viernes, 30 de abril de 2021

¿Requiem de la democracia de los acuerdos?

Max Beckmann. Los acróbatas, 1939



La avaricia de quienes detentan el poder en Chile es como un abismo insondable. Como todas las clases poseedoras a lo largo de la historia, se aferran a sus posesiones como a amuletos y en ocasiones, sólo en ocasiones, se les cae una lágrima para referirse a ellos en un tono entre beato y colérico. No se sabe si para reconocer  su dudosa legitimidad o  para llorar la miseria social que como contrapartida ven reflejada en su propia opulencia. 

Es más o menos lo que todos sintieron con las cínicas palabras de la primera dama de la Nación para decir que iba a tener que compartir sus privilegios. Un chiste de muy mal gusto, igual que el del ex ministro de transporte diciendo que quienes se levantaran más temprano aún para ir a trabajar  (cuando las puertas del metro ni siquiera estaban abiertas) iban a ser recompensados con treinta pesos. 

Estos actos fallidos desnudan en toda su miseria, la moral de las clases dominantes. Un tópico ampliamente descrito por la literatura y las artes visuales modernas. 

Ese gesto inconsciente es precisamente lo que detona la rebeldía popular que puso en vilo al  sistema neoliberal y las condiciones de la dominación de las clases poseedoras sobre toda la sociedad. 

Pero Piñera, en un gesto impresionante de codicia, tozudez, audacia, torpeza o todo junto, después de declarar que iba a promulgar la ley de retiro del 10% aprobada por el Congreso, anuncia que le va a devolver los mismos fondos retirados a las AFP´s en un tiempo más. 

Una performance tan impresionante de terquedad solamente deja en evidencia la imposibilidad de Piñera y el círculo más estrecho del poder, de ceder. 

La dichosa democracia de los acuerdos que a tantos les parece una joya de civismo y espíritu republicano, no fue otra cosa que el retroceso doctrinario, político y cultural más grande de la socialdemocracia en los años noventa. Piñera y su círculo se lo refriegan en la cara todos los días en la actualidad con cada uno de sus actos. 

Porque aparentemente no están dispuestos a ceder. No es solamente torpeza táctica lo que demuestra en sus actuaciones o en la mediocridad de su gabinete, sus bancadas parlamentarias, o sus listas a convencionales para a Constituyente, mezcla bizarra de ultraconservadores, rostros de la farándula, políticos fracasados y familiares.

Pero tampoco resulta evidente que esta imposibilidad de restituir la política de los consensos, aunque tenga muchos nostálgicos tanto entre la derecha como entre la oposición, sea la reedición de los viejos y temidos tres tercios de la clásica política chilena del siglo XX, origen para algunos de los turbulentos acontecimientos de los años setenta.  

La inestabilidad política del período que se inicia con la caída de Piñera, que como en el caso de cualquier gobierno en este presidencialismo Rabelaisiano actúa como un tapón, será producto de la dispersión de las fuerzas de centro que sin propósito ni política, pueden inclinar  la situación en las más inesperadas direcciones. Los intentos de diálogo entre gobierno y oposición, entre el Ejecutivo y el Congreso, son precisamente el intento desesperado de evitarla. 

El tercer retiro no se va a producir porque haya habido diálogo y  acuerdo. Es el resultado de un fallo político del TC que sólo intenta posponer el desastre poniendo paños fríos a los ánimos durante el debate de fondo que es la reforma al sistema de pensiones que evidentemente no se va a lograr antes de la Convención Constitucional que es lo que quisieran Piñera y sus compinches. La contradicción entre gobierno y la oposición de centro sigue ahí y por muchas genuflexiones que se hagan mutuamente no va a resolverse tan fácilmente.

Esta contradicción va a seguir, pues, determinando la situación política por un tiempo. Es el momento para que la izquierda y el movimiento sindical y popular entonces, pongan en el centro la reforma estructural y definitiva del sistema de pensiones basado en la administración privada de los ahorros individuales de cada trabajador. Es ahí donde radica el poder de la clase de especuladores y financistas que tienen sometido al sistema político y a la sociedad y donde se radica hoy por hoy, la contradicción de fondo que con argumentos marrulleros a favor o en contra de nuevos retiros ocultan quienes defienden el sistema de pensaiones. 

viernes, 23 de abril de 2021

El gobierno de los avaros


              Frans Hals. Banquete de los oficiales de la guardia civil de San Jorge. 1627


Finalmente, Piñera cumplió su promesa e hizo efectiva la presentación ante una de las instituciones más ilegítimas, cuestionadas y hasta detestadas por la población, el inefable TC. 

Ello, para detener la devolución de un miserable 10% de los ahorros de los trabajadores secuestrados por las AFP's, gracias al lanzazo más grande de nuestra historia cometido por la dictadura de Pinochet y planificado, implementado y posteriormente justificado por José Piñera. El hecho ya ha sido objeto de innumerables polémicas políticas y teóricas, especialmente acerca de la propiedad de los fondos, las que aparentemente no tienen solución a no ser que se naturalice el sistema de administración por parte de empresas privadas de los ahorros de los trabajadores expresado en el Decreto 3500.

En efecto, si no fuera por la legitimación legal de este despojo, no sería posible sostener con tanta soltura la improcedencia de devolver aunque sea un parte de estos, sin que ello pareciera una desfachatez y una bofetada al sentido común. Pero bueno, estamos en el oasis de la ideología neoliberal, donde los galimatías más absurdos han sido elevados a la categoría de axiomas de la ciencia económica. 

El asunto se reduce, pues, a una cuestión política. Nadie ha cuestionado el problema de la propiedad sino su carácter de clase. Y en este caso, el que sea el capital financiero quien defiende con uñas y dientes su derecho de propiedad sobre una riqueza producida por millones de trabajadores y empleados, esquilmados mensualmente, no es más que una expresión de este fenómeno.

El recurso ante eel TC es precisamente una expresión de aquello y aun cuando parezca una torpeza, se trata de una demostración de quiénes son realmente los que gobiernan. Piñera mismo, es un conspicuo representante de esa clase de magnates que se han enriquecido a través de la especulación y la acumulación de un fondo billonario siempre dispuesto para ser prestado y después cobrado con intereses.

El cinismo de esta clase que vive del préstamo y la especulación, llega a niveles casi intolerables y aun cuando tenga consecuencias políticas y sociales indeseables para ciertos sectores, sectores incluso privilegiados de la sociedad, se expresan en la prepotencia del prestamista al que le importa un bledo la suerte de sus clientes -como  el señor Lheureux de Madame Bovary- con tal de recuperar su inversión. 

De ahí las lágrimas de cocodrilo del presidente de RN, de los parlamentarios de derecha que votaron a favor del retiro y las súplicas al gobierno para que presente su propio proyecto de retiro o extienda los beneficios para los afectados por la pandemia. Aparentemente nada de esto conmueve a Piñera ni a su círculo de hierro. No tiene nada de raro que durante su primera administración y también en ésta, haya recurrido permanentemente a la UDI y a lo más granado de la reacción, pese a sus ínfulas de haber sido parte de la derecha liberal -como Allamand- en los inicios de la transición.

Dificilmente habrá alguna posibilidad de que la oposición llegue a algún acuerdo con este esperpento de avaricia. Es probablemente mucho lo que está en juego, negocios y créditos multimillonarios y especialmente, la posición de privilegio que ocupa este sector de las clases dominantes en la dirección del sistema político y la sociedad. 

Ni siquiera las bravatas de los militares, a través de declaraciones públicas amenazantes para referirse a un anodino programa humorístico de televisión, han logrado lo que dicen los protagonistas del acuerdo del 25 de noviembre del 2019, precipitó el acuerdo por la paz. El gobierno de los avaros tiende a radicalizar cada vez más las diferencias y el estado de crispación que cruza a nuestra sociedad. Parecen no estar dispuestos a ceder un milímetro de sus posiciones de poder ni a compartir un pedacito de las estrambóticas tasas de ganancia que les garantiza su papel de prestamistas. 

Por esa razón, se puede avizorar un panorama turbulento en los años que vienen aunque ya en las próximas semanas, definición del TC de por medio, es posible que las noticias sean muchas e inesperadas. 


domingo, 11 de abril de 2021

El gobierno de los fanáticos

 

                 Francisco Goya. Se repulen. De la serie "Los caprichos". 


Hace pocos días, el Presidente Sebastián Piñera, nombró como nuevo Ministro del Trabajo y Previsión Social, al coronel de la UDI Patricio Melero. Las reacciones no se han demorado en llegar, porque ciertamente Melero, es uno de los sobrevivientes del pinochetismo más recalcitrante. Cómo olvidar su figura sosteniendo una antorcha, en Chacarillas en 1979 junto a Pinochet, cual joven del Ku Klux Klan o las Jungvolk hitlerianas. 

Bueno. Pero estamos hablando de un dinosaurio de la derecha chilena. Y no es un problema generacional. El joven ministro de Educación, Raúl Figueroa viene insistiendo con un fanatismo parecido al de los otrora jóvenes de Chacarillas,  en el retorno a clases presenciales, mientras toda la comunidad médica y científica dice que hay que disminuir la movilidad de personas, ello escudándose en argumentos tan pueriles como que sólo en un dos por ciento de los colegios que han reabierto sus puertas para las familias, se han presentado casos de COVID, como si estos fueran platillos voladores. 

Por supuesto, dejando a un lado la estulticia del ministro, no se puede pasar por alto, el grado de descoordinación aparente que existe entre su cartera y la de salud. No es de extrañar en todo caso, considerando que el actual ministro, el Doctor Enrique París, aparentemente no es quien toma las decisiones en el MINSAL y éste sigue en manos de otro fanático como Jaime Mañalich, quien fue defenestrado hace ya tiempo por el desastroso resultado de su manejo de la anterior ola de COVID en nuestro país. 

Otro tanto sucede con los santones del Ministerio de Hacienda y de la academia neoliberal, preocupados de la responsabilidad fiscal, los equilibrios macroeconómicos y la inflación,  mientras la gente está muriendo.  Eso a propósito del tercer retiro de los fondos de las AFP's, el IFE, salario mínimo, etc. Lo más chistoso de todo, si es que puede haber algo chistoso en medio de esta tragedia, es el aire magisterial y docto con el que siguen pontificando acerca del manejo de la economía en medio de la tragedia social más horrenda que haya vivido el país en décadas. 

¿Cómo explicarlo? Bueno, ya en su primera administración, Piñera siguió un libreto parecido. Frente a la ola de protestas que le aguaron la fiesta el año 2011 en todos los frentes -ambiental, educacional, laboral, reconstrucción, etc.- recurrió a lo más granado de la reacción. Los liberales de la derecha, si es que alguna vez los hubo, corrieron todos la misma suerte del actual Canciller, antigua promesa de la "derecha democrática". Se arrodillaron frente a la reacción católica y nostálgica del militarismo o ellos mismos se convirtieron al credo conservador. 

No hay caso. La derecha, aparentemente, no tiene otra vocación que la de oponerse a los cambios, a las reformas y la democracia. Está en su ADN. Sin embargo, no sin que ello provoque contradicciones y disputas que en otros momentos históricos en nuestro país, han resultado determinantes para el desarrollo de los acontecimientos. A mediados de los sesenta del siglo pasado; durante la dictadura militar; en el período llamado eufemísticamente "transición a la democracia". La derecha en momentos como esos, se desordena y aunque el gobierno recurre a lo más fanático del repertorio doctrinario, político y cultural del sector para tratar de poner orden, le resulta imposible. 

No ordena a sus partidos ni a sus bancadas parlamentarias; el Ejecutivo es presa de un desorden indisimulable ya y sus decisiones resultan impracticables u objeto de enmiendas que se van haciendo sobre la marcha para terminar casi siempre en el Tribunal Constitucional. Su fanatismo no es otra cosa que una suerte de fascismo trasvestido y lo que es peor, tolerado por un sector no menor de la oposición que ha hecho de la cohabitación con la derecha, una forma de gobernar "minimalista", que se puede apreciar, usando la frase de un ex presidente, como la medida de lo posible. 

No hay aparentemente, otra alternativa en la derecha, excepto literalmente "corcoveos" coyunturales que responden a la provocación de la reacción neoliberal más fundamentalista. 

El gobierno, ya no gobierna. La derecha está en llamas y como no es posible -porque en ninguna parte de América Latina aparentemente lo es- que los militares sean un recambio, una alternativa de contención ante la protesta popular y los anhelos de democratización y justicia social, el fascismo se expresa como una aceptación  de la derecha -medio fatalista, bastante cínica por lo demás-  a la enfermedad, la muerte, el hambre y la necesidad, apenas consolada por una pseudociencia económica. Ese fanatismo, tiene su contraparte en apenas gestos compasivos y cálculos coyunturales pero que no son una alternativa de gobierno para el país.   

El gobierno de Piñera, puede ser el epílogo de la dominación neoliberal. El fanatismo de su administración es precisamente una demostración de su agotamiento y probablemente el comienzo de una nueva etapa en nuestra historia, si es que nos lo proponemos. 


lunes, 5 de abril de 2021

Cuenta regresiva



                    Salvador Dalí. La persistencia de la memoria

Alguna vez, el actual canciller de la República, siendo senador, publicó un libro de los que solía escribir cuando estaba en la oposición, que se llamaba El desalojo. Debe estar escribiendo uno ahora que debería llamarse "la cuenta regresiva". Debe estar contando los días y hasta los segundos que le faltan a este gobierno para terminar. Y quizá, muy probablemente, esperando algún acontecimiento súbito que acelere el fin. Debe haber sido agotador soportar el último año y medio de gobierno, tratando de sostenerlo con una política imposible. 

En efecto, es imposible resolver con ella, los problemas de pobreza y exclusión estructural que resultan de su implementación, a duras penas disimuladas a  través del consumo facilitado por la masificación del crédito y la manipulación más grosera de las conciencias realizada por los medios de comunicación de masas en las últimas décadas.

Y ello no ha sido el resultado de la pandemia. Ésta  ha sido sólo una terrible circunstancia que los ha hecho aún más apremiantes y visibles. La gente está muriendo, literalmente, porque entre morir de hambre y morir de COVID, es preferible lo segundo cuando todavía hay alguien que se pueda salvar en la familia. Es terrible. Es la visibilidad de la privación que, meses antes -en medio del estallido social de octubre del 2019- hizo posible el sistema previsional. Miles de ancianos pensionados por las AFP's sobreviviendo gracias a los hijos y los nietos o que deben seguir trabajando en cualquier cosa con tal de no morir de hambre. 

El colapso del sistema de salud provocado por la pandemia de COVID no se debe solamente a lo letal del virus. Es la indigencia en que sobrevive nuestro sistema sanitario gracias a los recortes de presupuesto, la externalización de servicios, la privatización y la anarquía de un sistema en que la descentralización lo ha convertido en un grupo de compartiementos estancos que hacen prácticamente imposible una estrategia que articule educación, prevención -incluyendo no sólo vacunación sino también trazabilidad, aislamiento de casos, realización de cuarentenas efectivas- y tratamientos oportunos, incluyendo casos críticos y enfermos terminales.

Por cierto, el gobierno, tal como lo está haciendo con las vacunas, desde el comienzo puso el énfasis en la parte hospitalaria de su estrategia, comprando respiradores no para evitar la propagación del virus sino para poder tratar a los miles de enfermos que ciertamente se iban a producir producto de su porfía en decretar el confinamiento para poder garantizar así el funcionamiento de la economía. 

Probablemente Piñera, igual como lo creyó Trump en los Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, creyó que sólo si demostraba buenos índices económicos al final de su período tendría posibilidades de traspasar la dirección del Gobierno a alguien de su sector.  

Craso error. Era evidente que con la mortandad que actualmente tiene al país en el top ten de la desgracia mundial, difícilmente habría algo que celebrar al fin de su período. Los televisores plasma y los viajes al caribe pagados en cuotas no se pueden llevar al más allá y finalmente esto le va a pasar la cuenta a la derecha. Además de los resultados esperables de una concepción clasista de la economía, la política y la sociedad, los errores han sido garrafales y pese a las advertencias, el ideologismo del presidente, su gabinete y su sector político, pudo más. 

La sinuosa maniobra de posponer las elecciones para mayo, no ha sido más que un intento desesperado por ganar tiempo para buscar alguna fórmula que le permita salir del mal paso. En Ecuador, Moreno usando una finta parecida, acaba de decretar estado de excepción en ocho provincias, a poco de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, precisamente como una manera a lo mejor, de salir de la terrible posición en que queda la derecha para enfrentar su futuro electoral. En efecto en toda América las derechas están en el piso. En Ecuador, En Brasil, en Argentina y Chile, buscando un recambio no ya en los militares, sino en nuevas fórmulas políticas que exceden a la derecha tradicional.

Cuando acabe la cuenta regresiva, todo podría pasar. El escenario está abierto especialmente porque en la oposición, por el momento, no hay nada claro y no se podría decir que representa en la actualidad una opción de gobierno para el país. La lenta reconfiguración de los históricos tres tercios o algo similar tiene, precisamente, este resultado en que no se vislumbra por ahora una alternativa al desastre que ha significado para el país el gobierno de Piñera cuando acabe la cuenta regresiva.