jueves, 28 de enero de 2021

La hora de la revolución


Albrecht Durer. Los cuatro jinetes del apocalipsis


Una vez que se supo el resultado de la elección primaria realizada por la DC para definir su candidato o candidata presidencial, la senadora Ximena Rincón, quien resultó vencedora de las jornadas, declaró con encomiable entusiasmo que había llegado la hora de "la revolución de la dignidad".

No se había escuchado a un democratacristiano usar la palabra "revolución" desde hace a lo menos, cincuenta y cinco años. 

Por esa razón, probablemente, se oye como una de aquellas frases de las que recomiendan los asesores de imagen, publicistas y jefes de propaganda. Suena a retórica muy "desarrollista", muy siglo XX...las alusiones a la Revolución en Libertad del fundador de la DC y ex presidente Eduardo Frei Montalva, suenan un poco extrañas, después del giro de la falange al liberalismo, la economía social de mercado, el gradualismo y las reformas incrementales que caracterizaron sus administraciones de los años 90 y su actuación francamente timorata a lo largo de todo el período de Piñera.

No se pueden comparar, ciertamente, las reformas inspiradas en la estrategia de la Revolución en Libertad de los años sesenta, con las medidas que caracterizaron a los gobiernos de la Concertación y para las que amistosamente, la DC ha prestado sus votos también durante la segunda administración derechista post dictadura, en materia de pensiones, salarios, etc.

Por cierto, no faltan las explicaciones que insisten en las recetas "responsables", "gradualistas", "consensuadas", atavismo nostálgico de la política noventera, de los "buenos" viejos tiempos de la globalización neoliberal. Ello es expresión de una inexplicable perseverancia,  considerando especialmente que todos quienes sostienen o han sostenido posiciones como esa, de un tiempo a esta parte, son verdaderos cadáveres políticos.

Partidos, dirigentes, ex ministros, instituciones que se niegan a ver lo evidente ya han caído en la intrascendencia -de lo que incluso dan cuenta las encuestas del sistema- aunque parecen no darse por enterados o esperar pacientemente una nueva oportunidad. 

Es como intentar la cuadratura del círculo. Una Nueva Constitución, es todo lo contrario del gradualismo y la reforma dentro de lo posible. Es establecer nuevas reglas, un nuevo orden. Ello, con independencia de que el conservadurismo político y cultural de nuestra sociedad intentará escamotear -y lo viene haciendo desde el 15 de noviembre del 2019- este anhelo popular ratificado en el plebiscito del 25 de noviembre pasado.  Lo cierto es que la sociedad se ha pronunciado clarísimamente -en las calles y en las urnas- por un cambio estructural, le pese a quien le pese y respecto de lo que ni el gradualismo ni la paciencia tienen explicación ni receta.

Esa es la razón para que pese a su celebrada unidad en la confección de la lista para convencionales, la derecha esté, cuchillo en mano, viviendo una verdadera guerra civil interna. Ya la confección de la propia lista a la Constituyente, estuvo cruzada por el hedor del sapo de JAK que a varios les costó, y les sigue costando, soportar. Pero como la necesidad tiene cara de hereje, todos los dizque "liberales" de la derecha, aparte de arrugar un poco la nariz, finalmente se lo tragaron, aunque sea difícil pronosticar por cuánto tiempo más podrán seguir soportándolo. 

La definición de su candidato presidencial ha sido también una verdadera telenovela para todos los partidos del sector, la que no se ha caracterizado precisamente por su glamour, sino todo lo contrario, por las prácticas mafiosas, la extorsión, el oportunismo y la deshonestidad, partiendo desde la Moneda para abajo. 

En realidad, lo único que la mantiene unida, es la defensa de lo que se pueda defender todavía del modelo. Pero respecto del futuro, del -como dicen- "nuevo Contrato Social", sólo gruñidos, ni una sola idea. 

Por eso, las alusiones de la candidata DC a la "Revolución", aun siendo superficiales, poco claras y parecer oportunistas, dan cuenta del momento que está viviendo nuestra sociedad. Se trata de una forma ideologizada de decir que -efectivamente- es sólo un cambio estructural lo que podría sacarla del marasmo en que la tiene un neoliberalismo moribundo, sin reemplazante a la vista, en medio de una pandemia que ha golpeado de manera brutal la moral y la voluntad de un pueblo atemorizado pero también indignado por tanta injusticia y  desigualdad. 

Para la izquierda, no se trata sólo de un asunto "ético" como podría serlo para el pensamiento católico; se refiere precisamente a lo que la define: la aspiración de una nueva sociedad. Y aun cuando esto nunca ha sido fácil y considerando que es y ha sido la fuerza política más interesada y que más esfuerzo, creatividad e incluso vidas ha puesto en este empeño, resulta curioso que sea la DC la que usa el término.

Lamentablemente, el giro a nivel mundial, de la socialdemocracia hacia el liberalismo, la caída de los socialismos reales a fines del siglo XX, y un largo etcétera de explicaciones que a los y las jóvenes de hoy debe provocarle bostezos, lo hacen complicado. Así y todo, desde el FA al PCCH, todos o casi todos los partidos y movimientos de izquierda se definen a sí mismos por el socialismo -aun en diferentes variantes- pese a que rara vez utilicen el término para referirse a su objetivo final.

Hoy en día, el concepto del socialismo adquiere todavía más actualidad y relevancia considerando lo que precisamente ha señalado la presidenciable DC, como la tarea que debe emprender la sociedad chilena en la actualidad. La capacidad de resolver las contradicciones que hay entre ésta y las reformas coyunturales que se deben y se pueden abordar en lo inmediato -en salarios, educación y salud públicas, sistema previsional, democratización de los medios, cambios al régimen político, etc.-, es lo que irá aclarando el abigarrado paisaje opositor actual.

Pero además, irá dejando en claro la autenticidad de las declaraciones de varias ovejas con piel de lobos que han abundado en los últimos años, producto del progresivo desgaste del pacto que dio origen a la transición. La conformación de una alternativa o de esa "revolución" que reclama la presidenciable DC, obviamente no será el resultado de la claridad de un grupo de expertos -idea muy propia de los años sesenta precisamente- ni de un liderazgo carismático.

Será, como siempre lo ha sido, el resultado de la experiencia, la movilización y los anhelos de millones; también de la unidad del pueblo y como lo ha señalado la senadora Rincón , incluso con toda la imprecisión e ideologismo que se le pueda reprochar, de una voluntad explícita por realizar cambios de fondo a nuestra sociedad. 


miércoles, 6 de enero de 2021

La unidad opositiora y el corset de los 2/3




El tiempo se acaba para llegar a un acuerdo opositor para la conformación de una lista única de candidatos a la Convención Constitucional. Así por lo menos, lo plantea majaderamente la prensa del sistema. 

Los dirigentes de la Concertación han insistido en responsabilizar al Partido Comunista y a los del FA que no concurrieron -porque no quisieron asistir o porque no los invitaron a las tratativas para alcanzar tan altruista propósito- de este resultado. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que tanta preocupación de La Tercera por la unidad opositora, no es inocente. Ni tampoco de que el sentido que destacadas personalidades independientes de la izquierda llamando a la unidad le asignan, no está representado ni lejanamente por las declaraciones del Fuad Cahín o Carlos Maldonado, quienes  -convengamos- no se han caracterizado por su interés en la unidad opositora y sí más en los "matices".

Todo lo contrario. Pareciera a veces que para los dirigentes de los partidos de la Concertación, de los años gloriosos en que fueron gobierno, en que eran una fuerza hegemónica de la sociedad y del sistema político, no hubieran pasado siquiera un par de semanas. Tampoco que hubiese habido un levantamiento popular que le planteó a la sociedad y el sistema político tareas de reforma estructural, no cambios graduales como lo que ellos impulsaron en los noventa. Es más, sus declaraciones parecen repartir indulgencias y condenas como si siguieran siendo esa fuerza hegemónica-lo que ya entonces, era manifestación de un espíritu chovinista y sectario-.

A duras penas, por lo demás, han logrado convocar a su  mentada "amplia" unidad a pequeños grupos y personalidades cuya sinuosa trayectoria y escasa representatividad, la ponen en cuestión. 

El problema en todo caso no es ese. Como dice el viejo y conocido refrán "no falta un roto para un descosido" y cada quien es libre de llegar a acuerdos con quien quiera. El problema es que, lamentablemente, en este caso, la libertad para construir esos acuerdos está fuertemente constreñida por el marco resuelto por los mismos que hoy claman por la unidad. 

Este límite lo pone el quórum acordado la madrugada del 15 de noviembre que va a tener la Convención  para resolver, quien sabe si la totalidad del nuevo texto constitucional, algunas materias o el plebiscito de salida. 

También es un límite, por cierto, la cantidad de convencionales, número tan "mínimo" que restringe la representatividad de la Convención, considerando que es nada menos que la Nueva Constitución lo que deberá resolver. Número además que, en función de la justa y legítima representación de pueblos originarios -excluídos en el acuerdo del 15 de noviembre y arrancado con forceps a un Parlamento también encorsetado por los mega quórums de la Constitución que se pretende cambiar-, volvió a sufrir una poda. 

De esa manera, y considerando todo lo dicho hasta aquí, lo que resulta obvio es que la unidad opositora sólo será posible, y esa va a ser su  prueba de fuego, no en la conformación de las listas sino en la discusión del reglamento de funcionamiento de la Convención.

En ese sentido, un primer escollo va a ser el quórum. Por esa razón, sería muy útil que Fuad Chaín, Alvaro Elizalde, Marco Enríquez, Carlos Maldonado y los demás dirigentes de la Concertación dijeran si están dispuestos a modificar dicho quórum, pues resulta obvio que quórums de 3/5 o mayorías absolutas de 50 mas 1, facilitarían bastante los acuerdos de los delegados opositores a la convención en varias materias, aun cuando hayan sido electos en diferentes pactos. 

De la misma manera, en la -lamentablemente- lejana posibilidad de que salgan electos convencionales de oposición sin partido -la gran mayoría del país- esto haría mucho más fácil y natural su incorporación al debate y las resoluciones de la Convención, con un nivel de autonomía mucho mayor que el impone el mega quórum actual. 

Otra materia en la que probablemente el debate de la oposición sería más útil si de conseguir la unidad se trata, es en lo que tiene que ver con el rol del movimiento social y las organizaciones sindicales y gremiales en el desarrollo de la convención. Resulta curioso, por decir lo menos, que a los mismos que han aceptado graciosamente, la presión permanente y a ratos asfixiante de los gremios empresariales y sus centros de estudio en la discusión de todas las leyes aprobadas desde 1990 en adelante, les parezca ilegítimo decir que la convención debe ser rodeada y fiscalizada por la movilización de las organizaciones sociales, que son precisamente las que representan más directamente a una "ciudadanía" que en la concepción de los liberales equivale a una masa amorfa de consumidores. 

La unidad opositora debiera también considerar la consulta permanente a organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, de pueblos originarios, de consumidores, en cabildos territoriales, plebiscitos intermedios, publicación de las discusiones de la Convención, audiencias públicas, etc. para hacer efectiva dicha participación directa de -como le gusta decir a los librepensadores- "la ciudadania". 

Un último punto, en que la unidad opositora es materia obligada, es en los contenidos de la nueva Constitución. A estas alturas del partido, y considerando todas las dificultades que ha tenido la oposición en el transcurso del peor gobierno de la historia después de Pinochet, resulta evidente que a este respecto, la unidad tampoco es cosa de "tirar y abrazarse". Las diferencias son muchas y muy profundas. Nuevamente, el corset del quórum es el verdadero obstáculo para la unidad opositora. Pues la convención para la oposición no puede ser un juego de "todo o nada". Son posibles y necesarios, acuerdos en muchos contenidos de la nueva Constitución pero tampoco una obligación en aquellas materias en las que entre liberales, socialdemócratas, cristianos y marxistas, difícilmente se llegará a acuerdos. 

Es finalmente el pueblo el que resolverá. La época de los expertos terminó hace mucho, probablemente como dijo un canapé de la transición -Eugenio Tironi- con la crisis del Transantiago. La unidad opositora debe dar cuenta precisamente de este cambio político y cultural. Quienes se resistan a reconocerlo y a facililtar las condiciones más amplias de participación y de expresión de la soberanía popular, van a ser barridos por la historia. 


 


sábado, 2 de enero de 2021

El anticomunismo y la unidad de la oposición


                   Francisco Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo


En las últimas semanas, se viene desarrollando un fuerte debate acerca del rol de los comunistas en la sociedad y la política.

La presencia permanente en las encuestas del alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue, como un posible candidato presidencial de la oposición, se ha transformado en un tema molesto, aunque obligado, para los dirigentes de los partidos de derecha y la ex Concertación, actual Unidad Constituyente.

Las encuestas, en todo caso, sólo son el reflejo superficial de fenómenos más profundos, fenómenos que las susodichas encuestas no explican por sí mismas y que tienden incluso a ocultar o reflejar de modo distorsionado. De ahí que se las cuestione y sean generalmente objeto de interpretaciones, a veces razonables, otras -en cambio- abiertamente descabelladas, como las que se hacen de las mediciones que realiza el INE en materia de empleo y que presentan el desempleo como lo contrario.

Suena absurdo y sólo es posible en el  oasis de la ideología neoliberal que a punta de silogismos ha construido este espejismo.

Ciertamente, en este caso, la irrupción de Jadue en las encuestas es una manifestación elocuente de la aspiración de la sociedad a cambios de fondo, sin gradualismos melifluos ni la estabilidad o la seguridad de un mausoleo, que es lo que ofrecen todos los candidatos conocidos hasta ahora de Unidad Constituyente. Un verdadero retablo de antigüedades que sólo ha sido refrescado por el respaldo público de la Presidenta Bachelet a su ministra Paula Narváez, candidatura que ha obtenido sólo sonrisas comprensivas de sus camaradas cuando no una abierta hostilidad.

La permanente presencia de Jadue en las encuestas, representa, además, y eso es seguramente lo que más preocupa a la elite de la vieja guardia concertacionista, un parteaguas en la fosilizada sociedad construida a punta de consensos, parteaguas que representa una grieta, a través de la cual se empiezan a hacer visibles ideas y propuestas políticas negadas por décadas de política de los consensos y cocinas de dudosa legitimidad.

El fin del sistema de AFP´s, el cobro de impuestos a los ricos, la educación, la salud, la vivienda y la cultura como derechos sociales; la reducción de las extenuantes e injustificadas jornadas de trabajo, la anulación de leyes hechas a la carta para un puñado de empresas que han financiado a parlamentarios y ex ministros de la UDI, entre otros; la recuperación para el Estado de Chile de riquezas esenciales para el desarrollo del país, como el litio y el agua, etc. 

Es como la postal de otro país, opuesto al Chile neoliberal de los últimos treinta años, y que es obra de décadas de denuncia, organización y movilización del pueblo. Una candidatura viable de la izquierda no es un acontecimiento súbito e inesperado; un hecho singular obra de un liderazgo carismático, que es la manera de entender la política de los populismos de derecha y el arribismo clasemediero, incapaces de comprenderla como una creación colectiva de millones.

Ese es el origen de la preocupación derechista y de los liberales que en los noventa cultivaron una profunda y meticulosa relación. Preocupación mística e irracional comúnmente comprendida en el concepto de anticomunismo. Los primeros aludidos, por cierto, siempre serán el Partido Comunista y sus militantes, históricamente perseguidos y excluídos a lo largo de todo el siglo XX. Sin embargo, es muy común escuchar el mote de comunista de mierda a propósito de cualquiera que postule posiciones de cambio social y político.

Es un fenómeno muy antiguo, tan antiguo como la existencia de los comunistas. De hecho, el Manifiesto del Partido Comunista de Carlos Marx, de 1848, parte con la frase Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…” Marx habla del comunismo como de un espectro frente al que la sociedad establecida de entonces tiene una actitud temerosa aunque sea obra de su propia creación. Estamos en presencia entonces de un caso típico de lo que suele denominarse ideología.

Probablemente por esta razón, es difícil hacer una generalización del significado del anticomunismo, en la actualidad, que es lo que el senador DC Francisco Huenchumilla identifica como el principal escollo para la unidad opositora. Lo único que se puede decir al respecto es que es un estado de conciencia política muy primario, muy elemental. No propone nada y se funda como actitud política en el rechazo.

En ese sentido puede también dar pie para toda clase de consecuencias políticas. En efecto, le facilita las cosas al irracionalismo y la agresividad del fascismo. Lo hace porque degrada la conciencia política al teñirla de subjetividad y una pseudoestética de connotaciones liberales y republicanas que de pasada legitiman las posiciones reaccionarias.

También porque deslegitima la acción de los partidos no sólo del Partido Comunista- y finalmente obstaculiza la unidad de las fuerzas interesadas en las reformas al sistema educacional, previsional, al código laboral, el mejoramiento de la salud pública y el cambio constitucional, las que se expresaran en poco tiempo, en la Convención Constitucional que para tal efecto se elegirá en abril.  

Es precisamente en este tipo de ataques anticomunistas -en este caso a la candidatura del compañero Daniel Jadue, verdadero espectro construido por la burguesía, toda vez que ni siquiera ha sido proclamado como tal- en los que se asoma el resultado del neoliberalismo en los últimos treinta años, cuco que ha afectado las capacidades de analizar con objetividad y sentido progresista, la realidad y las tareas del pueblo en la actualidad a connotados líderes de oposición. 

Hoy son los comunistas y todos quienes pacten con él. Mañana quizás el resto de las fuerzas de la izquierda y todos quienes se manifiesten por los cambios y la democratización del país.