lunes, 2 de diciembre de 2019

La televisiòn y el limbo

James Ensor. Esqueletos luchando por el cuerpo de un ahorcado

La televisión cansa. En las últimas semanas y prácticamente todo el día, de lo único de lo que habla y se transmiten imágenes en ella, es de saqueos y vandalismo. 

En general, diciendo que no se trata de los manifestantes que protagonizan las protestas sino de lumpen, delincuentes y narcotraficantes infiltrados en las movilizaciones, lo que apenas disimula, tras su cansona monserga contra la violencia, su desprecio por el derecho del pueblo a rebelarse. 

Desde que Piñera está tratando de sacar a los militares a la calle ha sido así y como no lo quiere hacer por decreto, haciéndose responsable de lo que significa y de sus previsibles consecuencias, manda redundantes proyectos de ley al Parlamento y trata de modelar una opinión pública favorable o a lo menos tolerante, a la represión y el autoritarismo.

Eso porque prematuramente se quedó sin política y sin respaldo. Si no ha caído aún, es probablemente porque no hay acuerdo entre las clases dominantes, ni siquiera en la derecha, respecto de cómo salir de esta crisis y quien debiera encabezar ese proceso.

Las  protestas que ya se extienden por más de un mes, expresan la crisis de hegemonía del sistema neoliberal y su incapacidad de resolverla. 

Ya no genera el consenso de los de arriba de hace diez años atrás, excepto en lo que respecta a la necesidad de mantener el orden público, a cualquier precio. Unos argumentando riesgo para la democracia y los Derechos Humanos (sic); otros, para el emprendimiento y el crecimiento de la economía. Aunque el objetivo es el mismo.

Tampoco el de los dominados que por la vía del embrutecimiento televisivo y el sometimiento al crédito, aceptaban con más o menos resistencias las condiciones de su propia dominación.

En general, todo el mundo dice "nadie lo vio venir", pese a que para todos era evidente el carácter inequitativo, depredador, excluyente, clasista y autoritario del "milagro chileno". 

Si hasta profesionales de clase media, como médicos, ingenieros y abogados, directores de escuelas y liceos u obreros calificados en trabajos de alta especialización-por poner un ejemplo- , al pensionarse por el sistema de AFP's, se convierten en pobres de un día a otro. 

Para qué hablar de dueños de talleres, pequeños comerciantes y productores de manufacturas; viven endeudados y al borde de la quiebra, compitiendo con importaciones que ingresan al país a bajísimos costos; grandes tiendas; cadenas comerciales de farmacias, material de construcción o supermercados.

Eso sin considerar la situación de trabajadores y trabajadoras que aún con contrato reciben salarios que están bajo la línea de pobreza. 

Es tanta la inequidad, la concentración de la riqueza, el abuso, que Chile es un "caso". Una descripción de catáologo de los efectos del modelo neoliberal. 

Es lo que hace prácticamente imposible un acuerdo en los términos que ha organizado a la sociedad hasta la actualidad. 

Que nadie lo viera venir es una manera simplista de representar el limbo ideológico y cultural en el que los sectores dominantes vivían y que los hacía negarlo con tal de no negarse a sí mismos, su estilo de vida, sus valores y concepción del mundo. Es lo que expresa la televisión, ahora como resistencia al cambio, más que como complacencia.
 

Es también, sin embargo, una manera de reconocer la incapacidad de los sectores democráticos de convertir el cansancio y la rebeldía espontánea en una fuerza democratizadora de la sociedad. 

La oposición se encuentra cada vez más emplazada. Los porfiados hechos, se encargan de hacerle evidente una y otra vez que un acuerdo con el ofilicialismo es imposible y que la única solución racional de esta crisis, es más democracia y más derechos. No orden o caos, que es la que Pinochet, hace poco más de treinta años, sostenía para mantenerse en el poder. 


La contradicción principal que va a determinarla es precisamente, la que hay entre quienes la quieren restringir a los estrechos límites del mercado, las soluciones individuales y la institucionalidad contenida en la Constitución actual; y por otra parte, quienes  la conciben sólo como superación del actual orden social, político y económico. 

Históricamente, es lo que ha definido a la izquierda y en determinadas coyunturas ha dado inicio a la formación de movimientos populares capaces de protagonizar cambios de proyecciones realmente inesperadas.  















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