jueves, 25 de septiembre de 2025

¿Hasta dónde es capaz de llegar la derecha?

Otto Dix. La guerra. 1929-32

 

Los titulares de la prensa han concentrado su atención en las últimas semanas después del debate, en la lucha fraticida al interior de la derecha por ver quién pasa a la segunda vuelta. Un vendaval de encuestas cada cual más hipotética que la anterior, que parecen un ludo en el que Matthei y Kast avanzan y retroceden casilleros sin modificar sustancialmente la ventaja que la candidata de las fuerzas democráticas y progresistas ostenta desde que ganó la primaria oficialista.

 

El corazón de las diferencias ha estado en la famosa promesa de Kast de reducir el gasto fiscal en la friolera de seil mil millones de dólares en diez y ocho meses sin siquiera tomarse la molestia, pese a todos los emplazamientos de los que ha sido objeto para que lo haga, de decir dónde va a recortarlo.

 

En todo caso, es la misma propuesta que hace algunos meses no más hacía Matthei, hablando de las "tijeras podadoras", versión soft de la motosierra de Milei, metáfora que usó en el CEP ante su mismísimo ministro de desregulación, Federico Sturzenneger, y la elite política y empresarial que pretende representar en la segunda vuelta. Es la avaricia de almacenero del pensamiento neoliberal y empresarial que con matices más, matices menos, inspira el programa de las derechas, llegando al delirio en el programa de Kaiser, que curiosamente aumenta su feligresía precisamente gracias el facilismo de su discurso y a las inconsistencias de Kast. Una suerte de manual de cortapalos para reaccionarios.

 

Los traspiés de esta receta en la hermana República Argentina, que tiene  a Milei haciendo genuflexiones ante Trump -líder mundial de la patota fascista que niega el cambio climático, el genocidio en Gaza y amenaza a América Latina con barcos de guerra- para conseguir dólares que le permitan sortear las elecciones de octubre y ganar tiempo para recomponer aunque sea un poco sus posibilidades en las próximas presidenciales, encendieron las alarmas en la elite política y económica tradicional de este lado de Los Andes.

 

Por cierto, las cosas para ésta no están tan bien como aparentaban hasta hace sólo algunos meses. Los gobiernos reaccionarios de todo el mundo, incluido el de la perfumada derecha francesa y el de la referente de Kast Giorgia Meloni, se han topado con la resistencia popular a sus planes de ajuste.

 

Lo único que mantiene en pie, por el momento, sus posibilidades es la fuerza bruta. La que aplica el gobierno de Trump que actúa como matón de barrio, tanto al interior de su país como en el extranjero, llegando al absurdo de asistir a las Naciones Unidas a repartir amenazas y autoalabanzas que sólo un personaje tan bizarro como Milei aplaude. La violencia con la que el gobierno de Macron reprime la protesta social y trata la democracia de su país, negándose a nombrar un Primer Ministro de las fuerzas mayoritarias del Parlamento e insistir en formar gobierno con sus incondicionales, pese a toda la evidencia de su fracaso.

 

La misma que sostiene a Bukele como una suerte de gendarme o cancerbero presidencial o al corrupto régimen bananero de Noboa en Ecuador o Dina Boluarte en el Perú. La combinación de corrupción, ajuste y represión, típica de los regímenes derechistas y reaccionarios, expresión remasterizada de los tan bien descritos por Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, representan la última muralla de contención de un neoliberalismo agónico. De ahí probablemente la defensa del secreto bancario por parte de las elites conservadoras provocando oleadas de protesta social y resistencia popular a los recortes presupuestarios que promueve la derecha en todo el mundo.

 

No se trata de que el ideario fascista se debilite o pierda su atractivo para las elites económicas y militares globales. Las necesidades de las grandes corporaciones, las instituciones conservadoras y la industria armamentística siguen siendo las mismas. Simplemente su receta de ajuste y represión tiene unos límites tan estrechos que termina por agotarse rápidamente. Las posibilidades de una humanidad amenazada por la recesión, el cambio climático y el genocidio, cada día que pasa se van estrechando y resumiendo a una nueva barbarie, como a la que Trump y sus prosélitos la arrastran inexorablemente o una superación efectiva del neoliberalismo que debiera coincidir con la construcción de una nueva sociedad y no solamente con la moderación de sus resultados más extremos.

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