domingo, 7 de noviembre de 2021

¿Es posible realmente que la derecha pase a segunda vuelta?


Francis Bacon. Retrato de Inocencio X


En las últimas semanas, toda la prensa, las empresas que realizan estudios de opinión y encuestas, los think tanks de la derecha y todo de lo que dispone el sistema, ha realizado esfuerzos denodados por invisibilizar a la candidata de Nuevo Pacto Social, la senadora Yasna Provoste. Últimamente, poniéndola incluso detrás del candidato más freak e inverosímil de todos, Franco Parisi. La estrategia no puede ser más obvia. Levantar a Kast para, a las perdidas, lograr que la derecha pase a segunda vuelta a lo menos. 

Lamentablemente, la performance de Nuevo Pacto Social, colabora bastante con este propósito de la derecha. Se le están yendo todos y en su mojigatería, no se decide -excepto porque su candidata tiene el coraje de hacerlo de vez en cuando- a enfrentar frontalmente al matonaje de la derecha. De una manera burda, y en su obsesión por el centro, ha tratado de poner al mismo nivel o como si fueran lo mismo, al candidato de ultraderecha José Kast y el mejor posicionado en esta campaña, el candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric. 

La torpeza no puede ser mayor. Ello, pues no atina a dar con la contradicción principal del momento actual, repitiendo una letanía incomprensible que promete al mismo tiempo cambios y estabilidad; reformas estructurales y responsabilidad fiscal; grandes acuerdos precisamente con los que no están de acuerdo en cambiar nada. Algo muy similar a lo que postula torpemente una carta recientemente conocida de ex dirigentes de lo más granado del liberalismo de la Concertación y que no han demostrado mucho entusiasmo en su campaña. Es más, son precisamente los que abandonan el barco sin tratar siquiera de salvarlo del naufragio.

La sociedad está cruzada hace tiempo pese a la negación que sostuvo el voluntarismo de la Concertación,  por enormes contradicciones originadas por sus propios éxitos. El perfeccionamiento del neoliberalismo que realizaba tras la quimérica promesa de terminar con la pobreza, profundizaba la desigualdad, aumentaba el endeudamiento de las familias y arrastraba a trabajadores y trabajadoras a someterse a la más despiadada sobreexplotación con tal de no caer en ella. 

¿Quiere decir esto que el centro político fracasó irremediablemente y no tiene arreglo? 

Si insiste en la misma receta de los últimos treinta años, probablemente. Es más, si persevera en su empeño por ponerse en medio en vez de enfrentar a la derecha, es casi seguro que ni siquiera pasa a la segunda vuelta, como intenta hacernos creer la prensa y los centros de estudio de la derecha. En ese caso estaríamos ante el caso típico de una profecía autocumplida. 

Efectivamente, en los momentos determinantes de la historia, como el actual, la sociedad experimenta cambios profundos y definitivos que obligan a todos los actores sociales y políticos a cambiar con ella o perecer. Ejemplos en la historia de Chile en el siglo XX hay varios.

Fue exactamente lo que comprendió la generación de la Falange Nacional que dio origen a la Democracia Cristiana. Generación que premunida de una gran confianza en la posibilidad de realizar cambios; una voluntad y una mística que atrajo a grandes contingentes de profesionales jóvenes, pobladores de las barriadas de las grandes ciudades, campesinos, hombres y mujeres del campo y la ciudad, realizó cambios históricos que perduran hasta el día de hoy. 

Aspectos, en cambio, que no se aprecian en Nuevo Pacto Social, más preocupado de la estabilidad que de las transformaciones que la sociedad está experimentando. 

En la actualidad, Chile debe enfrentar grandes desafíos, si bien diferentes a los de mediados del siglo XX: la crisis hídrica, el cambio estructural del sistema de pensiones, el futuro del litio, el manejo de la pandemia, la Nueva Constitución. Es una contradicción en esencia creer que es posible hacerlo sin plantearse la derrota de la desigualdad, que es precisamente el meollo de los conflictos que agitan a la sociedad hoy por hoy y que no se resolverá sin afectar los poderosos intereses representados por la derecha en el Parlamento y la Convención Constitucional y que aspira también representar en el Gobierno. 


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