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Jorge Tacla. Solución geométrica. 1995 |
Quedando poco menos de un año al actual gobierno, es el momento de
hacer las proyecciones. A estas alturas, y considerando la experiencia
adquirida, queda de manifiesto la necesidad que tiene la izquierda de resolver
la distancia que la separa de los movimientos sociales, especialmente del movimiento
obrero y sindical, factor clave en todos los procesos de reforma social y
política en diversos momentos de la historia de Chile.
El período presidencial que termina, fue un período peculiar pues
en éste, junto con reformas parciales en materias estratégicas para el país -en
lo tributario, lo laboral, riquezas básicas y pensiones- se planteó también la
realización del cambio político más ambicioso, que es el cambio constitucional.
La historia es conocida. La izquierda, pese a su condición mayoritaria en el
órgano que redactaría la nueva Constitución y resueltos en el Parlamento muchos
de los límites impuestos por el acuerdo que le dio origen, fue derrotada en el
plebiscito de salida. Y aún cuando el programa de gobierno y las políticas
específicas comprometidas con el pueblo en principio no dependían de esto, el
efecto subjetivo y desmovilizador que tuvo fue devastador, sin que hasta ahora
nadie se haya hecho cargo.
Por consiguiente, de ser la tumba del neoliberalismo, el país pasó
a ser una suerte de paréntesis entre un sistema moribundo y un futuro incierto
que incluso podría ser la irrupción de un fascismo de nuevo tipo, una suerte de
purgatorio. Ello, producto de la desmovilización de la sociedad, de los
sindicatos y las organizaciones y movimientos sociales. Las razones pueden ser
muchas y determinarlas, la materia de un debate que no se ha dado. La mezcla de
economicismo, maximalismo chusco, sectarismo y un pragmatismo determinado
circunstancialmente, fueron muy funcionales al propósito de la derecha y los
empresarios de evitarlo.
Las reformas realizadas por la actual administración, de hecho,
fueron impulsadas y prácticamente conquistadas, por la burocracia gubernamental
y si no fueron más profundas -de lo que tanto ésta como sus beneficiarios en la
sociedad civil se quejan- es precisamente por esto. Porque no fueron el
resultado de la movilización y la lucha de masas sino del muñequeo y de
acuerdos difícilmente conseguidos en un Parlamento donde el gobierno y la
coalición de partidos del Presidente, estaba en minoría.
Deudas importantes del actual período que determinarán la política
de cualquier gobierno de izquierda en el futuro, son las que dicen relación con
una política internacional que ponga el énfasis en la integración de América
Latina, la solidaridad con los procesos de cambio como los de Venezuela, México
y Colombia y un discurso enérgico de denuncia del avance del fascismo y las
pretensiones del imperialismo norteamericano de someterla en el marco de su
bancarrota.
Otra, el tratamiento de la cuestión indígena, especialmente lo que
dice relación con las demandas del pueblo mapuche de reconocimiento como
Nación, de su autonomía y reparación por el despojo al que el Estado de Chile
lo ha sometido. También, la necesidad de continuar y profundizar las reformas
que en materia laboral y previsional se realizaron, especialmente en cuanto a
fortalecimiento de la negociación colectiva y derecho a huelga y el fin
efectivo del sistema de AFP´s.
Ciertamente, los avances logrados en materia de igualdad de género
y de reconocimiento de los derechos de las divergencias sexogenéricas, están en
peligro actualmente por el avance del fascismo en el mundo. Estas, junto a los
y las inmigrantes, han sido señalados ya por la reacción como su objetivo en la
coyuntura. La mejor resistencia que se puede oponer es no solamente la
profundización de legislaciones progresistas sino la constitución de un denso y
activo movimiento social que asuma que un retroceso en este frente, es la
cabeza de playa que la reacción pretende instalar para ir después por la
educación pública y el movimiento juvenil; por los sindicalistas, defensores y
defensoras del medioambiente como Julia Chuñil y todos los que le pongan
obstáculo a su programa de ajuste y represión.
Un factor clave de este proceso será la unidad de la izquierda. Construir
una dirección compartida que incorpore los organismos de masas, territoriales,
sociales y sindicales. No se puede ser unitario para construir una lista
parlamentaria y sectario en el sindicato. Eso es oportunismo. El límite de los
gobiernos de coaliciones amplias, como los de la Nueva Mayoría y también el
actual, lo puso precisamente su incapacidad para construir una dirección que
los lleve más allá de lo posible, una ruptura, y ésta dirección siempre será
compartida, no el patrimonio exclusivo de un grupo.
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