Francisco Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo
En las últimas semanas, se
viene desarrollando un fuerte debate acerca del rol de los comunistas en la
sociedad y la política.
La presencia permanente en las
encuestas del alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue, como un posible
candidato presidencial de la oposición, se ha transformado en un tema molesto,
aunque obligado, para los dirigentes de los partidos de derecha y la ex
Concertación, actual Unidad Constituyente.
Las encuestas, en todo caso,
sólo son el reflejo superficial de fenómenos más profundos, fenómenos que las
susodichas encuestas no explican por sí mismas y que tienden incluso a ocultar
o reflejar de modo distorsionado. De ahí que se las cuestione y sean
generalmente objeto de interpretaciones, a veces razonables, otras -en cambio-
abiertamente descabelladas, como las que se hacen de las mediciones que realiza
el INE en materia de empleo y que presentan el desempleo como lo contrario.
Suena absurdo y sólo es
posible en el “oasis” de la
ideología neoliberal que a punta de silogismos ha construido este espejismo.
Ciertamente, en este caso, la
irrupción de Jadue en las encuestas es una manifestación elocuente de la
aspiración de la sociedad a cambios de fondo, sin gradualismos melifluos ni la
estabilidad o la seguridad de un mausoleo, que es lo que ofrecen todos los
candidatos conocidos hasta ahora de Unidad Constituyente. Un verdadero retablo
de antigüedades que sólo ha sido refrescado por el respaldo público de la
Presidenta Bachelet a su ministra Paula Narváez, candidatura que ha obtenido sólo
sonrisas comprensivas de sus camaradas cuando no una abierta hostilidad.
La permanente presencia de
Jadue en las encuestas, representa, además, y eso es seguramente lo que más
preocupa a la elite de la vieja guardia concertacionista, un parteaguas en la
fosilizada sociedad construida a punta de consensos, parteaguas que representa
una grieta, a través de la cual se empiezan a hacer visibles ideas y propuestas
políticas negadas por décadas de política de los consensos y cocinas de dudosa
legitimidad.
El fin del sistema de AFP´s, el cobro de impuestos a los ricos, la educación, la
salud, la vivienda y la cultura como derechos sociales; la reducción de las
extenuantes e injustificadas jornadas de trabajo, la anulación de leyes hechas
a la carta para un puñado de empresas que han financiado a parlamentarios y ex
ministros de la UDI, entre otros; la recuperación para el Estado de Chile de
riquezas esenciales para el desarrollo del país, como el litio y el agua,
etc.
Es como la postal de otro
país, opuesto al Chile neoliberal de los últimos treinta años, y que es obra de
décadas de denuncia, organización y movilización del pueblo. Una candidatura
viable de la izquierda no es un acontecimiento súbito e inesperado; un hecho
singular obra de un liderazgo carismático, que es la manera de entender la
política de los populismos de derecha y el arribismo clasemediero, incapaces de
comprenderla como una creación colectiva de millones.
Ese es el origen de la preocupación derechista y de los
liberales que en los noventa cultivaron una profunda y meticulosa relación.
Preocupación mística e irracional comúnmente comprendida en el concepto
de “anticomunismo”. Los
primeros aludidos, por cierto, siempre serán el Partido Comunista y sus
militantes, históricamente perseguidos y excluídos a lo largo de todo el siglo
XX. Sin embargo, es muy común escuchar el mote de “comunista
de mierda” a propósito de cualquiera que postule
posiciones de cambio social y político.
Es un fenómeno muy antiguo,
tan antiguo como la existencia de los comunistas. De hecho, el Manifiesto del
Partido Comunista de Carlos Marx, de 1848, parte con la frase “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo…” Marx habla del comunismo como de un espectro frente
al que la sociedad establecida de entonces tiene una “actitud” temerosa aunque sea obra de su propia creación. Estamos en presencia
entonces de un caso típico de lo que suele denominarse “ideología”.
Probablemente por esta razón,
es difícil hacer una generalización del significado del anticomunismo, en la
actualidad, que es lo que el senador DC Francisco Huenchumilla identifica como
el principal escollo para la unidad opositora. Lo único que se puede decir
al respecto es que es un estado de conciencia política muy primario, muy
elemental. No propone nada y se funda como actitud política en el rechazo.
En ese sentido puede también dar pie para toda clase de
consecuencias políticas. En efecto, le facilita las cosas al
irracionalismo y la agresividad del fascismo. Lo hace porque degrada la
conciencia política al teñirla de subjetividad y una pseudoestética de
connotaciones liberales y republicanas que de pasada legitiman las posiciones
reaccionarias.
También porque deslegitima la acción de los partidos –no sólo del Partido Comunista- y finalmente obstaculiza la
unidad de las fuerzas interesadas en las reformas al sistema educacional,
previsional, al código laboral, el mejoramiento de la salud pública y el cambio
constitucional, las que se expresaran en poco tiempo, en la Convención
Constitucional que para tal efecto se elegirá en abril.
Es precisamente en este tipo de ataques anticomunistas -en este
caso a la candidatura del compañero Daniel Jadue, verdadero espectro construido
por la burguesía, toda vez que ni siquiera ha sido proclamado como tal- en los
que se asoma el resultado del neoliberalismo en los últimos treinta años, cuco
que ha afectado las capacidades de analizar con objetividad y sentido
progresista, la realidad y las tareas del pueblo en la actualidad a connotados
líderes de oposición.
Hoy son los comunistas y todos
quienes pacten con él. Mañana quizás el resto de las fuerzas de la izquierda y
todos quienes se manifiesten por los cambios y la democratización del
país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario