sábado, 11 de diciembre de 2021

¡Qué pasó con la revuelta!


La muerte de Marat. Jacques Louis David


A dos años de la revuelta popular que tiró al tacho de la basura de la historia la Constitución del 80, el país se enfrenta  sin embargo  a la posibilidad cierta de que la ultraderecha, que es el único sector abiertamente partidario de este bodrio,  gane las elecciones presidenciales.

Varios factores coyunturales podrían explicar esta paradoja aunque ciertamente tiene explicaciones mucho más profundas, si bien evidentes. ¡Es la lucha de clases! 

Efectivamente. Las clases dominantes de la sociedad están respondiendo a los embates de protesta popular que pusieron en jaque sus posiciones de dominio a partir del 18 de octubre de 2019 -el sistema de AFPs y la Constitución de Pinochet-. Para ello, han recurrido a todos los recursos disponibles de su repertorio mafioso. Desde la represión abierta, al muñequeo, la desinformación, la mentira, la difamación y la calumnia. 

La candidatura neofascista de Kast, es sólo uno más de sus ingredientes.

Los liberales, la derecha social, todos sin excepción se pusieron a disposición de la reacción moral y cultural,  guardando discretamente en un cajón sus discursos sobre tolerancia, diversidad, libertad, en tanto que el  papel que los fascismos han jugado a lo largo de todo el último siglo, desde Mussolini a Bolsonaro, no es otro que el de ser la última barrera de contención del modelo y los intereses de clase que defienden también liberales y conservadores, aunque con medios menos prosaicos.

Esta situación ha tenido resultados de proyecciones insospechadas. En primer lugar, barrió con los partidos del autodenominado "centro político". Partiendo por la DC, incapaz de dar cuenta de la contradicción que explica la situación social actual. Otros, simplemente porque tratándose de la defensa de los intereses de clase a los que sirven, olvidaron rápidamente sus ínfulas liberales y republicanas.  El espectáculo patético de Vargas Llosa llamando a votar por Kast, el representante más conspicuo de la reacción católica y nostálgico de la dictadura militar, es suficiente demostración de la bancarrota doctrinaria, política y cultural de este sector. 

Así las cosas, la segunda vuelta de la elección presidencial resulta determinante, quizás como ninguna otra antes en los últimos treinta años, para este sector. 

El buen resultado que obtuvo en las parlamentarias, puede diluirse como agua entre los dedos si es que no logra su objetivo de ganar la Presidencia de la República, habida cuenta de que la Convención podría resolver un período de transición para la instalación de la nueva Constitución y adelantar el llamado a unas elecciones generales, para lo que  contaría, por cierto, con la colaboración del Poder Ejecutivo.  La experiencia venezolana es bastante elocuente a este respecto y es probablemente por lo que vino Leopoldo López a Chile.

En resumidas cuentas, la derecha se juega mucho más que la presidencia en esta elección y así lo entienden varios de sus dirigentes. 

Lo que está  definitivamente en juego, es la posibilidad de detener el proceso de transformaciones iniciadas el 18 de octubre de 2019.  Ante una disyuntiva como ésta, no hay lugar para exclusivismos  ni alternativas de la alternativa.  De eso ya se dio cuenta la DC con un costo enorme para ella. No es el programa, qué tan radical ni qué tan amarillo pueda ser el gobierno de Apruebo Dignidad, lo que se define en la segunda vuelta. De hecho, los esfuerzos de los partidos de centro por moderarlo, apenas disimulan su incapacidad política. En efecto, el oportunismo de su actuación no podrá reemplazar, por cierto, las necesidades de transformación social que son consecuencia de contradicciones reales que han generado treinta años de neoliberalismo.

Tecnicismos más, tecnicismos menos,  ajustes más o menos, la sociedad reclama reformas de fondo y sea quien sea electo el 21 de diciembre tendrá que hacerse cargo de ellas. La movilización de masas va a resultar decisiva en este sentido pues los hechos de los últimos dos años han demostrado que la institucionalidad políítica hace rato que no da cuenta de ellas ni es útil para canalizarlas.

El sentido histórico de la Constituyente es precisamente ese.                            

Sin embargo, los aciagos compromisos en los que el sistema pone a la población, las hacen más urgentes. Efectivamente, el sistema de AFP’s arroja todos los años a masas de ancianos y ancianas a la indigencia generando una enorme carga para el fisco y para sus familias; el endeudamiento de éstas y el encarecimiento del costo de la vida, combatido paradójicamente por los economistas del sistema manteniendo en la pobreza a la población, generan un  caldo de cultivo propicio para las soluciones informales y que operan en los márgenes del sistema o fuera de ellos; redes de tráfico de drogas, incluyendo el microtráfico, venta de especies robadas, comercio informal, que finalmente terminan golpenado también a nuestro ya sufrido pueblo en sus barrios y poblaciones convertidos en verdaderos  mundos paralelos al oasis neoliberal de los mall y las carreteras interurbanas.

La ansiedad y el temor que asola a trabajadores y trabajadoras se manifiesta, luego, en un esecpticismo que refleja el alto abstebcionismo registrado en la anterior elección y es aprovechado por el fascismo proponiendo soluciones facilonas, sin ningún tipo de escrúpulo, diciendo después “….no se preocupen, todo va a estar bien….” Es a esa enorme masa de chilenos y chilenas que no reflejan twiter ni instagram a las que es necesario movilizar para detener a la reacción, derrotar su contraofensiva y hacer efectivas las demandas del 18 de octubre.

 


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