lunes, 20 de diciembre de 2021

No pasaron y no pasarán

Equipo Crónica El entierro del Conde de Orgaz. 



El peor gobierno de la historia, no podía terminar sin hacer un último número de mal gusto y malintencionado: retirar la locomoción colectiva el día de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales o a lo menos, no preocuparse por garantizar su servicio con la finalidad evidente de favorecer al más bizarro de los candidatos que haya osado presentar la derecha con la salvedad de Pinochet en 1988. 

Fue el epílogo del período más duro y antipopular de nuestra historia reciente. Ningún gobierno había sido tan indolente ante el dolor del pueblo; tan desembozadamente clasista a la hora de endosar los costos de una crisis sanitaria y económica como la actual sobre los hombros de trabajadores y trabajadoras; tan represivo e injusto para enfrentar la legítima protesta social. Mientras el pueblo sufre cesantía, pérdida de ingresos, enfermedad y muerte, los dueños de los bancos y las impopulares Administradoras de Fondos de Pensión, han visto incrementadas sus ganancias  en cifras estratosféricas. En fin, ningún gobierno había sido tan desastroso  para el pueblo como el de Chile Vamos.

Por esa razón, perdieron estrepitosamente y no volverán a gobernar.  El hecho de que en la elección con la mayor participación  de la historia hayan perdido por paliza -doce puntos porcentuales equivalentes a unos ochocientos mil votos o más y en la mayoría de las regiones del país-, después de haberse mostrado tan triunfalistas anticipando un resultado estrecho, demuestra que el pueblo rechaza la política derechista tan bien representada por Kast pues no es otra cosa que un retroceso político, social, moral y cultural que contradice el sentido de la historia y la acumulación de las conquistas alcanzadas por el pueblo en los últimos años. Por eso se movilizó yendo a votar y lo volverá a hacer cada vez que sea necesario. 

El fascismo fue derrotado en todas  las líneas. Ganó, en cambio, la unidad del pueblo. 

En efecto, no sólo la capacidad del comando de Gabriel Boric de unificar las votaciones de Apruebo Dignidad, Nuevo Pacto Social y MEO explican este resultado. Su sumó cerca de un millón de nuevos electores que vienen a ensanchar social y políticamente el torrente de las fuerzas antifascistas que dignamente representó el joven diputado magallánico. Jóvenes, pobladores, la gente de las provincias del norte y del extremo sur del país. 

La derecha, en cambio, solamente repitió su votación de primera vuelta y ni siquiera logra sumar, pese a todos sus esfuerzos y la buena disposición mostrada por su fantasmagórico abanderado, la votación del Partido de la Gente, insólito intento de expresión de una clase media despolitizada, temerosa y que ha sido presa fácil de demagogos inescrupulosos como Parisi. Por cierto, después de este resultado, difícilmente se podría apostar a que su bancada vaya a sumarse de buenas a  primeras al partido del führer de plástico que es Kast y su pandilla.

Las primeras reacciones de la derecha son confusas y apenas disimulan su incomodidad con un resultado que aparentemente nunca previeron. Van desde ser una oposición dialogante y constructiva (sic) a hacer valer su peso en el Parlamento, defender la libertad, blablablabla... Esta situación ya se empezaba a expresar tibiamente antes de la segunda vuelta pero en este momento es posible augurar una disputa que se va a agudizar en la misma medida que avance el proceso constituyente y la administración a cargo del Presidente Boric. 

La clase empresarial, con el fariseismo que caracteriza a sus dirigentes, igual que la derecha, manifiesta su reconocimiento al presidente recién electo, pero inmediatamente señala los límites que está dispuesta a tolerar, por lo demás no muy flexibles. Sin embargo, se pueden vislumbrar también algunos matices respecto de la manera de recuperar la economía que probablemente tienen que ver con la sorpresa del aplastante resultado pero que indudablemente tienen que ver también con la profundidad de la crisis que se avecina.  

El nuevo gobierno tendrá que hacerse cargo de lo que ni la derecha ni la ex concertación podrían haber hecho efectivamente. Por eso ganó el diputado Boric y en el camino quedó la senadora Provoste y MEO. Las tareas son enormes ciertamente. Por eso también ganó el joven diputado magallánico. Porque representa a una generación joven que va a construir un nuevo Chile. Porque representa a un amplio y diverso movimiento popular que agrupa a socialdemócratas, como él; a la coalición de partidos de izquierda más amplia que se recuerde desde el MDP; generaciones de izquierda que lucharon contra la dictadura de Pinochet, contra la exclusión en los noventa, a jóvenes que nacieron en democracia y que  lucharon por la educación pública el 2006 y el 2011. A las mujeres, las identidades diversas, los pobladores sin casa, los trabajadores y trabajadoras que han luchado permanentemente contra el subcontrato, el abuso patronal y las AFP's. 

Probablemente el Presidente impulsará una política de DDHH que se haga cargo de las deudas de las Piñera no se ha hecho cargo ni lo hará antes de irse. De la integración latinoamericana, más necesaria hoy que nunca para defender la democracia y los derechos del pueblo. Pero lo que urge, tal como lo dijo en su discurso en la Alameda, es darle un nuevo impulso al proceso constituyente para terminar de una vez por todas con cuarenta años de una Constitución que, primero, sostuvo jurídicamente la violación sistemática de los DDHH y luego, en los noventa y hasta el día de hoy, impidió el despliegue de la participación soberana del pueblo y la verdadera democracia. 

El show de Gloria Hutt no va a pasar de ser un recuerdo desagradable, un chascarro que sólo retrata de cuerpo entero la moralidad de la derecha en el Chile que viene. No pasaron ayer y no pasarán en el futuro. 

sábado, 11 de diciembre de 2021

¡Qué pasó con la revuelta!


La muerte de Marat. Jacques Louis David


A dos años de la revuelta popular que tiró al tacho de la basura de la historia la Constitución del 80, el país se enfrenta  sin embargo  a la posibilidad cierta de que la ultraderecha, que es el único sector abiertamente partidario de este bodrio,  gane las elecciones presidenciales.

Varios factores coyunturales podrían explicar esta paradoja aunque ciertamente tiene explicaciones mucho más profundas, si bien evidentes. ¡Es la lucha de clases! 

Efectivamente. Las clases dominantes de la sociedad están respondiendo a los embates de protesta popular que pusieron en jaque sus posiciones de dominio a partir del 18 de octubre de 2019 -el sistema de AFPs y la Constitución de Pinochet-. Para ello, han recurrido a todos los recursos disponibles de su repertorio mafioso. Desde la represión abierta, al muñequeo, la desinformación, la mentira, la difamación y la calumnia. 

La candidatura neofascista de Kast, es sólo uno más de sus ingredientes.

Los liberales, la derecha social, todos sin excepción se pusieron a disposición de la reacción moral y cultural,  guardando discretamente en un cajón sus discursos sobre tolerancia, diversidad, libertad, en tanto que el  papel que los fascismos han jugado a lo largo de todo el último siglo, desde Mussolini a Bolsonaro, no es otro que el de ser la última barrera de contención del modelo y los intereses de clase que defienden también liberales y conservadores, aunque con medios menos prosaicos.

Esta situación ha tenido resultados de proyecciones insospechadas. En primer lugar, barrió con los partidos del autodenominado "centro político". Partiendo por la DC, incapaz de dar cuenta de la contradicción que explica la situación social actual. Otros, simplemente porque tratándose de la defensa de los intereses de clase a los que sirven, olvidaron rápidamente sus ínfulas liberales y republicanas.  El espectáculo patético de Vargas Llosa llamando a votar por Kast, el representante más conspicuo de la reacción católica y nostálgico de la dictadura militar, es suficiente demostración de la bancarrota doctrinaria, política y cultural de este sector. 

Así las cosas, la segunda vuelta de la elección presidencial resulta determinante, quizás como ninguna otra antes en los últimos treinta años, para este sector. 

El buen resultado que obtuvo en las parlamentarias, puede diluirse como agua entre los dedos si es que no logra su objetivo de ganar la Presidencia de la República, habida cuenta de que la Convención podría resolver un período de transición para la instalación de la nueva Constitución y adelantar el llamado a unas elecciones generales, para lo que  contaría, por cierto, con la colaboración del Poder Ejecutivo.  La experiencia venezolana es bastante elocuente a este respecto y es probablemente por lo que vino Leopoldo López a Chile.

En resumidas cuentas, la derecha se juega mucho más que la presidencia en esta elección y así lo entienden varios de sus dirigentes. 

Lo que está  definitivamente en juego, es la posibilidad de detener el proceso de transformaciones iniciadas el 18 de octubre de 2019.  Ante una disyuntiva como ésta, no hay lugar para exclusivismos  ni alternativas de la alternativa.  De eso ya se dio cuenta la DC con un costo enorme para ella. No es el programa, qué tan radical ni qué tan amarillo pueda ser el gobierno de Apruebo Dignidad, lo que se define en la segunda vuelta. De hecho, los esfuerzos de los partidos de centro por moderarlo, apenas disimulan su incapacidad política. En efecto, el oportunismo de su actuación no podrá reemplazar, por cierto, las necesidades de transformación social que son consecuencia de contradicciones reales que han generado treinta años de neoliberalismo.

Tecnicismos más, tecnicismos menos,  ajustes más o menos, la sociedad reclama reformas de fondo y sea quien sea electo el 21 de diciembre tendrá que hacerse cargo de ellas. La movilización de masas va a resultar decisiva en este sentido pues los hechos de los últimos dos años han demostrado que la institucionalidad políítica hace rato que no da cuenta de ellas ni es útil para canalizarlas.

El sentido histórico de la Constituyente es precisamente ese.                            

Sin embargo, los aciagos compromisos en los que el sistema pone a la población, las hacen más urgentes. Efectivamente, el sistema de AFP’s arroja todos los años a masas de ancianos y ancianas a la indigencia generando una enorme carga para el fisco y para sus familias; el endeudamiento de éstas y el encarecimiento del costo de la vida, combatido paradójicamente por los economistas del sistema manteniendo en la pobreza a la población, generan un  caldo de cultivo propicio para las soluciones informales y que operan en los márgenes del sistema o fuera de ellos; redes de tráfico de drogas, incluyendo el microtráfico, venta de especies robadas, comercio informal, que finalmente terminan golpenado también a nuestro ya sufrido pueblo en sus barrios y poblaciones convertidos en verdaderos  mundos paralelos al oasis neoliberal de los mall y las carreteras interurbanas.

La ansiedad y el temor que asola a trabajadores y trabajadoras se manifiesta, luego, en un esecpticismo que refleja el alto abstebcionismo registrado en la anterior elección y es aprovechado por el fascismo proponiendo soluciones facilonas, sin ningún tipo de escrúpulo, diciendo después “….no se preocupen, todo va a estar bien….” Es a esa enorme masa de chilenos y chilenas que no reflejan twiter ni instagram a las que es necesario movilizar para detener a la reacción, derrotar su contraofensiva y hacer efectivas las demandas del 18 de octubre.

 


sábado, 27 de noviembre de 2021

Muertos cargando adobes

Max Beckmann. La partida, 1935



El resultado de las elecciones del 21 de noviembre, sorprendió. Primero, porque el candidato mejor posicionado en las encuestas, el diputado Gabriel Boric, no salió primero como todo hacía prever. En segundo lugar, por la impresionante votación que sacó el candidato más freak de todos, Franco Parisi. Y finalmente, pero lo más obvio, porque el primer lugar lo obtuvo un nostálgico de la dictadura de Pinochet, de la DINA, de los chicago boys y su funesta doctrina económica; defensor de los dogmas más oscurantistas en materia cultural y moral....en fin, lo más opuesto al progreso. 

También sorprendieron estas elecciones por la resurrección de la derecha. No solamente por el extraordinario resultado que obtiene en las parlamentarias, sino por su capacidad de ordenarse tras la candidatura ultra de Kast. Atrás quedó el verso de una supuesta derecha liberal y moderna. Cuando se trata de defender los intereses de las clases dominantes, la derecha chilena -desde EVOPOLI a Desbordes- es capaz de tragar sapos y culebras y olvidar sus bizantinas y superficiales diferencias, para hacerse cargo de su rol histórico. 

Especialmente en esta ocasión en que hay tanto en juego.

Un logro circunstancial, en todo caso, que los medios del sistema, los opinólogos de moda y antiguas glorias de la intelectualidad concertacionista y por cierto, la misma derecha, hacen aparecer como un triunfo estratégico y definitivo; demostración de la ilusión del "octubrismo" y de retorno de la "sensatez". Vamos a ver cuánto les dura. 

La Concertación, en cambio, no logró remontar su decadencia. La DC obtiene el peor resultado de su historia, asemejándose mucho al radicalismo de fines de los años cincuenta del siglo pasado. El resto de los partidos que la conformaron históricamente, no se demoraron mucho en llamar a votar por la izquierda en la segunda vuelta, dejándola sola en esta ocasión. La Concertación  pese a las declaraciones surrealistas de algunos de sus dirigentes sosteniendo contra toda la evidencia disponible y la lógica más elemental la relevancia del "centro", ya no existe. 

La candidatura del diputado Boric, representativa del más amplio espectro político y social; del progreso de la sociedad y la democracia y la consciencia de los DDHH; de abierta y explícita vocación antineoliberal -lo que le valió el derecho a representar a las fuerzas democráticas en la segunda vuelta- por la vía de los hechos, y no producto de un acuerdo explícito y voluntario de todas las fuerzas políticas democráticas, se transformó o está en vías de transformarse en una suerte de frente antifascista. Ello en el siglo XXI equivale a ser un frente antineoliberal, en la misma medida que esperpentos de barbarie como Bolsonaro, Trump o Kast son, precisamente, la culminación  de un capitalismo salvaje que ha demolido las bases de la democracia y la razón. 

Pero en política, se ha visto muertos cargando adobes, como se dice. No faltan de hecho, los que todavía pontifican con la moderación, la responsabilidad fiscal, y una larga letanía de adjetivos que pretenden contener las transformaciones, o adaptarlas a los límites impuestos por el neoliberalismo, incluso entre quienes conforman este amplio y diverso espectro político y social que apoya la candidatura de Apruebo Dignidad.

Dichas transformaciones, sin embargo, se van a abrir paso en medio de un proceso que va a ser mucho más complejo de lo que todo hacía prever hasta antes del domingo 21. Primero , porque son necesarias y porque la acumulación de contradicciones y malestar que genera el neoliberalismo no se van a resolver en los límites del mismo modelo que las genera. Las transformaciones no son una posibilidad más de las que el supermercado en que ha transformado el neoliberalismo a la sociedad puede ofrecer. Sucedáneos tal vez, sucedáneos que caducan cada vez más rápido, generando oleadas de malestar y protesta social que sólo podrían ser contenidas recurriendo a la represión y la violencia, que es lo que propone la derecha hoy por hoy. 

Por esa razón, evidentemente, con el fascismo no hay diálogo posible. 

En segundo lugar, porque es la izquierda la fuerza política que emerge como la gran triunfadora, pese a los intentos de la prensa del sistema por demostrar lo contrario. El resultado del Partido Comunista en las elecciones parlamentarias junto a la irrupción de una generación de dirigentes jóvenes, entre los que se cuenta el propio Boric, que han hecho de la crítica a las prácticas políticas tradicionales, como las componendas cupulares, al conservadurismo moral y cultural del proceso de transición; que han mostrado también como carta de presentación sus propias prácticas en el movimiento estudiantil  de donde provienen también Vallejo, Cariola, Jackson y otros, hacen confiar en su efectiva realización. 

En tercer lugar, porque la izquierda ha ido encontrando un centro de gravedad, por llamarlo de alguna manera. Quizás, producto de las circunstancias y de la posibilidad de que nuestra sociedad sufra una involución reaccionaria, aun cuando fuere momentánea, se ha ido aclarando la necesidad de realizar alianzas amplias. El hecho de que no sea una política impulsada solo por un partido sino por el conjunto de los que conforman Apruebo Dignidad, despeja un tema que históricamente ha generado grandes disputas en su interior. La práctica y la experiencia del pueblo determinarán el contenido y alcances de esta amplitud y por el momento, lo mejor es no adelantarse. 

Dos desafíos tiene al frente en todo caso. El primero es la lucha ideológica y la disputa por capas medias y de sectores populares despolitizadas y que han sido presa fácil del populismo y los discursos facilones. Tanto entre los votantes de Parisi como incluso entre los de Kast, hay amplias capas de empleados, trabajadores, pobladores y gente que aspira a una sociedad mejor que es necesario convencer. El recurso a los discursos contra la delincuencia y la inmigración han sido su caballito de batalla.

El segundo es la movilización del pueblo. Primero, yendo a votar masivamente el 19. Mientras más contundente sea el triunfo ese día, menos posibilidades tiene la derecha y el conservadurismo,  de frenar las transformaciones contenidas en el programa de Apruebo Dignidad y por las cuales el pueblo se inclinó en la primera vuelta, entre las candidaturas de oposición. Después, y es lo más difícil, para defender ese programa y su implementación del complot de la derecha. Partiendo por lo que tiene que ver con la Nueva Constitución pues la reacción va a hacer lo posible por  sabotearla desde el Congreso. 

Por angas o por mangas, la brújula se inclina a la izquierda. Ciertamente, menos de lo deseable y podría haber sido, pero eso es harina de otro costal. Efectivamente, en días recientes se ha visto muertos cargando adobes, pero como dijo el Presidente Allende, los procesos sociales no se detienen. 

 

 


lunes, 22 de noviembre de 2021

Chile entre dos opciones




El candidato de ultraderecha que estará en la papeleta el 19 de diciembre, declaró que Chile debe elegir entre la libertad y el comunismo. Con la asertividad y la claridad que lo caracterizan, Kast ordena a su gente, señala a sus enemigos  y objetivos precisos tras los cuales movilizarse. 

No será un gran teórico pero si bastante claro. Su candidatura, su propuesta y discurso no se caracterizan por su sofisticación, ni por su rigurosidad. Es un refrito de lugares comunes, frases hechas, sentimentalismo, aspiraciones abstractas y espiritualismo beato. Errores conceptuales; negación de la ciencia y de los avances de la civilización. Algo que como el propio candidato ha reivindicado, calza perfectamente con el sentido común, aun cuando no tenga ningún fundamento racional. Es como un Mussolini tercermundista del siglo XXI.

El resultado del domingo tiene que ver precisamente con el deterioro de la razón; con el subjetivismo y el predominio de las actitudes más básicas del ser humano, propios de la cultura neoliberal. Es exactamente la explicación para que un candidato como Parisi sacara la tercera mayoría, dejando en el camino a una senadora, ex ministra, dirigente y demócrata probada, como Yasna Provoste. Algo difícil de creer los días previos pero que efectivamente sucedió.

Se podría decir que los candidatos del sentido común; del cosismo y las soluciones mágicas se impusieron en esta ocasión pues expresan la cultura dominante, una ideología machacada majaderamente por treinta años, y que hoy por hoy es un campo de batalla por la conciencia. Este resultado, sin embargo, no habría sido factible de no mediar una serie de factores coyunturales. No se trata de el desenlace fatal -sino de un episodio- de la lucha entre dos opciones entre las que se juega el destino del país. 

Entre ellos, el control de medios de comunicación de masas y un servilismo que a estas alturas, ya casi se vive con una ingenuidad que raya con el sonambulismo. La difusión del allanamiento a la sede de un partido de oposición días antes de la elección, como si estuviéramos todavía en la época de Pinochet; la proliferación de fake news; la presentación del programa de Kast como si fuera de lo más democrático que hay o de un candidato que ni siquiera está en Chile y tiene cuentas pendientes con la justicia de familia, son expresiones de esta "detención del pensar". 

Qué decir del cierre anticipado de las sedes de votación en una acción abiertamente ilegal y rayana con el intervencionismo electoral.

Pero no se le puede achacar a la derecha hacer su política, al neoliberalismo ser tan ordinario ni a los medios controlados por el poder del dinero y el conservadurismo, resistir a las fuerzas sociales y políticas que propugnan cambios. El problema es cuando estas dejan de hacer la suya y omiten opiniones, argumentos y juicios detrás de un cálculo aparentemente razonable, que genera un vacío de significado que hábilmente ocupa el fascismo. Precisamente lo que ha hecho Kast y lo que con un sentido oportunista y cantinflero, hizo también Parisi. 

La ideología, en este sentido, actúa como un sucedáneo de explicación que tranquiliza a masas ansiosas ante la precariedad de sus vidas aunque esta sostenga precisamente la profundización de dicha precariedad. Xenofobia; machismo; clasismo; desprecio por la ciencia; hipóstasis de unas vagas nociones de  la patria, la familia y el esfuerzo que ocultan un programa económico que pareciera sacado de un manual de los chicago boys, solamente van a hacer más dura la vida de quienes votan hoy por la derecha buscando respuestas.

No es un examen de grado ni una demostración de responsabilidad lo que el pueblo espera de sus lideres y lideresas, organizaciones sociales y partidos políticos de izquierda y progresistas. La segunda vuelta que se realizará el próximo 19 de diciembre, no solamente va a requerir de la unidad más amplia de los demócratas, unidad que si es por aritmética tampoco alcanza, sino de una unidad de principios y valores. Claridad de propósitos y menos explicaciones técnicas. 

Hasta ahora, la opción de derecha y Kast en particular, han sido claros en la determinación de sus propósitos y sus enemigos. Son precisos para referirse a lo que entienden por paz, por justicia, por gobernabilidad, por desarrollo. No ha tenido temor a confrontar, y Kast es una demostración clara de eso, imponiéndose con sonrisa gélida a todo su sector para terminar imponiéndose en él. No ha dado explicaciones ni parece querer darlas porque no lo necesita, de su programa ni de las afirmaciones abiertamente falsas, erróneas y malintencionadas que contiene. 

El país está entre dos opciones. Si ponerse en medio le costó a la Concertación caer en la intrascendencia, es evidente que la izquierda no puede seguir eludiendo el debate de principios, señalar a los enemigos del pueblo, en primer lugar el fascismo, los carteles empresariales y los monopolios, y los objetivos de un futuro gobierno de Apruebo Dignidad en pensiones, salud y educación pública, trabajo, medioambiente y especialmente respecto de la nueva Constitución. 

Es mucho lo que está en juego no solamente para nuestro pueblo sino para todos los pueblos de América que miran con esperanzas lo que está pasando en Chile, cuna del neoliberalismo y ojalá también, su tumba definitiva. 



jueves, 18 de noviembre de 2021

¿Qué es lo que realmente está en juego el domingo?

 

Eugene Delacroix. La libertad guiando al pueblo. 1830




Estamos a pocos días de que se realice la elección más determinante para el país en los últimos cincuenta años.

Sea cual sea el resultado, el período que comienza va a ser extraordinariamente convulsionado e inestable. Algo similar a lo que sucedió después de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo a fines de los años veinte del siglo pasado.

En primer lugar, porque el bloque hegemónico de la transición -conformado por un acuerdo entre el centro político y la derecha- que ya venia bien vapuleado desde la primera administración de Piñera, pasó a la historia. La Acusación Constitucional de la que fue objeto en el Parlamento, fue su epitafio, escrito en términos no muy laudatorios.

Si bien no alcanzó en el senado el quórum necesario para ser aprobada, no hubo ni un solo voto de oposición a su favor.

Las encuestas le daban un sesenta y cuatro por ciento de respaldo ciudadano. Si hubiera referéndum revocatorio, como en Bolivia y Venezuela, Piñera ya no sería presidente. Los retorcidos argumentos de sus ministros y de los parlamentarios de su coalición, tratando de hacerlo ver como la víctima inocente de una maniobra politiquera, no se los cree nadie ni los considera seriamente, excepto tal vez el columnista de El Libero Pepe Auth.

Para la derecha, sin embargo, la cosa no termina ahí. Toda la maquinaria propagandística de la que dispone y que ha tratado de hacer viable la candidatura ultra de José Kast, el único resultado que ha tenido es dispersar todavía más los votos de la derecha, que deambulan semanalmente de Sichel a Kast y viceversa sin sumar nada, generando el espejismo de un fenómeno insospechado cuando apenas goza de un predecible veinte por ciento en todas las últimas elecciones realizadas.

La Concertación yace en paz. El acuerdo entre la DC y el PS, que fue su núcleo fundacional, se ha ido descomponiendo inexorablemente. En especial porque el comprtamiento del PS se va desplazando paulatinamente fuera de ésta. Es evidente la cercanía de este partido con el FA, sobre todo en la Convención Constitucional y es natural que así sea.

Uno de los factores estructurales de la transición fue, precisamente, la dispersión de las fuerzas de izquierda y que un sector de ésta, fuera parte del acuerdo que le dio origen -la otra cara de la moneda de la exclusión del PC, el MIR, y otros colectivos y partidos de izquierda que habían sido determinates en la derrota de la dictadura militar-. 

La acumulación de contradicciones sin resolver que ha generando el modelo neoliberal y que explican la situación actual, son la razón que explica la necesidad de realizar reformas estructurales que, obviamente, van a concitar grandes movimientos de masas y resistencias que están en relación directamente proporcional con éstas, por parte de quienes se han visto beneficiados por él.

Se van a generar alianzas; se van a separar otras existentes; partidos y coaliciones van a desaparecer e incluso ya lo están haciendo; van a surgir otros. Lo mismo en el caso de las organizaciones sociales.

Las elecciones del domingo, como solía decir Miguel Enríquez, solamente van a plantear un problema, no lo van a resolver.  Van a establecer las correlaciones de fuerza que determinarán el período que se va a extender entre la instalación del próximo gobierno, la Nueva Constitución y la elección presidencial y legislativa siguiente, con nuevas coaliciones; otros partidos; otros líderes.

Entre medio, grandes movilizaciones de masas que exigirán solución a demandas postergadas por treinta años, cumplimiento de promesas traicionadas y realización de esperanzas contenidas en la nueva Constitución y que expresan el concepto de una nueva sociedad. No da lo mismo quien gobierne cuando entre a regir la nueva Constitución; no da lo mismo que el próximo gobierno tenga o no mayoría en el Parlamento, especialmente si se trata de aprobar reformas al sistema de pensiones, reforma tributaria, al código del trabajo o nacionalización del litio y el agua.

Por eso el triunfo de Apruebo Dignidad es posible y necesario. Un gobierno y una mayoría parlamentaria que empuje junto al pueblo, las reformas que terminen de una vez con todo vestigio de la dictadura y el modelo neoliberal. Que encabece la campaña por la aprobación en el plebiscito de salida; que se ponga a la cabeza de la unidad de todos los y las demócratas que aspiran a una nueva sociedad.

domingo, 7 de noviembre de 2021

¿Es posible realmente que la derecha pase a segunda vuelta?


Francis Bacon. Retrato de Inocencio X


En las últimas semanas, toda la prensa, las empresas que realizan estudios de opinión y encuestas, los think tanks de la derecha y todo de lo que dispone el sistema, ha realizado esfuerzos denodados por invisibilizar a la candidata de Nuevo Pacto Social, la senadora Yasna Provoste. Últimamente, poniéndola incluso detrás del candidato más freak e inverosímil de todos, Franco Parisi. La estrategia no puede ser más obvia. Levantar a Kast para, a las perdidas, lograr que la derecha pase a segunda vuelta a lo menos. 

Lamentablemente, la performance de Nuevo Pacto Social, colabora bastante con este propósito de la derecha. Se le están yendo todos y en su mojigatería, no se decide -excepto porque su candidata tiene el coraje de hacerlo de vez en cuando- a enfrentar frontalmente al matonaje de la derecha. De una manera burda, y en su obsesión por el centro, ha tratado de poner al mismo nivel o como si fueran lo mismo, al candidato de ultraderecha José Kast y el mejor posicionado en esta campaña, el candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric. 

La torpeza no puede ser mayor. Ello, pues no atina a dar con la contradicción principal del momento actual, repitiendo una letanía incomprensible que promete al mismo tiempo cambios y estabilidad; reformas estructurales y responsabilidad fiscal; grandes acuerdos precisamente con los que no están de acuerdo en cambiar nada. Algo muy similar a lo que postula torpemente una carta recientemente conocida de ex dirigentes de lo más granado del liberalismo de la Concertación y que no han demostrado mucho entusiasmo en su campaña. Es más, son precisamente los que abandonan el barco sin tratar siquiera de salvarlo del naufragio.

La sociedad está cruzada hace tiempo pese a la negación que sostuvo el voluntarismo de la Concertación,  por enormes contradicciones originadas por sus propios éxitos. El perfeccionamiento del neoliberalismo que realizaba tras la quimérica promesa de terminar con la pobreza, profundizaba la desigualdad, aumentaba el endeudamiento de las familias y arrastraba a trabajadores y trabajadoras a someterse a la más despiadada sobreexplotación con tal de no caer en ella. 

¿Quiere decir esto que el centro político fracasó irremediablemente y no tiene arreglo? 

Si insiste en la misma receta de los últimos treinta años, probablemente. Es más, si persevera en su empeño por ponerse en medio en vez de enfrentar a la derecha, es casi seguro que ni siquiera pasa a la segunda vuelta, como intenta hacernos creer la prensa y los centros de estudio de la derecha. En ese caso estaríamos ante el caso típico de una profecía autocumplida. 

Efectivamente, en los momentos determinantes de la historia, como el actual, la sociedad experimenta cambios profundos y definitivos que obligan a todos los actores sociales y políticos a cambiar con ella o perecer. Ejemplos en la historia de Chile en el siglo XX hay varios.

Fue exactamente lo que comprendió la generación de la Falange Nacional que dio origen a la Democracia Cristiana. Generación que premunida de una gran confianza en la posibilidad de realizar cambios; una voluntad y una mística que atrajo a grandes contingentes de profesionales jóvenes, pobladores de las barriadas de las grandes ciudades, campesinos, hombres y mujeres del campo y la ciudad, realizó cambios históricos que perduran hasta el día de hoy. 

Aspectos, en cambio, que no se aprecian en Nuevo Pacto Social, más preocupado de la estabilidad que de las transformaciones que la sociedad está experimentando. 

En la actualidad, Chile debe enfrentar grandes desafíos, si bien diferentes a los de mediados del siglo XX: la crisis hídrica, el cambio estructural del sistema de pensiones, el futuro del litio, el manejo de la pandemia, la Nueva Constitución. Es una contradicción en esencia creer que es posible hacerlo sin plantearse la derrota de la desigualdad, que es precisamente el meollo de los conflictos que agitan a la sociedad hoy por hoy y que no se resolverá sin afectar los poderosos intereses representados por la derecha en el Parlamento y la Convención Constitucional y que aspira también representar en el Gobierno. 


domingo, 31 de octubre de 2021

Significado del fascismo en la actualidad



Georg Grosz. Los pilares de la sociedad. 1928

En todo el mundo, y también en Chile, se manifiestan signos preocupantes de surgimiento de autoritarismos y propuestas reaccionarias de diverso signo.

Es el punto de llegada de una cultura que, como preconizaba tras la caída del Muro de Berlín el filósofo pop Francis Fukuyama, se concibe a sí misma como el fin de la historia humana.

El supuesto triunfo definitivo del liberalismo y del individualismo burgués, trajo consigo el fin de las ideologías; el fin de las utopías, de los sujetos sociales, de toda trascendencia y por tanto de las éticas deontológicas. Estas concepciones proscribieron la razón al desván de los recuerdos e impusieron una cultura de un hedonismo chato y un subjetivismo ramplón. 

Además, sedujeron incluso a parte de la izquierda y es una de las razones que hicieron posible que posiciones derechistas que fueron sostén de la dictadura militar, se relegitimaran social y políticamente en los noventa.

Éstas, aunque no tengan el mismo peso político que entonces, siguen siendo un factor a considerar y menospreciarlas, una candidez que podría resultar  fatal para nuestros pueblos. 

El recurso a la irracionalidad, al espontaneísmo, a los comportamientos más pedestres como son la desconfianza, la ira y el  temor, es a lo que la derecha    -en momentos de crisis política y social como la que se manifiesta en nuestro país actualmente- ha recurrido en ocasiones anteriores. 

Ello, pues ayudan a disimular las verdaderas fuentes de la dominación y facilitan las cosas a las soluciones populistas y reaccionarias.

Es una política, mezcla de neoliberalismo decadente, conservadurismo beato, negación de la ciencia y el progreso acumulado por la humanidad, incluidos derechos sociales, políticos y culturales gracias a la expansión de la democracia, para reivindicar en cambio la “tradición”, vinculada a la familia, la patria, la raza y en el pasado, a la vida rural.

Lo peor de todo, es que son posiciones que aún con todo lo que tienen de reaccionario, inmoral y embrutecedor, son presentadas  en los medios,  gracias a este presunto triunfo del liberalismo  y esa cultura noventera para la cual la legitimidad de posiciones culturales, morales, políticas e ideológicas son un asunto estrictamente subjetivo y por tanto, individual, como una más de las “posibilidades” entre las cuales escoger.


Una posibilidad real hoy en día, efectivamente, considerando la bancarrota irremontable del candidato de la derecha tradicional y el empresariado.  En un ambiente cultural decadente, política e intelectualmente pobre como el de la derecha en la actualidad, el autoritarismo, la reacción moral, social e ideológica representa un lugar seguro que obviamente seduce a muchos de los suyos.

Es en ese contexto que el progresivo éxodo de dirigentes y parlamentarios  de la UDI hacia la candidatura de JAK tienen no sólo sentido político sino también una lógica histórica y cultural. Pero no sólo la UDI. También en RN y en todo el sector se puede apreciar la renuncia paulatina pero indeclinable a la reflexión, en beneficio de la defensa de los principios más absurdos, anticientíficos, racistas, autoritarios y clasistas que en cualquier otra parte del mundo harían avergonzarse a quien los escuche.

Semejantes esperpentos deben ser enfrentados con decisión y sin ambigüedades,  Lamentablemente,  la candidata de Nuevo Pacto Social, la senadora Yasna Provoste C., los ha interpretado erróneamente como una oportunidad para irse por el supuestamente ancho y seguro camino de en medio, en lugar de enfrentarlos como lo que son, el obstáculo, la última línea de defensa del modelo.

Lamentablemente, por ese camino no va a llegar muy lejos. En lugar de formar un frente común con la izquierda para denunciar y combatir las posiciones reaccionarias y protofascistas, busca ponerse por sobre las contradicciones reales –en este caso, las que propugnan el fin del neoliberalismo y la Constitución de Pinochet y las que recurriendo al dogmatismo y el prejuicio social y político, pretenden salvar lo que se pueda de él- para sacar dividendos electorales.

Craso error de los estrategas de su comando o supervivencia innecesaria de las concepciones concertacionistas.

Es ineludible hoy por hoy tomar partido en la contradicción que agita a la sociedad. El riesgo de la intrascendencia ya cobró su primera víctima antes de las elecciones.

Pero en segundo lugar, y sobre todo, porque esta elusión manifestada en posiciones centristas que intentan ponerse por sobre las contradicciones reales de la sociedad, le facilita las cosas a la reacción. Lo legitima como si se tratara de una posición racional cuando se trata realmente de  fascismo puro y duro, dejando a la sociedad a merced de su charlatanería, su intolerancia y su violencia. 

El fascismo de Kast, es la última línea de defensa del modelo. No se sostiene sobre argumentos racionales sino sobre prejuicios, dogmas y actitudes. Tiene sentido solamente en tanto que el neoliberalismo y la Constitución de Pinochet no se pueden seguir sosteniendo en un discurso aparentemente racional. Su única manera de hacerlo es recurriendo a la violencia verbal y física, a la mentira y la difamación. 

Son conductas que en una sociedad democrática no se deben aceptar ni tolerar. Muy probablemente su misma charlatanería y agresividad terminen por alejarlo del electorado que se ha manifestado consecutivamente en todas las últimas elecciones a favor de cambios de fondo al sistema político, económico y social. Sin embargo, se va incubando en el subsuelo de una sociedad despolitizada por treinta años de un neoliberalismo que introdujo una fe de carbonero en el mercado, la competencia y el individualismo, el germen del fascismo que primero, va ganando posiciones en la derecha y que más adelante puede terminar por imponerse a toda la sociedad.

Ejemplos históricos hay de sobra.

Es respecto de ese peligro que los demócratas deben prepararse y tomar posición. Eludirlo tras el expediente facilón de ponerse en medio, equivale a tolerarlo abriéndole las compuertas de una sociedad en crisis por la responsabilidad de los mismos que tras el discurso tradicionalista ocultan sus profundos vínculos y responsabilidad con el neoliberalismo.


lunes, 25 de octubre de 2021

Constitución, Estado y sociedad de clase


Arturo Gordon. El velorio del angelito


La derecha es una ínfima minoría en Chile y ello se expresa en la composición de la Convención Constitucional. 

En su desesperación al verse tal como es, ha concentrado sus esfuerzos en deslegitimarla. Para ello recurre a todos los medios posibles y a toda clase de argumentos, que van desde la descalificación burda, hasta el recurso a principios jurídicos y legales que de poco sirven para explicar un proceso de cambios cuando están hechos precisamente para lo contrario, mantener las cosas tal como están. Es como tratar de explicar la cuadratura del círculo.

Atrapada en su ideologismo, incapaz de comprender lo que está pasando, excepto que su “oasis” se está desmoronando, no le queda otro recurso que la violencia. Más de dos mil detenidos: cifra similar de presos sin formalizar, en base a testimonios de los mismos organismos de seguridad que han realizado las detenciones, cuatrocientas víctimas de trauma ocular, casi treinta muertos, etc. ha sido el saldo hasta ahora.

Su actitud sediciosa y violenta, por el momento, ha sido tolerada de modo peligroso. Resulta inconcebible, a estas alturas, que tengan tribuna todavía opinólogos y comentaristas –porque no les da para más- que atacan a la Convención y justifican la represión con argumentos tan prosaicos y que incluso antes de conocerse su resultado, llamen a rechazar en el plebiscito de salida.

Son tan patéticos sus sofismas, que apenas disumulan  interés de clase. Colusión empresarial, evasión de impuestos; connivencia entre la empresa privada y el poder político; abusos con los consumidores para maximizar sus niveles ya indecentes de ganancias, simplemente son ignorados por los ideólogos de la derecha o en el mejor de los casos, explicados como fallas accidentales del sistema pese que se manifiestan habitualmente y son presentados por los medios con toda naturalidad.

En cambio, gastan miles da páginas en medios escritos y horas de transmisión en sus noticiarios y medios radiales para referirse al caso de una rifa o cuestionar que algunos convencionales hayan recibido el IFE, como si se tratara de magnates.

A pesar de todo, la Convención dio inicio a la discusión de los contenidos de la nueva Constitución, y esto señala  el comienzo de un nuevo período en nuestra historia. Atrás va quedando la etapa de un régimen autoritario y una democracia secuestrada por los poderes del dinero, el interés empresarial, y el conservadurismo moral.

No sin que estos den la pelea, por cierto.

El rechazo en el plebiscito de entrada y el atolondrado llamado de la ultraderecha a hacerlo nuevamente en el de salida, es exactamente eso, la defensa de un orden jurídico e institucional que garantiza a las clases poseedoras de la sociedad su posición de dominio, pese a su condición minoritaria.  

Dicha posición es el resultado del despojo. De la apropiación privada de todo por un puñado de grupos económicos para transformarlo en un eslabón más de la cadena de valorización del capital: de la enajenación de hombres y mujeres; sus cuerpos y todo lo que es resultado de su creatividad y esfuerzo; la naturaleza y los seres vivos para luego ser convertido en una mercancía intercambiable en el mercado, manera aparente de recuperarlo -en cuotas usureras, además, que profundizan la desigualdad y la enajenación de trabajadoras y trabajadores. 

Este despojo fue realizado en plena dictadura, la que repartió como un botín las empresas del Estado entre sus financistas y las transnacionales e hizo de los servicios públicos -concebidos como Derechos en la democracia hasta 1973- lucrativos nichos de negocio y continuó luego bajo los gobiernos de la Concertación.

Ello no puede ser argumentado racionalmente, por cierto, sino mediante razonamientos formales y tecnicismos jurídicos y macroeconómicos, tal vez muy lógicos pero que ignoran la realidad social y hacen de la “República” una suerte de entidad presuntamente trascendente e impoluta y de la sociedad, una abstracción.

Los últimos cuarenta y cinco años, en efecto, se fue construyendo una sociedad basada precisamente en la privatización de todo lo real y la preeminencia del capital como categoría fundamental de la sociedad, y la profundización de la división de clases producto de este fenómeno que tiene como su más elocuente expresión, niveles de desigualdad como los descritos por Augusto D´halmar o Nicomedes Guzmán. 

Quizás nunca, fue tan evidente y tan profundo el antagonismo. La derecha obviamente no lo entiende ni podría hacerlo sin negarse a sí misma y a toda la ideología que la llevó a creer que estaba ante el fin de la historia, en el "oasis" que profetizó Fukuyama hace treinta años.

El debate constitucional no es solamente un debate jurídico, legislativo o reglamemtario. Es ante todo, una discusión por la sociedad que queremos ser. Por el lugar que las clases, los movimientos sociales, las culturas y las naciones van a ocupar en el Estado que surja de él. El deber de la izquierda es precisamente, romper los límites que el neoliberalismo y una ideología jurídica ad hoc ha puesto entre la sociedad real y el Estado para construir un Chile democrático, un Chile para todos todas y todes.


 


jueves, 14 de octubre de 2021

Descanse en Paz

Honoré Daumier. "Somos hombres honestos, abracémonos y acabemos con nuestros desacuerdos. Litografía



La semana noticiosa ha sido intensa. Quizás tanto como para haber cambiado la situación nacional de modo irreversible.

Primero, porque después del segundo debate televisado, las posibilidades de la derecha en la elección presidencial son casi nulas, de no mediar algún acontecimiento inesperado. Sebastian Sichel es un cadáver político y no deben ser pocos los que se deben preguntar en su sector, seguramente, si no habría sido preferible escoger a Lavín, aunque con toda probabilidad no habría corrido una suerte muy distinta, considerando los manejos oscuros de las finanzas de la municipalidad de la que es alcalde. 

La candidatura de Kast no representa de ninguna manera una opción que pudiera tomar el relevo de la prematura defunción de Sichel. Ello porque el electorado al que apela Kast no es el mismo. Se trata de la derecha más dura; más reaccionaria e ignorante. Quién sabe cuánto del electorado del candidato de Vamos por Chile podrá recuperar el candidato ultra, pero obviamente no es la suma de ambos lo que representará en la elección de noviembre. Además, porque su comportamiento ético no es muy diferente al de Sichel, Lavín  o Piñera.

Miente, evade impuestos, es grosero y agresivo. 

Segundo dato importante, la Acusación Constitucional contra Piñera. La posibilidad de que sea destituido es altamente probable. Esto quiere decir que definitivamente la posibilidad de resolver las contradicciones entre los sectores hegemónicos de nuestro sistema político -o mejor dicho, de quienes los hegemonizaron desde 1990 en adelante- a través de un consenso, se esfumó para siempre. Precisamente, lo que le dio la estabilidad de un túmulo a nuestra interminable transición. 

Es, por lo demás, lo que le reprocha la derecha y todos sus ideólogos al "socialismo democrático", recurriendo a todo su arsenal de diatribas anticomunistas, sacadas del baúl de los recuerdos del maccahartisno. 

El tercer elemento es la publicación en el Diario Oficial de los reglamentos de la Convención Constitucional. La derecha ni siquiera logró juntar las firmas necesarias para recurrir ante la Corte Suprema, para derribar lo resuelto democráticamente por la Convención. Se ha visto en estos días de esa manera sin las anteojeras ideológicas con las que se apreció y con las que la apreció gran parte de la sociedad en los últimos treinta años. Esto es, quedó en evidencia como un sector minoritario; profundamente reaccionario; ideologizado; hipócrita y clasista. 

Muy probablemente, habrá una segunda vuelta entre dos candidatos de oposición y la derecha, como en otras ocasiones, se verá obligada a escoger entre ellos en diciembre. Pero además, su posición minoritaria se verá reflejada en la elección parlamentaria y con suerte, escogerá su mismo veinte por ciento de la Convención. Así las cosas, las relaciones entre la Convención y el Parlamento comenzarán a ser muy distintas y con toda seguridad, estas serán de colaboración y entendimiento, tanto como para acelerar el proceso constituyente y darle sustentabilidad en el largo plazo. Lo mismo respecto del Gobierno. 

La movilización social encontrará en el Estado no un obstáculo sino un interlocutor. No será la reedición del Estado de Compromiso seguramente, pero a lo menos sí habrá una mayor porosidad en la relación entre éste y el movimiento social. Esto significa que en lo que dice relación con la recuperación de la economía, el manejo de la pandemia; también en las reformas al sistema de pensiones, el Código del Trabajo; la desmunicipalización de la educación y el fortalecimiento de la salud pública, no serán obra de los "técnicos" que tanto abundaron en los noventa en la definición de las políticas públicas sino de la sociedad civil organizada en diálogo y conflicto con el Estado. 

Asimismo, un entendimiento entre la izquierda y el centro será determinante en la proyección de los cambios que traerá consigo la nueva Constitución. 

El mismo debate de la Convención va a aclarar hasta dónde ésta determinará las relaciones entre Estado, política y Sociedad Civil. Regulación de los mercados; capacidad del Estado para crear empresas; se cuestionará el absurdo de la autonomía del Banco Central que en estos días ha quedado en evidencia; el reconocimiento constitucional de la titularidad de los derechos colectivos; de las nacionalidades y las culturas; etc. son todas materias que ciertamente exceden el debate sobre el régimen político que a algunos les parece suficiente para hacer posibles reformas que apunten hacia una sociedad democrática y de derechos y es donde probablemente habrá que esforzarse por encontrar soluciones y más debate va a generarse en el seno de lo que actualmente es la oposición.

Ni el centro  ni la izquierda son lo mismo de hace cinco años. La Concertación yace en los anales de la historia y es ese, precisamente, uno de los motivos que más lágrimas le ha sacado a la derecha y sus intelectuales. La izquierda en la actualidad es una síntesis en proceso de lo que fue la izquierda histórica  y una izquierda emergente. 

Sin embargo, la derrota estratégica de la derecha y la crisis global del neoliberalismo -económica, ambiental, sanitaria- posibilitan ese entendimiento que ciertamente no será en torno a lo posible sino a lo necesario. 





viernes, 1 de octubre de 2021

Plebiscitos o cocina

 

Juan D. Dávila. Hysterial Tears. 1979
                                             

La aprobación de los plebiscitos para dirimir acerca de las materias en las que la convención no alcance el supraquórum de 2/3 acordado por el “partido del orden”, ha desatado –como era de esperar- la furia de la derecha. Bueno, en general su actitud respecto de todo el proceso constituyente ha sido esa; reclamar por todo y poner obstáculos desde el primer día de su instalación, recurriendo a las afrtimañas más ordinarias.

La vacilación en los sectores democráticos, lamentablemente, le ha facilitado las cosas a la reacción, de tal modo que incluso en su situación de ínfima minoría social, política y moral, todavía ostenta una capacidad no despreciable de hacer aparecer como algo razonable, lo que no son más que los espasmos agónicos de la democracia de los acuerdos.

Efectivamente, el quórum de 2/3, rémora del binominalismo y piedra angular de la transición pactada, en los hechos significa un pie forzado que condena cualquier tipo de deliberación al consenso o la inanición. La derecha lo dice sin ambages y lo defiende. En su matriz conservadora se entiende esta aplicación que connota estabilidad, es decir inmovilidad institucional, pues su proósito es mantener las cosas como están, precisamente lo contrario de lo que demanda la sociedad y que explica el levantamiento popular del 18 de octubre, eufemísticamente catalogado como “estallido social”.

De estallido social nada. No se trató de un reventón sin propósito ni reivindicaciones, expresión de un malestar amorfo e inexplicable. No.

El que las demandas principales del 18 de octubre fueran dignidad, igualdad, participación, y que éstas se sintetizaran tan categóricamente en la consigna “no son treinta pesos, son treinta años”  y en las demandas de fin al sistema de AFP y cambio constitucional, da cuenta de que todo el proceso tiene una dirección histórica irrefutable y así lo demuestran categóricamente, además, los resultados del plebiscito del 25 de octubre de 2020 y la elección de convencionales en abril.

Resulta, pues, inexplicable que haya sectores partidarios de las transformaciones y la democratización del país que aún defienden el quórum de 2/3, en tanto dicha dirección del proceso es exactamente la misma de sus propósitos declarados. Es más, el famoso supraquórum –y lo ha planteado la derecha innumerales veces, como si fuera su virtud- obliga a la convención a llegar a acuerdos o no proceder a las transformaciones que el pueblo reclamó en las calles.

Probablemente, hay sectores de la Convención que creen sinceramente en la posibilidad de llegar a acuerdos “convenientes” con la derecha en ella. La misma creencia de los estrategas de la transición pactada que nos tiene adonde nos tiene. Otra hipótesis esgrimida por los partidarios de los 2/3 es la posibilidad de tenerlos para emprender las transformaciones reclamadas por el pueblo desde el 18 de octubre en adelante.

Puede ser. Sin embargo, este razonamiento pasa por alto la que es probablemente la demanda más importante del “estallido”. El pueblo reclama participación y menos cocinas, o sea menos “consensos”. No se trata de reemplazar a una burocracia por otra. Efectivamente, da risa escuchar a antiguos exégetas de la autonomía  declararse muy tranquilos desde el momento en que la derecha no obtuvo el tercio que necesitaba para bloquear las reformas, relegando al pueblo al lugar de espectador de lo que hacen sus representantes y los bienintencionados y sagaces dirigentes de la autonomía.

La reacción, en cambio, ha interpretado correctamente el sentido de los plebiscitos dirimientes y lo ha declarado desde un principio de la discusión. Primero, ha dicho que esto conllevaría polarización social, o sea, politización de la sociedad, debate, “deliberación Ciudadana” como la llaman los amantes de la “retórica profunda”, como los llamaba Baudelaire. Luego, ha dicho que es devolverle la pelota a los mismos que delegaron en la convención  la responsabilidad de redactar una nueva Constitución. Obvio. Y obviamente, la derecha le tiene pánico a esa situación. Hace diez años exactamente, un pintoresco ex presidente de RN declaraba en este mismo sentido “le tengo pánico a los plebscitos”.

Finalmente, como editorializa El Mercurio y repite después el batallón de tinterillos que tiene el sistema en los medios, es una manera de “saltarse el quórum”. En el sentido de devolver el poder de la deliberación al constituyente originario que es el pueblo, efectivamente sí. Eso no obsta sin embargo, a que la Convención –con la seriedad y rigor que la ha caracterizado, a pesar de las caricaturas de medios amarillistas y reaccionarios-  continúe sus deliberaciones y entregue en el plebiscito de salida la nueva Constitución al escrutinio del pueblo.

Hasta la derecha, tiene el derecho de opinar y proponer en ella. Ahora bien, que tenga los votos o pueda reunirlos, es problema suyo, no de la Convención ni del resto de la sociedad. Que tengamos que seguir subsidiándola, tal como fue a lo largo de los tediosos años noventa, sería impresentable.

Por esa razón, los plebiscitos se abrirán paso. Es la demanda popular de participación la que está en juego. La sustentabilidad del cambio constitucional, no depende como han tratado de hacer creer los nostálgicos del binominalismo del consenso mayoritario, sino del protagonismo del pueblo en todo este proceso.


domingo, 26 de septiembre de 2021

La izquierda y el nuevo Chile que está por nacer

Francisco Goya. Los desastres de la guerra. Contra el bien general



Es un hecho indesmentible que la Constitución de Pinochet está agonizando. Los llamados desesperados de la derecha a respetar el art. 133 en lo que dice relación con los quórums para dirimir todas las materias de la Convención Constitucional, solamente dan cuenta de su desesperación. 

El argumento es esencialmente positivista. Se trataría de una ley existente. Y como todo lo que emana de esta concepción positivista, es el óbice de cualquier entendimiento racional. Son los puros hechos lo que se impone sin que haya ninguna deliberación de por medio. Algo parecido a las cansonas prédicas de los economistas neoliberales.

Por cierto, no han faltado quienes han caído en pánico o han  pisado el palito, advirtiendo acerca del fracaso de la Convención  Constitucional. Con el correr del tiempo, sin embargo, estas demostraciones de un pánico típico de la pequeñaburguesía, han ido dando paso a una consideración más realista y objetiva de las cosas. 

La Convención avanza a paso firme en la determinación de su Reglamento de funcionamiento, sometiéndose a las normas que a sí misma se ha dado estableciendo su carácter de expresión del poder constituyente originario, lo que la derecha a través de sus voceros e ideólogos más bizarros ha debido aceptar con una mueca de desprecio que apenas disimula su molestia, mezcla de resignación y clasismo. 

En efecto, lo único realmente incuestionable, es que la Constitución de Lagos-Pinochet tiene sus días contados. Y tal como han planteado numerosas personalidades políticas, dirigentes y analistas, esto significa en los hechos, que el sostén jurídico del sistema neoliberal y luego, el propio neoliberalismo, comenzarán a ser desmantelados por una sociedad que aspira a una auténtica libertad, justicia, igualdad y dignidad y no los sucedáneos que éste ofrece y siempre ha ofrecido. 

La velocidad con la que esto vaya a ocurrir, dependerá de varios factores. El primero de ellos ciertamente, es el ritmo de la debacle derechista. Afortunadamente, junto a la agonía de su propia creación, la ruina del sector es alimentada por sus propias contradicciones y su incapacidad para presentar una alternativa. El candidato Sichel es el mejor ejemplo de esto, presa de sus contradicciones individuales, su ambición y falta de ideas, no hilvana dos frases con sentido sin caer en los galimatías más abstrusos y todo el staff de jóvenes intelectuales encargados de su "relato" -ciertamente más sofisticado y lírico que el de los economistas de Chicago- quienes se quedan siempre en puros prolegómenos y apostasía de su pasado pinochetista y la insensibilidad de la tecnocracia monetarista.

En este sentido, después del debate quedó meridianamente claro que Kast si bien no es una amenaza para el progresismo en la elección de noviembre, sí lo es para el pobre Sichel y su coalición que se dispersa y desaparece en medio de la letanía de fórmulas y frases que no contienen ni un solo concepto que de cuenta del país real. Sólo exposición de restos de antigua opulencia. Surge en medio de este páramo que es la derecha tradicional, un protofascismo que enarbola el sentido común como bandera y que se expresa en la xenofobia, el arribismo  y una crítica cañahueca de la política y los políticos sin ningún contenido racional. 

Un segundo factor es la unidad de la izquierda que ha avanzado en los últimos dos años, mucho más de lo que lo hiciera en los treinta años anteriores. Es una  buena noticia aunque considerando el tamaño de las tareas que implica la coyuntura histórica, sea tal vez un poco tardía. La candidatura presidencial de Apruebo Dignidad, la lista parlamentaria y a Consejeros Regionales, así como antes lo fuera a alcaldes y Gobernadores Regionales son excelentes noticias para el pueblo aunque todavía demasiado "virtuales".

En efecto, si bien el triunfo del FA en las primarias de Apruebo Dignidad se pueda explicar en parte -precisamente-  por el predominio de las redes sociales y el ciberespacio como escenario privilegiado de la lucha política por ahora, la sociedad real es mucho más compleja que lo que reflejan twiter y whatsapp. Los intercambios reales se viven millones de veces más intensamente en la locomoción colectiva, las ferias libres, los consultorios, los barrios y lugares de trabajo y se expresan de manera distorsionada en él aunque se confundan luego en una suerte de caleidoscopio ideológico.

Reducir esa distancia y otorgar identidad a esa imagen expresada en el espacio virtual es precisamente la manera de consolidar la unidad de la izquierda. No necesariamente a través de una definición esencial de lo que es ser de izquierda sino por medio de la recuperación de su historia en relación con las tareas actuales de la sociedad. El reconocimiento de que siempre ha sido plural, diversa, contradictoria y de que siempre ha sido en la propia vida social y en la lucha de los oprimidos, donde ha encontrado la manara de sintetizar esa identidad. No se trata de inventar la rueda.

El ejemplo de todas las experiencias recientes de la izquierda en todo el mundo es precisamente ese. Lograr la articulación de movimiento social y de masas, política y programa. 

No es suficiente una candidatura presidencial única, una lista parlamentaria y una coalición. Es la encarnación de los valores de una nueva sociedad, de un nuevo Estado, lo que finalmente expresa la izquierda, lo que significa tener vocación de poder y su razón de ser. Y no es maximalismo sostenerlo. Es cosa de apreciar, con un mínimo de objetividad lo que hoy en día se discute en la Convención Constitucional y respecto de lo cual ni la derecha ni la Concertación tienen respuestas. No es una lista de medidas a tomar en nuestro próximo gobierno sino una idea de la nueva sociedad que está naciendo y que va a surgir de este proceso, de lo que hay que hacerse cargo. 

Por supuesto que semejante propósito no va a ser impulsado ni sostenido sólo por un gobierno ni por una coalición ni podría serlo. Es el pueblo quien deberá ser protagonista de los cambios que el país experimenta y experimentará en el futuro. Probablemente, el gran error de la Nueva Mayoría fue no haber impulsado con más decisión la movilización de los millones que votaron por su programa, aun cuando no fuera más que "un par de escobazos", como dijo entonces el Presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, tratando de poner un poco de realismo tras las desafortunadas y fanfarronas declaraciones del presidente del PPD. 

La velocidad, profundidad y sustentabilidad de los cambios que experimenta el país dependen en gran medida, pues, de la movilización popular en el transcurso del gobierno de Apruebo Dignidad. Especialmente de los trabajadores y del movimiento sindical. De hecho, se pueden apreciar ya las contradicciones entre los objetivos de reactivación económica -que por cierto también será un reto del próximo gobierno- y los derechos de trabajadores y trabajadoras. 

En lo inmediato, y considerando lo imprevisible que resulta la evolución de la pandemia de coronavirus en la actualidad, el derecho a la salud y la vida, la seguridad puestas en riesgo por la política chapucera y voluntarista del gobierno de Piñera y París. La prédica pontificadora de los economistas neoliberales alertando un sobrecalentamiento de la economía y aumento de la inflación, alertan claramente quién va a pagar la cuenta llegada la hora de recuperarla, como históricamente ha sido. El sindicalismo va a jugar, entonces, un papel fundamental en este sentido considerando además que en Chile, el oasis de Piñera, todo se paga, con dinero contante y sonante, o en cuotas usureras que han terminado por reventar el poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras. 

Finalmente, un nuevo entendimiento del progresismo también será un factor determinante en la velocidad y sustentabilidad de las reformas pos neoliberales. Un acuerdo entre el centro político y la izquierda sobre nuevas bases es posible, tal como lo fue a mediados del siglo XX , y que fue el que permitió la expansión de la democracia, la educación y la salud públicas, la nacionalización del cobre y la reforma agraria. Precisamente la razón de la contrarrevolución de 1973 y de la que recién el país comienza a salir. Serán otras tareas seguramente. La restitución del trabajo y los trabajadores en un lugar de preeminencia en la economía y la política; la emergencia climática; la explotación y producción de una tecnología basada en el litio; el manejo con sentido nacional, humano y sustentable del agua; la inclusión de una sociedad mucho más compleja y diversa, partiendo por los pueblos originarios, la descentralización, etc. 

La tarea es compleja; la profundidad de la desigualdad, las privatizaciones y la exclusión hacen que las medidas sean enormes. Es un proceso irreversible pero su velocidad, profundidad y sustentabilidad dependen no solamente de la inercia del movimiento social e histórico, sino de la inteligencia práctica de la izquierda. 

 


lunes, 30 de agosto de 2021

La pandemia está pariendo una nueva escuela

               Julio Escamez, "Niños y girasoles" 

El PADEM es un instrumento de planificación de política pública local instaurada en el marco de la reforma educacional impulsada por el presidente Eduardo Frei R. en 1995. Su sentido era planificar la educación pública municipal con la participación de las comunidades. Sin embargo, a poco andar, se transformó en un ejercicio burocrático de adaptación de la oferta de educación municipal a la evolución de la matrícula modelada por las necesidades del mercado educativo. El resultado fue su transformación en la certificación política del cierre de escuelas públicas.  

El PADEM 2022 se da en condiciones excepcionalísimas. En efecto, se elabora en medio de la pandemia más prolongada y grave que hayamos vivido en un siglo y de un proceso de cambios estructurales partiendo por la elaboración de una nueva Constitución. La pandemia ha significado, en los hechos, la interrupción del servicio educativo en forma presencial por más de un año, lo que se ha traducido en que hay miles de estudiantes de los que no se sabe nada porque no asisten a clases on line, han dejado de ir a buscar materiales como guías y pruebas elaborados por sus maestros y maestras o incluso las ayudas de la JUNAEB porque están en cuarentena, se han cambiado de casa, trasladándose incluso de comuna y hasta de región. La mayoría de ellos en barrios pobres de las grandes ciudades; inmigrantes o chicos y chicas que habitan en zonas rurales del país. 

Todo ello hace que la matrícula seguramente va a sufrir más cambios que los que se dan en un contexto sanitario normal. La presunción de base del neoliberalismo educativo, que es la evolución de la matrícula producto de la desigual distribución de la calidad de la oferta educativa, yace entre los anaqueles y estanterías de Libertad y Desarrollo y el CEP pues las necesidades de las familias, producto de la pandemia, tienen que ver con el shock que ha significado para ellos la enfermedad; la pérdida del trabajo y de ingresos; la disgregación de la familia y la consecuente interrupción de lazos y entornos sociales y culturales; la muerte de familiares amigos y vecinos o vecinas. 

Por lo demás, el que los niños y niñas no hayan tenido escolarización, ha redundado en retraso de aprendizajes esenciales como la lectura y la escritura; hay otros que no han tenido culminación formal de sus ciclos ni licenciatura de octavo año y cuarto medio normal, por ejemplo. Las jefaturas de curso se han ejercido por whatsapp y ello ha significado que los límites entre la vida privada y la vida social de los miembros de la comunidad escolar se han borrado generando stress en asistentes de la educación, profesores, profesoras y sus familias; los equipos docentes se han reunido en forma telemática y las actividades escolares como conmemoraciones y efemérides no se han celebrado de manera regular. En una palabra, la comunidad no ha tenido una vida normal este año y medio y la cultura escolar está completamente alterada. 

La desmunicipalización de la educación pública, mientras tanto, se ha interrumpido no solamente por la pandemia y todo este dantesco panorama. Ha tenido dificultades porque el gobierno actual le ha puesto obstáculos, no entregando los recursos humanos y materiales necesarios y hasta podría presumirse que le ha sido bastante funcional en sus planes de hacerla desaparecer. El abandono que han denunciado valientemente alcaldes como la edil de Santiago Irací Hasler, cuando más se necesitaba el apoyo del Estado a las escuelas públicas, demuestran que la pandemia ha sido para el gobierno de Piñera, como el huracán Katrina para George Bush. 

Las políticas que ha implementado no dan cuenta de la emergencia sanitaria y la interrupción de las clases presenciales. Ha insistido en cambio en hacer como que todo fuera normal cuando es evidente que no lo es. Insiste con la aplicación del SIMCE y la evaluación docente introduciendo un nuevo factor de stress en el sistema, ya de por sí suficientemente stressado. Y lo que es peor, cuando todo el país está pendiente de lo que resuelva la Convención Constitucional acerca del rol del Estado en educación, por ejemplo el del Ministerio de Educación, de los nuevos Servicios Locales de Educación; la definición del Derecho a la Educación y el rol de las familias, qué se entiende por Libertad de Enseñanza etc. el Ministro Figueroa abandona olímpicamente sus obligaciones respecto de esta crisis probablemente como una manera de resolverlas por la vía de los hechos. 

Y pese a ello, logra zafar de la acusación constitucional, gracias a los votos de un grupo de parlamentarios de oposición rastreros.

Pero el pueblo no lo olvidará.  No. El pueblo necesita las escuelas y liceos públicos que han sido durante este año y medio, junto con los CESFAM y la red hospitalaria del servicio nacional de salud, el sostén que mantiene algo de la cohesión social que el neoliberalismo ha hecho trizas. Ello incluye ciertamente la campaña de vacunación de que tanto se jacta el gobierno como si fuera un mérito propio y no la obra de cientos de salubristas, entre ellos el ex presidente Allende, que lo construyeron. 

Por ello el Estado debe garantizar que todos los niños y niñas que lo requieran tengan una escuela a la que asistir; asistencialidad escolar para cubrir todas sus necesidades y las de las familias que lo requieran; un lugar de aprendizaje y socialización y no solamente para repasar la materia que no pudieron estudiar durante la interrupción de las clases presenciales. 

Para ello, por cierto, deben existir las escuelas y liceos públicos en todas las comunas del país. Lo mismo respecto de la recuperación de la matricula perdida, abriendo las escuelas para recibir a todos y todas, también a las familias que lo necesiten porque a falta de un Estado que se hiciera cargo de la emergencia sanitaria, muchas escuelas fueron el lugar al que acudir en momentos de necesidad. Porque en la escuela el pueblo se reúne, festeja, organiza la solidaridad y la asistencia mutua como históricamente lo ha hecho, algo que para la mentalidad clasista del ministro de educación y del gobierno es incomprensible. 

La asistencia a clases no se recuperará si convocamos a los estudiantes y sus familias a hacer lo mismo de siempre.Se debe contextualizar los aprendizajes pues la cultura y los saberes del curriculum no están flotando en el hiperuranio de las ideas, que es lo que parecen creer la derecha y el gobierno. No. Los contenidos del curriculum están en las prácticas cotidianas de las comunidades, en su historia y los resignifican diariamente por medio de su experiencia. 

Por ello, incentivar la asistencia sólo se logrará a través del fortalecimiento de las actividades de socialización, culturales, deportivas y de solidaridad entre vecinos y vecinas. 

Sólo una par de líneas para referirse al rol que en esta nueva escuela jugarán los docentes y los trabajadores u trabajadoras de la educación. Reconstrucción de comunidades docentes; atribuciones para los consejos de profesores y consejos escolares en la elaboración de los planes de recuperación de sus escuelas y menos asesorías técnicas externas, presión por el cumplimiento de metas y planes envasados, es lo que se necesita. 

El PADEM de este año que viene debería ser una especie de plan del emergencia, de reconstrucción, de recuperación de la vida, la esperanza y una comunidad escolar que sea protagonista de los cambios que vive el país en la actualidad. Tal como después del terremoto del año 38 el presidente Aguirre Cerda creó la CORFO impulsando no sólo la reconstrucción sino el desarrollo del país, la pandemia debiera ser la oportunidad para recuperar la educación pública del país sobre nuevas bases.