domingo, 11 de diciembre de 2022

Y el pueblo, ¿dónde está?




Pasó otra semana sin que los partidos políticos llegaran a un acuerdo de cómo continuar el proceso constituyente. Es un hecho indesmentible que la derecha o no tiene interés en hacerlo -lo que demuestra una vez más su inveterada mendacidad- o no encuentra una fórmula ajustada a su interés en que nada cambie y ha estado jugando todo la semana que pasó a ganar tiempo.

Amarillos por Chile, un chungo de personajes clasemedieros con ínfulas de superioridad intelectual, ha dado un triste espectáculo comportándose como su grupo de choque, poniendo todas las trabas posibles, desde una presunta posición dizque de "centroizquierda", siendo menos que un grupúsculo pero contando con toda la maquinaria mediática del empresariado para difundir sus permanentes ataques al proceso constituyente. Un triste final para sectores que alguna vez fueron parte del progresismo y que en el transcurso de los últimos treinta años se acomodaron a las pequeñas prebendas que pudieron hacerse en los intersticios del sistema, en fundaciones, en el área del outsourcing de las funciones del Estado; también en los medios y las universidades privadas.

Para que el proceso pueda continuar, dadas las nuevas condiciones acordadas en el Parlamento días antes del plebiscito, se requieren de 4/7 del Parlamento precisamente, umbral que a estas alturas y dada la intransigencia de la derecha y la radicalidad de su grupo de choque, se ve difícil de alcanzar de no haber acuerdo entre los partidos. La "ciudadanía" se ha convertido en el transcurso de estos tres meses en una masa de espectadores entre incrédulos e indiferentes y al mismo tiempo, molesta y a punto de estallar de nuevo. Es el resultado de las concepciones liberales que han puesto una zanja entre la sociedad civil y el Estado, que sólo se debe preocupar de la seguridad mientras de todo lo demás, que cada cual vea cómo lo resuelve. 

En este punto es bien poco lo que se puede avanzar insistiendo en esa misma receta que deja al pueblo afuera, la tristemente célebre cocina de Zaldívar. 

Por esa razón, aunque no sea la única opción ni la ideal, el plebiscito se ha empezado a abrir paso como solución. Se trata de la única manera medianamente realista de resolver esta fractura aparentemente insalvable que instala el Estado subsidiario en la sociedad. Pero sin haber hecho un ejercicio de movilización popular y de masas en que la "ciudadanía" realice un auténtico ejercicio de deliberación, el plebiscito podría no ser más que la realización de una encuesta, algo similar a lo que pasó el 4 de septiembre pasado. La clave para salir del impasse constitucional está precisamente en hacer de la demanda por el plebiscito ese ejercicio de deliberación ciudadana que haga saltar los obstáculos que la derecha y sus mayordomos ponen para terminar por impedir la culminación del proceso constituyente. 

El fascismo asecha. El reciente golpe de estado en el Perú es una señal clarísima de lo que están dispuestas a hacer las clases y sectores dominantes de la sociedad con tal de no perder sus privilegios. La confianza del pueblo no es una línea de crédito y es exactamente lo que explota y ha explotado la ultraderecha siempre: la desconfianza, el miedo, la incertidumbre, como manera de hacerse del poder. La derecha tradicional ya casi sucumbió a sus encantos y sus partidos sobreviven añorando restos de antigua opulencia solamente. El futuro del sector está en manos de los republicanos, lo que sobreviva del partido de la gente, el team patriota, etc. 

La única manera de detenerlos es la culminación del proceso constituyente. A la derecha y probablemente a más de algún sector del empresariado criollo no le moleste un nuevo estallido que sin duda van a usar como pretexto para exigir mano dura y represión. A los sectores democráticos y auténticamente progresistas les corresponde defenderlo, volver a impulsarlo esta vez apoyándose en la organización del pueblo, en barrios, en sindicatos, en colectivos de género, juveniles, ambientalistas y de Derechos Humanos. 

Los partidos han hecho lo suyo; es el momento de que las organizaciones sociales -sectoriales y territoriales- que en el transcurso de la campaña por la elección de convencionales lograron movilizar a millones, lo hagan nuevamente. 




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