miércoles, 27 de noviembre de 2024

Como el ave Fénix

Kasimir Malevitch. Cuadro negro sobre fondo blanco. 1913

Como siempre en el caso de cualquier elección, los resultados de la segunda vuelta de las regionales se han prestado para toda clase de interpretaciones. Todos ganaron....¿todos ganaron? Más bien demuestran un inmovilismo alarmante; la incapacidad de la sociedad de concebir y comprometerse con proyectos de cambio respecto de la actualidad. La elección se trató casi de un cambio de elencos, con la excepción de Rodrigo Mundaca, expresión de lo cual es la abrumadora ventaja que le saca a la candidata de la derecha más anacrónica y representativa de la defensa a troche y moche del neoliberalismo y un sistema político acartonado, elitista y hecho a la medida de la mantención del status quo. Lo más relevante de esta elección. Una experiencia que hay que observar y analizar con detención. 

Vamos por parte. La derecha avanza de uno a seis gobernadores, pero considerando que para ésta se trataba de un plebiscito del gobierno, perdió por paliza. En segundo lugar, porque su eventual candidata presidencial se desplegó apoyando a sus candidatos y así y todo, estos no despegan, dejándola de pasada en una incómoda posición. En tercer lugar, porque en las regiones que concentran la mayor cantidad de electores y que destacan por su importancia política -la Metropolitana y la Quinta- con excepción de la Octava, es derrotada con bastante holgura. Mal por Matthei; su eterna campaña, puede que la termine agotando antes de llegar a la meta y que en el camino le salgan competidores, que desordenen el sector. 

Hasta ahí todo bien. Sin embargo, sumando la cantidad total de votos, la derecha obtiene una leve ventaja sobre el oficialismo, que en esta ocasión incluía de un modo confuso a los remanentes de la DC. Nada como para celebrar, pero señal de alarma de la que habría que tomar nota. Además, los republicanos, pese a no haber elegido gobernadores e incluso haber sido derrotados por sus aliados en la única región donde pasaron a segunda vuelta, avanzan en la conformación de CORES. Los republicanos, igual que en el caso de los concejales, demuestra una capacidad de avanzar en forma sostenida aunque no espectacular. Los dos millones de Francisco Orrego en la RM no son nada despreciables aun cuando no fueran suficientes para derrotar al incumbente. 

Probablemente una de las cuestiones más llamativas es el triunfo de Claudio Orrego en la RM. Por diez puntos además y no como él mismo había previsto, por una diferencia marginal. Las razones van desde la calidad del candidato opositor, un desconocido con una performance chabacana y de una agresividad que no tuvo el resultado que este tipo de desfachatez  utilizada por las derechas de todo el mundo, ha tenido. Por ejemplo en los Estados Unidos, donde su candidato, acusado de conspiración contra la democracia, fraude electoral, instigación a la insurrección, procesado por violación, evasión de impuestos, etc. resulta electo. Lo mismo en el caso del Bolsonarismo que logra movilizar a miles que creen en la inocencia de su líder o incluso disculpan sus fechorías como si las acusaciones que pesan en su contra fueran no más que el lloriqueo de sus adversarios.

Esta incapacidad de la derecha, debiera motivar un análisis más detenido. 

Pese a su sectarismo, en la votación de Orrego debe haber una proporción importante de votantes de izquierda que reaccionaron ante el peligro del triunfo utraderechista. Incluso votos de centroderecha que lo hacen en el mismo sentido. Ningún gran logro, solamente capitalizar un temor extendido a su radicalidad y los efectos desestabilizadores que pudiera provocar en caso de ocupar puestos de poder en el gobierno regional.  

El de Saffirio en La araucanía, viene a reforzar este aparente renacer del humanismo cristiano y las posibilidades de un centro político que se encuentra en retirada hace rato, pero que en estas circunstancias  de aparente empate entre las fuerzas de la reacción y las de la reforma politica y social, intuye una posibilidad de renacer de entre sus cenizas. El comportamiento del PPD y la DC en el curso del trámite de la Ley de Presupuesto, tambén así lo indican. En lugar de comportarse como un centro doctrinario, con propuestas de reforma incluso parciales y gradual, lo hace colocando sus votos en forma aleatoria y circunstancial. 

Este aparente equilibrio hacia la inmovilidad, solamente le preparan el camino al avance silencioso y paulatino de los republicanos y otros sectores emergentes de la ultraderecha, como los socialcristianos que derrotan a un veterano de la transición, el ex senador Alejandro Navarro en el Bío-Bío. Esta convergencia hacia la mantención de un equilibrio que se expresa en un aparente empate y en el renacimiento de fuerzas de centro que presumen transversalidad y moderación, son facilitadas por la desmovilización de los sindicatos, las organizaciones sociales y los partidos de izquierda, que además ostentan en la actualidad condiciones incomparablemente mejores que las que tuvieron en los noventa para hacerlo. 

Por el momento, la derecha no avanzó más y la izquierda tampoco retrocedió como aquella presumía. La situación nacional tiene la apariencia de una calma inconmovible. Eso no significa que este estado vaya a permanecer. Hay fuerzas subterráneas que se mueven lentas pero implacables. Un descontento social, una rabia contenida, que la ultraderecha explota a través de su potente red de medios exacerbando el temor y la desconfianza, a través de denuncias extravagantes; acusaciones vacías; ataques violentos, etc. y por otra un avance electoral y territorial lento pero sostenido de la ultraderecha. 

Mezcla explosiva que solo mediante una decidida acción y propuesta puede ser detenida, so pena de mantenerse siempre sosteniendo el mal menor que hoy por hoy, le podría abire las puertas de par en par



domingo, 10 de noviembre de 2024

Pior es ná

Jean ANtoine Watteau. Mezzetin. 1717-1719



El próximo 24 de noviembre se va a celebrar la segunda vuelta de la elección de gobernadores. En el caso de la Región Metropolitana, esta tiene una gran significación por varios motivos, y no precisamente por lo que implica para la región en términos de un proyecto de desarrollo. 

El primero de ellos, naturalmente, el que se trata de la Región donde está la capital del país y por mucho que el Congreso esté en Valparaíso producto de un gesto populista de última hora de Pinochet -fingiendo una descentralización que nunca fue- el corazón del poder político. Se trata además de la región que concentra la mayor cantidad de electores, lo que de por sí, le otorga una importancia cuantitativa mayor que la del resto de las regiones en la definición de la correlación de fuerzas entre gobierno y oposición y entre las diversas opciones políticas en disputa. 

Lo segundo que le confiere características particulares a esta elección, es quienes la protagonizan. Por un lado, un representante de la nueva derecha, fanática, agresiva, y abiertamente reaccionaria con un sobreviviente de la DC.

En el caso del primero, la expresión del retroceso moral y cultural de la derecha hacia los fundamentos más prosaicos de su pensamiento -que es lo único que le queda a falta de propuestas- y que como todo fascista, se apoya en el sentido común, esto es, la ideología dominante y el repertorio de valores conformados por treinta años y más de prédica machacona acerca del esfuerzo y la competencia como factor de progreso social e individual, el endiosamiento de la empresa privada como dadivosa proveedora de estas y el consumo como fuente de felicidad ilimitada.

El riesgo que ello implica para la región en términos de desarrollo y calidad de vida de sus habitantes se puede imaginar fácilmente. Sería la profundización a escala local del modelo de desarrollo de los últimos treinta años. Una fiesta para las inmobiliarias, concesionarias de diverso tipo, empresas del retail y la energía a expensas del encarecimiento del costo de la vida, una mayor contaminación, pérdida de áreas verdes y de zonas agrícolas; mercantilización aún mayor de servicios básicos y de lo que todavía no ha sido convertido en negocio.

El candidato DC, apoyado por todos los sectores democráticos y progresistas, ha asumido esta campaña más como si fuera una presidencial, alentado probablemente por las aspiraciones de alguno que otro de sus antiguos correlegionarios de volver a ser la fuerza determinante que fue en los años noventa, poniendo en grave riesgo lamentablemente sus posibilidades. Con su inveterado anticomunismo y una soberbia muy poco constructiva, da la impresión a cualquier observador desinteresado que su comando es él y a quienes él escoja. Su discurso parece hablarle no a quienes tienen disposición de movilizarse en esta elección para detener a la derecha y construir una región más justa, más democrática y un gobierno al servicio de sus habitantes sino a quienes supone, eventualmente, siguen siendo el electorado de “centro” que siempre representó su sector.

Una suposición ingenua que podría costarle caro a su candidatura y al pueblo de la RM, por cierto. Los resultados que han obtenido Demócratas y Amarillos, residuos de la crisis y agonía del PDC, no son solamente el resultado de su  paulatina pero cada vez más radical derechización. Sus resultados dan cuenta de que ese electorado ha cambiado y se mueve hacia otras opciones políticas que respondan a las contradicciones que agitan actualmente a nuestra sociedad. La candidatura de Francisco Orrego se alimenta de ellas y con un discurso facilón y una puesta en escena chabcana que conecta rápidamente con el sentido común individualista y “meritocrático” del neoliberalismo, se apresta a aglutinar a toda la derecha de la RM en la segunda vuelta del 24 de noviembre.

La batalla por la RM debiera entonces aglutinar a todos los sectores políticos y sociales, en torno a la transformación; la idea de un proyecto de desarrollo regional; la movilización de la sociedad civil junto a sus CORES por la defensa de su calidad de vida, la democracia y los derechos de sus habitantes. Y la candidatura a  gobernador, ponerse a su servicio y encabezar este proyecto a riesgo de no ser más que la alternativa menos mala, augurio casi seguro de una triste derrota.

 


lunes, 4 de noviembre de 2024

Siguen sin verlo venir

Fernand Leger. Día de campo. 1953



El resultado de las elecciones municipales y regionales dejó a todas las coaliciones más o menos conformes. No hubo ganadores ni perdedores. Sólo movimientos sutiles en apariencia en el comportamiento del electorado. Se ganan municipalidades, se pierden otras. Unos eligen más concejales y otros menos. Aumentan o disminuyen los votos blancos y nulos más o menos en la misma proporción que aumenta o disminuye la molestia del pueblo con el sistema político producto de escándalos de corrupción, abuso de poder, autoritarismo, tráfico de influencias a favor de políticos, empresarios y personajes de la elite y sus familias. 

Probablemente en una próxima ocasión volverán a manifestarse o distribuirse en una proporción distinta aunque sin hacer ninguna diferencia sustancial. 

Precisamente la circunstancia que favorece a las fuerzas de derecha y conservadoras, las que viven de esta inercia social y política. Es la razón probablemente para que a pesar de sus latrocinios, su defensa del orden excluyente y autoritario que es el neoliberalismo, pese a sus sucesivas crisis y retrocesos electorales, siga siendo una alternativa de poder y de gobierno. En la pasada, lo peor de su repertorio de abyecciones, se abre paso desplazando a sus versiones tradicionales, víctimas de una fatiga doctrinaria y política que ya no puede seguir disimulado. No es necesario -no lo ha sido, por ahora- un cambio de elenco demasiado radical; los contenidos de fondo no varían sino solamente las circunstancias en las cuales defenderlos y a decir verdad, la derecha tradicional ha demostrado una falta de escrúpulos más o menos similar a la de sus vástagos neofascistas a la hora de hacerlo. 

Las fuerzas de izquierda mantienen casi inalterada su base de apoyo electoral. Solamente desaparece el centro o lo que alguna vez presumió  de serlo, lo que provoca en algunos una preocupación lastimera, cuando lo que debiera alarmarlos es el avance sostenido de la ultraderecha y la manera de aportar a su detención, su motivación actual -lo mismo que todos los demócratas. No es extraña, entonces, su conducta oportunista más preocupada de su sobrevivencia electoral que de las tareas políticas que la situación histórica les demanda, lo que además profundiza su decadencia. 

Dicho avance de la ultraderecha tiene otro efecto destacable, que es la introducción de un desorden en las filas de la derecha que es el principal desafío para quienes la conducen. La estrepitosa caída de Marcela Cubillos, la visagra entre Republicanos y Chile Vamos es expresión de este desorden. 

Los analistas más despiertos del sector lo saben y llaman a trabajar afanosamente para eliminarlo o a lo menos reducirlo tanto como para que no afecte sus posibilidades en las próximas paramentarias y presidenciales. La derecha chilena ha demostrado en varias ocasiones su capacidad para hacerlo aunque también la de convivir con éste desorden mientras ello no ponga en riesgo las bases de sustentación de la sociedad de clase que es el capitalismo. 

Por el contrario, la movilización popular y de la opinión pública, la obliga a sacarse las caretas y ello a su vez, va generando grietas en su interior que posibilitan la irrpución de alternativas a la sociedad actualmente existente. Precisamente lo que explica el surgimiento de opciones políticas y electorales con capacidad de disputar el poder político en el municipio, en el Parlamento y la Presidencia de la República. 

La modorra social tras la que se oculta un larvado cansancio y molestia de trabajadores, trabajadoras, empleados, jóvenes y personas mayores con el orden de cosas actualmente existente favorece, en este sentido, a la derecha y afecta gravemente las intenciones del gobierno de sacar adelante una agenda de reformas que, si bien no son el funeral del neoliberalismo, como alguna vez supuso era posible, favorecen a los trabajadores y el pueblo. Elminiación del CAE, reforma al sistema de pensiones, negociación colectiva ramal, etc.

Detrás de un maximalismo de cartón piedra que se excusa de su incapacidad en la denuncia de la insuficiencia de dichas reformas y se conforma con un economicismo de miopes perspectivas mientras llegan tiempos mejores, se oculta un deterioro progresivo de la voluntad de lucha de la izquierda y de su vocación de poder. 

Hace rato que una democracia basada en la suposición de que el sistema representativo es suficiente para expresar fielmente a la sociedad y procesar sus diferencias y demandas, fue ampliamente sobrepasada. A eso se suman las denuncias conocidas por bullados casos de corrupción, tráfico de influencias y abuso de poder, que la colocan cada vez más escéptica y desconfiada. Es esa la circunstancia que explica el que ésta demande una profunda reforma, resistida por unos, temida por otros y aparentemente inasible para los que la conciben aun confusamente. 

El pueblo, mientras tanto, sigue esperando y en la espera, probando parte del buffet que el modelo ofrece entre sus alternativas, incluyendo las más tóxicas. ¿Otro estallido? También puede ser, con la diferencia de que esta vez nadie va a poder decir que no lo vio venir.