lunes, 24 de noviembre de 2025

La tierra y el hombre en el siglo XXI



Juan Domingo Dávila. Simón Bolívar. 2018



La próxima segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 14 de diciembre, va a ser determinante para el futuro del país y también del resto de América Latina.

 

No es la sola confrontación de dos grupos políticos que proponen diversas concepciones políticas y sociales. Se trata de la vieja contradicción entre una oligarquía que ha gobernado el país desde hace siglos y que ha frustrado en forma reiterada las posibilidades de desarrollo que se le han presentado y que favorecerían al pueblo, para privilegiar siempre sus intereses por sobre los del país.

 

Es lo que describe Luis Emilio Recabarren en una serie de artículos titulados "La tierra y el hombre", publicados en El proletario de Tocopilla, entre el 1° y el 15 de abril de 1905, a propósito de la Revolución de la Independencia y el desarrollo de la República en el siglo XIX. Recabarren postula que su origen está precisamente en esta contradicción.

 

Demostrando una aguda capacidad crítica que entra en contradicción con ilustres pensadores e historiadores burgueses como Barros Arana o Luis Orrego Luco, a quienes alude explícitamente para decir que "no se ruborizan al comprobar en los datos históricos el origen de sus riquezas de hoy", Recabarren realiza una reinterpretación de la historia de Chile que va a determinar el inicio de una nueva época y la legitimación del pueblo como Sujeto Histórico, esto es como protagonista de su propio destino en la medida que resiste y lucha por la transformación de este orden de cosas.

 

Dicha contradicción, para Recabarren, tiene su origen en la conquista y en el despojo del que fueron víctimas los pueblos originarios y que la República solamente habría continuado a través de la repartición de las tierras usurpadas entre las clases poseedoras y la ocupación de dicho territorio por población blanca "Bajo el pretexto de una mentida colonización".

 

De ese modo, a la ursurpación originaria realizada en la conquista, se viene a sumar la del Estado de Chile bajo su forma republicana. El poder se debe organizar en función de este objetivo. Para Recabarren, este debe ser la forma de darle continuidad y legitimar la desigualdad diciendo que "Constituido el gobierno chileno, los pobres que antes estaban bajo el gobierno y leyes españoles no recibieron ninguna mejoría en sus miserias, ni en sus libertades (…) No sucedió lo mismo con los caballeros ricos, pues, ellos, después del triunfo de la revolución, se constituyeron en gobernantes y en dictadores de Chile”.

De esa manera, su historia está determinada por esta oposición entre el interés de la mayoría constituida por los despojados, los excluidos, los explotados y los pobres, y la minoría poseedora que ha gobernado Chile desde la independencia y que ha conformado un sistema político que favorece y garantiza sus intereses.

Recabarren se pregunta “¿Dejaremos que esto prosiga año tras año? Si así es como ha nacido la República y como se han constituido propietarios, los gobernantes y capitalistas que hoy día son nuestros verdugos, justo y natural es que el pueblo haga ahora la revolución para proclamar su verdadera independencia (…) que concluya con este estado indigno de la cultura y nos coloque en la verdadera civilización, en una vida feliz y libre, sin opresiones y sin miserias”.

En la elección del 14 de diciembre se vuelve a plantear una vez más esta contradicción que está en el origen de la República y que se ha manifestado en forma reiterada a lo largo de su historia, a través de sucesivos embates populares por restituir la unidad del hombre y del hombre y la tierra, democratizando el sistema político y redistribuyendo la riqueza y los frutos del trabajo en un próximo gobierno del pueblo y para el pueblo. 

domingo, 16 de noviembre de 2025

¿Se cerró el escenario electoral?


Jean Michel Basquiat. Sin título. 1982


Conocido ya el resultado de la primera vuelta, se pueden  proponer algunas conclusiones generales. En primer lugar, el que la derecha no es capaz de derrotar a los sectores democráticos, excepto cuando hay divisiones en su interior aunque su sola unidad tampoco garantiza su triunfo definitivo. 

En segundo lugar, el desastre de la derecha tradicional. La primera vuelta fue el requiem del piñerismo y probablemente de la eterna promesa del sector, Evelyn Matthei, que viene a sumarse al occiso Piñera, a Lavín y Allamand -trasplantados, como diría Blest Gana, en España-; y a  Chadwick quien igual que Longueira, vive ocultándose de la prensa. 

En tercer lugar, la manifestación de una enorme dispersión expresada en un increíble 18% de Parisi. Una votación que no se define por cuestiones políticas ni doctrinarias sino por anisedades generadas por el mismo sistema y que ideológicamente son procesadas por una mezcla de sentido común entendido como el repertorio de frases, suposiciones y creencias formadas por los medios, populismo y aspiraciones individuales. 

El resto es pura delicuescencia y la verdad no tiene casi ninguna importancia en relación con el resultado esperable en la segunda vuelta. 

El escenario electoral sigue abierto. Ni Matthei demostró mucho entusiasmo para llamar a votar por Kast, ni este último se autoproclamó candidato de todo el sector, limitándose a plantear la unidad en torno a un objetivo genérico: "recuperar Chile". Probablemente las negociaciones para materializar el apoyo en segunda vuelta van a ser intensas en el transcurso de la próxima semana y sus resultados bastante predecibles en el sentido de profundizar la caída de Chile Vamos. Los intentos por reeditar la  política de los acuerdos, naufragaron estrepitosamente. 

La radicalización de la derecha va a ser profunda y muy rápida. El lugar de la lucha ideológica, por lo tanto, va a ocupar un lugar mucho más importante que en la primera vuelta. No de la lucha en el plano de un doctrinarismo abstracto, ni de unos valores o una ética vaga del tipo "progresistas vs/ autoritarios", sino de las ideas que tienen que ver con los problemas reales de la gente trabajadora. Los salarios, el acceso a la salud, el precio de las viviendas, el abuso de las empresas con los consumidores, el autoritarismo y la burocracia que asfixian la participación de las comunidades en la toma de decisiones relacionadas con el medioambiente, la planificación de las ciudades, la educación pública, el alto endeudamiento y otros.

En lo que viene, es claro que con independencia del resultado en las Parlamentarias, que por lo que sabemos al escribir estas líneas favorece a la derecha, la delimitación de la frontera entre la reacción y los demócratas debe ser mucho más clara de lo que fue en primera vuelta. Señalar al adversario sin complejos, tal como Kast lo hace con falta de respeto y total impunidad. La cantinela de los acuerdos y de la moderación fueron arrasadas por la ultraderecha que amenaza la democracia y las conquistas de chilenos y chilenas, obtenidos en las últimas décadas y obstruidas precisamente por quienes hoy demagógicamente plantean que es posible resolverlas profundizando las causas que las originaron. Y no es solamente una cuestión de formas. Se trata de un efecto del resultado de la primera vuelta. 

Es el momeno de redoblar la crítica; de levantarnos más temprano para repartir volantes; hacer asambleas en lugares de trabajo; villas y poblaciones; conversar con los amigos y vecinos y salir con más convicción de vencer. Y de decir sin complejos que queremos una nueva sociedad, más igualitaria, más justa, más libre, más feliz y diversa. 

lunes, 10 de noviembre de 2025

Escenario abierto, nueva elección

Equipo crónica. El panfleto. 1973



En el último tramo de la carrera presidencial, la derecha cambió su tono triunfalista por una moderada ponderación de los riesgos que implica para sus pretensiones. Su oportunismo no puede ser más evidente y su preocupación, más chusca. De pontificar acerca de la posibilidad de llegar con dos candidatos a disputar la segunda vuelta, hoy por hoy hace lo posible por evitar la dispersión e incluso extorsionar a sus propios electores para asegurarse de que su primitivo MEO no pase a segunda vuelta.

 

La derecha está francamente preocupada. El trap de Matthei, aparte de lo mediocre, solamente demuestra la desesperación de su comando, el que incurre en una torpeza tras otra. Kast improvisando salidas estrambóticas, con tal de evitar el paulatino éxodo de sus fans hacia la candidatura de Kaiser, deja en evidencia con cada una de ellas la naturaleza reaccionaria de su visión de la sociedad y su programa. En resumidas cuentas, la derecha puede perder. Lo sabe y en su desesperación, exacerba los rasgos populistas, antidemocráticos y violentos de su discurso y propuesta.

 

Lo reconocen todos sus analistas serios. El escenario electoral está completamente abierto y el balotaje, que con toda seguridad va a enfrentar desde el segundo lugar, es una nueva elección. Por esa razón también insiste en instalar escenarios triunfalistas en las parlamentarias. Este resultado va a ser determinante en la proyección del resultado de un mes a otro. Pero su incapacidad, primero, de tener una lista única, unido a la evidencia empírica de su constante oposición a todos los cambios a favor del pueblo en el Congreso, debiera expresarse también en éste. En todo orden de cosas. Por lo demás, su constante cantinela acerca del "mal gobierno" que ha puesto al país, al borde del caos -muy parecido a cuando Pinochet decía "Yo o el caos"- no tiene ninguna relación con la realidad.

 

Un discurso que de modo oblicuo puede tener algún eco, probablemente, en los sectores más marginados, para los que las reformas realizadas en el período no llegan excepto después de un largo proceso de mediaciones -Estado subsidiario mediante- como políticas focalizadas. Por eso la saña para evitar la candidatura de Daniel Jadue a la Cámara de Diputados. La derecha comprendió muy tempranamente el riesgo que representa para sus pretensiones de defender el modelo de capitalismo hiper concentrador y excluyente que rige a lo menos desde hace cuarenta años en nuestro país, una gestión local en la que lo público le arrebata al mercado la provisión de servicios y bienes como viviendas a precio justo, medicamentos, cultura, educación, espacios públicos, que son derechos pero que ella considera bienes de consumo, como dijo Piñera el 2011.

 

Lo más probable es que esa característica prepotente y populista se exacerbe el mes que viene. También que, recurriendo al libreto que ha usado en ocasiones anteriores, recurra a las denuncias de fraude e intervencionismo electoral, que ya ha adelantado en el transcurso de la campaña por la primera vuelta.

 

Tal como Zohran Mamdani, derrotó a la oligarquía neoyorkina de los partidos tradicionales, con un mensaje claro basado en las necesidades reales de trabajadores y trabajadoras de la ciudad; movilizando una potente red de cerca de cien mil activistas; señalando sin complejos a su adversario principal, que está en la Casa Blanca; dedicándole en su discurso de la victoria algunas palabras; el de la segunda vuelta será un nuevo enfrentamiento en que las alternativas serán más evidentes y seguramente más radicalizada la posición de la derecha.

 

Va a ser necesaria entonces, no solamente la unidad, de la que el amplio acuerdo de partidos y organizaciones que respalda a Jeanette Jara ha sido un gigantesco logro, sino también una mayor capacidad de señalar el límite entre la oligarquía que representa y el pueblo; entre la reacción y los demócratas. Profundizar la crítica y la proyección de que derrotarla es el primer paso para la construcción de una nueva sociedad donde primen los derechos por sobre el afán de lucro.



domingo, 2 de noviembre de 2025

¿Por qué desertan los docentes?

Antonello da Messina. San Gerónimo en su estudio, 1475



En los últimos días, previos a la elección, se ha desarrollado un pseudodebate sobre educación escolar a propósito de las cifras de deserción de docentes jóvenes del sistema, y las nuevas exigencias para estudiar pedagogía. Aparentemente un debate marginal pero que pone de manifiesto que todavía no todo está escrito y que en el próximo período presidencial podría estallar nuevamente en formas impredecibles.

Es curioso que estas polémicas no ocupen, como hace diez o quince años atrás, parte importante del debate programático en las elecciones presidenciales. Pareciera, producto de esta indigencia de propuestas en educación en el debate presidencial, que está todo hecho. 

En efecto, una serie de reformas iniciadas con la promulgación de la LGE, aparentemente, movieron el fiel hacia otro tipo de problemas que no fueran los referidos al marco regulatorio de la educación chilena aunque por el momento no sean explícitos ni notorios. 

Por medio de la LGE se reconoció a las modalidades educativas; a la comunidad escolar y sus derechos; se relevó la especificidad del sistema de educación pública de propiedad del Estado; y se modificó la composición del Consejo Nacional de Educación, antes llamado Consejo Superior de Educación. 

Al mismo tiempo, y como resultado del acuerdo de la entonces ministra Yasna Provoste y los partidos de la oposición de derecha, se creó una suerte de institucionalidad anexa al mineduc, conocida como Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación y una modalidad de subvención escolar, llamada "preferencial", destinada a los estudiantes más pobres y bajo la promesa de mejorar sus aprendizajes. 

Con posterioridad, y como uno de los resultados de la oleada de protestas y movilización del año 2011, surge la Nueva Educación Pública, que crea un nuevo sistema nacional de educación pública de propiedad del Estado que reemplazaría a los municipios como responsables de ésta. 

El conjunto de estas políticas no ha resuelto, sin embargo, sus dos características más grotescas, que son la desigualdad y fragmentación que lo definen. De hecho, dos características que se potencian mutuamente y que explican su mala calidad, tanto desde el punto del vista del servicio que ofrece como desde el de sus resultados académicos. 

Aparentemente un sistema escolar que las ha normalizado de modo que señales como la deserción de jóvenes de la profesión docente; o la caída de las postulaciones a la carrera de pedagogía, son vistas como fallas inexplicables, fenómenos aleatorios y no un componente de esta crisis en ciernes. 

Desigualdad y fragmentación son solamente síntomas de su pérdida de sentido. Del vacío de orientación y centralidad del sistema escolar para la sociedad, en el que ni estudiar ni enseñar parecen tener otra finalidad que cumplir un deber formal, tanto para recibir una certificación o reconocimiento social para acceder a oportunidades laborales o académicas como para ganarse la vida, tal como podría serlo en cualquier otro oficio o actividad. 

A ello se suma, en las últimas décadas, la aparición de las tecnologías de la información y las comunicaciones, las redes sociales y en los últimos dos años, la IA, fenómenos que han profundizado dicha crisis de sentido, que se arrastra desde hace décadas pero que recién hoy en día adquiere visibilidad. 

El sistema de financiamiento del sistema escolar actualmente vigente es, a este respecto, sólo un mediador entre estos individuos que buscan dar cumplimiento a sus obligaciones formales con la sociedad y el Estado que es quien ejerce la función de facilitar las condiciones para que puedan hacerlo, pero que no representa ninguna aspiración común o propósito compartido. Un mero contrato, no la satisfacción de las necesidades de esta comunidad. 

La compartimentación del curriculum escolar en pequeños paquetes de información, obedece precisamente a esta necesidad de medir las capacidades tanto de los docentes para transmitirlos, como de los estudiantes para adquirirlos y así confirmar su funcioamiento. No se trata de un intercambio cultural, de un debate acerca de su significado ni de la puesta en juicio de su valor de verdad o del sentido que representan para la sociedad sino tan solo unidades mensurables que harían posible verificar su cumplimiento. La expresión más grotesca de esta concepción educativa fueron los semáforos de Lavín, pero sigue aplicándose en formas menos violentas. 

Aunque no se haya presente en el debate presidencial, la escuela chilena está en crisis. No sólo la escuela pública. Y aunque se silencie, es una crisis mucho más profunda que la que expresan los efectos de su financiamiento o la anarquía que reina en su estructura. Es la pérdida de sentido del rol que juega en la sociedad y que los acontecimientos más recientes sólo ponen de manifiesto.

Si los jóvenes desertan de la docencia antes de los tres primeros años de ejercicio; si ha caído la matrícula de las carreras de pedagogía y hay un déficit de apróximadamente treinta mil docentes en el país, cifra que tiende a aumentar, quiere decir que el nuestro, es un sistema escolar no sólo inequitativo, estratificado socialmente por origen de clase; en el que reina ademas una profunda fragmentación administrativa, territorial y curricular sino que expulsa a jóvenes que no encuentran sentido a enseñar, ni a lo que enseñan, lo que da cuenta de una crisis que es todavía más profunda.