miércoles, 26 de mayo de 2021

El consenso de los tartufos

Honore Daumier. Crispin & Scapin




En estos días, se supo por fin lo que la derecha entiende por "mínimo" para que una familia pueda sobrevivir en medio de la catástrofe que ha significado para chilenos y chilenas, la pandemia de coronavirus. En realidad, nada muy novedoso. Mantener a la población de trabajadores y trabajadoras y sus familias en la miseria sin morir, mientras al empresariado se le brindan toda clase de ayudas, subsidios, créditos y facilidades legales. 

Algo tan viejo como el hilo negro, presentado como si fuera la novedad del año. Y más encima, como si se tratara de un aporte a la solución de las pellejerías que vienen sufriendo las familias chilenas hace a lo menos un año. Se trata de una descripción edulcorada del lado angosto del embudo. Al empresariado se le brindan todas las facilidades -no digamos, precisamente, al "emprendedor" sino al pez gordo del retail, la construcción, los servicios, la explotación de recursos naturales, con la chiva de que son los que dan empleo-, mientras al pueblo se le ofrecen migajas como los beatos reparten limosnas a la salida de las iglesias. 

Lo más indignante en todo caso no es eso, sino el escándalo con el que reaccionan ante las tibias críticas que se le han hecho a su propuesta de "mínimos comunes", como si se tratara de un gran aporte a la solución de las necesidades de la población. 

Rasgan vestiduras, como si a estas alturas a alguien le parecieran sinceros sus gestos de caridad, los que espetan hipócritamente la prepotencia del rico para tratar al pobre. Y acto seguido, denuncian falta de voluntad para lograr un "consenso" que vaya en beneficio de las familias. 

¿De cuándo que se necesita un consenso para eso? Evidentemente, lo que por tal entiende la derecha es la concesión, la entrega, la renuncia de la oposición a su calidad de mayoría social, política, cultural y moral, para seguir haciendo lo que viene haciendo hace unos cuarenta años: gobernar para el empresariado y asegurarle así su posición de dominio sobre la sociedad. 

Lo que realmente se necesita son políticas estatales -ya que la avaricia y ambición de los empresarios les hacen actuar siempre en sentido contrario- que vayan en beneficio de la población, en empleo, en salud, en salarios, en educación, protección social y participación;  cuidado del medioambiente e integración de la diversidad de género. 

Resulta por consiguiente, inconcebible, la búsqueda de un consenso que vaya en esa dirección sin antes pasar por un conflicto que se resolverá democráticamente, esto es a través de la determinación de mayorías y minorías en los órganos correspondientes del Estado, diferencia que el binominalismo borró a fuerza de exclusión, manipulación y represión, presentadas como "virtudes republicanas" y que hasta el día de hoy se expresan pese a la reforma del sistema electoral. 

La derecha no va a ceder un milímetro ni el pueblo necesita que lo haga, pues la expresión de su voluntad en las urnas fue categórica al respecto. Mas de cuatro quintas partes de quienes participaron en las elecciones del 15 y 16 de mayo, se manifestaron por las listas y candidatos que propugnan un cambio social y político. Es ocioso, pues, continuar pontificando acerca del consenso y los acuerdos con quienes los han negado sistemáticamente en los últimos treinta años a través de una institucionalidad política y social excluyente.

Es innecesaria una norma como la de los dos tercios, en tanto la composición de la Convención es mayoritariamente partidaria de cambios de fondo al orden Constitucional y consecuentemente, político y social. En realidad, el consenso ya existe y es lo que se expresó en las urnas.

Es innecesario un acuerdo con la derecha, existiendo ya en el Parlamento proyectos que cuentan con un respaldo mayoritario como el de renta universal de emergencia, royalty minero, impuesto a los super ricos y otros, que apuntan en la dirección de favorecer a chilenos y chilenas, a las familias trabajadoras en el transcurso de la pandemia de coronavirus. Muchas de ellas, por lo demás, necesarias incluso en contextos de normalidad de una sociedad democrática y no el mamarracho que el neoliberalismo ha presentado los últimos treinta años como paradigma de "modernidad", siendo en realidad todo lo contrario.

Por cierto, la derecha históricamente ha demostrado su desprecio por el consenso promoviendo conspiraciones palaciegas, oponiéndose a la inclusión, sosteniendo posiciones odiosamente clasistas, discriminatorias, excluyentes, xenófobas y de un chovinismo de clase que la ha llevado a promover golpes de estado y asonadas militares cuando ya no tiene ni los votos ni los argumentos para sostenerlas. 

Lo que el pueblo ha manifestado en las calles y en las urnas con un costo de miles de encarcelados, mutilados y víctimas de trauma ocular, desapariciones y hasta asesinatos,  se debe expresar ahora en un nuevo consenso que no es sino la ampliación de los límites para la participación. En primer lugar, en la distribución de la riqueza producida y que la sigue acumulando groseramente un puñado de familias, por ejemplo a través de los salarios. 

Participación en el proceso constituyente, a través de plebiscitos intermedios, revocación de cargos de constituyentes que no den cuenta de su actuación y que pudieren manifestar conflictos de interés en la discusión de materias constitucionales; audiencias públicas, rendición de cuentas de los convencionales en sus respectivos distritos, etc. 

Ciertamente, además, el paisaje político del país cambió en la última elección y la participación de los independientes --esto es, de quienes teniendo una posición política, no militan en partidos inscritos legalmente-  debiera ser parte de este nuevo consenso y no puede seguir siendo contenida por una institucionalidad cuestionada y que ya no goza de legitimidad social. 

Ese es el verdadero consenso. Se trata de un acuerdo que debiera expresar institucionalmente y legitimar políticamente la voluntad mayoritaria del pueblo y no el resultado de camarillas, conspiraciones y cocinas como las llamo el ex senador Democracristiano Andrés Zaldívar, que es en realidad el consenso hipócrita de quienes se resisten a los cambios y que con palabras dulces y gestos grotescos de "amistad cívica", se prepararn para dar un zarpazo al nuevo consenso social que emerge de la movilización popular y que deberá expresarse en a futura Consttución. 

miércoles, 19 de mayo de 2021

Se abrirán las grandes alamedas


 

La renuncia del presidente de la DC, Fuad Chaín, en la Junta Nacional de su partido es la demostración más elocuente del ocaso definitivo de la democracia de los acuerdos. 

Es el acta de defunción que solamente viene a confirmar un proceso largo y paulatino de decadencia retrasado por el voluntarismo obtuso de su gestión a la cabeza del PDC. Su resultado en gobernadores, alcaldes y especialmente convencionales para la constituyente, representan el castigo a una gestión caracterizada por la afanosa búsqueda de un acuerdo imposible con la derecha, que generalmemte terminó en puras concesiones.

Aunque suene trillado decirlo a estas alturas, como decía Radomiro Tomic, cuando se gobierna con la derecha, es la derecha la que gobierna y eso el pueblo lo percibió claramente y lo castigó.

El otro finado ilustre es ciertamente el gobierno que de aquí a noviembre va a ser un zombie aun cuando haya muchas cuestiones por resolver, lo que considerando el presidencialismo radical de nuestro régimen político, en el que muchas de las soluciones dependen de la iniciativa del Ejecutivo, se puede avizorar desde ya un período corto pero turbulento.

En tercer lugar, y probablemente el más evidente, la coalición de partidos que lo sustenta. No habiendo pasado más de cuarenta y ocho horas de su estrepitosa derrota, sin embargo, este sector sigue defendiendo los dogmas de la doctrina neoliberal que la condujeron a la tumba.

Sigue amenazando con sus majaderas reservas de constitucionalidad frente a proyectos como el de impuesto a los súper ricos y royalty minero.

Habrá que ver si cumple su amenaza de llevar todo lo que no le gusta al TC, que a estas alturas no es, o no debiera ser, más que una pieza de museo.

Surge entonces, de entre las ruinas de Vamos por Chile, una nueva derecha más recalcitrante, más reaccionaria, más chusca, más violenta, representada por personajes tan bizarros como Tere Marinovic o Marcela Cubillos y que considerando el resultado de la secta de JAK, no es mucho más insignificante que el resto del sector. Evidentemente, los defensores de la democracia de los acuerdos como Lavín o Desbordes, se resisten a desaparecer, pero les está costando y muy probablemente, van a terminar siendo fagocitados por esta nueva derecha proto fascista.

El resultado no podría ser mejor ciertamente. Las fuerzas de izquierda han salido fortalecidas, incluyendo a una socialdemocracia que se diluye y se adapta a estas nuevas circunstancias o que está en proceso de hacerlo.

Los triunfos del PC en convencionales y concejales, alcaldías como la de Santiago y Lo espejo, así como el del FA en Viña del Mar y Maipú, el triunfo de un luchador social como Rodrigo Mundaca en la Gobernación de la región de Valparaíso, son excelentes noticias. Lo mismo el resultado de la Lista del Pueblo y el Partido Igualdad en comunas como Puente Alto y Peñalolén son claramente lo nuevo de la situación política.

Sin embargo, no es menos cierto que la izquierda debe lamentar la pérdida de importantes dirigentes sociales como el vocero de la Coordinadora NO+AFP, la Presidenta de la CUT o el presidente metropolitano del Colegio de Profesores. En cambio, surge del resultado del domingo un abigarrado panorama de liderazgos y representaciones sociales, que es ciertamente parte del campo popular y antineoliberal.

Probablemente la Convención será, o debiera serlo, el momento de síntesis.

Y no solamente por lo que pase en el transcurso de sus deliberaciones y votaciones, durante el cual además, se verá realmente qué significa ser “independiente” o “movimiento social”. Ello dependerá también de las luchas sociales y de masas que deberán darse en torno a cuestiones como el inefable reglamento de la Convención, impuesto por los derrotados del domingo y aceptado de muy buen grado por los partidarios de la democracia de los acuerdos, derrotados también el fin de semana.

La síntesis va a hacerse también en las luchas de masas que debieran desplegarse en torno a los salarios y las medidas para enfrentar la pandemia, caracterizadas hasta ahora, como decía hace un año el dirigente de la ANEF, compañero Caros Insunza, por la aplicación ortodoxa de la ley del embudo.

También en la lucha por la libertad de los presos de la revuelta y la reparación, juicio y castigo en los casos de violación a los DD.HH. que en ningún caso puede considerarse entra dentro de la lógica de lo posible o lo mínimo.

Para todo esto, se requiere la más amplia unidad de los vencedores. Las grandes Alamedas se están abriendo tras el ocaso de la democracia de los acuerdos. Todos caben excepto los neoliberales y quienes crean que es necesario algún tipo de acuerdo con la derecha para lograrlo, después de las históricas jornadas del fin de semana.