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Arturo Gordon. La huelga |
La candidatura de Jeannette Jara es la continuidad de una
larga historia y tradición de luchas del pueblo; de realizaciones que han
profundizado la democracia y sus derechos, pero también de derrotas
que los han hecho retroceder.
En efecto, la idea de realizar una auténtica democracia
-vocación íntima de las luchas independentistas del siglo XIX- fue frustrada en
forma reiterada por una oligarquía que dotada de diferentes formas, estilos y
contenidos -culturales, económicos y políticos- sigue sosteniendo las mismas
ideas, o similares, a lo largo de más de doscientos años de vida independiente.
Mientras ésta no encuentre su realización definitiva se seguirá manifestando
esa oposición entre democracia e interés de clase.
Es la razón para que la derecha se haya opuesto tenazmente
a lo largo de toda su historia, a la legislación laboral que protege el derecho
a huelga, a sindicalización y negociación colectiva, oposición que sólo logra
imponer en los términos ideales para sus intereses y los de sus representados
durante la dictadura militar. También su defensa del sistema de AFP´s que
consagra el escamoteo de los salarios de trabajadores y trabajadoras,
profesionales y empleados, por parte del capital financiero que lo usa
desvergonzadamente para sus negocios y su propio beneficio.
La derecha y los conservadores, se han opuesto también a
todos los intentos de securalización de la sociedad chilena desde el siglo XIX,
desde la discusión de las primeras leyes de matrimonio civil y cementerio laico,
lo que recién en 1925 encuentra su forma de realización jurídica. Aun así,
se seguirá expresando en su oposición al aborto y las leyes que promueven los
derechos reproductivos de mujeres y jóvenes; la ley el divorcio y el matrimonio
igualitario a partir de consideraciones doctrinarias de grupos particulares.
También al derecho a la educación pública, ello incluso hasta
la Ley de Inclusión y Nueva Educación Pública y se sigue expresando en su
oposición al cambio de su sistema de financiamiento.
También su hipócrita reivindicación del racismo y la discriminación que, apenas algunas décadas después de la independencia, consagra la exclusión y el despojo de las tierras del pueblo mapuche por parte del Estado en beneficio de hombres blancos con el fin de explotarlas, al contrario de cómo concibieron su formación los padres de la patria como expresión de los pueblos de Chile.
Probablemente es la preocupación que inspira las frases de
los candidatos de derecha acerca de la inevitabilidad o incluso la legitimidad
del golpe de estado y las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos
cometidos por la dictadura de Pinochet, secreta e inconfesada añoranza que
asoma en momentos de preocupación porque el pueblo se expresa también
políticamente y como hoy, pone en duda las bases de sus posiciones de
dominio.
Precisamente lo que ha sido históricamente y debiera ser en
la actualidad la izquierda.
En la misma medida en que representa la negación de la
supuesta naturalidad del orden social vigente, se ha ido enriqueciendo con cada
transformación que éste ha sufrido; con la aparición de nuevas contradicciones
y fallas que lo van haciendo más complejo y a la vez más desigual y
excluyente.
Al mismo tiempo, la amplitud del movimiento popular, su
diversidad y riqueza política, cultural y social, se va renovando y ampliando
su propuesta.
Así, a la clase obrera tradicional, se suman los pobladores
urbanos; los y las jóvenes como actor social con sus propias reivindicaciones.
Los cristianos progresistas; defensores y defensoras del medioambiente,
mujeres, divergencias sexogenéricas y pueblos originarios que, contra una
simplificación grosera enmascarada en el concepto de libertad para escoger,
reivindica la diferencia y su derecho a construirse a sí mismos como sienten y
aspiran ser.
Esa misma amplitud de la candidatura de Jeannette por lo tanto se remonta a un mismo
acontecimiento histórico que niega la apropiación por parte de la elite
económica y cultural del sentido y resultados de la lucha por la independencia,
la soberanía y la democracia. Acontecimiento reiterado a todo lo largo de
nuestra historia en diversos momentos en que ha sido posible concebir la democratización
de la sociedad y ampliar su contenido y propuesta. Posibilidad contenida en las actuales circunstancias producto
del agotamiento del neoliberalismo y la institucionalidad política que nos
heredó la transición y que para la derecha plantea el desafío de proteger los
privilegios que el modelo garantiza cada vez con más dificultades.
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