domingo, 23 de febrero de 2025

La motosierra de Matthei



Albrecht Dürer. Los cuatro jinetes del apocalipsis. 1498

                         


Por esos  días, la derecha en su conjunto las ha emprendido contra el gobierno y particularmente contra el Ministerio de Hacienda a propósito del aumento del déficit fiscal y los traspasos de la CORFO. Coinciden en la ofensiva desde el polo ultra de socialcristianos, republicanos y nacional libertarios, hasta la derecha soft de Sichel pasando por la eterna promesa de Chile Vamos, Evelyn Matthei. 

Es su propuesta programática la que se expresa en esta pataleta por el derroche del erario público. Ésta, como siempre, consiste en cuadrar la caja; mantener en orden los números y ahorrar para un porvenir inexplicable y remoto. El utopismo derechista de que algún día la realidad y sus quimeras doctrinarias coincidan, aunque el costo social de dicho logro, en el camino, sea el empobrecimiento de trabajadores y trabajadoras a niveles cercanos a la sobrevivencia biológica; la destrucción del medioambiente; el abandono de la sociedad y su adaptación a la ley de la selva; hacer del Estado un gendarme con el propósito de garantizar que este tipo de (des)orden funcione -su chusca interpretación de "la mano invisible"- es decir de los niveles obscenos de desigualdad que lo caracterizan y las exclusiones de diverso signo que le permiten asegurarla. 

Es expresión de la marcha del fascismo, que ha tenido en el último tiempo sendos aquelarres en España, en la reunión de Patriotas por Europa y más recientemente en la Cumbre de Partidos de Acción Conservadora en los Estados Unidos, donde se dieron cita nuevamente los fachos europeos, esta vez con Milei, Corina Machado, Bukele y el hijo de Bolsonaro. En la ocasión, de hecho, Elon Musk, el sudafricano nombrado por Trump a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE por su sigla en inglés), lució como símbolo de este programa, el regalo que le llevó Milei: la motosierra, la misma que pretende aplicar Mathei al gasto público destinado a cubrir necesidades sociales del pueblo. 

De hecho, en su lenguaje y discurso, aparte de sus conocidas y archirrepetidas consignas contra la casta, la burocracia estatal y la izquierda woke, no se le ha escuchado ni una sola palabra acerca de la desigualdad y cómo combatirla; salud y educación públicas, industria y empleo. Dan por hecho que estas en el peor de los casos, se pueden abordar y resolver espontáneamente porque en realidad son características naturales del orden social que incluso ni siquiera son un problema. 

El silencio del antiguo pensamiento social liberal de la democracia de los acuerdos cuando no su búsqueda del ancho camino de en medio comparando a Trump con Maduro o sosteniendo que la democracia es amenazada por los populismos de derecha e izquierda, ocultan de manera torpe los discursos de odio, el  fascismo indisimulado y la agresividad que mueve a la derecha, antigua contraparte del liberalismo social, en la actualidad y que expresan su prédica fundamentalista defendiendo la regla fiscal que anuncian ya los recortes al gasto público que va a aplicar de llegar al gobierno. 

Su tono por lo demás no es muy amistoso. No lo fue en españa ni en el Centro de Convenciones Gaylord, donde se realizó la CAPC. No lo ha sido tampoco en nuestro país. No será dando muestras de responsabildad ni demostrando más eficiencia en la administración del Estado y de los negocios públicos que se le pueda derrotar. Solo una genuina vocación de transformación; señalar las diferencias que hay entre la derecha y los demócratas en la actualidad; denunciando permanentemente sus inconsistencias, las mentiras de su demagogia que pretende hacer creer al país que hacer más ricos a los ricos, favorecería a los pobres; la incongruencia entre su discurso pseudolibertario y las discriminaciones que promueve; entre su pretendido patriotismo y sus genuflexiones ante el imperialismo y las transnacionales, de las que el payaso de Milei es la mejor expresión. 





miércoles, 19 de febrero de 2025

El fascismo es derrotable



Marinus van Reymersvaele. Recaudadores de impuestos. 1540

                               


El escándalo protagonizado por Javier Milei, a propósito de su respaldo a una shitcoin, ha dejado al descubierto el tipo de sociedad en la que el neoliberalismo ha transformado al mundo en los últimos treinta años. Un casino en el que los vivos se hacen el pino en pocas horas sin hacer mucho esfuerzo a vista y paciencia del resto de la sociedad que apenas sobrevive gracias a las tarjetas de crédito. En este caso, además, usando hasta las instituciones de gobierno, para realizar -voluntaria o involuntariamente- una mega estafa que perjudicó a miles de pequeños ahorrantes. 

La riqueza para la concepción dominante, en la actualidad, no es más que el resultado de la especulación, no del trabajo, y en el summum de su algarabía, ha hecho creer a hombres y mujeres de a pie que podrían ser millonarios sólo gracias a un golpe de suerte, con las consabidas consecuencias que hoy lo tienen en los titulares, no precisamente por ser un brillante economista, aspirante al nobel, sino por su colosal chascarro. Su concepción del Estado y la economía, de hecho, podrían reducirse a semejante paparruchada.  

La colusión entre las grandes fortunas; especuladores e intermediarios inescrupulosos; el poder político y los medios -en este caso, las redes sociales-, coincidieron en esta ocasión para sintetizar en pocas horas su verdadera cara. La inmundicia es tanta, que no tardan en salir a dar explicaciones cada cual más inverosímil que la anterior, sus seguidores -incluidos los republicanos chilenos- y sus aliados, cada vez menos en todo caso. 

En este sentido, la inconsistencia del modelo neoliberal, junto al autoritarismo y el abuso de poder, no pueden subsistir y las explicaciones de Milei y su séquito, encontrar una audiencia que aun le cree, si no es sobre la base de su capacidad para haberse convertido en el sentido común. Para ello, por cierto, las redes sociales han sido fundamentales, así como en el siglo XX lo fueron la televisión y los medios escritos.  

Entonces, al tiempo de dejar a las claras la naturaleza de la sociedad neoliberal, el episodio de Milei deja al descubierto, su fragilidad y la vulnerabilidad a la que expone a todos y todas. La debilidad doctrinaria, técnica y política de su concepción del mundo y las bases de la dominación neoliberal. 

La derecha y el neofascismo son derrotables. Su inconsistencia y contradicciones han quedado al desnudo. Es la razón, probablemente, para que las candidaturas de la derecha tradicional no pasen de ser la eterna promesa, incapaz de proponer alternativas a su propio derrumbe, a la que sus propios vástagos neofascistas -la expresión más pura de este contubernio entre el poder, el dinero y las redes- pisan los talones aun cuando no sean más que su reiteración y por consiguiente, una versión remasterizada de la promesa de su fracaso. 

Sin embargo, ello no va a ser el resultado espontáneo de dichas incoherencias. La capacidad de Milei y la derecha de oponer un discurso -absurdo, por cierto- que es tolerado por la sociedad y el que este episodio siga encapsulado en las esferas de una institucionalidad política cada vez más extraña a la sociedad real, son una demostración de esto. Sólo la más amplia movilización de la sociedad, las organizaciones sociales y sindicales, va a tener la capacidad, como lo fue durante la dictadura de Pinochet, de convertirlas en una autentica posibilidad de derrotar a la derecha y al fascismo hoy y junto con él al neoliberalismo.  

 



 

martes, 11 de febrero de 2025

¿Qué hacer con el fascismo?

Equipo crónica. El intruso, de la serie Guérnica. 1969



Los recientes acontecimientos de Argentina, demuestran la implacable marcha de la ultraderecha sobre la democracia. Gobernar por decreto; arbitrariedad en los actos de la administración; discursos de odio y rechazo de la diferencia; chovinismo superficial; favorecer a los grandes grupos económicos usando fraseología populista; destrucción de las conquistas sociales del pueblo argentino expresado en recortes a jubilaciones, salarios, presupuestos en salud, educación pública y cultura. 

Un Presidente tan histriónico como Mussolini, en versión tecno pop; una camarilla, entre esotérica y obscura, que incluye perros muertos, familiares y tarotistas. Son todas características propias de las sociedades en proceso de fascistización. Algo similar ocurre en los Estados Unidos, gobernados como dijo el actor Richard Gere, por un matón. En su caso, además, se suma otra característica propia de los fascismos clásicos que es su afán imperialista, que en este caso además va de la mano del crecimiento de los capitales de plataforma, cada vez más interesados en ser parte del complejo militar industrial. Un imperialismo tecnológico. 

Hasta ahí, nada que no se pueda comprobar hojeando los diarios o viendo noticiarios de televisión o internet. Convirtiendo, de pasada, el genocidio en espectáculo, de lo que Gaza es una dramática expresión, mezcla de fundamentalismo religioso con racismo y afanes expansionistas. De manera que este nuevo imperialismo va de la mano de la industria de las comunicaciones, la información y la entretención masiva. Algo similar a lo que percibió Walter Benjamin en las relaciones entre el cine, los espectáculos del deporte de masas y la reproducción de la imagen en los años treinta del siglo pasado, elevado a la millonésima potencia, lo que hace de su poder destructivo, algo mucho peor que los campos de exterminio del Tercer Reich. 

Lo sorprendente es la candidez con la que dicho avance es visto y tolerado. Como se decía en la marcha del orgullo antifascista en Argentina, la contradicción que cruza a nuestras sociedades es entre fascismo y antifascismo. No estamos frente a un grupo de deschavetados; de radicales de derecha o de fanáticos sin plan. La marcha de la ultraderecha es expresión del cambio de época y evidentemente, uno que además pone en peligro la sobrevivencia de la especie humana. 

La amenaza que implica este tipo de fascismo remasterizado para la libertad, la democracia y los Derechos Humanos es demasiado evidente como para pretender que se pueda resolver sin dar una lucha en su contra en todos los frentes. La paciencia que algunos le manifiestan, no es más que oportunismo y confianza en que éste es un eficiente recurso para resguardar los intereses de clase puestos en peligro durante el período de transición que media entre un neoliberalismo agónico y la construcción de una nueva sociedad. Este exceso de falso optimismo le abre las puertas de par en par; y de eso tiene la humanidad y América Latina, demasiados y hasta recientes ejemplos. 

Al fascismo se lo debe denunciar y combatir. Europa, pese a la dramática experiencia de mediados del siglo XX, lo está experimentando; América Latina y los Estados Unidos también. Sólo la más amplia unidad y movilización de la sociedad civil podrá detenerlo. Quienes se sigan tratando de ubicar en una medianía imposible, van a ser superados por los acontecimientos, como de hecho ya está siendo. También los que crean que es una coyuntura superable sólo sobre la base del ingeniería electoral y el muñequeo en gabinetes ministeriales y negociaciones parlamentarias.

martes, 4 de febrero de 2025

Combate al fascismo de nueva generación

Georg Grosz. Der Agitator. 1928



En la actualidad -caracterizada por el agotamiento de la globalización y la incapacidad del pensamiento neoliberal de explicarlo y proponer alternativas a su propio derrumbe- surge en todo el mundo una suerte de fascismo de nuevo tipo, combinación de intolerancia frente a la diferencia basada en la presunción de exclusivismos que provienen de una aceptación dogmática de las condiciones presuntamente fácticas de la vida -como género y clase- que éste ha ido adaptando en los últimos cuarenta años. 

Esta es la razón para que dicha intolerancia pueda aparecer acompañada de un individualismo extremo y una defensa dogmática del mercado y la iniciativa privada que lo diferencian de los fascismos del siglo XX, en que la desaparición del individuo corría pareja con la reivindicación de una noción heroico-popular del hombre, que lo diluía en movimientos de masa que reivindicaban una noción reaccionaria de la Nación y de un Estado fuerte. 

Una de esas condiciones de hecho es la aniquilación –como los conocimos durante el siglo XX a lo menos- de sujetos sociales como la clase obrera y el movimiento estudiantil y su disolución en una multitud de individualidades aisladas. Es lo que da a las sociedades actuales, modeladas por la implantación del neoliberalismo, esa apariencia diluida en que la experiencia de los seres humanos no conecta con ninguna tradición ni alcanza la forma de un “nosotros” que pueda incluir un sentido que los trascienda.

Es dicha fractura entre lo individual y lo social la que lo ha favorecido y que llena el vacío que genera con clasismo, prédica racista y contra los sindicatos, xenofobia, anticomunismo, homo y transfobia y al mismo tiempo, naturaliza una concepción de la libertad que, en el fondo, es el rechazo de lo colectivo y la colaboración. Se trata de la noción simplona que la reduce a la pura elección individual, rebajándola a una condición circunstancial que no produce nada nuevo; una libertad impotente.

Adaptación dogmática de los puros hechos e implantación de formas de control de la vida por parte del Estado y la gran empresa que provienen de aquella diferencia forzada entre lo social y lo individual y de la concepción de la libertad que de ella emana, son características típicas del fascismo que resurgen en este nuevo pensamiento reaccionario. 

Trump en los Estados Unidos, Vox en España, Fratelli d'Italia, AfD, El bolsonarismo, los libertarios argentinos, así como los republicanos chilenos se alimentan de ella. Desplazan a las derechas tradicionales; se alimentan de su bancarrota y al mismo tiempo que reclaman colmarla con valores tradicionales, sentido de la autoridad y llamados al orden, defienden una noción simplista de la propiedad privada, la desregulación de la vida y las relaciones sociales y una noción del éxito basada en el esfuerzo individual propias del pensamiento neoliberal. Nunca -a diferencia del fascismo clásico- de una colectividad definida más por una noción mitológica de su origen que por su posición y función social.

Intentan armonizar en una frágil combinación -si es que no imposible- un nacionalismo que resume esos exclusivismos con su asimilación de iniciativa privada, competencia mercantil y consumismo desenfrenado.

Los discursos que permanecen al interior de esta fractura que caracteriza al modelo y que sostienen la posibilidad de resolverla dentro de sus límites y que, por consiguiente, no trascienden las condiciones que un neoliberalismo agónico impone a la cultura, sólo la legitiman. No comprenden el lugar del pensamiento en ésta como negación del carácter reificado de la particularidad, de condiciones de dominación contingente y naturalización de relaciones sociales y culturales enajenadas.

No aportan a su comprensión ni contribuyen con ningún conocimiento nuevo de la realidad. Consecuentemente, con ninguna diferencia. Solamente la replican. Son conservadoras por su extensión, esto es, por su incapacidad de considerar el contenido del que adolece la realidad para permanecer en el plano de las puras formas, de modo que se limitan a ser mala literatura.

Es esta, precisamente, una de las condiciones que naturaliza los hechos de la dominación y la exclusión que facilita las cosas al fascismo y a la prédica chusca con la que pretende colmar el vacío dejado por el neoliberalismo.

Lo urgente en la actualidad consiste, pues, en la identificación de la diferencia y la negación de las condiciones de pobreza, marginalidad, injusticia y falta de libertad que la crisis del neoliberalismo ha expuesto en forma brutal. No solamente en la forma de testimonio o de denuncia, sino de combate a los que las sostienen y hasta reivindican. 

El riesgo que representa en la actualidad para la democracia, la libertad y la vida de los seres humanos, queda en evidencia en cada intervención pública de Kast y Evelyn Matthei que ante la guerra comercial desatada por los intereses reaccionarios de los Estados unidos no tienen más respuesta que la de repetir su defensa de un "librecomercio" que se cae a pedazos; las privatizaciones y la desregulación de los mercados, que son precisamente su origen. 

O ante las brutalidades de Millei que notifica públicamente a la izquierda, los sindicatos, las mujeres y divergencias sexogenéricas que los va a perseguir y/o arrebatar sus conquistas; o frente al servilismo de Noboa o Bukele, un silencio que deja a las claras su connivencia con este fascismo de nueva generación. Silencio que la izquierda, el movimiento social y sindical no pueden tolerar como si se tratara de un simple olvido sino como una manifestación de su complacencia con el orden de cosas actual.