lunes, 20 de enero de 2025

La batalla por la legitimidad

Otto Dix. Mis padres, 1921


La  resolución que ha tenido hasta ahora, la negociación en el Parlamento por la reforma del sistema previsional, terminó en una discusión acerca de su legitimidad.  Los representantes de Chile Vamos así lo han declarado en varias ocasiones; su objetivo es devolvérsela y cerrar de esa manera la grieta por la cual pudiera reintroducirse el germen de un nuevo levantamiento popular como el del 18 de octubre. Las autoridades del gobierno y dirigentes de  las coaliciones oficialistas, para argumentar una incapacidad a todas luces decepcionante tomando en consideración el tamaño de la tarea. 

A la ministra Jeanette Jara, a la vista  de los resultados obtenidos hasta el momento, le tocó "bailar con la fea" considerando la enorme responsabilidad que cargó en sus hombros, sobre los que finalmente descansa el compromiso de realizar cambios en favor de trabajadores y pensionados y especialmente mujeres triplemente discriminadas, como trabajadoras, como mujeres y luego pensionadas en condiciones de extrema pobreza. Y al mismo tiempo explicar los alcances y significado reales de lo avanzado hasta el momento sin renunciar a dicho compromiso. Es una actitud que contrasta con el oportunismo, la verbosidad y las medias tintas de otros. 

En buena hora que la discusión sobre la legitimidad y los fundamentos del sistema previsional siga abierta y es lo que habrá que profundizar para ir poniendo en claro la correlación política en la que se ordenará la lucha por la dirección de la sociedad chilena que seguirá al neoliberalismo en el futuro. Por esa razón el discurso buenista sobre el consenso y las bondades del diálogo se vuelve cada vez más contradictorio y  falso y el debate posterior a la aprobación de la idea de legislar en el senado, más ríspido.

En primer lugar, es reconocido por todos que el sistema de AFP's va a seguir existiendo pese a la intención original del gobierno y de las coaliciones políticas que lo sustentan, de acabar con ellas. Reconocimiento de una incapacidad; en sentido contrario, expresión del poder que tienen las concepciones políticas y culturales dominantes de moldear el sentido común; pero también del desgaste de su legitimidad y del riesgo que ello implica para la sustenatibilidad del sistema. Son todos factores que lo explican pero que no alcanzan a justificar la reivindicación de un triunfo. 

Este empate debiera resolverse, pues, en el plano de la moral y la cultura. De ello da cuenta el contenido y el tono que ha ido adquiriendo el debate posterior y las recriminaciones mutuas acerca de la sinceridad de los suscriptores. Desde este punto de vista, lo avanzado hasta ahora en el trámite de la reforma previsional no hará más que generar unas nuevas condiciones para continuarla, no su conclusión.

La defensa de la reforma no es suficiente, por esta razón, para generar una alternativa a su actual situación. De ahí, por ejemplo, que la candidata presidencial de la derecha tradicional se enrede en un discurso contradictorio y sibilino que está empezando a dejar al descubierto su compromiso con las bases ideológicas, doctrinarias y de clase del sistema de AFP´s y  al mismo tiempo, lo contradictorio que esto es con las aspiraciones de la sociedad de cambios estructurales a un sistema empobrecedor y excluyente.

De ello está sacando ventaja, por el momento, la ultraderecha que con toda seguridad va a terminar fagocitándola, tal como ha pasado en Argentina durante el gobierno de Millei en que LLA se lleva a vista y paciencia la feligresía de Macri de un PRO cada vez mas desgastado y poco creíble. 

Que esta contradicción se vaya a resolver en el plano de la moral significa -contrariamente a lo que supuso una noción chapucera y superficial dominante en amplios sectores de la izquierda en los noventa- que ello es un problema de masas, no es la oposición entre sistemas de valores opuestos. Son formas de relación social; de las clases entre sí y de estas con el Estado las que están en los fundamentos del debate y las que finalmente los van conformando como resultado de las miles y millones de interacciones que realizan los seres humanos. 

El diálogo y el acuerdo son una de las formas de expresión que estas asumen; el conflicto y la contradicción también. Y no solamente entre diversos actores del sistema político. Estos representan su forma más elaborada quizás pero no la última y definitiva. Será la que protagonicen las masas, en sus más variadas formas, las que finalmente resuelvan los que prevalezcan en la sociedad posneoliberal en la que el sistema previsional, por esa razón, expresará una nueva forma de relación entre empleadores, Estado, trabajadores y personas mayores basadas en el respeto por la dignidad de la persona humana, la igualdad y la libertad para desarrollar su proyecto de vida y no el lucro los que estén en el centro. 

Se trata de un desafío para el movimiento sindical, la izquierda y el movimiento social en sus más variadas expresiones. No hacerse cargo de éste, una promesa segura de intrascendencia y un favor para las pretensiones del fascismo. 

martes, 14 de enero de 2025

salir del asombro

Guilermo Núñez. Sin título IV. 2019


Comenzó el año 2025 con una importante noticia, que no es precisamente la del fin del sistema previsional heredado de Pinochet ni la del surgimiento de un movimiento de masas que ponga contra las cuerdas al odiado neoliberalismo. Menos épica; quizás más sórdida y en todo caso, más truculenta es la trama alrededor del juicio en que se sientan en el banquillo de los acusados connotados operadores, asesores financieros, corredores de la bolsa y abogados de la plaza, incluyendo por cierto al ya mítico José Luis Hermosilla. Los hedores indisimulables ya afectan a diferentes protagonistas del sistema financiero quienes ya no pueden seguir disimulando su connivencia y la comunidad de intereses que representan.

Todo ello, ante la aparente indiferencia de la opinión pública, más preocupada según los medios, por la seguridad y la inflación. Los representantes de la sociedad en el sistema político, salvo honrosas excepciones, parecen objeto de un tropismo originado por estos y no por una voluntad orientada a la consecución de un fin. En el mejor de los casos, los motiva una aspiración oportunista y superficial por la reforma del régimen político, que pasa por alto que son los que la promueven, los identificados por la sociedad, precisamente, como su principal obstáculo.

En este sentido, resulta altamente sospechoso. Y más sospechosa aún, la aparente diversidad entre su crisis de legitimidad con la del sistema financiero envuelto en una trama de estafas y latrocinios presentados por la prensa del sistema como si fuera el guion de una serie de Netflix. No hay en este sentido una sola explicación racional del asunto y todo aparece envuelto con una apariencia de sentimentalismo, dudosa moralidad y efectismo que tienen como finalidad maximizar las ventas y la captura de audiencias, nunca la promoción de un debate acerca de sus causas y la sanción social, política y moral que debieran conllevar y recaer sobre sus responsables.

El escenario ideal para el surgimiento de discursos de odio; recetas simplonas; llamados al orden y demagogos como Millei, Trump, Bolsonaro o Bukele. Se coordinan internacionalmente; actúan en forma matonesca amenazando gobiernos, difamando, haciendo gala de la charlatanería más pedestre para difundir su recetario, mezcla de nacionalismo, privatización, individualismo y discriminaciones de diverso signo. Los multimillonarios que los financian y para quienes trabajan, intervienen directamente en política apoyando fascistas, admiradores de Hitler y Mussolini, ante una tolerancia escalofriante o una confusión del resto del espectro político que no acierta a reaccionar aún.

De ello ya se dan cuenta connotados representantes de la vieja guardia de la democracia de los acuerdos sin salir de su asombro. La derecha tradicional no solamente los tolera sino que los utiliza como última barrera de contención o simplemente sucumbe ante su incapacidad de ser una lo suficientemente eficiente, para terminar abdicando ante su prepotencia, el apoyo de los grandes capitales, la industria de la entretención masiva, las comunicaciones y la información. Por esa razón, su vieja receta de buscar un término medio, un centro inconcebible en estas circunstancias, basada en la defensa de los supuestamente más exitosos veinte o treinta años de nuestra vida republicana no conmueven a nadie excepto a ellos mismos, de lo que da cuenta la asombrosa -por lo extravagante- declaración del ex presidente Frei R.

La dignidad de Claudia Scheinbaum, Gustavo Petro; la consolidación del proceso bolivariano; el surgimiento de un mundo multipolar en el que el imperialismo representa en la actualidad la sola defensa de sus restos de antigua opulencia durante la globalización neoliberal obligada a refugiarse en un nacionalismo demagógico y reaccionario, son señales de que derrotar al fascismo es posible y necesario. Sin embargo, ello no será el resultado espontáneo o natural de la evolución de los puros hechos o de tendencias inevitables. Se requiere voluntad; audacia política, espíritu unitario, pero especialmente la convicción de que va a ser el resultado de una lucha con los reaccionarios. Ellos están dispuestos a sacrificar a gran parte de la humanidad si es necesario con tal de resguardar sus intereses.