miércoles, 4 de junio de 2025

Ruptura y unidad

Jorge Tacla. Solución geométrica. 1995

                              



Quedando poco menos de un año al actual gobierno, es el momento de hacer las proyecciones. A estas alturas, y considerando la experiencia adquirida, queda de manifiesto la necesidad que tiene la izquierda de resolver la distancia que la separa de los movimientos sociales, especialmente del movimiento obrero y sindical, factor clave en todos los procesos de reforma social y política en diversos momentos de la historia de Chile.

El período presidencial que termina, fue un período peculiar pues en éste, junto con reformas parciales en materias estratégicas para el país -en lo tributario, lo laboral, riquezas básicas y pensiones- se planteó también la realización del cambio político más ambicioso, que es el cambio constitucional. La historia es conocida. La izquierda, pese a su condición mayoritaria en el órgano que redactaría la nueva Constitución y resueltos en el Parlamento muchos de los límites impuestos por el acuerdo que le dio origen, fue derrotada en el plebiscito de salida. Y aún cuando el programa de gobierno y las políticas específicas comprometidas con el pueblo en principio no dependían de esto, el efecto subjetivo y desmovilizador que tuvo fue devastador, sin que hasta ahora nadie se haya hecho cargo. 

Por consiguiente, de ser la tumba del neoliberalismo, el país pasó a ser una suerte de paréntesis entre un sistema moribundo y un futuro incierto que incluso podría ser la irrupción de un fascismo de nuevo tipo, una suerte de purgatorio. Ello, producto de la desmovilización de la sociedad, de los sindicatos y las organizaciones y movimientos sociales. Las razones pueden ser muchas y determinarlas, la materia de un debate que no se ha dado. La mezcla de economicismo, maximalismo chusco, sectarismo y un pragmatismo determinado circunstancialmente, fueron muy funcionales al propósito de la derecha y los empresarios de evitarlo. 

Las reformas realizadas por la actual administración, de hecho, fueron impulsadas y prácticamente conquistadas, por la burocracia gubernamental y si no fueron más profundas -de lo que tanto ésta como sus beneficiarios en la sociedad civil se quejan- es precisamente por esto. Porque no fueron el resultado de la movilización y la lucha de masas sino del muñequeo y de acuerdos difícilmente conseguidos en un Parlamento donde el gobierno y la coalición de partidos del Presidente, estaba en minoría. 

Deudas importantes del actual período que determinarán la política de cualquier gobierno de izquierda en el futuro, son las que dicen relación con una política internacional que ponga el énfasis en la integración de América Latina, la solidaridad con los procesos de cambio como los de Venezuela, México y Colombia y un discurso enérgico de denuncia del avance del fascismo y las pretensiones del imperialismo norteamericano de someterla en el marco de su bancarrota. 

Otra, el tratamiento de la cuestión indígena, especialmente lo que dice relación con las demandas del pueblo mapuche de reconocimiento como Nación, de su autonomía y reparación por el despojo al que el Estado de Chile lo ha sometido. También, la necesidad de continuar y profundizar las reformas que en materia laboral y previsional se realizaron, especialmente en cuanto a fortalecimiento de la negociación colectiva y derecho a huelga y el fin efectivo del sistema de AFP´s. 

Ciertamente, los avances logrados en materia de igualdad de género y de reconocimiento de los derechos de las divergencias sexogenéricas, están en peligro actualmente por el avance del fascismo en el mundo. Estas, junto a los y las inmigrantes, han sido señalados ya por la reacción como su objetivo en la coyuntura. La mejor resistencia que se puede oponer es no solamente la profundización de legislaciones progresistas sino la constitución de un denso y activo movimiento social que asuma que un retroceso en este frente, es la cabeza de playa que la reacción pretende instalar para ir después por la educación pública y el movimiento juvenil; por los sindicalistas, defensores y defensoras del medioambiente como Julia Chuñil y todos los que le pongan obstáculo a su programa de ajuste y represión. 

Un factor clave de este proceso será la unidad de la izquierda. Construir una dirección compartida que incorpore los organismos de masas, territoriales, sociales y sindicales. No se puede ser unitario para construir una lista parlamentaria y sectario en el sindicato. Eso es oportunismo. El límite de los gobiernos de coaliciones amplias, como los de la Nueva Mayoría y también el actual, lo puso precisamente su incapacidad para construir una dirección que los lleve más allá de lo posible, una ruptura, y ésta dirección siempre será compartida, no el patrimonio exclusivo de un grupo. 


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