lunes, 30 de diciembre de 2019

Ese viejo hábito del anticomunismo


Francisco Goya. Los desastres de la guerra, placa 11, "Ni por esas"


A la DC y a la Socialdemocracia les pasa que cada vez que las cosas se ponen difíciles y hay que adoptar posiciones de abierta confrontación con el sistema, tienen involuciones reaccionarias que contradicen de una manera incomprensible sus posiciones reformistas, transformadoras y democráticas.  

A lo largo de toda su historia, tanto la DC como el PR y ahora también, el PS y todas sus derivaciones, hacen coro para competir por ver quién es más amargo para referirse a los comunistas, sus actuaciones y declaraciones, sus propósitos e incluso su estilo. 

No han escatimado audacia para falsificar la historia política del país en los últimos cincuenta años y especialmente, los treinta que nos separan del fin de la dictadura de Pinochet.

Unos con menos pudor que otros, prefieren incluso dialogar y llegar a acuerdos con los mismos responsables de tanta tragedia, de tanta injusticia y hoy en día, de las flagrantes violaciones a los DDHH cometidas en estos dos meses de levantamiento popular. 

Parecen no darse por enterados de que ningún acuerdo con los mismos que se han visto beneficiados por un modelo que ha condenado a la exclusión y la pobreza a miles y millones de compatriotas, es imposible, a menos que sea uno que termine de una vez por todas con las condiciones que, precisamente, les han granjeado influencias, privilegios y poder.

En eso consiste precisamente la lucha de clases, frase que a algunos les provoca arcadas. 

Eso es el anticomunismo. Una reacción irracional, sentimental, incluso física, que en el caso de gente con educación, es embellecida con argumentos filosóficos, morales, históricos y políticos pero que ignoran, igual que lo hace el fascista o el lumpen, los crímenes perpetrados estos días y que prefieren buscar a un tercero a quien hacer objeto de su ira o su insatisfacción.

Los que hoy protestan todos los días en la Plaza Italia; que destruyen los portales de cobro de las carreteras que les impiden entrar y salir de sus barrios sin antes pagar decenas de miles de pesos todos los meses; o viajan en el transporte público evadiendo desde hace meses para poder llegar a un trabajo por el que perciben un salario miserable; que marchan, tocan cacerolas y que en muchos casos son los que están en la primera línea, como Mauricio Fredes, son a quienes se debe el progresismo. 

El anticomunismo es tan básico, tan rudimentario que no vale la pena debatir con él. Ignora hasta lo más fundamental. Afecta no solamente a los comunistas o a quienes militan en el PC. Basta leer los posteos de emol, una verdadera oda a la estulticia, la beatería y el pánico clasemediero, que coloca al FA al FPMR, el PC, Amnistía Internacional y hasta Greenpeacce en el mismo saco de enemigos de la sacrosanta sociedad cristiana occidental. 

Expresa el miedo a lo diferente y especialmente, el miedo al pobre, al que lucha por cambios de fondo; al que lucha por una nueva vida, aun cuando incluso se viera beneficiado por ellos.

El problema es cuando se hace de ese miedo una justificación de la acción política y el fundamento doctrinario de un programa. Por el contrario, cuando a la irracionalidad, al miedo, le ha ganado la razón, el  optimismo, la confianza en el pueblo, tuvimos la CORFO, el Estado Docente, la reforma agraria y la ley de JJVV, la nacionalización del cobre y el medio litro de leche. 

La situación histórica lo amerita. 

lunes, 23 de diciembre de 2019

Es el momento de la izquierda

Ben Shahn. Demonstration, 1933
La firma del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, y el inicio de un proceso constituyente limitado refleja la incapacidad del sistema de dominación vigente de seguir organizando la convivencia en nuestro país y al mismo tiempo, la aspiración de quienes se han visto beneficiados por él, de reemplazarlo por otro con el menor costo posible para ellos.

Es el inicio de un proceso que está en pleno desarrollo y que, aun con todas las limitaciones que impone a la participación, la expresión soberana del pueblo, sus aspiraciones y a la resolución que pudiera desembocar en una nueva Constitución, no determina fatalmente su desenlace final.

Ello depende del desarrollo de fuerzas sociales que pujan por la transformación, de su capacidad de movilización, de su voluntad de lucha y sobre todo de la unidad de las fuerzas sociales y políticas que se lo han propuesto.

Ciertamente, su firma fue una ayuda inesperada y oportuna para la derecha y el gobierno, aunque su capacidad de contener las enormes fuerzas sociales de masas descontentas y que aspiran a una nueva vida, sea limitadísima.

¿De qué depende? De la unidad de la izquierda y el movimiento popular; de su capacidad de correr el cerco más allá de los límites que ya impuso la derecha el 15 de noviembre, pese a su entonces famélica condición. 

Lo que ha venido después es su resistencia; sus intentos más o menos desesperados por mantener textual lo acordado entonces.

Sus divisiones dan cuenta de eso, precisamente. Pero no es momento de sacar cuentas alegres todavía. La convención sigue siendo una camisa de fuerza para la participación, pese a la eventual aprobación de la paridad de género, cuotas para pueblos indígenas e independientes. 

La convención va a ser, precisamente, lo que los mismos que pusieron su firma quieran que sea. Dejando a un lado el escollo del quórum, la derecha cuenta, para ello, con dos grandes aliados.

El primero, las vacilaciones, las contradicciones y mojigatería de ciertos sectores del campo opositor, que pese a toda la experiencia acumulada en décadas, insiste en "el diálogo", los gestos de "republicanismo" y "amistad cívica" con ella. 

Sospechoso por decir lo menos. Fueron precisamente los que le dieron estabilidad a la dominación y a las transformaciones neoliberales de los años noventa y contra las cuales, de modo más menos inconsciente y con una gran dosis de espontaneidad, se levantó la sociedad hace ya unos dos meses. 

El segundo, la dispersión de la izquierda con y sin representación parlamentaria. Una de las características del sistema de dominación vigente ha sido precisamente ese y es probablemente la condición estructurante más funcional al modelo.

El sistema electoral binominal, entre otros efectos, tuvo en esto una de sus consecuencias más duraderas. Lo mismo las normas -muchas de ellas vigentes hasta el día de hoy- que limitan la participación y organización social. 

Asimismo, la machacona prédica contra "la clase política" que sólo reproduce el sentido común dominante, la opinión de la amorfa y contradictoria clase media emergente y que es posible encontrar en columnas de opinión de connotados periodistas del sistema, en los discursos de Ossandón y que están a la base de los argumentos de Kast y a ultraderecha para oponerse al cambio constitucional.  

Tanto con convención como sin convención, incluso aunque eventualmente esta reventara antes de abril y se impusiera una resolución más profunda, sin las limitaciones que le impuso el acuerdo del 15 de noviembre, este seguiría siendo el factor más determinante de la resolución que pueda tener el problema constitucional. 


La derecha juega al desgaste pero no sentada esperando que pase el chaparrón. Busca afanosamente el acuerdo con sectores opositores que le permitan hacer de la convención la posibilidad de mantener las cosas tal como están, con un par de retoques. 

La movilización social es el factor determinante en la actualidad y va a ser un obstáculo para que el centro político -pusilánime y vacilante hasta ahora- sucumba ante la extorsión de la derecha.

Pero sin conducción, sin una estrategia que señale objetivos de mediano y largo plazo y sin unidad de la izquierda, tanto de la que firmó como la que no firmó el dichoso acuerdo, tiene fecha de vencimiento e incluso se puede volver en contra de la ansias de democratización de nuestra sociedad.

lunes, 2 de diciembre de 2019

La televisiòn y el limbo

James Ensor. Esqueletos luchando por el cuerpo de un ahorcado

La televisión cansa. En las últimas semanas y prácticamente todo el día, de lo único de lo que habla y se transmiten imágenes en ella, es de saqueos y vandalismo. 

En general, diciendo que no se trata de los manifestantes que protagonizan las protestas sino de lumpen, delincuentes y narcotraficantes infiltrados en las movilizaciones, lo que apenas disimula, tras su cansona monserga contra la violencia, su desprecio por el derecho del pueblo a rebelarse. 

Desde que Piñera está tratando de sacar a los militares a la calle ha sido así y como no lo quiere hacer por decreto, haciéndose responsable de lo que significa y de sus previsibles consecuencias, manda redundantes proyectos de ley al Parlamento y trata de modelar una opinión pública favorable o a lo menos tolerante, a la represión y el autoritarismo.

Eso porque prematuramente se quedó sin política y sin respaldo. Si no ha caído aún, es probablemente porque no hay acuerdo entre las clases dominantes, ni siquiera en la derecha, respecto de cómo salir de esta crisis y quien debiera encabezar ese proceso.

Las  protestas que ya se extienden por más de un mes, expresan la crisis de hegemonía del sistema neoliberal y su incapacidad de resolverla. 

Ya no genera el consenso de los de arriba de hace diez años atrás, excepto en lo que respecta a la necesidad de mantener el orden público, a cualquier precio. Unos argumentando riesgo para la democracia y los Derechos Humanos (sic); otros, para el emprendimiento y el crecimiento de la economía. Aunque el objetivo es el mismo.

Tampoco el de los dominados que por la vía del embrutecimiento televisivo y el sometimiento al crédito, aceptaban con más o menos resistencias las condiciones de su propia dominación.

En general, todo el mundo dice "nadie lo vio venir", pese a que para todos era evidente el carácter inequitativo, depredador, excluyente, clasista y autoritario del "milagro chileno". 

Si hasta profesionales de clase media, como médicos, ingenieros y abogados, directores de escuelas y liceos u obreros calificados en trabajos de alta especialización-por poner un ejemplo- , al pensionarse por el sistema de AFP's, se convierten en pobres de un día a otro. 

Para qué hablar de dueños de talleres, pequeños comerciantes y productores de manufacturas; viven endeudados y al borde de la quiebra, compitiendo con importaciones que ingresan al país a bajísimos costos; grandes tiendas; cadenas comerciales de farmacias, material de construcción o supermercados.

Eso sin considerar la situación de trabajadores y trabajadoras que aún con contrato reciben salarios que están bajo la línea de pobreza. 

Es tanta la inequidad, la concentración de la riqueza, el abuso, que Chile es un "caso". Una descripción de catáologo de los efectos del modelo neoliberal. 

Es lo que hace prácticamente imposible un acuerdo en los términos que ha organizado a la sociedad hasta la actualidad. 

Que nadie lo viera venir es una manera simplista de representar el limbo ideológico y cultural en el que los sectores dominantes vivían y que los hacía negarlo con tal de no negarse a sí mismos, su estilo de vida, sus valores y concepción del mundo. Es lo que expresa la televisión, ahora como resistencia al cambio, más que como complacencia.
 

Es también, sin embargo, una manera de reconocer la incapacidad de los sectores democráticos de convertir el cansancio y la rebeldía espontánea en una fuerza democratizadora de la sociedad. 

La oposición se encuentra cada vez más emplazada. Los porfiados hechos, se encargan de hacerle evidente una y otra vez que un acuerdo con el ofilicialismo es imposible y que la única solución racional de esta crisis, es más democracia y más derechos. No orden o caos, que es la que Pinochet, hace poco más de treinta años, sostenía para mantenerse en el poder. 


La contradicción principal que va a determinarla es precisamente, la que hay entre quienes la quieren restringir a los estrechos límites del mercado, las soluciones individuales y la institucionalidad contenida en la Constitución actual; y por otra parte, quienes  la conciben sólo como superación del actual orden social, político y económico. 

Históricamente, es lo que ha definido a la izquierda y en determinadas coyunturas ha dado inicio a la formación de movimientos populares capaces de protagonizar cambios de proyecciones realmente inesperadas.