La crisis de la derecha y
las perspectivas del nuevo cuadro político
Jacques Louis David. la muerte de Marat |
Uno
de los rasgos más llamativos del nuevo cuadro político, es la bancarrota de la
derecha. En poco menos de un año de gobierno de la Nueva Mayoría, la Alianza ha
sido incapaz de ejercer una oposición efectiva. No presenta nuevas propuestas y
está atrincherada en la defensa del sistema y los privilegios de clase que
garantiza; sus partidos están descomponiéndose sostenidamente, dando lugar a
deserciones de militantes, formación de nuevos referentes; no tiene líderes y
en general, cada reunión para recomponer su unidad, termina en una nueva pelea,
antecedida por la de quienes no han sido invitados o se autoexcluyen.
El
espectáculo es patético, aunque no es más que la confirmación de las tendencias
que ya el 2012 se manifestaban. Un escenario inmejorable para las fuerzas que
están por las reformas estructurales y la democratización del país. Sin
embargo, hay factores que las frenan o que, a lo menos, las obstaculizan y
hacen que su avance sea más lento y dificultoso que lo deseable.
En
primer lugar, la pertinaz oposición de las organizaciones gremiales del gran
empresariado. Probablemente, no hay nada inesperado o novedoso en este rasgo de
la situación política. Resulta llamativo, sin embargo, que los empresarios
actúen sin necesidad de intermediarios en el sistema político. Es efectivamente
uno de los resultados de la crisis de la derecha. Pero también del lugar que
ganaron en los veinte años anteriores, en que se convirtieron en “el factor
principal del desarrollo económico” y consecuentemente, sus intereses en los
intereses de toda la sociedad.
La
percepción que el gran empresariado tiene del momento histórico y político, en
este sentido, es la de estar en riesgo. La última ENADE es una demostración de ello
y por esa razón, ponen toda su autonomía, decisión y el poder que todavía
ostentan, en función de resistir cualquier intento de reforma.
El
gran empresariado opina respecto de la reforma tributaria en el transcurso de
su tramitación o lo hace hoy en día, respecto de las reformas laborales, o la
asociación de ISAPRES o el gremio de las AFP’s respecto de la seguridad social,
con aires de gran sabiduría y autoridad intelectual y moral.
Cuando
la CUT lo hizo para manifestarse a favor de la reforma tributaria el 1° de mayo
u hoy en día, respecto de las reformas laborales, no hace más que manifestar el
anhelo de los trabajadores y trabajadoras de relaciones entre capital y trabajo
más simétricas y repartición más equitativa de los frutos del crecimiento
económico.
Ello
es interpretado, sin embargo, como una actitud servil o una renuncia a su autonomía
como representante de los trabajadores, con independencia de que se trate de
demandas sostenidas por la Central desde hace décadas. Que el contenido de las
reformas enviadas al Parlamento no las satisfagan por completo, no obsta a que sean del interés de los
trabajadores y que sean entre otras cosas, la expresión de su
propia capacidad para incidir mayormente en ellas.
Los
medios de comunicación de masas, actúan precisamente en ese sentido y azuzan el
malestar social para oponerlo al gobierno que está empeñado en realizar
reformas que le devuelvan a los chilenos y chilenas derechos conculcados por el
neoliberalismo en sus treinta años de predominio en nuestro país, para que este
mismo malestar no se oriente hacia el modelo sino hacia quienes propugnan las
reformas. Se podría decir que el rol de los medios en este sentido es el que
clásicamente han cumplido los provocadores en el movimiento social.
El
fenómeno de la CONFEPA, padres y madres que en lugar de marchar por la gratuidad
de la educación, lo hacen para seguir pagando y que se manifiestan con una
intolerancia que raya en el fascismo, a favor de la discriminación en el
sistema escolar -lo que en los últimos veinticinco años, se ha naturalizado
como una práctica no solamente normal sino hasta deseable- es expresión de esto
mismo.
La
crisis de la derecha, pese a los esfuerzos de la UDI en este sentido, ha creado
un espacio para que los partidarios y beneficiarios del modelo, busquen nuevas
formas de representación e intenten sacar provecho de esta situación de
naturalización del individualismo, el lucro y la discriminación.
No
va a ser el espacio natural de la derecha tradicional que se cae a pedazos.
Podría presumirse que tampoco va a ser el de formación de un populismo de tipo
autoritario, como el que propugna Ossandón. Es un fenómeno completamente nuevo,
en el que tienden a converger sectores sociales y políticos formados en los
años noventa y que se erigen a sí mismos como herederos legítimos de la
transición.
La
crisis de los partidos que la derecha ha formado en los últimos treinta años
plantea el desafío para los partidarios del modelo, de constituir una nueva
representación, que se oponga con eficacia a las reformas que la sociedad
reclama y que con marchas y contramarchas, se disputan en el sistema político.
Que
esta convergencia sea más rápida o más lenta depende de varios factores y que
sea además, una opción de poder efectiva en unas próximas elecciones
presidenciales también.
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