viernes, 28 de octubre de 2016

Antecedentes que es necesario considerar

Hernán Ramírez Necochea




“Después de las elecciones de 1925, continuó funcionando la Asamblea Nacional de Asalariados de Chile y se estimó que en ella debía surgir una especie de coalición o frente popular permanente –para el que surgió el nombre de Unión Social Republicana de Asalariados de Chile (USRACH)- encargado de encabezar la lucha unitaria de la clase trabajadora; a este respecto en el periódico ‘Justicia’ se señaló que las elecciones habían dejado una experiencia al proletariado: habían demostrado el valor de su unidad y la necesidad de impulsarla y profundizarla; ‘su acción ahora debe encaminarse a la USRACH para oponer a la represalia política, de un extremo al otro del país, una organización fuerte y respetada’. Siguiendo esta línea, el 11 de noviembre el Comité Ejecutivo Nacional de la Asamblea Nacional de Asalariados puntualizó en un manifiesto que la USRACH ‘ya es una fuerza y ha de ser cada vez más poderosa hasta que no deje ni vestigios del poder burgués’.






Sobre la base de estas ideas expuestas (…) un grupo de elementos de las capas medias (…), formuló el propósito de crear la USRACH con el carácter de un partido que integrara elementos obreros dispersos que había en el país con elementos de las capas medias y de la pequeña-burguesía. El Partido Comunista, en cambio, sostuvo que debía ser una especie de alianza, frente o coalición de fuerzas populares que, sin fusionarse, tuvieran un alto grado de cohesión. No fue posible conciliar ambos criterios. Así la USRACH nació como un nuevo partido político popular.






La USRACH surgió con los caracteres inconfundibles de una agrupación reformista. Descalificaba concepciones de origen liberal-burgués con tintes socialdemócratas como los que servían de sustento ideológico al Partido Demócrata, desconocía o hacía caso omiso del marxismo, que inspiraba al Partido Comunista; en cambio, preconizaba un ideario fuertemente impregnado de anarco-sindicalismo(…). Eugenio González Rojas, entonces joven ideólogo del movimiento, afirmaba: ‘Somos, pues, enemigos declarados e irreductibles de las Cámaras Políticas, del actual sistema de sufragio y de los partidos existentes, desde el Conservador al Comunista. No queremos que se continúe la práctica mentirosa de elegir ‘representantes del pueblo’…El pueblo como fuente suprema de derecho público no existe. Lo que existe, en realidad, es un conglomerado viviente de fuerzas sociales, que es necesario coordinar en provecho de la prosperidad nacional, en una agrupación permanente de intereses que es imprescindible encauzar dentro de una severa justicia. Es por eso por lo que propiciamos la constitución de una Cámara Funcional, formada por delegados de todas las actividades vitales de la sociedad, elegidos por las respectivas organizaciones sindicales.’






En acuerdo con estos principios, la USRACH estableció en la Convención celebrada entre el 26 y el 29 de septiembre de 1926, que su finalidad era ‘combatir el régimen capitalista de producción y organización actual del Estado y procurar el advenimiento de una sociedad fundada en la cooperación y el sindicalismo. Propicia la liberación económica de los asalariados mediante la socialización de los medios productores y la transformación de las instituciones políticas y administrativas del Estado en organismos funcionales a base gremial. Sostiene que la realización de estas aspiraciones no será posible mediante la dictadura de una clase en la dirección del Estado, sino por la organización sindical de las fuerzas productoras y por la capacidad técnica y moral de los individuos. Consecuentemente con estas declaraciones, el Partido de los Asalariados propiciará la integridad del sindicato.’






De las descritas posiciones, la USRACH derivó hacia una posición política cada vez más coincidente con el ideario fascista, con lo que en Chile se dio un fenómeno similar al de otros países. De ahí que en un manifiesto publicado el 5 de marzo de 1927, su directiva expresara: ‘Repudiamos las Cámaras Políticas por ser organismos retardatarios e ineficaces. No es posible esperar que los partidos y los parlamentos modifiquen sus procedimientos ajustándose a la moral social y a la convivencia pública. La podredumbre afecta las raíces mismas del sistema. Es necesario ir francamente a la organización corporativa del Estado.’






En la práctica la USRACH coincidió con la argumentación básica manejada por Carlos Ibáñez entre octubre de 1926 y mayo de 1927, con lo cual -de hecho- concurrió a pavimentar el camino a la dictadura; se negó a hacer causa común con el Partido Comunista y el movimiento obrero para enfrentar los peligros representados por la instauración de un régimen dictatorial. Pero no sólo eso: en mayo de 1927 contribuyó a la elección de Ibáñez como Presidente de la República.






La USRACH tuvo, en realidad, una vida efímera y muy escasa significación; representó la tentativa de un conjunto de elementos pertenecientes especialmente a las capas a medias, por constituir un partido de trabajadores de carácter francamente reformista, inspirado en una ideología anarcosindicalista con fuertes ingredientes ideológicos fascistizantes. Su importancia radica en que constituyó una de las raíces –relativamente lejanas- del Partido Socialista de Chile; en efecto, muchos de sus militantes concurrieron, con posterioridad al 26 de junio de 1931, a formar diversas agrupaciones que se fusionaron entre sí (…) para fundar, en 1933, el Partido Socialista de Chile.”







Hernán Ramírez Necochea. Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Editorial Progreso. Moscú 1984. Capítulo VI: Fracaso del reformismo burgués y dictadura (1924-1931). 4. Desarrollo de tendencias reformistas en el movimiento obrero. Págs. 182 a 185.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Elecciones municipales. Mucho ruido, ¿pocas nueces?



Francisco Goya y Lucientes. El aquelarre


El fin de semana se llevaron a cabo las esperadas elecciones municipales. ¿Cuáles son los datos que deja? 

Primero, una altísima abstención; en segundo lugar, el triunfo de la derecha en municipalidades importantes del país, y especialmente de la RM; la superioridad de la NM en la elección de concejales frente a la derecha; la aparición de nuevos lideres y referentes, tanto en concejales como alcaldes en comunas emblemáticas como Macul y Valparaíso.

Ante este resultado, las reacciones han sido profundamente destempladas. Ello, probablemente, por la ansiedad que provoca la cercanía de la elección presidencial y parlamentaria y el significado que todo el mundo le atribuyó a esta elección desde ese punto de vista.

En efecto, la elección municipal fue puesta como un hito para definir lo que muchos llamaban “un cambio de rumbo”, un “giro político” y términos por el estilo. 

En resumidas cuentas, toda la alharaca en torno al resultado de las elecciones municipales, tiene su explicación en que debía haber determinado las condiciones en que todos los sectores políticos enfrentarían lo que resta del actual período presidencial y la fuerza que tienen para proyectarse.

La derecha celebra el triunfo en comunas importantes, como Punta Arenas, Santiago y Providencia pero omite que en concejales apenas subió tres o cuatro puntos y que todavía está lejos del cincuenta por ciento que necesitaría para disputar el gobierno en una próxima elección presidencial. 

Dichos triunfos se dan, como han señalado dirigentes de la NM y del Gobierno, por desorden e indisciplina de la coalición oficialista, errores en la conducción del gobierno y en su relación con la coalición. Pero también por una incapacidad de generar recambios y por el contrario, presentar candidatos deagastados, más identificados con la política de los años noventa que dirigentes jóvenes y con  ideas nuevas; ex ministros, ex diputados o alcaldes octogenarios que iban a la reelección.

Ciertamente Piñera aparece como el articulador del supuesto triunfo y si como dice el viejo y conocido refrán “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, aparentemente, no tiene contendores de peso en su sector. Para RN y la UDI ser los partidos más votados, es un balón de oxígeno que probablemente los va a mantener unidos y con vida por un tiempo más, pero es difícil predecir todavía lo que vaya a pasar con ellos.

En el caso de la NM, la interpretación del resultado del domingo tiene que ver con las disputas por su dirección en lo que resta del período de la presidenta Bachelet. Todo el coro de liberales y viudas de la transición pactada se ha levantado para llamar al orden; poner freno al ímpetu reformista, volver a la moderación, las reformas bien hechas -o sea, inocuas- y dedicarse a administrar en lo que resta de este gobierno.

Rossi, Walker, Zaldívar, Ottone y Tironi; el conocido columnista de El Mercurio Carlos Peña, todos lo han hecho con un entusiasmo que raya en la sobreactuación, considerando los resultados del domingo.

Sin embargo, tampoco las fuerzas de izquierda y más comprometidas con la implementación del programa y el éxito del Gobierno de la Presidenta Bachelet ha logrado un triunfo que le permita imponerse en la dirección del gobierno.

La explicación más probable está en los ochocientos mil electores que no asistieron a las urnas. Es ese el fenómeno que más debiera preocupar a los partidos, dirigentes sociales y políticos comprometidos con los cambios. De hecho, su resultado en concejales tampoco es bueno.

Esto es probablemente expresión de un descontento que no tiene dirección política; de una desafección con la institucionalidad vigente que no se expresa en objetivos ni propuestas y que no se identifica con ninguno de los partidos de la NM. 

El surgimiento de fuerzas y liderazgos políticos de izquierda fuera de la NM, como en el caso del triunfo del Movimiento Autonomista en Valparaíso es una excelente noticia. Pero tampoco logra capitalizar esta desafección y como en el resto del espectro político, esta elección debiera servirle para sacar conclusiones.

De hecho, poco antes de la elección, el académico de la Universidad de Chile, Carlos Ruiz E., se había separado del sector del diputado Boric, precisamente por su apreciación de que incursionar en la lucha política e institucional era un error o incluso una deformación del proyecto autonomista original. 

Claramente se equivocó a menos que pretenda seguir reuniéndose en pequeños círculos de intelectuales y de activistas sin capacidad de incidir en nada. En el caso del Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, algo parecido, con el agravante de que lo hace en un lenguaje tan soez que se descalifica a sí mismo.

Entonces qué deja la elección municipal. Ciertamente un escenario de mucha dispersión. La expresión de un descontento vago y abstracto.

Un escenario peligroso ciertamente, de mucha incertidumbre a no ser que se le de una dirección. La que no es otra que la de completar las reformas pendientes de esta administración. En segundo lugar, la unidad de la izquierda y de todas las fuerzas comprometidas con dichos cambios: tanto la que está dentro como más allá de la NM.



jueves, 6 de octubre de 2016

La cultura dominante y la lucha política





Hieronymus Bosch, El jardín de las delicias

En la cultura es donde radica, hoy por hoy, el mecanismo más poderoso del sistema dominante para impedir su reforma.

Dicha cultura se manifiesta a través del individualismo, que es una de las características más importantes del liberalismo imperante desde los años noventa. 

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el apoliticismo; la búsqueda de la satisfacción inmediata a partir de la iniciativa individual, nunca colectiva. 

Aun planteándose problemas compartidos por cientos y miles de individuos, la búsqueda de dicha satisfacción no es vista más que como la posibilidad de que esos cientos y miles y millones de individuos la obtengan, en el mejor de los casos, simultáneamente pero nunca como resultado de una acción motivada en un proyecto común de sociedad.

En sus versiones posmodernas se expresaba por una parte en el repertorio de problemáticas comúnmente denominadas, en los noventa del siglo pasado, "emergentes", las que no tendrían vínculos orgánicos o estructurales entre sí. De esa manera, la politización de esas luchas estaba sujeta, y lo sigue estando, a la buena intención de algún actor político.

El discurso y propuesta autonomista ha tratado de llenar este vacío transformando esta característica estructural del modelo de dominación vigente, en una forma de construir movimiento social

Sin embargo, a más de veinte años, parece que esos intentos solamente han servido para la reproducción y sobrevivencia de pequeños colectivos de izquierda y ni un solo sujeto social.

De hecho, movimientos sociales se seguirán formando y desapareciendo espontáneamente, por las innumerables contradicciones que va generando el capitalismo como forma de dominación y cultura, en todos los ámbitos de la vida social.

En efecto, la primacía de lo individual por sobre lo colectivo, conlleva una permanente conflictividad y opone constantemente al individuo o a grupos de individuos particulares, con el orden social vigente generando movimientos sociales autónomos por todas partes.

Difícilmente algún sector político podría arrogarse su paternidad y representatividad. Hacerlo, de hecho, constituye una contradicción en esencia del planteamiento autonomista y podría explicar también las dificultades de este sector de incursionar en la lucha política e incidir más decisivamente en ella.

En tercer lugar, el nomadismo cultural, como se le ha llamado, que no es otra cosa que la primacía de la “particularidad” por sobre lo colectivo, lo que se expresaría en desarraigo, falta de identidad y débiles vinculaciones con cualquier grupo. Luego, por ese permanente deambular de los individuos entre diversas identidades culturales, lo difuso de las fronteras entre una y otra, y por su inestabilidad. 

Esta característica de la subjetividad bajo el neoliberalismo, ha sido reivindicada incluso por las estéticas posmodernistas, por el diseño, la publicidad y los medios de comunicación de masas. Al mismo tiempo, sin embargo, se presentan como un verdadero dolor de cabeza para el diseño de políticas educacionales y de inclusión social en los marcos del sistema neoliberal.

Carlos Marx, hace ya casi doscientos años, señalaba que la contradicción fundamental de la sociedad capitalista es la que existe entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de lo producido por el trabajo humano. Los seres humanos entran en relación por lo tanto sólo en función de intercambiar lo que unos poseen y otros necesitan y no poseen. Luego, por la primacía del valor de cambio por sobre el valor de uso. 

Esto bajo el predominio del neoliberalsimo, ha llegado a extenderse hasta el paroxismo y a todos los ámbitos de la vida social y la cultura. Desde la producción de bienes materiales, productos tecnológicos y manufacturas de gran sofisticación hasta conocimiento, ciencia, tecnología y obras de arte.

Todo lo producido en nuestras sociedades no se concibe sino sólo como resultado del esfuerzo individual, o el de colectividades particulares, una etnia; un grupo etario o generación; pequeñas identidades regionales, culturales y sobre todo clases sociales, que intercambian entre sí todo tipo de productos:  materiales, estéticos, tecnológicos, informaciones y así hasta el infinito.

O que entran en conflicto por la contradicción inherente a la sociedad y que consiste en su tendencia inevitable a integrar y socializar en función de valores privados o de una clase social, con exclusión de los de toda la sociedad, obligando, a su vez, a los individuos y a dichos grupos sociales a entrar en una relación exclusivamente mercantil.

Ello, generando desigualdad, exclusión, desarraigo y conflictividad social en forma permanente.

La lucha contra el modelo, es finalmente una lucha contra esa cultura que pone el interés privado por sobre el colectivo; que desarticula, que hace de la vida social, la reunión de un montón de fragmentos; una cultura que se basa en el intercambio entre individuos o grupos de individuos única y exclusivamente motivados por la satisfacción de sus necesidades particulares y no por el interés colectivo.

Difícilmente, eso se puede hacer a partir, precisamente, de la reivindicación de la autonomía de lo particular; ignorando las complejas relaciones entre lo particular y lo general, la lucha social y la lucha política o poniendo entre ambas, una barrera infranqueable y reivindicando precisamente esas fronteras entre lo local y lo nacional, lo particular y lo general, lo social y lo político como naturales.

Colocando las reivindicaciones más maximalistas y radicales  como las únicas consecuentes y legítimas pues el sistema, de acuerdo a este naturalismo de lo social, impediría la realización de cualquier conquista social o política. Obviamente, más de cien años de historia de luchas obreras y populares desmienten esta visión tan ingenua.

Tampoco se puede hacer sembrando la desconfianza en quienes intentan organizarse, plantearse proyectos colectivos de cambio global e incursionar en la lucha política, sean sindicatos, centros de estudiantes, partidos, colectivos y/o juventudes políticas. 

Para que haya un verdadero cambio cultural debe haber un cambio en nosotros mismos y combatir desde lo que somos esa desconfianza, esa desesperanza aprendida por décadas de dominación política, social y cultural.