domingo, 31 de marzo de 2024

Un tercio y más

Equipo crónica. El alambique, de la serie La recuperación. 1967

 

Todas las mediciones realizadas desde que asumió el gobierno Apruebo Dignidad junto a Socialismo Democrático, han sido consistentes en cuanto a la base de apoyo que tiene. Esta ha oscilado entre el 28 y el 32 o 33 por ciento. Tanto la derecha tradicional como la nueva derecha y la extrema derecha, han tomado nota y manifestado de diferentes maneras su preocupación al respecto.   

Ello, pues esa base de apoyo se ha mantenido inalterada pese a la agresiva campaña de distorsiones, ataques y bloqueo legislativo a los que ha debido hacer frente. Actos que se manifiestan al borde de la institucionalidad y que han sido tolerados por razones que se han transformado en puros hechos casi, pero que no excusan el trasfondo peligrosamente ambiguo por el que se abre paso y asecha un neofascismo que tiene en vilo a la derecha tradicional y se propone instaurar un orden mezcla de individualismo radical, intolerancia y libremercado desenfrenado. 

Dicha transformación de la resistencia derechista a los cambios en un puro dato de la causa sin contenido alguno, se expresó en el pasado en la famosa tesis de la "democracia de los acuerdos", la que pasó por alto las privatizaciones truchas de la dictadura, la famosa deuda social del Estado -la que incluía varias deudas históricas, entre ellas con las universidades estatales, los profesores y profesoras, los campesinos y los pequeños agricultores, etc-, el desmantelamiento de los servicios públicos y su transformación en lucrativos nichos de negocios privados y por cierto, la impunidad de la mayoría de sus crímenes. 

El consenso, la estabilidad y el orden se convirtieron en el fin de esa política precisamente como una forma de mantener un cierto equilibrio resumido en la idea de la "gobernabilidad democrática".

Para unos, como una manera de garantizar las posiciones de dominio y los privilegios de los que gozan los poderes económicos concentrados y que expresan la derecha y los conservadores en el plano político y para otros, como una forma de garantizar cambios graduales que favorecieran a la sociedad y que fueran duraderos, en lugar de un maximalismo inconducente -al menos así lo argumentaron por décadas-.

La derecha y los conversos han insistido de manera majadera, para referirse al gobierno de la UP, en la idea de un gobierno de minoría e indiferente a la construcción de acuerdos, distorsionando de manera grotesca la historia o tratando de justificar sus vueltas de carnero y las posiciones políticas que entonces sostuvieron. 

Pero la construcción de acuerdos, nunca fue para Allende ni para la Unidad Popular, un fin en sí mismo ni la garantía de estabilidad de un orden formal, sino una herramienta al servicio de la transformación. Allende nunca renunció a la búsqueda de acuerdos con la oposición a su gobierno poniendo siempre por delante los intereses del pueblo y los compromisos adquiridos con éste expresados en el programa de la UP y por el cual dio la vida.

De hecho, el día del golpe iba a anunciar un plebiscito para comenzar a elaborar una nueva Constitución, de manera que el pueblo, incluyendo a sus opositores, decidiera los destinos de la patria, aun ostentando una mayoría política y social que se expresaba en el gobierno, el movimiento campesino, sindical y juvenil; parte importante de los municipios y luego de marzo del 73, también del Congreso. 

Lo segundo es que los acuerdos, para la izquierda, la UP y el presidente Allende nunca significaron borrar su identidad en un consenso abstracto con pretensiones de superar las contradicciones de la sociedad. Solo un voluntarismo muy ideologizado pretendería eliminar las clases sociales y los intereses contrapuestos que son parte de la vida social y de la democracia, por medio de un acuerdo político firmado en el congreso o en un salón de eventos. 

En este sentido la movilización del pueblo es también otra de las condiciones que hacen de cualquier acuerdo una efectiva herramienta de progreso político y social y no una cocina, como lo caracterizó tan correctamente el ex senador Zaldívar hace algunos años en una frase tristemente célebre.

¿Qué es lo que pone, entonces, tan nerviosa a la derecha en la actualidad?  Primero su soledad y la imposibilidad de encontrar un interlocutor con el cual seguir acordando políticas que vuelvan a legitimar el orden imperante en los últimos treinta años y un poco más. Se ha tenido que conformar con un par de grupúsculos intrascendentes que se han terminado mimetizando con ella. Dicha imposibilidad de realizar un acuerdo por arriba es precisamente la circunstancia que, entre otras, facilitó el estallido de rebeldía popular de octubre de 2019.

El tercio inalterable que registran las encuestas y que pone nerviosa a la derecha, es el piso histórico del electorado que se identifica con la izquierda y que, en la última elección parlamentaria realizada antes del golpe de Estado en marzo de 1973, alcanzo al 43%, pese al sabotaje de la derecha y el imperialismo norteamericano.

Ese “tercio” que con la participación protagónica del pueblo a través de su movilización y tras objetivos democratizadores, de justicia social y redistribución del ingreso podría ser mucho más y como hace cincuenta años, cambiar la historia si se lo propone.


lunes, 25 de marzo de 2024

¿Hacia donde va la derecha?

Roy Lichtenstein. We rose Up Slowly. 1964



En las últimas semanas, la derecha ha sido protagonista de una velada lucha por la definición de su línea política y de la alianza que la representaría. En la misma medida que se refuerza la tesis de extenderse hacia el centro, que en realidad es una nueva derecha con pasado concertacionista, la ultraderecha se radicaliza. La posibilidad de un pacto que abarque desde Demócratas a Republicanos, se ve muy difícil, excepto probablemente el pacto por omisión en las municipales; y eso. 

Los anuncios de estos días de realizar una primaria entre la quizás más odiada y poco confiable dirigenta política que le regaló el argumento a la derecha para hacer trizas el acuerdo administrativo en el Congreso posibilitando la presidencia de RN en el Senado y de paso bloquear la posibilidad de que el PC asuma la de la Cámara de Diputados, y la histórica Evelyn Matthei, es parte del blufeo en esta negociación.

Evelyn Matthei, antes de ser candidata ya está desplegándose por el país y en la misma medida empiezan a manifestarse las críticas de sus potenciales aliados republicanos, quienes ya le recuerdan el tristemente célebre kiotazo en el que fue protagonista de una sórdida trama que incluyó espionaje, uso de recursos del Estado e involucró a las FFAA en la resolución de una controversia política por la definición de la candidatura presidencial de la derecha y que terminó afectando al que sería Presidente de la República posteriormente en dos ocasiones, el empresario Sebastián Piñera Echeñique. 

Personaje público que, junto con su primo y ex ministro del interior, se ha visto involucrado en la truculenta trama de tráfico de influencias protagonizada por un oscuro personaje, del tipo de Rasputin, que logró infiltrarse en las alturas del poder empresarial y político de la derecha y que, por lo descubierto en su teléfono, ha puesto en vilo la institucionalidad. 

Puro trigo para la santurronería de los republicanos, quienes se ufanan, igual como lo ha hecho la ultraderecha en todo el mundo, de permanecer impolutos frente a la corrupción que corroe al resto del sector y a parte del sistema político. Los escándalos protagonizados por alcaldes de RN y la UDI, por ahora, no han logrado hacer mella de Mathei pero es una carta bajo la manga que los republicanos van a sacar en algún momento.

Financiamiento ilegal; cohecho; soborno y promiscuidad en las relaciones entre empresas, partidos, Parlamento y en su momento, el gobierno de Sebastián Piñera, no han sido olvidados por la opinión pública y llegado el momento, le van a pesar a la alcaldesa de Providencia. 

Ella sostuvo que sería un suicidio llegar con dos candidatos de derecha a la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales, la crónica de una derrota anunciada en segunda vuelta. Lo único que no dijo es cuál sería su opción llegado el caso de tener que decidir entre un candidato de izquierda y uno de ultraderecha o derechamente fascista. Y no lo hizo porque la respuesta es obvia. La derecha tradicional, el piñerismo, comparte valores, concepciones de la economía y lo social con los republicanos, que ambos han logrado disimular hasta ahora, y que esperan seguir ocultando hasta las próximas elecciones presidenciales. 

Pero la oposición del piñerismo a la reforma tributaria; a la reforma previsional y su defensa de las AFP¨s y de las ISAPRES; su justificación de las violaciones a los DDHH cometidas durante la rebelión popular de octubre del 2019 así como antes la defensa de la impunidad de los criminales de la dictadura de Pinochet, le ha dejado abierta una grieta al neofascismo por la cual infiltrarse y legitimarse como parte del sistema democrático, “conservadores” tolerables para el liberalismo noventero.

Ante el emplazamiento de la ministra del trabajo a los empresarios para que paguen más, reaccionaron todos al unísono, el piñerismo, el neofascismo republicano y el batallón de economistas ensoberbecidos por la ideología neoliberal para justificar los bajos salarios, la desigualdad y las obscenas tasas de ganancia de los grupos económicos gracias a la tercerización. Un ejemplo evidente de cuáles son el tipo de alineamientos políticos vigentes y las razones que los motivan.

Por esa razón insistir en lograr a acuerdos con ellos es de un surrealismo supino. No sólo porque como demuestra el reciente incidente del senado, la derecha no está ni ahí con alcanzar alguno, sino porque seguir insistiendo en ellos, es seguir abriendo esa brecha por la cual se ha infiltrado la ultraderecha todos estos años.

La derecha se ha comportado durante mucho tiempo y se ha hecho evidente en las últimas semanas a propósito del caso Hermosilla, como una verdadera mafia. La inspiran valores y fines que se basan en la avaricia, el afán de lucro, y la avidez de ganancias fáciles y rápidas, que después se proyectan en una concepción de la sociedad y del Estado convertidas en políticas públicas que van a regir las vidas de todos y todas.

Por esa razón la disputa con la derecha es una disputa ideológica y moral. Ensombrecer el límite que la separa de los demócratas y progresistas es parte de su estrategia. La defensa del sofisticado sistema de abusos, exclusiones y defensa de privilegios presentados como intereses de toda la sociedad, unen a las oposiciones, desde demócratas a republicanos. La reciente experiencia argentina demuestra a las claras, que esa es finalmente su propósito, sea quien sea quien la represente y todo indica que lo más seguro es que la tradicional, termine de vagón de cola de su versión ultra. Las palabras de Matthei lo demuestran. 


martes, 19 de marzo de 2024

La derecha es derrotable




La conformación de su lista para enfrentar las elecciones municipales, ha dejado a las claras que en la derecha está desatada la lucha por la dirección del sector. Indudablemente, ésta adelanta lo que podría ser el tono en que se va a dar la definición presidencial. 

La posible candidatura de la icónica alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, sintetiza precisamente la tensión latente entre el momiaje, que se debate entre el fundamentalismo de los republicanos y un piñerismo que se empieza a asomar como la alternativa de renovación de la derecha tradicional. Nada nuevo bajo el sol, los mismos nombres de siempre; las chaquetas rojas y el discursito de la excelencia y la eficiencia para defender los bolsillos de los mismos, los Luksic, los Matte, los Angelini, los Cueto, los Solari y un par de ricachones más que se apropian del ahorro de los trabajadores a través de las AFP´s de las que son accionistas. 

Hasta ahora, pareciera que Chile Vamos lleva la delantera, especialmente después de la derrota de los republicanos en el último plebiscito constitucional. 

La derecha tradicional salió fortalecida de esa contienda pese al entusiasmo con el que defendió al adefesio de Luis Silva, Beatriz Hevia y los demás. Al día siguiente, en esa ocasión, sufrió un conveniente ataque de amnesia y salió a criticar el ultrismo conservador de la propuesta y en un intento desesperado, salieron horas antes todas las "feministas" del sector, fieles asiduas de las fundaciones de caridad y los exclusivos clubes que ayudan "mujeres vulnerables" a desmentir las acusaciones de machismo y conservadurismo moral contenidos en él -Mónica Zalaquet e Isabel Plá entre otras-.

La alcaldesa de Providencia, disciplinada y leal militante de la UDI y representante del piñerismo    -que como el ave Fénix pretende resucitar al sector para disputar la dirección del gobierno del Estado de la Nación- cumple con el perfil laico, de género y técnicamente probado como economista, en tareas de administración de importantes áreas del Estado como ministerios y municipalidades, para cumplir esta tarea tendiente a recomponer el sector y representarlo nacionalmente.

Pero no todo lo que brilla es oro, deben pensar los Kast lovers. El silencio que han guardado desde su derrota y su distancia de la conformación de la lista derechista para las elecciones municipales y los homenajes a Piñera; el tono con que se refieren diversos dirigentes del sector a las "oposiciones", no dejan dudas respecto de las diferencias profundas que lo cruzan. Excepto el singular exabrupto de la precandidatura del diputado Kaiser, nada da a entender que tengan aspiraciones en el corto plazo y lo más importante, ni siquiera interés en participar de un debate acerca de la definición presidencial de la derecha...por ahora.

Ir directamente a la papeleta, sin advertirle a nadie, podría ser una posibilidad realista. Matthei ha declarado que eso significaría la crónica de una derrota anunciada en segunda vuelta. Ojalá fuera así. Pero eso no depende solamente de la ingeniería electoral ni de una mejor definición de los demócratas.

Primero, no se puede ignorar que en esta ocasión el desafío es detener el avance de una ultraderecha que no se incluye dentro de los consensos democráticos mínimos que la humanidad construyó en el siglo XX. Ésta se ha infiltrado hábilmente en los espacios que la derecha tradicional ha dejado a lo largo de todo el período que nos separa del fin de la dictadura militar, espacios abiertos por su persistente negativa a las políticas de verdad, justicia y reparación; redistribución del ingreso; garantizar derechos a los trabajadores y trabajadoras. Ha defendido la discriminación en contra de las diversidades sexogenéricas a las que históricamente ha considerado desviaciones, de los jóvenes y los pueblos originarios a los que ha tratado de hacer calzar en su estrecho concepto de Estado nacional.

No se puede seguir insistiendo en grandes acuerdos que la toleran, luego la legitiman y finalmente le pavimentan de esa manera su avance a la Moneda.

En segundo lugar, se debe hacer protagonista al pueblo. La ingeniería electoral, el muñequeo y los acuerdos a puertas cerradas apenas si sirven para salir del paso, pero no para detener el avance del fascismo, derrotar la resistencia que la derecha ha opuesto a las reformas impulsadas por el gobierno ni menos cambiar de raíz al neoliberalismo.

 

martes, 5 de marzo de 2024

El fascismo a la vuelta de la esquina


Hyeronimus Bosch. El jardín de las delicias, detalle. El infierno. 1460-1466


Todos los días se acumulan las noticias que demuestran el avance del fascismo en el mundo. El botonazo de Franja de Gaza es suficientememnte elocuente como para ser interpretado. Hace poco se estrenó en Netflix, la producción neherlandesa "Voluntad", que resulta escalofriantemente similar a los acontecimientos cotidianos en medio oriente.Y no solamente en medio oriente. También en los Estados Unidos, donde masas de trabajadores blancos empobrecidos en los últimos treinta años, canalizan su frustración y rabia mediante la violencia hacia grupos históricamente discriminados como la población afroamericana y nuevas capas de pobres como los migrantes latinos, engrosando las filas de MAGA. 

En Europa el fortalecimiento de las fuerzas de ultraderecha y su avance electoral en Holanda, Italia, Bélgica, España y Alemania, se sucede con oleadas de manifestaciones de indignación y rechazo a las fuerzas reaccionarias, que mediante una ingeniosa aunque racionalmente pobre interpretación del fenómeno fascista de mediados del siglo XX, lo justifican ahora en una combinación exótica de privatización con proteccionismo y un apenas disimulado militarismo que ha usado a Ucrania como carne de cañón de sus afanes expansionistas hacia Europa del este.

En América Latina, Bolsonaro aun estando condenado, sin pasaporte para que no huya del país y con prohibición de ser candidato a cargos de elección popular hasta el 2030 por su participación en la planificación e instigación a la asonada de Brasilia para impedir la asunción de Lula, logra movilizar a miles y presentarse como la víctima de una persecusión política. Millei, combina el extremismo de sus políticas de ajuste, que ya están haciendo crujir a la Argentina, con el servilismo ante la ultraderecha norteamericana y una agresividad hacia el resto de los países de la región que es muy funcional a las pretensiones de esta última en caso de llegar el gurú del neofascismo mundial, Donald Trump, a la Casablanca. 

En el siglo XX, la lucha contra el fascismo no se limitó únicamente a la derrota de Hitler y Mussolini en la segunda guerra. Permitió también limitar las políticas y acciones de los países capitalistas que bajo la forma de guerras por mantener dominios coloniales en Africa y Asia, emprendieron la violación sistemática de los Derechos Humanos, recurrieron a la represión de movimientos de liberación; y promovieron a políticos corruptos en asociación con mafias locales para mantener sus posiciones de dominio. O en América Latina en los setenta, donde promovieron la instalación de dictaduras militares afines a los conglomerados económicos e instituciones conservadoras, dictaduras que hicieron de la represión a los opositores parte esencial de su política.

La exisencia de un campo socialista que representaba un sistema político, económico y social diferente, cumplía la función de demostrar que, en principio, el capitalismo no fue el único de los mundos posibles entonces y la derrota del fascismo, un componente ineludible de una estrategia de transformación global de la sociedad. Pese a que desde 1989 eso no es así, en la actualidad no será posible una nueva sociedad mientras el fascismo inherente al capitalismo siga amenazando a nuestras sociedades. Mientras el capitalismo subsista, su tendencia inherente a la concentración de la propiedad y la riqueza, va a dar origen permanentemente a tendencias totalitarias que acabarán destruyendo las bases de la convivencia social democrática.

Hoy en día, en cambio, producto de la naturalización con la que el sistema neoliberal la presenta y la reivindica como  un resultado deseable y hasta una aspiración para el ciudadano de a pie, el fascismo pasa desapercibido y se infiltra en todos los insterticios de la vida social, desde el sistema político, hasta las relaciones humanas y la cultura. La única manera de detenerlo es denunciarlo, tratarlo por su nombre y señalar una frontera visible e inexpugnable entre éste y los demócratas. 

A su clásico repertorio de brutalidades, agrega ahora un individualismo exacerbado que lo diferencia de sus versiones clásicas en las que la idea de un "pueblo" y una "nación" llamados a cumplir un destino histórico, es reemplazada por una forma radical de subjetivismo nihilista que niega la idea de una responsabilidad social y que concibe la ida de progreso como el resultado de la liberación de las trabas que ésta impondría al egoismo personal. 

Por eso la idea de hacer grande a América o las permanentes alusiones de Millei a Alberdi y a que Argentina vuelva a ser una Nación como la del siglo XIX, sirven como pretexto para eliminar impuestos, derechos a los trabajadores y trabajadoras, regulación de mercado, seguir depredando el medioambiente; suprimir las políticas de memoria, de respeto y promoción de los derechos de la mujer y las diversidades sexogenéricas. 

El mundo de Millei, Kast, Trump, Bolsonaro, AfD, Vox, Fratelli d'Italia es la resignación a las  inhumanas y fatales condiciones de pobreza, violencia y exclusión a las que el neoliberalismo ha sometido a la humanidad en los últimos cuarenta años, y pretende perpetuar cada vez con más dificultades. La intolerancia, el armamentismo, la violencia racial, el anticomunismo, son sus manifestaciones superficiales. Quedarse en la crítica a dichas manifestaciones y no atacar sus causas, es tan ineficaz como excusarlo, tras un gesto entre compasivo e ingenuo que es como muchos dirigentes políticos chilenos parecen hacerlo hoy en día.