jueves, 30 de marzo de 2023

Como los terremotos

Honoré Daumier. Gargantúa, 1831



La discusión de la Ley Naín-Retamal, tal como lo presentan los medios de comunicación hegemónicos -que es una manera eufemística de decir, "de las clases hegemónicas"- parece ser lo único importante que se debate en el país. Ni la reducción de la jornada laboral; ni la reforma al sistema de pensiones; ni el tema de los salarios ; ni el proceso constituyente, parecen ser noticias importantes ni de interés para ellos. 

Es cosa de comparar la cantidad de minutos que le dedican noticieros televisivos, radiales o medios escritos, en papel o en formato digital.  

Una sociedad que durante años y décadas se refocilaba en el consumo basado en el endeudamiento como si fuera un farra interminable -y que están en el corazón de la crisis que explotó en el país hace tres años y un poco más y que aún no se resuelve- hoy en día lo hace en el temor, que es una manera de enajenarse de otras desgracias y de las ansiedades de una sociedad tan desigual, tan autoritaria y abusiva. 

Un estado de ánimo eficientemente explotado y fomentado por medios de comunicación amarillistas y venales que son un engranaje importante del sistema de dominación actual. Más eficiente que el temor y la represión abierta, es la persuasión de que éste es "el mejor de los mundos posibles" -pretensión ridiculizada por Voltaire hace más de dos siglos- o en el peor de los casos, "el menos charcha". Como los terremotos en un país sísmico como Chile, estas  contradicciones y grietas de la sociedad, ocultas por la alegría triste y falsa del mall antes y hoy en día, por el manto de noticias sensacionalistas que preparan un estado de ánimo sombrío, pesimista, temeroso, se hacen evidentes súbitamente, como los terremotos.

Hernán Larraín, miembro de la Comisión de Expertos a cargo de elaborar un anteproyecto constitucional, lo ha expresado muy bien. Ésta es la última oportunidad. En su interpretación clasista y reaccionaria, oportunidad de resolver este desajuste que hay entre la sociedad real -sociedad llena de contradicciones, conflictos latentes, tensiones políticas y sociales, exclusiones y abuso- y el limbo representado por la Constitución actual, que parece más bien un monumento a la "estabilidad", -que no es otra cosa que la representación ideológica de una sociedad perfecta-. 

Sociedad perfecta, por cierto, para empresarios, inversionistas, oportunistas que pululan en la oscura zona de la colaboración entre "emprendedores privados" y el Estado en el sector de la infraestructura, la educación, la cultura, las asesorías y las comunicaciones. Sector en el que se ha conformado una emergente clase media de la cota mil implicada en tramas tan sórdidas como el caso relojes y que se presenta y se ve a si misma en los medios como el espejo de nuestra sociedad. 

Pero si no hay solución republicana, lo más probable es que deba ser una solución de fuerza la que termine por unir lo que hoy en día no calza, solución a la que ciertamente la derecha no le  hace muecas. Una expresión de esto son las obscenas declaraciones de la tristemente célebre "doctora Cordero"; la imposición de una agenda de seguridad pública autoritaria y que pone a los agentes del estado encargados de velar por ella, al nivel de los ciudadanos que debe proteger.  Sin embargo, tal como los terremotos en todo caso, puede pasar que antes vuelva a explotar otra ola de indignación popular. La derecha no está tan segura de que éste sea un escenario que pueda sortear con tanta facilidad, como el que se le presentó súbitamente el 2019. 

El riesgo más importante para el campo social y popular, en cambio, es que la ola subterránea y sorda de indignación no se exprese en el proceso constituyente, que es precisamente uno de los objetivos de la política de comunicaciones del sistema dominante, por el cual explota con un sensacionalismo nauseabundo la agenda de seguridad y los recientes asesinatos de carabineros y carabineras.  

Obviamente, los medios no están de su parte ni van a cubrir con un mínimo de decencia noticias que no sean las que sus mandantes y auspiciadores consideren importantes. Partidos y organizaciones populares y de izquierda deben, pues, asumir la responsabilidad de generarlos, enfrentando las mentiras de la derecha y la reacción, que son quienes imponen la pauta noticiosa hoy por hoy. Denunciando el abuso empresarial; abusos con el medioambiente, los trabajadores y trabajadoras. Y movilizándose en todos los frentes para enfrentar a la reacción. 


martes, 14 de marzo de 2023

Malestar y democracia

Jean Dubuffet. La vaca con la nariz sutil. 1954



De acuerdo a las cifras conocidas, el número de campamentos ha crecido de manera significativa en el último tiempo: 40%, con 114.00 familias viviendo en ellos. Una cifra similar a la de 1985, hace ya casi cuatro décadas. Hace años que se venía advirtiendo sobre aumento en el costo de las viviendas y de los arriendos, lo que se ha visto agravado por la agresiva política de tasas de interés del Banco Central, conducido por una fundamentalista del credo neoliberal. 

Al mismo tiempo, producto del alza del costo de la vida, los salarios han disminuido según estimaciones del INE en un 2,2%. La crisis de las ISAPRES ha provocado un éxodo sostenido de sus afiliados hacia FONASA, ello incluso con anterioridad al fallo de la Corte Suprema que los obliga a devolver los cobros usureros e ilegales realizados a sus afiliados y que habían motivado miles de juicios en su contra, juicios que perdieron.

El modelo neoliberal demuestra todos los días su inviabilidad y no pasa de ser lo que los filósofos idealistas llamaban un puro "hecho de la razón". Esto es, uno que por la sola circunstancia de no ser lógicamente contradictorio, es posible. Bueno, probablemente bajo la dictadura militar, cuando éste fuera instaurado a base de estados de excepción y fraudes, haya sido así. 

Durante el gobierno de Piñera, esto precisamente quedó demostrado mediante una simple alza de treinta pesos en el valor del Metro de Santiago que dio origen a la más gigantesca ola de indignación y protesta popular, que puso en vilo la Constitución que es su sostén jurídico y político.

Después del 4 de septiembre, sin embargo, abundan los analistas y exégetas que intentan explicar el resultado del plebiscito constitucional, reeditando viejas teorías acerca de las demandas de la clase media -clase media que gana menos de setencientos mil pesos mensuales y que vive estrujando las tarjetas de crédito- o los diferentes ritmos de la modernización, manera eufemística de describirla y exponer la posibilidad de que ésta algún día desaparezca. Peña, Brunner,  y similares ya ni siquiera hacen el esfuerzo por diferenciarse un poquito de la derecha y compiten con ella en sus críticas al "octubrismo", esto es a las interpretaciones objetivas de los acontecimientos del 2019, como resultado de las contradicciones propias del modelo neoliberal. En aconsejar con el tono de una presunta superioridad que les daría su "experiencia", al Gobierno y al mismo Presidente Boric y a través de la prensa servil de la que disponen, golpear al gabinete e intentar pautearlo cada vez que pueden.

Un absurdo considerando que el punto de partida de cualquier análisis medianamente objetivo y realista debiera ser la constatación pura y simple de la obscena desigualdad que caracteriza a nuestra sociedad; los abusos con "la clase media" que este tipo de ideólogos presumen interpretar, la que no es otra cosa que la representación edulcorada que vive en sus rebuscados razonamientos e ideologizadas quimeras de una sociedad moderna en medio de un vecindario -Latinoamérica- poblada de salvajes.

Más absurdo aún, considerando que sus pretensiones de empatar teóricamente con la derecha -ya ni siquiera la derecha "liberal" como en la época de gloria de la "democracia de los acuerdos"- queda en ridículo cada vez que ésta ningunea al Presidente; extorsiona a la sociedad y al sistema político para imponerle sus condiciones; rechazar todas las iniciativas de reforma que pudieran morigerar las paupérrimas condiciones en las que el neoliberalismo mantiene a la población y se arrodilla frente a Kast y su patota, cuestión que éste se encarga de recordarle cada cierto tiempo.

El reciente rechazo a la idea de legislar la reforma tributaria en la Cámara de Diputados; restarse a la mesa de seguridad; la de la reforma a las pensiones; sus ataques diarios al gobierno, al gabinete y hasta el Presidente de la República y antes, a la Convención Constitucional, dejan en evidencia que es el Partido Republicano el que pone el ritmo, la intensidad y la melodía de la música en la derecha. Chahuán y Macaya no pueden más que mantener por un tiempo indeterminado las posiciones de liderazgo formal en sus partidos mientras el éxodo de militantes, parlamentarios y alcaldes hacia los republicanos es continuo y permanente, especialmente en RN.

El espectáculo que han dado los partidos de centro en este sentido es lamentable. Amarillos y Demócratas, ni qué decir. Los que mantienen su posición en el gobierno desde la extorsión, como los radicales y a la primera de cambio y con el más nimio de los argumentos se encargan de resaltar sus diferencias en lugar de reforzar las coincidencias.

Esta situación en que se mezclan malestar social, profundización de la desigualdad, bancarrota de la derecha tradicional y reflujo del movimiento de masas, es extraordinariamente peligrosa. Es a los partidos, organizaciones de izquierda, al progresismo y el movimiento social a quien le corresponde enfrentarla. El gobierno debe gobernar y con todos los obstáculos y obstrucción que la derecha tradicional y sus nuevos aliados dizque de “centroizquierda” han puesto, lo ha hecho.  

Su primera responsabilidad, es evitar que el costo de las contradicciones y flagrantes injusticias del modelo sigan golpeando a los trabajadores, trabajadoras y sus familias, lo que a algún afiebrado podrá parecerle poca cosa. La profundización de la desigualdad y el abuso en este sentido, está en relación directa con el fortalecimiento de la ultraderecha, al menos por ahora por todo lo dicho hasta aquí.

Pero sus capacidades tienen como límite una institucionalidad política hecha precisamente para que nada cambie; unas correlaciones de fuerza institucional en que la derecha y el nuevo centro espúrio como lo llamó el compañero Diego Ibáñez mantienen una capacidad de bloqueo considerable. En la medida que los partidos de izquierda y las organizaciones sociales se movilicen y debatan sin pudor ni temores con la derecha y la ultraderecha, se ensancha ese límite y que lo hagan no es responsabilidad ni del Presidente ni de sus ministros. 

Hacerse cargo del malestar social, darle forma y organización; hacerlo protagonista de los acontecimientos políticos es una tarea de la izquierda y una necesidad para defender la democracia de los demagogos, de los oportunistas de ultraderecha, y del empresariado que esperan hacer de éste, el pretexto para seguir gobernando como hasta ahora. 


viernes, 10 de marzo de 2023

¿Tiene la culpa el chancho?

 

Theodor Guericault. Cabezas de ajusticiados. 1818

El reciente rechazo a la idea de legislar el proyecto de reforma tributaria del gobierno, ha generado toda clase de reacciones. La impresentable interpretación de la derecha consiste en acusar al gobierno de no estar dispuesto a conversar y llegar a un consenso en la materia después de negarse siquiera a discutirla en la Cámara de Diputados.

Curioso razonamiento de la derecha, por decir lo menos. Primero negarse a ponerlo en discusión en el Congreso y después acusar al gobierno de no estar dispuesto a llegar a un consenso. Acto seguido, usarlo como argumento para haberla rechazado.

La derecha ya nos tiene acostumbrados a esta clase de piruetas lógicas, que expresan su ideologismo y su pretensión de árbitro de lo que es bueno y lo que es malo para el país. De hecho, según las encuestas, la reforma tributaria del Gobierno gozaba de un amplio respaldo entre la población, lo que no se refleja en el Congreso, que a estas alturas se ha convertido en una burbuja que no tiene nada que ver con ella. Por eso los sofismas de la derecha, repetidos después hasta la náusea por los medios de comunicación que controla –o sea, casi todos-, suenan tan evidentes.

La reacción del campo social y popular, en cambio, hasta ahora ha sido tibia, tardía e intrascendente. La conducta oportunista de Pamela Jiles y un par de desconocidas diputadas, que confunden sus aspiraciones con los desafíos de la contingencia, nunca acierta a achuntarle al enemigo principal. Con la puntería digna de un bizco, solamente le han abierto el camino a los fascistas que van por la constituyente.

En efecto, con una contumacia digna de elogio, desde que fueron derrotados hace dos años, la derecha tradicional y su vanguardia fascista que tiene de guaripola a Kast y otro par de hampones, ha logrado hacer retroceder cada conquista del pueblo, con la certeza de que va a hacerse del poder para mantener las cosas más o menos como están e incluso profundizar todas las injusticias, la inequidad, el abuso, la discriminación y las exclusiones que caracterizan a nuestra sociedad.

¿Qué hacer frente a tanta radicalidad? ¿frente a tanta intransigencia? ¿frente a tanta intolerancia vestida de republicanismo? La derecha no reconoce como consenso sino lo que repita sus mismas fórmulas clasistas y beatas con otras palabras. Este es el momento de detenerla. “Lo posible” no es sino la apariencia de lo fáctico, de la pura injusticia, exclusión e inequidad disfrazada de puro hecho ante lo cual no queda sino la resignación.

Esa conducta dogmática que consiste en aceptar lo real como un puro hecho, es lo que le ha abierto las puertas al fascismo; lo que hace que todos los últimos logros del campo social y popular, retrocedan cada vez hacia el punto de partida de cada estallido de indignación popular.

Este no es el momento del pragmatismo; no es el momento de “lo posible”. Es el momento de recuperar la iniciativa. Partidos y organizaciones sociales y populares deben hacerse cargo de la gravedad del momento histórico; relevar las banderas de igualdad, justicia, libertad, soberanía y dignidad que el neoliberalismo niega diariamente. En otros momentos históricos, el país ha enfrentado casos de desarrollo frustrado precisamente porque la derecha y las clases dominantes han escamoteado las posibilidades de transformación para convertirlas en oportunidades de aumentar sus ganancias a costa del subdesarrollo del país y de la pobreza de sus habitantes.

Pero como dice el viejo refrán, la culpa no la tiene el chancho. Ya lo conocemos, sabemos cómo ha actuado en el pasado en condiciones similares y de lo que es capaz con tal de no perder sus posiciones de privilegio.