sábado, 2 de enero de 2021

El anticomunismo y la unidad de la oposición


                   Francisco Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo


En las últimas semanas, se viene desarrollando un fuerte debate acerca del rol de los comunistas en la sociedad y la política.

La presencia permanente en las encuestas del alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue, como un posible candidato presidencial de la oposición, se ha transformado en un tema molesto, aunque obligado, para los dirigentes de los partidos de derecha y la ex Concertación, actual Unidad Constituyente.

Las encuestas, en todo caso, sólo son el reflejo superficial de fenómenos más profundos, fenómenos que las susodichas encuestas no explican por sí mismas y que tienden incluso a ocultar o reflejar de modo distorsionado. De ahí que se las cuestione y sean generalmente objeto de interpretaciones, a veces razonables, otras -en cambio- abiertamente descabelladas, como las que se hacen de las mediciones que realiza el INE en materia de empleo y que presentan el desempleo como lo contrario.

Suena absurdo y sólo es posible en el  oasis de la ideología neoliberal que a punta de silogismos ha construido este espejismo.

Ciertamente, en este caso, la irrupción de Jadue en las encuestas es una manifestación elocuente de la aspiración de la sociedad a cambios de fondo, sin gradualismos melifluos ni la estabilidad o la seguridad de un mausoleo, que es lo que ofrecen todos los candidatos conocidos hasta ahora de Unidad Constituyente. Un verdadero retablo de antigüedades que sólo ha sido refrescado por el respaldo público de la Presidenta Bachelet a su ministra Paula Narváez, candidatura que ha obtenido sólo sonrisas comprensivas de sus camaradas cuando no una abierta hostilidad.

La permanente presencia de Jadue en las encuestas, representa, además, y eso es seguramente lo que más preocupa a la elite de la vieja guardia concertacionista, un parteaguas en la fosilizada sociedad construida a punta de consensos, parteaguas que representa una grieta, a través de la cual se empiezan a hacer visibles ideas y propuestas políticas negadas por décadas de política de los consensos y cocinas de dudosa legitimidad.

El fin del sistema de AFP´s, el cobro de impuestos a los ricos, la educación, la salud, la vivienda y la cultura como derechos sociales; la reducción de las extenuantes e injustificadas jornadas de trabajo, la anulación de leyes hechas a la carta para un puñado de empresas que han financiado a parlamentarios y ex ministros de la UDI, entre otros; la recuperación para el Estado de Chile de riquezas esenciales para el desarrollo del país, como el litio y el agua, etc. 

Es como la postal de otro país, opuesto al Chile neoliberal de los últimos treinta años, y que es obra de décadas de denuncia, organización y movilización del pueblo. Una candidatura viable de la izquierda no es un acontecimiento súbito e inesperado; un hecho singular obra de un liderazgo carismático, que es la manera de entender la política de los populismos de derecha y el arribismo clasemediero, incapaces de comprenderla como una creación colectiva de millones.

Ese es el origen de la preocupación derechista y de los liberales que en los noventa cultivaron una profunda y meticulosa relación. Preocupación mística e irracional comúnmente comprendida en el concepto de anticomunismo. Los primeros aludidos, por cierto, siempre serán el Partido Comunista y sus militantes, históricamente perseguidos y excluídos a lo largo de todo el siglo XX. Sin embargo, es muy común escuchar el mote de comunista de mierda a propósito de cualquiera que postule posiciones de cambio social y político.

Es un fenómeno muy antiguo, tan antiguo como la existencia de los comunistas. De hecho, el Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx, de 1848, parte con la frase Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…” Marx habla del comunismo como de un espectro frente al que la sociedad establecida de entonces tiene una actitud temerosa aunque sea obra de su propia creación. Estamos en presencia entonces de un caso típico de lo que suele denominarse ideología.

Probablemente por esta razón, es difícil hacer una generalización del significado del anticomunismo, en la actualidad, que es lo que el senador DC Francisco Huenchumilla identifica como el principal escollo para la unidad opositora. Lo único que se puede decir al respecto es que es un estado de conciencia política muy primario, muy elemental. No propone nada y se funda como actitud política en el rechazo.

En ese sentido puede también dar pie para toda clase de consecuencias políticas. En efecto, le facilita las cosas al irracionalismo y la agresividad del fascismo. Lo hace porque degrada la conciencia política al teñirla de subjetividad y una pseudoestética de connotaciones liberales y republicanas que de pasada legitiman las posiciones reaccionarias.

También porque deslegitima la acción de los partidos no sólo del Partido Comunista- y finalmente obstaculiza la unidad de las fuerzas interesadas en las reformas al sistema educacional, previsional, al código laboral, el mejoramiento de la salud pública y el cambio constitucional, las que se expresaran en poco tiempo, en la Convención Constitucional que para tal efecto se elegirá en abril.  

Es precisamente en este tipo de ataques anticomunistas -en este caso a la candidatura del compañero Daniel Jadue, verdadero espectro construido por la burguesía, toda vez que ni siquiera ha sido proclamado como tal- en los que se asoma el resultado del neoliberalismo en los últimos treinta años, cuco que ha afectado las capacidades de analizar con objetividad y sentido progresista, la realidad y las tareas del pueblo en la actualidad a connotados líderes de oposición. 

Hoy son los comunistas y todos quienes pacten con él. Mañana quizás el resto de las fuerzas de la izquierda y todos quienes se manifiesten por los cambios y la democratización del país. 


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