martes, 6 de junio de 2017

¿Hacia dónde vamos?

Georg Grosz. Eclipse de sol, 1926



Uno abre diarios y revistas de actualidad y lee en todos ellos sesudos análisis acerca del cambio la situación política del país.

Fundamentalmente desde que la DC decidiera presentar su candidatura en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, sin considerar la opinión de sus aliados respecto de realizar una primaria de la NM para elegir a su abanderado.

Lo otro que ocupa un espacio importante en los medios, es el despliegue de la candidatura de Sebastián Piñera, quien por momentos pareciera estar  compitiendo ya por la presidencia de la república y no por ganar la primaria de su sector.

Su candidatura representa lo más reaccionario del pensamiento derechista. Ultra liberal en materias económico sociales y pechoño decimonónico  en materias morales y culturales. 

En resumen, el nuevo cuadro se caracteriza por la división de las fuerzas de centro-izquierda y la hegemonía reaccionaria que se impone en la derecha.

Este cuadro es el resultado de  muchos acontecimientos de luchas y contradicciones, acuerdos y rupturas, transformaciones, avances y retrocesos, protagonizados por movimientos  de masas y partidos políticos, y está lejos de ser la mera confirmación de las tendencias.

Son precisamente resultado de acontecimientos, en algunos casos incluso, impredecibles, sobre los que ha sido  necesario actuar.  La incapacidad de la precandidatura de Ricardo Lagos de abrirse paso en la NM, pese a sus sinuosas maniobras, gestos grandilocuentes y favoritismo de la prensa; los intentos infructuosos de la DC por sacar a los comunistas de la coalición recurriendo a toda clase de provocaciones; la presión de la movilización de masas exigiendo el cumplimiento del programa e ir más allá incluso.

También las reformas políticas al sistema electoral y a los partidos políticos; los avances en materia de restitución de derechos, pese a las limitaciones que la institucionalidad política vigente impone al despliegue  del programa de reformas de gobierno; lo que se ha llamado una "crisis de legitimidad" o "crisis de confianza" producto del conocimiento público de las promiscuas relaciones entre el empresariado y conspicuos políticos de derecha y de los partidos de la extinta concertación.

Sin embargo, el cuadro es muy inestable y esta misma situación puede todavía sufrir modificaciones. El alto abstencionismo y la indiferencia que chilenos y chilenas manifiestan por los asuntos públicos, lo hacen todavía más incierto. 

La primera y más probable de estas modificaciones , la caída de Pïñera de su lugar de privilegio en la oposición, sea por una baja participación en las primarias de la derecha, porque sus competidores lo alcancen o hasta por la posibilidad de que decline su candidatura antes de agosto. 

Ello, en todo caso, sólo para confirmar la posición ultra reaccionaria que ocupa la derecha en nuestra sociedad y que demuestra que ni hay ni nunca ha habido algo parecido a "derecha democrática" y por el contrario, el rol histórico que hoy en día cumple y siempreha cumplido. 

En segundo lugar, que la dispersión -circunstancial por ahora- de las fuerzas de centroizquierda se consolide en el largo plazo. En este sentido la aparición del FA pudo haber sido precisamente el factor que incidiera favorablemente a una resolución progresista de esta situación política. 

Pero no ha sido así y en lugar de ello, se ha extraviado en la búsqueda de una identidad que se define por cuestiones exclusivamente formales, como la crítica al "duopolio", sin poner ni un solo aporte novedoso en la situación política, excepto su aspiración de hacer lo mismo que la NM pero más rápido, lo que en el transcurso de la campaña por las primarias han tenido que matizar . 

En ese caso, las posibilidades de una derechización de la situación nacional, como ha ocurrido en Brasil y antes en Argentina, son más altas que hace un par de meses. Excepto que las fuerzas democráticas -tanto las de dentro como fuera de la NM- tiendan a converger, ojalá antes de la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales y no repetir el papelón de MEO en una ocasión anterior muy similar el 2010. 

Y que esta convergencia se de también en las organizaciones sociales en función de profundizar el protagonismo y la incidencia de las masas en las reformas en curso y las que con toda seguridad deberán continuar en un próximo período presidencial a menos que sea de la derecha. 

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