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Jean Antoine Watteau. "Pierrot, también llamado Gilles". 1721 |
En toda América y en el mundo, en el transcurso de los últimos diez años, ha avanzado una ultraderecha que pareciera estar dispuesta a demoler lo que había sido el sector del que se originó. Un vástago de las tendencias autodestructivas propias del capitalismo que en su versión neoliberal se han elevado a la millonésima potencia.
Se trata de una versión chabacana de los valores en los que la derecha se funda: una versión simplista de la propiedad como piedra filosofal de la sociedad y las leyes; de la autoridad como imposición y regla y del hombre como individuo egoísta al que solamente lo mueve el afán de lucro.
Su noción de la religión y la familia además parecen sacadas del siglo XIX y desconocen la ciencia y las transformaciones culturales y sociales, así como los logros de los últimos años en el reconocimiento de las libertades individuales, la autonomía del ser humano y la diversidad de nuestras sociedades.
Esta propensión autodestructiva del sistema y que en su versión más radical se expresa en tendencias fascistas, como las representadas por Kaiser y Kast, en las últimas semanas parece haber provocado una reacción de alarma expresado en un aparente, aunque quizás tardío, viraje de Matthei hacia un centro inexistente, salvo en sus intenciones. La batalla por ver quien pasa a la segunda vuelta, parece ser lo que representa para ellos el problema principal, no ganar.
Es así que la candidata de Chile Vamos, comparada con republicanos y nacionallibertarios, parece de centro o así a lo menos pretende aparecer ante la opinión pública. Se trata de los empresarios tradicionales y de la vieja derecha que resisten ser reemplazados de su lugar hegemónico por los representantes de una especie de nuevos ricos que por el momento están dando la cara por prestamistas, usureros y especuladores que se desprendieron de ésta.
Éstos últimos, preferirían volver a la receta original, cuando el neoliberalismo se imponía en medio de la represión de opositores y de sindicalistas durante la dictadura militar, lo que le da esa apariencia chusca, que continuar buscando ajustes a un modelo que ya no garantiza sostener la misma sobreexplotación de la mano de obra y del medioambiente sobre el que se ha sostenido por décadas.
El desembarco de Bernardo Fontaine, autor de la famosa consigna "con mi plata no", guaripola de la defensa de las AFP's en la Convención Constitucional presidida por Elisa Loncón, y las progresivas deserciones de los partidos de Chile Vamos hacia la candidatura de Kast, dan cuenta de esto último.
Los nuevos centristas, que en realidad son la vieja derecha más desprendimientos de lo que quedó de la Concertación, no es una alternativa capaz de detener las tendencias autodestructivas del neoliberalismo, excepto tal vez posponerlas temporalmente al tiempo que detiene las transformaciones que harían posible garantizar un desarrollo sustentable, los derechos y libertades individuales y sociales y del medioambiente que socava diariamente.
Demuestran su inconsecuencia en cada lapsus pinochetista de su candidata y sus voceros; no oculta sus profundos vínculos doctrinarios y de clase con la nueva derecha. Tal como quedó demostrado en las últimas elecciones de la provincia de Buenos Aires, en la hermana República Argentina es posible que el pueblo triunfe con unidad, con convicción, y mística. No con gestos de amistad cívica, sino señalando a los responsables de la desigualdad, la exclusión y el autoritarismo con el que el pueblo es tratado.