engaño; el autoritarismo y la limitación de las libertades civiles y políticas mediante sofisticadas técnicas de manipulación cultural.

Puesto en esos términos, es claramente imposible el consenso y la táctica del tejo pasao tiene como objetivo obligar al campo social y popular a conformarse con lo menos malo, que en este caso viene siendo la Constitución del 80 o algún imbunche recosido en el comité de expertos, el que sólo pospondría momentáneamente al conflicto político social generado por el neoliberalismo.

El proceso va a seguir abierto porque lo que se enfrenta a estas alturas, son concepciones de principios contrapuestos y respecto de los cuales, la derecha no esta dispuesta a ceder voluntariamente, como no lo ha estado desde el principio. El pueblo, así como según las encuestas no se ha tragado el sapo del consejo constitucional, no se va a tragar un invento del comité de expertos que no sería más que recuperar un par de centímetros de todo el retroceso centenario que éste implica.

La hora es decisiva. La posibilidad de retroceder política, social y culturalmente está a la vuelta de la esquina y el esfuerzo por llegar a algún acuerdo con la derecha para evitarlo -cuando es precisamente quien lo promueve-, podría acabar con su legitimidad moral que es un capital político con el que la derecha jamás va a poder competir.  Dilapidarla tratando de no retroceder sería despejarle el único obstáculo que la reacción tiene para arrasar con lo que queda de los derechos del pueblo y con la democracia.


sábado, 16 de septiembre de 2023

La reconciliación que nunca fue


James Ensoer. La intriga, 1890


A cincuenta años del golpe de Estado;  como todos los once de septiembre, abundaron las explicaciones y los análisis y especialmente esa tonalidad hipócrita que hace del perdón y la reconciliación, la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, entre quienes actúan motivados por sublimes virtudes cívicas y quienes, en cambio, lo hacen por el ideologismo y según sus discursos más bizarros, por el afán de venganza.

Al mismo tiempo, sin embargo, la derecha ataca sin piedad ni escrúpulos al gobierno del Presidente Boric y se opone a cualquier reforma que beneficie al pueblo; ha reeditado sus viejas consignas anticomunistas; todas las justificaciones ideológicas del golpe -como la famosa declaración de inconstitucionalidad del gobierno de la UP-; hecho gala de su provincianismo, ignorancia y falta de imaginación para  atacar la memoria del gobierno del Presidente Allende y justificar, ex-post. el golpe de estado, dando a entender que volvería a conspirar, a promoverlo y justificarlo, derramando eso sí un par de lágrimas de cocodrilo por las violaciones a los Derechos Humanos, como si una y otra cosa no tuvieran nada que ver.

Esta actitud de la derecha da cuenta únicamente de su política en la actualidad. La reconciliación que nunca fue, porque realmente nunca le interesó, ha sido reemplazada en su discurso político por la odiosidad hacia todo lo que sea contrario a los intereses de clase que defiende o incluso no le sea funcional a la hora de defenderlos.

Tal como lo ha hecho el trumpismo en los Estados Unidos, como trata de hacerlo Millei de modo oportunista en la hermana República Argentina y la ultraderecha en toda Europa, su objetivo es correr los límites de lo tolerable por una sociedad democrática, haciendo entrar en ellos todas las atrocidades que el fascismo concibió como posibles y necesarios -xenofobia, discrimiación, clasismo y racismo, intolerancia, violencia ideológica y política, violencia verbal y física- para defender intereses de clase. Por esa razón la reconciliación, excepto como recurso retórico, si es que alguna vez fue efectivamente un propósito de la política derechista, hoy en día ya no lo es.

 

Resulta conmovedor en este sentido que se la critique, respecto de su actuación en el Consejo Constitucional, por no tener una actitud dialogante y de integración de las diferentes visiones de país -doctrinarias, políticas y culturales-  que conviven en nuestra sociedad cuando lo que hace desde su ideologización y prepotencia es simplemente defender un concepto clasista y reaccionario de sociedad, de país y de Estado.

 

Porque no se trata ya de defender lo conquistado por las clases dominantes, los poderes culturales y morales con los que constituye una unidad -los medios, la industria de la entretención masiva, el evangelismo y una seudoacademia hecha a su imagen y semajanza- sino incluso de arrebatar las pocas conquistas civilizatorias que sobreviven aún al  neoliberalismo de los últimos cuarenta años.

 

Ese es el verdadero contenido de su propuesta y actuación política y lo que debe ser denunciado, desenmascarado y combatido por las fuerzas progresistas y democráticas, no su renuncia a la reconciliación y la concordia cívica, como si alguna vez lo hubiera sido.

 

Las cosas no están como para perder el tiempo o esperar mejores condiciones para emprender la democratización de la sociedad. Un período, solo un período de la derecha en el gobierno, puede significar un daño enorme para el país y la sociedad. El fascismo en el siglo XX sólo en diez años, casi destruyó Europa. La velocidad de la crisis social, económica, política y ambiental que amenaza a la humanidad, provoca que sus efectos puedan ser mucho más devastadores y duraderos de lo que haya sido cualquiera otra anterior. 


jueves, 24 de agosto de 2023

Educación y democracia a cincuenta años de la UP

Allende saludando a los niños en la Plaza de la Constitución 1971

 

 

 

La última vez que se hizo un proceso participativo para definir una política educacional de Estado, fue en 1971 durante el gobierno de la Unidad Popular. En ese entonces, soplaban aires de revolución en todo el mundo y la humanidad entera se planteaba la posibilidad de construir una nueva sociedad, desde diferentes posiciones doctrinarias, políticas y morales. La oposición de las fuerzas conservadoras a dicha política educacional; a su sentido y propósitos, pese a ser el resultado de un evento democrático y representativo de la diversidad del país que los incluía, fue sólo una de sus justificaciones del golpe de estado. 

Los acuerdos de ese congreso, reflejaban esa atmósfera de cambios que se expresan en una propuesta educacional que se hacía cargo de los problemas de exclusión, de atraso del sistema escolar y de construcción de una nueva convivencia para construir un país moderno, justo, democrático y soberano. Se planteaba la educación como un factor efectivo de cambio social porque la transformación, y no la adaptación al cambio, era el sentido de la política educativa.

El desastre educativo que significó la dictadura, marcado primero por una brusca caída de la matrícula en los años setenta; el empobrecimiento del servicio como resultado de las políticas de ajuste y restricción del gasto fiscal impulsadas por los Chicago Boys; la anarquía que resultó de una descentralización chapucera que fue la municipalización; posteriormente por la crisis económica de los años ochenta que se superpone a la instalación del mercado de los colegios particulares subvencionados que producto del congelamiento de la UTM en 1985, sufren una enorme crisis de cierres, embargos y quiebras, solamente comenzó a remontar a fines de los años ochenta.

Durante la transición, la instauración del financiamiento compartido de la educación le propinó un golpe mortal a la educación pública, en tanto que propició un éxodo masivo de matrícula de familias de clase media al sector particular subvencionado; las reformas curriculares apuntaron todas, sin excepción, a la adaptación de nuestro sistema escolar a los principios de la globalización neoliberal -la privatización, la competencia y la alta productividad- y el sistema de aseguramiento de la calidad de la educación profundizó el carácter subsidiario del Estado haciendo de las necesidades de mejoramiento del sistema, un nuevo mercado dominado por las ATE's, las fundaciones y las universidades privadas.

Pero los tiempos han cambiado. La globalización neoliberal está en franco retroceso y el proteccionismo y los Estados nacionales, supuestamente muertos y enterrados en los años noventa del siglo pasado, están de vuelta. La guerra y las periódicas crisis financieras del sistema, han exigido de todo el mundo medidas de protección de sus mercados y de su industria, partiendo por los campeones del libre comercio, como los Estados Unidos. Al mismo tiempo, el cambio climático solamente da cuenta de la irracionalidad de las relaciones entre la producción, la tecnología y el medioambiente; de los efectos de la desregulación de los mercados y el debilitamiento del Estado, indigente a la hora de organizarlos, así como de su incapacidad de otorgar siquiera garantías de sobrevivencia de la especie.

 

En nuestro país, el rocambolesco proceso constituyente en curso, da cuenta de las tensiones que provoca precisamente este intríngulis en el que el neoliberalismo ha colocado a la humanidad y la necesidad de modernizar la sociedad de acuerdo a estas realidades, contra las resistencias de los que se han visto beneficiados por él, quienes han amasado fortunas pantagruélicas y construido verdaderos imperios empresariales a nivel nacional y transnacional, a costa de los trabajadores y trabajadoras y del medio ambiente.

Resulta absurdo seguir resistiéndose a los cambios del sistema educativo. Finalmente, el sentido de las políticas educacionales, no solamente es adaptarlos a nuevas realidades, a las transformaciones de nuestras sociedades. Tal como se lo planteara el gobierno popular presidido por el doctor Salvador Allende, el sentido de la política educativa es finalmente la transformación. Hasta las políticas conservadoras lo hacen, tratando de adaptar las dóciles mentes de jóvenes y niños a las sociedades existentes, incluidas las políticas noventeras que se proponían la preparación de una "población de alta productividad", "flexible", con capacidad de "adaptarse a la incertidumbre", etc.

Nuestras escuelas y liceos siguen organizándose y pensando, como si la infancia y juventud siguiera siendo la misma y como si en el mundo y el país no pasara nada. Seguir oponiéndose, como la mayoría conservadora del Consejo Constitucional, a los cambios apelando al sentido común es solamente una demostración de su verdadera idiosincrasia; esto es, su moral reaccionaria que sostiene que si existe y resulta familiar, es lo que corresponde. Lo mismo que planteaban los defensores del latifundio y el inquilinaje; la exclusión de los derechos civiles y políticos de la mujer; la discriminación de las diversidades sexogenéricas, a las que consideraba, y sigue considerando, desviaciones o enfermedades.

Se han dado pasos importantes desde el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet. Ahora se debe consolidar lo avanzado y seguir profundizando en las reformas educativas. Tareas pendientes son el cambio al sistema de financiamiento de la educación que durante la cuarentena que se extendió entre el año 2020 y el 2021, demostró ser un ideologismo. Asimismo, hacerse cargo de cambios en los contenidos y objetivos del curriculum, todavía anclados en la globalización.

Tal como lo fue en 1971, no es una tarea de la que pueda hacerse cargo solamente un gobierno o una alianza de partidos. Es el pueblo el llamado a hacerlo, a través de las más variadas formas de participación, movilización y debate. 


viernes, 18 de agosto de 2023

La reacción cultural

Georg Grosz. Ecce homo, 1923



La derecha está empeñada  en una campaña tan intensa como quizás no se veía desde la época de la Unidad Popular. Nunca antes, desde las vergonzantes improvisaciones de Pinochet y Merino, se había escuchado de sus dirigentes un lenguaje tan agresivo; tan prosaico y cargado de epítetos, proyección de temores ideológicos y sentimentalismo. Su anticomunismo es exactamente eso, una expresión de su pobreza de ideas; la necesidad de justificaciones ideológicas a sus dogmas y profesiones de fe así como de sus propuestas reaccionarias y antipopulares.

Por cierto, la ofensiva de la derecha tiene un propósito objetivo que es la mantención del orden de cosas actual, que ellos consideran como algo natural y a la ideología que lo sostiene, como el más sano sentido común. En esto precisamente consiste su conservadurismo y respecto de ello, entre la "derecha liberal" y la secta religiosa de JAK no hay mucha diferencia. El consenso entre autoritarios y liberales, que es característico de las sociedades capitalistas bajo el predominio del neoliberalismo, es la expresión de esta misma afirmación de hecho sobre la presunta naturalidad de la sociedad de mercado, la propiedad privada y la competencia, como pilares de la convivencia social. 

En este sentido, cualquier intento de reforma social que ponga en cuestión siquiera esta pretensión, es visto por la reacción como un atentado al sentido de la realidad; un contransentido, un dislate, cuando en el fondo,  no es más que temor a cualquier cambio que pueda poner en riesgo los privilegios, las inequidades y abusos sobre los que se sostiene dicho orden de cosas. La defensa que la derecha ha hecho de las AFP's tras el cándido slogan "con mi plata no" es un buen ejemplo de esto. Tan evidente es, que  la acción que presentó el dirigente empresarial derechista y ex candidato al consejo constitucional Juan Sutil en contra del diputado Diego Ibáñez por sostenerlo, fue rechazada por los tribunales. 

El triunfo de Millei en la hermana República Argentina es expresión más o menos del mismo fenómeno. Facilitado ciertamente por el desastre que le heredó el amigo de Piñera, Mauricio Macri, que la dejó endeudada por varias generaciones, y a merced del FMI, del que dijo después que se trata de "buenas personas". Mientras a él le presto la friolera de cincuenta y cuatro mil millones de dólares que se esfumaron en los intersticios del sistema financiero, se ha llevado durante la administración de Alberto Fernández más de nueve mil en pago de obligaciones con él. Es más que claro lo que significa "realidad" para la derecha y el gran empresariado. Y por extensión, lo que significa no aceptar que ésta es un puro hecho sobre el que no se puede decir mucho, menos plantearse la posibilidad de modificarla. 

En eso precisamente consiste el fascismo; en la imposición de lo real como si se tratara de un puro hecho. Consiste en convertir la realidad, con todo lo que tiene de violenta, excluyente e injusta, en el "sano sentido común". La violencia verbal de Millei, en este sentido, no es muy distinta que la del tristemente célebre diputado republicano Gonzalo de la Carrera. Ambos se han hecho famosos por sus calumnias; sus afirmaciones rimbombantes y agresivas. Esta violencia es, después, presentada con toda naturalidad en tono campechano por los medios, los mismos que después hacen de un par de tuits sobre carabineros de hace como diez años, un insulto a la República. 

Esta ofensiva conservadora, caracterizada además por su hipocresía, no ha enfrentado ninguna resistencia y ello ha facilitado la naturalización de su sentido y significado. Los trabajadores y trabajadoras; los y las jóvenes, las etnias originarias, los pobladores sin casa y las disidencias sexogenéricas, han sido colocadas en los márgenes de lo real. Esto es, en el lugar de sus manifestaciones exteriores sin poder siquiera referirse a sus fundamentos. Hacer frente a la pobreza, la contaminación, la enfermedad, las exclusiones de diverso tipo, pero nunca a la sociedad que las genera y agrava sus consecuencias; vivir de las migajas que chorrean de la mesa de las transnacionales y de los grandes empresarios o tratando de arrancárselas, pero nunca cuestionar la desigualdad que las origina. 

Detener esta ofensiva derechista es una necesidad perentoria para avanzar en la implementación del programa. Es urgente retomar la iniciativa; que el fascismo siga avanzando y detenga las reformas planteadas por el Gobierno en educación, pensiones, equidad de género, salud y recursos naturales, no es inevitable. Esto excede ciertamente la capacidad del gobierno y deben ser las organizaciones de masas y los partidos que lo sustentan los que asuman la responsbilidad de hacerlo. Ello requiere superar el corporativismo y poner las demandas de cada sector, en relación con la totalidad de lo político y generar las condiciones para facilitar y promover la vinculación del programa de gobierno con sus reivindicaciones.

Este es el momento preciso para hacerlo.