martes, 7 de noviembre de 2017

Lo demás es música

Hans Holbein el joven. La danza de la muerte

Estando casi por terminar el gobierno de la Presidenta Bachelet, se puede afirmar que lo que se anunció como el inicio de un Nuevo Ciclo, es un proceso irreversible.

Dos nuevos fenómenos lo caracterizan.

El primero de ellos, es el fin de la política de los consensos y el acuerdo de dos bloques mayoritarios que actuaron durante todo el proceso de transición a la democracia, como protagonistas exclusivos de lo que se conoció como “democracia de los acuerdos”.

Ello se ha manifestado a lo largo de todo el período presidencial en la tramitación de las leyes enviadas al Parlamento, las que en varias ocasiones han terminado en el TC por la imposibilidad de la derecha de obstaculizarlas en él o en el mejor de los casos, lograr un acuerdo que la favorezca para aprobarlas. 

También por la posibilidad de que sectores políticos emergentes, y otros hasta hoy excluidos, tengan representación parlamentaria, posibilidad que el binominalismo y la política de los consensos frustró por mucho tiempo, lo que constituyó una de las principales banderas del Partido Comunista en los años 90 del siglo pasado.

El segundo es el despliegue de un movimiento de masas y una opinión pública crítica, como no se había visto en los últimos veinticinco años. 

Lo que entonces aparecía incuestionable e incuestionado -en primer lugar la prioridad de lo "técnico" que en realidad era la primacía del neoliberalismo económico por sobre lo político, uno de los tópicos preferidos de los editorialistas de El Mercurio- hoy en día es materia de debate en el sistema político, en la prensa, la academia y las organizaciones sociales. 

Ello gracias a la irrupción de la lucha de masas del 2011 en adelante, y en diversos frentes -educacional, ambiental, laboral, de género-.

El gran debate es acerca de la desigualdad: su origen, sus manifestaciones y la forma de enfrentarla. Hasta la derecha se ve en la obligación de abordarlo.

Otro fenómeno inesperado y que ha servido de acicate para la profundización de estas tendencias características del Nuevo Ciclo, es el público conocimiento de las prácticas abusivas e inmorales de las grandes empresas, así como de las íntimas relaciones entre éstas y conspicuos políticos, especialmente de la derecha y el gobierno de Piñera.

Durante este período estallan los casos CASCADAS, PENTA, CAVAL, SQM; se hace público el rol de las grandes empresas en el trámite de la Ley de Pesca y el royalty minero, entre otros. Los casos de colusión en el mercado de la carne de pollo, las farmacias, la leche, el papel tissue; los abusos que se cometen con las tarjetas de crédito de las casas comerciales. 

A las críticas al lucro en el sistema educativo, se suman ahora, además,  las  grandes movilizaciones en contra del sistema de AFP.

También al marco legal que regula las relaciones entre trabajadores y empleadores. Más allá de las críticas maximalistas por lo acotado de la reforma laboral del Gobierno, ésta provocó un fuerte debate político y académico; dos paros nacionales; un aumento de las huelgas y cambios en las estrategias, tanto empresariales como de los sindicatos, para enfrentarlas.

Por estas razones, hoy en día ni la sociedad ni el sistema político son lo mismo que hace cinco años atrás y quien sostenga que nada ha cambiado, sólo demuestra su ignorancia o sobreideologización.

El Nuevo Ciclo es entonces una intensa lucha por la hegemonía. Por la reforma política, económica y social. Por la dirección del país. No es todavía la superación del neoliberalismo. Pero sí una expresión de su pérdida de legitimidad y del consenso que generaba entre los sectores hegemónicos de la sociedad.

Qué  es lo que lo ha hecho posible. En primer lugar, la crisis del sistema financiero, que en realidad se arrastra desde el 2008 incluso.

En segundo lugar, la ola de movilizaciones que diferentes sectores sociales protagonizan desde el 2006 en adelante.

Las contradicciones que cruzaban internamente desde siempre a las coaliciones que protagonizaron la democracia de los acuerdos y que se manifestaron con mayor fuerza a partir de entonces.

La denuncia permanente por parte de la izquierda y el movimiento sindical del carácter del sistema de pensiones, la entrega de nuestras riquezas básicas a las empresas privadas y transnacionales; la privatización de servicios básicos como el agua potable y la electricidad y derechos sociales como la educación, la seguridad social y la salud.

La convergencia del centro y la izquierda en un programa de reformas mínimas al sistema, proceso que se venía desarrollando incluso antes de que surgiera la NM en el movimiento sindical y la CUT.

La conquista de un Gobierno que se propone reformas postergadas por más de veinticinco años pero que expresan precisamente estas aspiraciones de la sociedad y las contradicciones latentes del sistema político.

El surgimiento de una izquierda que en parte es la prolongación de sectores dispersos en los noventa y que se desgajan de la Concertación de Partidos por la Democracia.

El Nuevo Ciclo se va a prolongar sea quien sea electo en diciembre.

En primer lugar porque el fin del binominalismo demolió las bases para una política basada en el entendimiento de dos bloques. Una vuelta a la política de los consensos es imposible.

En el mejor de los casos, los sectores que la protagonizaron en los noventa podrán tratar de configurar un bloque “liberal” o alguna cosa por el estilo.

Sin embargo, el factor de representación proporcional en el futuro Parlamento va a hacer que sea sólo uno más –incluso aunque fuera mayoritario- entre otros varios.

En segundo lugar porque la movilización de masas presumiblemente se va a incrementar en el futuro. Una, por profundizar lo ya avanzado en este período o en el peor de los casos –que es el triunfo de la derecha-, para defenderlo. Incluso quienes hoy critican su insuficiencia se verán conminados a hacerlo.

En tercer lugar, porque  la posibilidad de una convergencia de la izquierda en el corto plazo, en caso de proyectarse, genera condiciones para profundizar y fortalecer la unidad del pueblo, que ha sido clave en todos los procesos demoratizadores de América Latina en los últimos veinte años. También en Chile.

No es solamente la posibilidad de elegir a un presidente y un nuevo parlamento en la próxima elección. Son las condiciones de continuidad del Nuevo Ciclo inaugurado en el período de la presidenta Bachelet lo que está en juego.

Realizar reformas al sistema de pensiones; lograr una nueva constitución; fortalecer la salud pública; profundizar la reforma educacional y laboral. Diversificar la matriz productiva.

No es necesario esperar la segunda vuelta.  Ni son necesarias tampoco declaraciones aparatosas para comenzar. Sólo voluntad política. Como dijo Lagos respecto del crecimiento económico y su defensa de los intereses empresariales, “lo demás es música".

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