martes, 15 de junio de 2021

Desafíos del movimiento sindical

Ben Shahn. Demonstration. 1933



Todos los procesos históricos de cambio social y político, en el último siglo, han sido protagonizados por las luchas obreras y el movimiento sindical. El siglo XXI no será diferente.

Las primeras manifestaciones de resistencia al neoliberalismo global, de hecho, fueron convocadas por los sindicatos en Seattle en 1999 en contra de la OMC. El rol de los trabajadores en el resurgimiento de la izquierda en Brasil, del vasto y diverso movimiento que lleva al triunfo del MAS en Bolivia, la derrota del menemismo en la Argentina y posteriormente de Macri, son protagonizados en gran parte también por los trabajadores y el movimiento sindical.

El 2011 en Chile, si bien el movimiento estudiantil y juvenil juega un rol protagónico, los trabajadores y las organizaciones sindicales fueron fundamentales en la defensa de las empresas del Estado, de la educación y la salud públicas; en las articulaciones territoriales que oponen resistencia a los megaproyectos energéticos que impulsa Piñera en su primer período.

Las movilizaciones contra el sistema de AFP’s, impulsadas por sindicatos y organizaciones de trabajadores, antecedieron también las movilizaciones feministas que encuentran en la conmemoración del 8 de marzo del año 2019 una de sus máximas expresiones y que es, sin duda, el preámbulo de las masivas movilizaciones que le han sucedido. 

El ciclo histórico inaugurado por las protestas de los secundarios evadiendo el metro, es la continuidad de este proceso, no un trueno que irrumpe inesperadamente en un cielo despejado, y se va a prolongar por varias décadas además.

Mientras las cifras de crecimiento económico expresaban el enriquecimiento de unos pocos, llegó un punto en que los bajos salarios no resistieron más endeudamiento como paliativo; el fracaso de las promesas de movilidad social a través de la educación expresado en la cesantía de miles de profesionales jóvenes –además, endeudados de por vida-, tiraron al tacho de la basura el relato de la meritocracia.

Finalmente, la miseria de los ancianos se le apareció a millones,  como una escalofriante amenaza del porvenir que depara a todos el sistema de pensiones basado en la capitalización individual.

En pocas palabras, la desigualdad que reproduce y profundiza el neoliberalismo, quedó en evidencia y ni toda la manipulación mediática, ni los mares de tinta gastados por columnistas y periodistas del sistema pudieron seguir ocultándola o explicarla sin caer en los galimatías más absurdos e incomprensibles.

Ello pues dicha desigualdad es la expresión más radical de la división de la sociedad en clases sociales, clases poseedoras y clases que sólo tienen para sobrevivir su fuerza de trabajo -incluyendo a amplias capas de los llamados "sectores medios", compuestas por profesionales, técnicos y pequeños propietarios cada vez más dependientes del capital o simplemente barridos por éste.

La desigualdad no es, pues, un resultado inesperado de malas decisiones o de políticas incorrectas. Es precisamente la expresión de una sociedad basada en la apropiación privada del producto del trabajo de todes en beneficio de unos pocos.

La superación del neoliberalismo es ,pues, la superación del carácter clasista de la sociedad actual y no solamente la corrección de ciertos "excesos" o externalidades negativas del mercado.

La votación del plebiscito constitucional del 25 de octubre del año pasado, marca el fin de la Constitución de Pinochet y representa la derrota más profunda que haya sufrido la derecha chilena en décadas, es cierto. Pero además, es expresión del desbordamiento social del pacto que en 1989 definió los contornos del neoliberalismo criollo.

En efecto, el hecho de que se identifique la desigualdad, el abuso, la exclusión y la discriminación; el autoritarismo y la burocracia con la Constitución y no con una falla accidental o una condición contingente, demuestra que chilenos y chilenas ven mucho más que su condición individual y de que la interpretan correctamente como el resultado de sus relaciones con otros y otras y que se ven a sí mismos como parte de una totalidad mayor.

Es precisamente a esta necesidad a la que debe responder el sindicalismo en la actualidad. Un sindicalismo que sólo se ve a sí mismo como una línea de defensa de los derechos de trabajadores y trabajadoras, incluso en todos los ámbitos de la vida social y política, pero que pierde de vista que estos se dan en el contexto de unas relaciones sociales y que generalmente están en la relación inversamente proporcional al beneficio y acumulación de riqueza y poder de las clases dominantes de la sociedad, está condenado a la irrelevancia.

Por ello Chile necesita un sindicalismo que incida en el manejo de la pandemia, desafío que sobrepasó política y moralmente al gobierno de Piñera en sus inicios y ante lo cual ya nada le queda por hacer, salvo reconocer su fracaso y entregar la responsabilidad a quienes sí tengan voluntad y política para hacerse cargo de ella en favor de trabajadores y trabajadoras, las familias, los excluidos y no los dueños de fantasilandia.  

Un sindicalismo que incida en el proceso constituyente aun sin representación formal en la Convención. Para eso, sin embargo, se requiere voluntad, audacia, creatividad, espíritu unitario y menos chovinismo. 

La recuperación de la economía después de la pandemia va a determinar el desarrollo de los acontecimientos por décadas. Y esta no será la excepción, va a generar grandes confrontaciones entre quienes van a continuar sosteniendo la prioridad de sus intereses de clase, como los de toda la sociedad. La sentencia majadera de que son los empresarios los que crean riqueza y empleo, repetida hasta el cansancio en los últimos treinta años, se va a expresar ahora además no ya con el tono docto y académico con el que se sostuvo en los noventa. 

Es bastante previsible que va a ser la estulticia del fascismo la que la va a sostener y que su falta de argumentos y razones, va a ser reemplazada por violencia física y verbal. 

Los desafíos del movimiento de trabajadores; del sindicalismo y las centrales son del tamaño de las necesidades de una sociedad en transformación. Un país nuevo está naciendo y su responsabilidad no es ya solamente la defensa de las fuentes de trabajo y el salario o la seguridad de los trabajadores y trabajadoras, sino la transformación de la sociedad. 

jueves, 3 de junio de 2021

La norma de los dos tercios: el potro de la constituyente

 

Richard Hamilton ¿Qué es lo que hace que las casas de hoy sean tan diferentes, tan atractivas? 1958




Después del terremoto que significó para la derecha el resultado de las elecciones del 15 y 16 de mayo, resulta una incógnita lo que le queda por hacer. Evidentemente, lo que está en juego es mucho para el sector y sus representados: "las libertades que con tanto esfuerzo hemos logrado en los últimos veinte años" dijo el 2011 el entonces presidente de RN, Carlos Larraín. 

Libertad para los empresarios -se entiende- de explotar inmisericordemente a trabajadores, trabajadoras y al medioambiente, hasta sacarles la última gota de sudor y savia, con tal de acrecentar sus extraordinarias ganancias

Por lo pronto, se puede avizorar desde ya que va a hacer lo que históricamente ha hecho en contextos similares y lo que ha aprendido de la experiencia de resto de las derechas latinoamericanas en el pasado reciente: conspirar y preparar su retorno al poder y en lo posible, evitar que los cambios que con toda probabilidad va a sufrir el país, los perjudiquen. 

Con la sangre fría y el aplomo que les da la experiencia de haber sido el sector político y de clase hegemónico de este país desde que se formó como República, no se ha amilanado ni lo hará frente al histórico revés que sufrió hace un par de semanas atrás. Lo concreto es que a duras penas, alcanzó un veinte por ciento de la Convención Constitucional lo que no le alcanza para vetar las transformaciones a las que el pueblo aspira. 

Le faltan catorce votos para eso y se ve difícil que los logre, por mucha política de alianzas que haga y además, porque los partidarios de la democracia de los acuerdos que sobreviven en la oposición, también fueron estrepitosamente derrotados. Eso, sin embargo, ¿es suficiente como para cantar victoria? Hay cierto optimismo -un poco ingenuo tal vez- que va desde la indiferencia a lo que pueda la derecha hacer en la Convención, pese a no tener el tercio, hasta una confianza un poco exagerada en la mayoría electoral abrumadora de la oposición. 

Pero lo cierto es que esa mayoría aplastante, expresión para algunos de la “multitud” de desposeídos, excluidos, desheredados, discriminados, endeudados, y explotados chilenos y chilenas, se manifiesta a través de un diverso y abigarrado conjunto de demandas hacia el Estado y no en un proyecto de sociedad y modelo de desarrollo. 

Justamente, la necesidad de que sea el conjunto de la sociedad quien lo debata y construya,  considerando toda su riqueza y diversidad, es lo que expresa la convención aún con todas las limitaciones que se le impuso desde un principio, incluidos los dos tercios. Pero puede ser también el ecúleo que termine por hacerla trizas.

En efecto, el problema ahora no es la capacidad de veto de la derecha, ni el riesgo de que pirquineando por aquí y por allá, consiga los catorce votos que le faltan. El problema ahora, dado el megaquórum establecido en la ley 21200, es la posibilidad de que éste no se alcance en lo que tiene que ver con importantes materias  y la convención termine en un aborto constitucional.

Evidentemente, el interés de la derecha es precisamente el fracaso de la Convención, pese a sus farisaicas declaraciones, y en ese sentido, el quórum, y no su poder de veto, actúa ahora como un obstáculo para cualquier cambio. Por cierto, las cuatro quintas partes de la convención son más que suficientes para derrotarla, pero considerando la especificidad de intereses representados en ella, la posibilidad de concretarla no es pan comido. Y también, la posibilidad de que esa mayoría sufra escisiones que terminen actuando también como un factor de contención. 

Las clases medias, como se les ha denominado comúnmente, en este sentido, serán un campo de disputa cultural e ideológico privilegiado del conservadurismo político, para lo que cuenta con una potente maquinaria propagandística y cultural que son los medios de comunicación de masas. Radio, televisión, prensa escrita, industria de la entretención masiva, indudablemente se pondrán del lado de los perdedores y serán esenciales a la hora de legitimar a esa minoría reaccionaria. 

En toda América Latina ha sido así. Lo mismo la movilización de esos sectores permeables de la población a los encantos de la cultura neoliberal, que en este caso van a ser convocados con toda seguridad por la derecha,  como fue en Bolivia y Venezuela, y más recientemente en la hermana República Argentina tras la bandera anticuarentenas,  para boicotear la Convención. 

En el debate del Reglamento entonces, está parte importante de las posibilidades que le quedan todavía a la derecha y la reacción, que con el hipócrita argumento de la sostenibilidad de las reformas, la unidad, representatividad y la amplitud que deben representar, esconde precisamente su desprecio por las mayorías. La norma de los dos tercios por lo demás, no es la única que puede entorpecer la construcción de mayorías y disimular las componendas que en ciertas materias del debate constitucional, pudieran intentarse. 

Las mayorías, perfectamente, si es que no es el caso que se expresen en la Convención electa, debieran manifiestarse a través de mecanismos de democracia directa como plebiscitos para resolver materias en que ésta no llegue a acuerdo. Además, es una forma eficiente de salir al paso de los intentos de los sectores conservadores de deslegitimarla a través de una acción desestabilizadora. 

La batalla de la Convención no está ganada pese a los primeros triunfos del plebiscito y la elección de convencionales. Hay que asegurar su éxito, que debe ser el resultado de la participación directa del pueblo y que consiste en superar el corset del reglamento. La unidad de los demócratas será expresión precisamente de esa movilización popular y la forma que adopte el nuevo consenso que emerge de las ruinas del modelo neoliberal y la Constitución pinochetista.